Agra­da­ble Come­dia Argentina

UN CUEN­TO CHINO. Argen­ti­na, 2011. Un film escri­to y diri­gi­do por Sebas­tián Borensztein 

He aquí otra prue­ba elo­cuen­te de cómo un rela­to dema­sia­do tran­si­ta­do pue­de tras­cen­der por la des­crip­ción de per­so­na­jes bien per­fi­la­dos y res­pal­da­dos por una bue­na inter­pre­ta­ción. Ése es el caso de Un Cuen­to Chino, ter­cer film de Sebas­tián Borensz­tein en don­de tam­bién es el autor del guión.

Ricardo Darín

Ricar­do Darín

Ricar­do Darín, uno de los mejo­res acto­res de Argen­ti­na y el más cono­ci­do inter­na­cio­nal­men­te, vuel­ve a dar nue­vas mues­tras de su duc­ti­li­dad com­po­nien­do a Rober­to, un ferre­te­ro argen­tino que vive en Bue­nos Aires y que res­pon­de a un tipo hos­co y cas­ca­rra­bias que pasa su vida que­ján­do­se, aun­que a veces no le fal­te razón. A pesar de ser una per­so­na poco socia­ble, el des­tino lo enfren­ta con Jun (Igna­cio Huang), un inmi­gran­te chino que no habla espa­ñol y que sólo domi­na el man­da­rín. Nada más opues­to a Rober­to en carác­ter y per­so­na­li­dad; con todo, el por­te­ño tra­ta de ofre­cer­le su coope­ra­ción a fin de que Jun encuen­tre a un tío que bus­ca deses­pe­ra­da­men­te; mien­tras tan­to, le invi­ta a per­noc­tar en su hogar espe­ran­za­do que todo habrá de con­cluir al día siguien­te cuan­do le ayu­de a esta­ble­cer con­tac­tos con la emba­ja­da china. 

Como es de supo­ner, nada habrá de solu­cio­nar­se con tan­ta bre­ve­dad y el cam­bio de pla­nes obli­ga a que Rober­to y Jun ten­gan que con­vi­vir con el gran obs­tácu­lo de no poder man­te­ner diá­lo­go alguno dado que cada uno des­co­no­ce el idio­ma del otro. Cier­ta­men­te el tema de la coli­sión cul­tu­ral se impo­ne en el rela­to pero el tra­ta­mien­to resul­ta un tan­to esque­má­ti­co por­que el ver­da­de­ro pro­pó­si­to de esta his­to­ria es pin­tar las con­se­cuen­cias de una con­vi­ven­cia for­za­da don­de cada uno de los dos per­so­na­jes soli­ta­rios apren­de­rá algo del otro, espe­cial­men­te en el caso de Rober­to don­de la visi­ta de su ines­pe­ra­do hués­ped alte­ra por com­ple­to su vida rutinaria. 

Apar­te de su tema cen­tral, el film se nutre con la pre­sen­cia de una chi­ca ena­mo­ra­da de Rober­to (Muriel San­ta Ana) y algu­nos per­so­na­jes secun­da­rios que con­tri­bu­yen a brin­dar humor y cali­dez al esque­má­ti­co guión. Con todo, el logro del film resi­de en sus bue­nos diá­lo­gos y en la remar­ca­ble inter­pre­ta­ción de Darin y Huang ganán­do­se el inme­dia­to cari­ño por par­te del públi­co. Darín es capaz de derro­char amplia sim­pa­tía a pesar de su misan­tró­pi­ca per­so­na­li­dad en tan­to que Huang pro­du­ce situa­cio­nes muy hila­ran­tes y cons­ti­tu­ye un buen con­tra­pun­to con su inter­lo­cu­tor cuan­do la úni­ca for­ma de enten­der­se se mani­fies­ta a tra­vés del len­gua­je ges­tual, elo­cuen­tes mira­das y pre­ci­sos silencios. 

