Dra­má­ti­ca Sumisión

COM­PLIAN­CE. Esta­dos Uni­dos, 2012. Un film escri­to y diri­gi­do por Craig Zobel. Elen­co: Ann Dowd, Drea­ma Wal­ker, Pat Healy, Bill Camp, Phi­lip Ettin­ger, James McCafreyDRAMÁTICA SUMISIÓN

Este film desa­fía la posi­bi­li­dad de lograr un jui­cio que sea lo más obje­ti­vo posi­ble sobre sus ver­da­de­ros méri­tos. Por una par­te el direc­tor Craig Zobel ha logra­do un rela­to meticu­losa­men­te eje­cu­ta­do con una inter­pre­ta­ción que por su natu­ra­li­dad lle­ga a mara­vi­llar. Sin embar­go, su tema se pres­ta a un apa­sio­na­do nivel de dis­cu­sión dado que según cuál sea la visión que adop­te la audien­cia, podrá resul­tar en un film misó­gino que no tie­ne escrú­pu­los en explo­tar la con­di­ción feme­ni­na, o bien en un docu­men­to que genui­na­men­te tra­du­ce los mis­te­rio­sos meca­nis­mos de poder que se pue­den ejer­cer a tra­vés de los cana­les menos imaginados.

En un res­tau­ran­te de comi­da al paso situa­do en un subur­bio de Ohio, su super­vi­so­ra San­dra (Ann Dowd) reci­be un lla­ma­do tele­fó­ni­co de un ins­pec­tor poli­cial lla­ma­do Daniels (Pat Healy) hacién­do­le saber que Becky (Drea­ma Wal­ker), una de sus jóve­nes emplea­das que mane­ja la caja regis­tra­do­ra, le robó una suma de dine­ro de la car­te­ra a una de sus clien­tas. Siguien­do las ins­truc­cio­nes reci­bi­das tele­fó­ni­ca­men­te por el fun­cio­na­rio, la chi­ca es obli­ga­da a per­ma­ne­cer en una de las pie­zas del esta­ble­ci­mien­to y a par­tir de allí duran­te casi 80 minu­tos, don­de el tiem­po de la fic­ción coin­ci­de con el real, el espec­ta­dor con­tem­pla con con­si­de­ra­ble inco­mo­di­dad de qué for­ma Becky es some­ti­da a una opre­sión psi­co­ló­gi­ca y a una incon­ce­bi­ble veja­ción física.

Des­pués de los pri­me­ros 10 minu­tos de esa lla­ma­da que se pro­lon­ga duran­te una hora, la frus­tra­ción se apo­de­ra del espec­ta­dor, por­que que­da com­ple­ta­men­te cla­ro que el ins­pec­tor poli­cial no es tal sino más bien un psi­có­pa­ta sádi­co dis­pues­to a deni­grar a la supues­ta ladro­na con la cola­bo­ra­ción de los res­tan­tes per­so­na­jes que se some­ten cie­ga­men­te cum­plien­do sus órde­nes; es nece­sa­rio poseer un nivel altí­si­mo de estu­pi­dez como para no dar­se cuen­ta de que hay un far­san­te detrás de esta manio­bra y es en ese sen­ti­do que el film irri­ta la sen­si­bi­li­dad del públi­co que se resis­te a creer lo que está ocurriendo.

Dicho lo que pre­ce­de es nece­sa­rio indi­car que el film se ha basa­do en inci­den­tes que ver­da­de­ra­men­te han ocu­rri­do hace algu­nos años en Esta­dos Uni­dos y que duran­te la últi­ma déca­da se han regis­tra­do nada menos que 70 casos simi­la­res; es pre­ci­sa­men­te en éstos mis­mos don­de el rea­li­za­dor se ha ins­pi­ra­do para ela­bo­rar su guión. 

Como es impo­si­ble negar la reali­dad, sólo cabe seña­lar que a pesar del des­agra­do que esta his­to­ria de sumi­sión pue­de pro­du­cir, Zobel tra­tó de ofre­cer el cua­dro más rea­lis­ta posi­ble a tra­vés de un rela­to que más que fic­ción se acer­ca en algu­nos momen­tos a supo­ner que se tra­ta de un docu­men­tal denun­cian­do la for­ma en que un per­ver­so y dia­bó­li­co indi­vi­duo pue­de lle­gar a ejer­cer un increí­ble poder de mani­pu­la­ción y sem­brar un vio­len­to horror en una ate­rro­ri­za­da víc­ti­ma sin tener que recu­rrir a nin­gún arma de fuego.

Con­clu­sión: Un film que aun­que por su tema resul­ta difí­cil de pre­sen­ciar, no obs­tan­te se des­ta­ca por su exce­len­te direc­ción e inter­pre­ta­ción. Jor­ge Gutman