His­te­ria Femenina

HYS­TE­RIA. Esta­dos Uni­dos-Gran Bre­ta­ña, 2011. Un film de Tan­ya Wex­ler. Elen­co: Hugh Dancy, Mag­gie Gyllenhaal, Jonathan Pry­ce, Rupert Everett 

HYSTERIA FEMENINA

Basa­do en la ver­da­de­ra his­to­ria de Joseph Mor­ti­mer Gran­vi­lle, la rea­li­za­do­ra Tan­ya Wex­ler abor­da en tono de come­dia la con­di­ción sexual de la mujer en Gran Bre­ta­ña hacia fina­les del siglo 19, en ple­na épo­ca vic­to­ria­na- y los hechos que con­du­je­ron a la inven­ción del vibra­dor eléctrico.

Gran­vi­lle (Hugh Dancy) es un joven y entu­sias­ta médi­co lon­di­nen­se cuyas moder­nas ideas cien­tí­fi­cas no son apre­cia­das seria­men­te por sus cole­gas. Cuan­do está a pun­to de aban­do­nar la pro­fe­sión sale al encuen­tro del Dr. Robert Dalrym­ple (Jonathan Pry­ce) quien es con­si­de­ra­do como el más impor­tan­te espe­cia­lis­ta en una enfer­me­dad deno­mi­na­da his­te­ria feme­ni­na, solu­cio­nan­do el pro­ble­ma de sus pacien­tes con un masa­je manual; de nin­gún modo Dalrym­ple podría ima­gi­nar que esa pseu­do enfer­me­dad no es sino el sín­to­ma que expe­ri­men­ta la mujer cuan­do se sien­te urgi­da en satis­fa­cer sus nece­si­da­des sexua­les. Tenien­do en cuen­ta esa cir­cuns­tan­cia y con la ayu­da de un ami­go (Rupert Eve­rett) exper­to en elec­tri­ci­dad y fas­ci­na­do con los ade­lan­tos tec­no­ló­gi­cos, Gran­vi­lle con­ci­be de este modo el pri­mer vibra­dor elec­tro­me­cá­ni­co capaz de ali­viar las ten­sio­nes mus­cu­la­res de las pacien­tes que sufren de his­te­ria. Lo intere­san­te de todo ello es que la afor­tu­na­da aso­cia­ción de Mor­ti­mer con Char­lot­te (Mag­gie Gyllenhaal), la femi­nis­ta y resuel­ta hija de Dalrym­ple, con­tri­bu­yó para el éxi­to de este proyecto.

Desa­rro­lla­do como una come­dia hila­ran­te, Wex­ler ha con­si­de­ra­do este urti­can­te tema con máxi­ma suti­le­za y fine­sa per­mi­tien­do que la audien­cia se divier­ta de bue­na gana en gran par­te del metra­je y sobre todo cuan­do tie­nen lugar las sesio­nes de tra­ta­mien­to de las pacien­tes. Pero más allá de su natu­ral comi­ci­dad, el film ilus­tra cómo el apor­te cien­tí­fi­co de Gran­vi­lle per­mi­tió que la mujer goza­ra de una inde­pen­den­cia sexual que has­ta enton­ces carecía.

Con­clu­sión: Wex­ler logró un inge­nio­so, diver­ti­do y refres­can­te rela­to sobre la repre­sión sexual feme­ni­na que logra­rá la adhe­sión incon­di­cio­nal de todo tipo de públi­co. Jor­ge Gutman