Con­clu­sión: Una fábu­la ama­ble que tra­ta de demos­trar cómo per­so­na­li­da­des con pro­fun­das dife­ren­cias aní­mi­cas y cul­tu­ra­les pue­den fina­li­zar com­ple­men­tán­do­se para for­jar una ines­pe­ra­da amis­tad.  Jor­ge Gutman

Una Emo­ti­va Tera­pia Sexual

THE SES­SIONS. Esta­dos Uni­dos, 2012. Un film escri­to y diri­gi­do por Ben Lewin

Pocas veces el cine ha ofre­ci­do un rela­to don­de la inti­mi­dad sexual que­da expues­ta con tan nota­ble hones­ti­dad y sin nin­gún pro­pó­si­to de opor­tuno sensacionalismo. 

The Ses­sions que trans­cu­rre en Ber­ke­ley en 1988 se basa en el ensa­yo escri­to por el poe­ta y perio­dis­ta Mark O’Brien On Seeing a Sex Surro­ga­te –que pos­te­rior­men­te fue publi­ca­do en la revis­ta lite­ra­ria The Sun- don­de rela­ta sus expe­rien­cias al estar con­de­na­do a vivir en un pul­món arti­fi­cial pero que a los 38 años de edad está deci­di­do a per­der su virginidad.

Como ante­ce­den­te cabe acla­rar que a los 6 años de edad, el autor fue afec­ta­do de polio­mie­li­tis per­dien­do casi por com­ple­to la coor­di­na­ción de sus movi­mien­tos y por lo tan­to estu­vo obli­ga­do a depen­der de la res­pi­ra­ción arti­fi­cial. Eso no ha sido óbi­ce para que este empe­ño­so indi­vi­duo siguie­ra una exi­to­sa carre­ra uni­ver­si­ta­ria de perio­dis­mo en la Uni­ver­si­dad de Cali­for­nia en Berkeley. 

A pesar de su gra­ve dis­ca­pa­ci­ta­ción y del debi­li­ta­mien­to físi­co, su cuer­po no per­dió las sen­sa­cio­nes vita­les y, entre las mis­mas, el deseo natu­ral del sexo se pone de mani­fies­to. Para tra­tar de solu­cio­nar su pro­ble­ma y tenien­do en cuen­ta sus con­vic­cio­nes reli­gio­sas, como cató­li­co resuel­ve con­fe­sar­se con el Padre Bren­dan (William H. Macy), un sacer­do­te de men­ta­li­dad abier­ta que está dis­pues­to a dar luz ver­de al pro­yec­to de Mark con­sis­ten­te en la ayu­da de una tera­peu­ta sexual que lo ayu­de a lograr su pri­me­ra expe­rien­cia en la mate­ria. Algu­nos de los momen­tos más pla­cen­te­ros del rela­to ilus­tran la for­ma en que Bren­dan debe pasar por alto los pre­cep­tos estric­ta­men­te reli­gio­sos, com­pren­dien­do que el caso excep­cio­nal soli­ci­ta­do por Mark es algo en lo que Dios esta­ría total­men­te de acuer­do y es por ello que le otor­ga su com­ple­ta ben­di­ción; de algún modo, el sacer­do­te se con­vier­te en su guía moral. 

No muchas veces el cine pro­cu­ra al espec­ta­dor la satis­fac­ción de abor­dar aspec­tos urti­can­tes con tan gran afec­to y deli­ca­de­za como en el caso de esta nota­ble pelí­cu­la y eso se refle­ja en la par­te cen­tral del rela­to con la rela­ción que se esta­ble­ce entre Cheryl Cohen Green (Helen Hunt) y Mark (John Haw­kes). Ella, ade­más de tera­peu­ta sexual, es una mujer casa­da y aun­que no esté expli­ci­ta­do en el rela­to, ese fac­tor ten­drá gran impor­tan­cia en la comu­ni­ca­ción físi­ca e ínti­ma que se esta­ble­ce­rá entre la “ins­truc­to­ra” y su “alumno”. Las estric­tas reglas fija­das por Cheryl esta­ble­cen que la tera­pia alcan­za­rá un máxi­mo de 6 sesiones. 

