El Fin del Tiempo

THE END OF TIME. Sui­za-Cana­da, 2012. Un docu­men­tal escri­to y diri­gi­do por Peter Mettler

Peter Mettler, un direc­tor docu­men­ta­lis­ta que ade­más es cono­ci­do como exce­len­te fotó­gra­fo y por sus bue­nos tra­ba­jos en mate­ria de ima­gen y soni­do, deci­dió ana­li­zar un tema de gran com­ple­ji­dad filo­só­fi­ca como lo es el ori­gen y sig­ni­fi­ca­do del tiem­po. El pun­to de par­ti­da es muy ambi­cio­so pero no obs­tan­te los elo­gios que mere­ce el aspec­to visual de este film, el espec­ta­dor corrien­te no incre­men­ta su cono­ci­mien­to sobre la idea que pue­de tener del tiem­po antes de haber vis­to este docu­men­tal. 

Lo pri­me­ro que se con­tem­pla a tra­vés de la pro­yec­ción de un mate­rial de archi­vo es al astro­nau­ta esta­dou­ni­den­se Joe Kit­tin­ger cuan­do en 1960 par­tió de la tie­rra en un glo­bo estra­tos­fé­ri­co lle­gan­do a una altu­ra supe­rior a los 3000 metros; lue­go des­cien­de a una velo­ci­dad pró­xi­ma a la del soni­do, sin­tién­do­se sus­pen­di­do en el tiem­po has­ta lle­gar nue­va­men­te a la super­fi­cie terres­tre. Estas imá­ge­nes sir­ven como pró­lo­go al docu­men­tal pro­pia­men­te dicho que comien­za con una visi­ta que Mettler rea­li­za al Con­se­jo Euro­peo para la Inves­ti­ga­ción Nuclear (CERN), ubi­ca­do cer­ca de Gine­bra, don­de sus cien­tí­fi­cos tra­tan de com­pren­der las dimen­sio­nes del tiem­po a tra­vés del ace­le­ra­dor de par­tí­cu­las. A tra­vés de comen­ta­rios vagos e impre­ci­sos –muchas veces suje­tos a inte­rrup­cio­nes don­de no hay lugar para res­pues­tas- su per­so­nal seña­la que la idea del tiem­po es rela­ti­va, debe con­si­de­rár­se­la en fun­ción del espa­cio –lugar don­de uno se encuen­tra- y en todo caso todo depen­de de la per­cep­ción que cada per­so­na ten­ga de este con­cep­to sobre si se tra­ta de una reali­dad o una ilu­sión. 

Des­pués de Sui­za, el rea­li­za­dor se ubi­ca en la gran isla de Hawai para con­si­de­rar al tiem­po a tra­vés de la geo­lo­gía. Pró­xi­ma para­da es un aban­do­na­do barrio de Detroit, don­de se con­tem­pla un enor­me y decaí­do par­que de esta­cio­na­mien­to cuyo espa­cio ori­gi­nal­men­te fue ocu­pa­do por los pri­me­ros talle­res de la fábri­ca auto­mo­triz de Henry Ford. Que­da en el aire el tra­tar de encon­trar un nexo o la idea de tiem­po entre el pasa­do y el pre­sen­te de esta ciu­dad estadounidense.

La últi­ma visi­ta es la India don­de se con­tem­pla a budis­tas visi­tan­do el árbol de la sabi­du­ría, lugar don­de Buda fue ilu­mi­na­do, a fin de ren­dir­le sus res­pe­tos; Tam­bién se asis­te a un ritual fune­ra­rio de una fami­lia hin­dú don­de el cuer­po del muer­to es lan­za­do a la hogue­ra. 

De todo lo que se apre­cia en el film, qui­zá lo más impor­tan­te o con­cre­to, es la pre­gun­ta que hacia el final el rea­li­za­dor efec­túa a una ancia­na sobre lo que es el tiem­po; ella le res­pon­de que “el tiem­po es para dis­fru­tar todo lo que es posi­ble” para ter­mi­nar agre­gan­do que “del tiem­po que dis­po­ne­mos en nues­tras vidas debe­mos apro­ve­char lo máxi­mo que se pue­da” y que “a medi­da que enve­je­ce­mos el tiem­po trans­cu­rre con mayor rapi­dez”; si las aco­ta­cio­nes de la ancia­na no agre­gan mayor nove­dad, a pesar de su bana­li­dad son menos ambi­guas que algu­nos de los comen­ta­rios ofre­ci­dos por los cien­tí­fi­cos entre­vis­ta­dos en el documental.

Deci­di­da­men­te, resul­ta difi­cul­to­so dis­cu­tir un tópi­co tan intrin­ca­do y mis­te­rio­so como el que per­si­gue este docu­men­tal. Des­de un aspec­to narra­ti­vo la explo­ra­ción rea­li­za­da por Mettler pue­de ser con­si­de­ra­da como una medi­ta­ción per­so­nal con algu­nas con­si­de­ra­cio­nes espi­ri­tua­les y/o filo­só­fi­cas que en últi­ma ins­tan­cia no logran acla­rar el con­cep­to del tiem­po. 

El docu­men­tal se valo­ri­za por sus hip­nó­ti­cos cua­dros visua­les así como por las cau­ti­van­tes imá­ge­nes des­ta­can­do la belle­za de la natu­ra­le­za con sus dife­ren­tes acci­den­tes geo­grá­fi­cos, todo ello com­bi­na­do con asom­bro­sos soni­dos. Si hubie­ra que des­ta­car una sola esce­na, ele­gi­ría aqué­lla en que un gri­llo es trans­por­ta­do por un ejér­ci­to de hor­mi­gas; aho­ra bien, igno­ro en qué for­ma esta secuen­cia está aso­cia­da con la idea del tiem­po. 

Con­clu­sión: Un film poé­ti­co de gran rique­za sen­so­rial, aun­que el aná­li­sis del tiem­po ‑por el cual se mide la dura­ción o sepa­ra­ción de los hechos‑, solo tras­cien­de espo­rá­di­ca­men­te por una difu­sa narra­ti­va que no lle­ga a cohe­sio­nar con las esplen­do­ro­sas imá­ge­nes brin­da­das.  Jor­ge Gutman