Helen Hunt y John Hawkes

Helen Hunt y John Hawkes

El direc­tor Ben Lewin ha logra­do una gran suti­le­za para trans­mi­tir el sen­ti­mien­to que ani­ma a las par­tes inter­vi­nien­tes a medi­da que las sesio­nes sema­na­les se van desa­rro­llan­do. Des­de un pri­mer encuen­tro en que ella lo ayu­da con la prác­ti­ca de ejer­ci­cios clí­ni­cos para ir avan­zan­do gra­dual­men­te has­ta lograr la com­ple­ta rela­ción sexual, el film exhi­be momen­tos de fran­co humor fren­te a situa­cio­nes que aun­que a veces resul­ten incó­mo­das son total­men­te realistas. 

Lewin, quien per­so­nal­men­te fue afec­ta­do por el polio lle­gan­do a sobre­vi­vir, tenía como inten­ción de recu­rrir a un intér­pre­te dis­ca­pa­ci­ta­do para asu­mir el rol de O’Brien, pero final­men­te se deci­dió por John Haw­kes. Se tra­ta de un excep­cio­nal actor que trans­mi­te mara­vi­llo­sa­men­te el esta­do aní­mi­co de su per­so­na­je quien debe per­ma­ne­cer en com­ple­ta pos­tra­ción duran­te casi todo el metra­je; en suma, Haw­kes vuel­ca una inusi­ta­da sin­ce­ri­dad y can­dor que resul­ta inima­gi­na­ble supo­ner que se tra­ta de una fic­ción y no de un ver­da­de­ro dis­ca­pa­ci­ta­do a quien uno está con­tem­plan­do. La otra extra­or­di­na­ria com­po­si­ción es la de Hunt; su pre­sen­cia no sola­men­te ilu­mi­na a Mark sino tam­bién al espec­ta­dor; la ter­nu­ra, cari­ño y com­pren­sión que trans­mi­te hacia su pacien­te es indes­crip­ti­ble así como tam­bién sus emo­cio­nes reser­va­das al tener que abor­dar como tera­peu­ta un terri­to­rio nun­ca por ella tran­si­ta­do y que como mujer casa­da des­cu­bri­rá sen­sa­cio­nes tam­po­co ima­gi­na­das pero que inevi­ta­ble­men­te dejan una hue­lla impo­si­ble de ocultar. 

El gran cré­di­to que mere­ce el rea­li­za­dor es haber logra­do el jus­to equi­li­brio de trans­mi­tir en la pan­ta­lla una subli­me expe­rien­cia de comu­ni­ca­ción cor­po­ral y espi­ri­tual. Sin ocul­tar el tra­ta­mien­to tera­péu­ti­co sexual, y a pesar de que Hunt per­ma­ne­ce des­nu­da duran­te con­si­de­ra­ble par­te del rela­to, los momen­tos cul­mi­nan­tes de la rela­ción elu­den exhi­bir los órga­nos geni­ta­les de sus par­ti­ci­pan­tes para en cam­bio suge­rir a tra­vés del movi­mien­to de los cuer­pos y de los diá­lo­gos man­te­ni­dos lo que está aconteciendo.

Con­clu­sión: Un exce­len­te film sobre una tera­pia sexual emo­ti­va­men­te cáli­da y tier­na. Jor­ge Gutman

Rela­cio­nes Peligrosas

DAN­GE­ROUS LIAI­SONS. Chi­na-Sin­ga­po­re, 2012. Un film de Hur Jin-ho

Las Amis­ta­des Peli­gro­sas, la clá­si­ca nove­la del autor fran­cés Pie­rre Cho­der­los de Laclos, ha sido obje­to de varias adap­ta­cio­nes cine­ma­to­grá­fi­cas y tele­vi­si­vas don­de por pri­me­ra vez fue abor­da­da en el film de Roger Vadim en 1959 con Jean­ne Moreau y Gerard Phi­lip­pe en los roles pro­ta­gó­ni­cos. Pero la adap­ta­ción más impor­tan­te fue la rea­li­za­da por Stephen Frears en 1988 quien con­tó con un ópti­mo guión de Chris­topher Ham­pton y en don­de Glenn Clo­se, John Malko­vich y Miche­lle Pfeif­fer ofre­cie­ron inter­pre­ta­cio­nes inolvidables. 

Es aho­ra el turno del direc­tor de Corea del Sur Hur Jin-ho quien con Dan­ge­rous Liai­sons ofre­ce su visión de esta his­to­ria, cam­bian­do la épo­ca y el lugar don­de trans­cu­rre. En vez de París del siglo 18, el esce­na­rio es la ciu­dad de Shan­gai a comien­zos de la déca­da del 30 del siglo pasa­do. En esen­cia, la his­to­ria ori­gi­nal sigue vigen­te don­de en un bai­le de cari­dad, la liber­ti­na y mani­pu­la­do­ra dama de socie­dad Mo Jie­yu (Ceci­lia Cheung) esta­ble­ce un dia­bó­li­co tra­to con el don­jua­nes­co Xie Yifan (Jang Dong.-gun). Mo quie­re ven­gar­se de un ex aman­te que la dejó por Bei­bei (Candy Wang), una ado­les­cen­te con quien pien­sa casar­se, y es por eso que con­ven­ce a Yifan para que seduz­ca a la ino­cen­te chi­ca hacién­do­la per­der su vir­gi­ni­dad antes del matri­mo­nio. Al pro­pio tiem­po, las inten­cio­nes del play­boy van aún más lejos, dado que su pro­pó­si­to es tam­bién lograr sedu­cir a Du Fen­yu (Zhang Ziyi), una vir­tuo­sa joven viu­da, aun­que en este caso el jue­go se vuel­ve peli­gro­so cuan­do ter­mi­na ena­mo­rán­do­se de ella. 

Si bien esta ver­sión orien­tal resul­ta visual­men­te atrac­ti­va, de nin­gún modo con­ser­va el alien­to del film de Frears. Las inter­pre­ta­cio­nes son correc­tas pero Cheung no alcan­za la enver­ga­du­ra de Glenn Clo­se como la mujer fatal sinuo­sa­men­te peli­gro­sa, ni tam­po­co Dong-gun adquie­re la mis­ma pre­sen­cia caris­má­ti­ca de John Malko­vich como el encan­ta­dor y peli­gro­so seduc­tor. Quien deci­di­da­men­te sobre­sa­le nota­ble­men­te es Zhang Ziyi (en el papel inter­pre­ta­do por Miche­lle Pfeif­fer) al trans­mi­tir con inten­si­dad sus nobles sentimientos.

Zhang Ziyi y Jang Dong-gun

Zhang Ziyi y Jang Dong-gun

La inten­ción de ubi­car los acon­te­ci­mien­tos en Shan­gai en momen­tos en que se vive un cli­ma de ten­sión fren­te a la cer­ca­na inva­sión japo­ne­sa, de nin­gu­na mane­ra adquie­re una con­no­ta­ción polí­ti­ca que influ­ya en el desa­rro­llo de la tra­ma. Si bien la nove­la ori­gi­nal tra­sun­ta la deca­den­cia moral de la socie­dad fren­te a la inmi­nen­te revo­lu­ción fran­ce­sa, en este caso solo se per­si­gue ofre­cer como telón de fon­do una bue­na pin­tu­ra del sec­tor aris­to­crá­ti­co gozan­do de sus sun­tuo­sas fies­tas, bai­les de salón, espec­tácu­los de ópe­ra, etc; aun­que indi­rec­ta­men­te pue­den refle­jar­se las des­igual­da­des eco­nó­mi­cas y socia­les de la Chi­na de ese enton­ces, la inten­ción es fun­da­men­tal­men­te enfa­ti­zar la his­to­ria de amor, intri­ga, pasión y decep­ción que Cho­der­lus de Laclos desa­rro­lla en su novela. 

La foto­gra­fía de Kim Byung-seo es visual­men­te intere­san­te y los dise­ños de pro­duc­ción de Wong Kalun son inobjetables. 

Con­clu­sión: Una his­to­ria que aun­que no logre mayor pro­fun­di­dad en la pre­sen­te ver­sión, sigue tenien­do reso­nan­cia en la pul­cra rea­li­za­ción de Hur Jin-Ho.  Jor­ge Gutman

Muy Buen Rela­to Psicológico

FLIGHT. Esta­dos Uni­dos, 2012. Un film de Robert Zemeckis 

Un sóli­do dra­ma psi­co­ló­gi­co es lo que el direc­tor Robert Zemec­kis abor­da en FLIGHT. El con­flic­to cen­tral del film se cen­tra en la res­pon­sa­bi­li­dad moral y éti­ca que debe asu­mir el con­duc­tor de un avión comer­cial con rela­ción a su tri­pu­la­ción y a los pasa­je­ros que lle­va a bordo.

Denzel Washington

Den­zel Washington

El pro­ta­go­nis­ta de esta his­to­ria es Whip Whi­ta­ker (Den­zel Washing­ton), un ave­za­do pilo­to. Con bas­tan­te expe­rien­cia y segu­ro de sí mis­mo, horas antes de abor­dar el avión pue­de gozar sexual­men­te con una aza­fa­ta (Nadi­ne Veláz­quez) en el hotel del aero­puer­to, así como satis­fa­cer su sed con bebi­da alcohó­li­ca y aspi­rar un poco de cocaí­na. Cuan­do el avión comien­za su cor­to reco­rri­do des­de Orlan­do a Atlan­ta, se pro­du­ce una fuer­te tur­bu­len­cia debi­do a una tem­pes­tad y es ahí don­de se pone a prue­ba la habi­li­dad de Whip al lograr supe­rar el incon­ve­nien­te y tran­qui­li­zar a los pasa­je­ros. En tal sen­ti­do, cabe men­cio­nar que el públi­co asis­te a una de las mejo­res esce­nas que se hallan vis­to en el cine con un avión que se sacu­de con vio­len­cia, ofre­cien­do una sen­sa­ción de rea­lis­mo total que pro­du­ce ver­da­de­ra­men­te páni­co en el espec­ta­do­ra pesar de no for­mar par­te del pasaje. 

Supe­ra­do el incon­ve­nien­te men­cio­na­do sur­ge pos­te­rior­men­te un acon­te­ci­mien­to aún más gra­ve cuan­do un serio pro­ble­ma téc­ni­co hace que la nave comien­ce a pre­ci­pi­tar­se en libre caí­da, peli­gran­do la vida de los pasa­je­ros. Pero gra­cias a la peri­cia, bue­nos refle­jos, san­gre fría e inge­nio­si­dad del coman­dan­te apli­can­do una manio­bra audaz, el avión logra efec­tuar un ate­rri­za­je de emer­gen­cia aun­que cobran­do la vida de 6 de los 102 pasa­je­ros con algu­nos heri­dos, inclu­yen­do al pro­pio Whip. Como resul­ta­do de esta ope­ra­ción, el pilo­to apa­re­ce como el gran héroe quien con su valen­tía logró evi­tar un desas­tre mayor. 

De allí en más, el rela­to va cobran­do aris­tas más com­ple­jas y som­brías. Cuan­do inves­ti­ga­cio­nes pos­te­rio­res lle­gan a deter­mi­nar en los aná­li­sis de san­gre efec­tua­dos a Whip que éste había con­su­mi­do alcohol y dro­gas, nues­tro héroe cae en des­gra­cia con el ries­go de ter­mi­nar en la cár­cel. De este modo el impac­to del acci­den­te aéreo adquie­re dimen­sión emo­cio­nal cuan­do Whip nie­ga a admi­tir su con­di­ción de toxi­có­mano y menos aún con­fe­sar el con­su­mo de alcohol antes de haber abor­da­do el aparato. 

Cons­trui­do como un thri­ller mis­te­rio­so, el buen guión de John Gatins no deja indi­fe­ren­te al espec­ta­dor y de algún modo lo obli­ga a tomar par­ti­do. Tenien­do en cuen­ta la exce­len­te inter­pre­ta­ción de Washing­ton don­de apa­re­ce como un hom­bre noble domi­na­do por una peli­gro­sa adic­ción, el públi­co demues­tra su sim­pa­tía hacia el per­so­na­je aun­que es bien cons­cien­te de que su acción no admi­te con­tem­pla­cio­nes fren­te al gra­ve acto de irres­pon­sa­bi­li­dad cometido. 

En esen­cia, el rela­to pre­sen­ta un dile­ma moral que encuen­tra su reso­lu­ción en la reden­ción que tra­ta de alcan­zar su pro­ta­go­nis­ta para libe­rar­se de sus demo­nios inte­rio­res y tran­qui­li­zar su conciencia.

Ade­más de la estu­pen­da actua­ción de Washing­ton, Don Chead­le tam­bién sobre­sa­len como el abo­ga­do defen­sor de Whip, Bru­ce Green­wood como líder del sin­di­ca­to de pilo­tos y John Good­man como el pro­vee­dor de dro­gas. La úni­ca obje­ción que se pue­de hacer a este film es la inser­ción de la rela­ción román­ti­ca de Whip con una refor­ma­da dro­ga­dic­ta (Kelly Reilly), que nada agre­ga a la pro­ble­má­ti­ca cen­tral del rela­to y lo alar­ga inne­ce­sa­ria­men­te. Jor­ge Gutman

Mag­ní­fi­co Film de Acción y Emoción

SKY­FALL. Esta­dos Uni­dos, 2012. Un film de Sam Mendes 

A pocas sema­nas de haber­se cele­bra­do el medio siglo de la apa­ri­ción de Dr. No, pri­mer film de James Bond con el enton­ces no muy cono­ci­do actor esco­cés Sean Con­nery y la sen­sual sue­ca Ursu­la Andress, lle­ga aho­ra la vigé­si­ma ter­ce­ra pelí­cu­la del espía más famo­so de la cine­ma­to­gra­fía uni­ver­sal. A juz­gar por Sky­fall, se pue­de ase­gu­rar que a pesar de los cam­bios gene­ra­cio­na­les exis­ten­tes y de los gus­tos habi­dos en este medio siglo trans­cu­rri­do, el héroe de las nove­las de Ian Fle­ming sigue tenien­do vigencia. 

Resul­ta difí­cil pre­ci­sar si esta últi­ma entre­ga es la mejor de la serie, o si aca­so Daniel Craig es o no el mejor actor que ha carac­te­ri­za­do a 007. En todo caso lo que impor­ta es que el film resul­ta alta­men­te refres­can­te, moderno y lo sufi­cien­te­men­te sofis­ti­ca­do como para ajus­tar­se a los reque­ri­mien­tos que el públi­co masi­vo de hoy día exi­ge cuan­do va al cine en bus­ca de entretenimiento. 

Como muchas veces lo he seña­la­do, para lograr el éxi­to de un film no hay gran­des secre­tos en la medi­da que se cuen­te con un buen direc­tor, un elen­co com­pe­ten­te y un guión que trans­mi­ta una his­to­ria con sus­tan­cia. Esos tres ele­men­tos están reu­ni­dos aquí con el ópti­mo desem­pe­ño del rea­li­za­dor Sam Men­des, un repar­to de pri­mer nivel y un guio­nis­ta quien como John Logan es lo sufi­cien­te­men­te pro­li­jo para ofre­cer un libre­to impe­ca­ble que man­tie­ne la aten­ción del espec­ta­dor duran­te dos horas y vein­te minutos. 

El comien­zo de Sky­fall, impe­ca­ble­men­te fil­ma­do, per­mi­te asis­tir duran­te apro­xi­ma­da­men­te 10 minu­tos a una per­se­cu­ción impla­ca­ble don­de 007 (Craig) tra­ta de atra­par a un peli­gro­so suje­to por­ta­dor de una lis­ta pre­pa­ra­da para sumi­nis­trar­la a orga­ni­za­cio­nes terro­ris­tas. La corri­da espec­ta­cu­lar que tie­ne lugar en la ciu­dad de Estam­bul a tra­vés de sus sinuo­sas calles y pasa­jes e inclu­yen­do los teja­dos del gran bazar, cul­mi­na enci­ma de un ferro­ca­rril que se des­pla­za a gran velo­ci­dad con una gran pelea a trom­pa­das entre el per­se­gui­dor y el per­se­gui­do. Como resul­ta­do, el mal­tre­cho Bond cae al fon­do de un río y apa­ren­te­men­te pare­ce haber muer­to, al pun­to tal de que M (Judi Dench) ‑su jefa del ser­vi­cio secre­to bri­tá­ni­co en Lon­dres- así lo cree y se encar­ga de pre­pa­rar su obituario. 

Pero como es de supo­ner, Bond logra sal­var­se y a su regre­so en Lon­dres pron­ta­men­te le es enco­men­da­da una misión impor­tan­te. ¿Quién es aho­ra el enemi­go de turno con quien ten­drá que vér­se­la? Se tra­ta de Raoul Sil­va (Javier Bar­dem), un excén­tri­co terro­ris­ta vin­cu­la­do en el pasa­do con el M16, cuyo pro­pó­si­to es ven­gar­se de M por su inter­ven­ción en el tras­pa­so de Hong Kong a China. 

A par­tir de ese momen­to la his­to­ria adop­ta giros ines­pe­ra­dos don­de resul­ta prác­ti­ca­men­te impo­si­ble pre­de­cir lo que habrá de ocu­rrir, sal­vo el pla­cer de con­tem­plar la inter­re­la­ción de sus per­so­na­jes que están pro­vis­tos de una rique­za emo­cio­nal como pocas veces vis­tas en las pelí­cu­las de este género. 

Si entre los varios ele­men­tos que pres­ti­gian al film habría que dis­tin­guir a uno de ellos en par­ti­cu­lar ése sería Bar­dem. El actor es uno de los mejo­res villa­nos que se haya vis­to a lo lar­go de la serie don­de su trá­gi­co y des­equi­li­bra­do per­so­na­je de ase­sino lle­ga real­men­te a per­tur­bar, diver­tir y asom­brar al espec­ta­dor; con una suer­te de ambi­güe­dad sexual y un sedien­to ape­ti­to de sem­brar el caos, Sil­va es tam­bién un indi­vi­duo luná­ti­co pro­vis­to de un humor espe­cial que en algu­nos casos pare­ce que emer­ge de algu­nos de los carac­te­res excén­tri­cos que abun­dan en las come­dias dis­lo­ca­das de Pedro Almodóvar. 

La bri­llan­te actua­ción de Bar­dem no empa­li­de­ce al res­to del cali­fi­ca­do elen­co, comen­zan­do con Craig que en su ter­ce­ra carac­te­ri­za­ción de Bond asu­me muy bien la natu­ra­le­za de un héroe que en este caso es más com­ple­jo e intros­pec­ti­vo pero siem­pre due­ño de un atrac­ti­vo cinis­mo, sol­tu­ra y ele­gan­cia que carac­te­ri­za su per­so­na­li­dad. Dench con­fie­re soli­dez y con­vic­ción a la heroí­na feme­ni­na de esta his­to­ria y en otros pape­les de repar­to se dis­tin­guen Ralph Fien­nes, Albert Finch y Ben Whishaw. Las “chi­cas” Bond no tie­nen aquí tan­ta rele­van­cia como en los otros fil­mes de la fran­qui­cia, pero de todos modos el eterno feme­nino aquí está bien repre­sen­ta­do por Béré­ni­ce Mar­lohe y Nao­mie Harris quie­nes gra­ti­fi­can con su belle­za y seduc­ción al sec­tor mas­cu­lino de la audiencia. 

Ade­más de Estam­bul y Lon­dres, la bue­na foto­gra­fía de Roger Dea­kins cap­ta intere­san­tes esce­na­rios del casino flo­tan­te de Macao, los espec­ta­cu­la­res ras­ca­cie­los de Shan­gai y algu­nos pai­sa­jes impo­nen­tes de Escocia.

Sam Men­des ha brin­da­do un film que com­ple­men­ta acción con emo­ción a tra­vés de la dimen­sión psi­co­ló­gi­ca de los per­so­na­jes; haber sido capaz de brin­dar un cine de atrac­ción popu­lar que al pro­pio tiem­po pue­de satis­fa­cer al ciné­fi­lo más eli­tis­ta es sin duda un gran méri­to de este inte­li­gen­te realizador. 

Con­clu­sión: James Bond Will Return es lo que se lee al fina­li­zar el film. Si lo que ven­drá tie­ne el mis­mo nivel de cali­dad que Sky­fall, bien­ve­ni­do una vez más el reen­cuen­tro con un per­so­na­je que ha sido capaz de rein­ven­tar­se a tra­vés de los tiem­posJor­ge Gutman

Daniel Craig y Javier Bardem

Daniel Craig y Javier Bardem