Hacia la Mon­ta­ña Solitaria

THE HOB­BIT: AN UNEX­PEC­TED JOUR­NEY. Esta­dos Uni­dos , 2012. Un film de Peter Jacson

Des­pués de 9 años de la últi­ma par­te de Lord of the Rings, su direc­tor Peter Jack­son reto­ma nue­va­men­te el uni­ver­so de J.R.R. Tol­kien basán­do­se esta vez en su nove­la The Hob­bit (1937) que fue escri­ta con ante­la­ción a aqué­lla. En este caso, el pro­pó­si­to del autor fue el de con­ce­bir una fan­ta­sía infan­til sin la pro­fun­di­dad filo­só­fi­ca con­te­ni­da en El Señor de los Ani­llos; eso impli­ca que su con­te­ni­do sea menos som­brío y que con­ten­ga algu­nas notas de humor.

El cri­te­rio del equi­po invo­lu­cra­do en la pro­duc­ción de este film juz­gó opor­tuno divi­dir­lo en tres par­tes y es así que este año sola­men­te se apre­cia su pri­mer capí­tu­lo deno­mi­na­do Un via­je ines­pe­ra­do para recién cono­cer el que le sigue en 2013 y su con­clu­sión en 2014. Eso impi­de que se pue­da tener una impre­sión sobre toda la obra sino sim­ple­men­te juz­gar lo que has­ta aquí se muestra. 

El esce­na­rio sigue sien­do la Tie­rra Media aun­que la acción tie­ne lugar 60 años antes de la aven­tu­ra empren­di­da por Fro­do y su séqui­to. El pró­lo­go enfo­ca a la ciu­dad sub­te­rrá­nea de Ere­bor, don­de los habi­tan­tes de este rei­no viven tran­qui­los y feli­ces has­ta el momen­to en que el des­co­mu­nal y feroz dra­gón Smung inva­de el lugar y expul­sa a su gen­te des­pués de una nefas­ta bata­lla. Poco tiem­po des­pués el mago Gan­dalf (Ian McKe­llen) deci­de que ha lle­ga­do la hora de recu­pe­rar la tie­rra usur­pa­da. De este modo, reclu­ta al hob­bit Bil­bo (Mar­tin Free­man) para que jun­to a un gru­po de 13 enanos gue­rre­ros lide­ra­dos por el prín­ci­pe Tho­rin (Richard Armi­ta­ge) ini­cie un via­je hacia la Mon­ta­ña Soli­ta­ria don­de se encuen­tra el terri­ble enemi­go. Natu­ral­men­te, dado de que se tra­ta de la pri­me­ra par­te, el públi­co –si no ha leí­do la obra ori­gi­nal- igno­ra cómo habrá de pro­se­guir esta historia. 

Mar­tin Freeman

No hay duda que Jack­son se mue­ve cómo­da­men­te rela­tan­do las nove­las de Tol­kien. Es un con­su­ma­do direc­tor y el film que ofre­ce tie­ne valo­res sóli­dos inne­ga­bles. Con todo, por lo has­ta aquí vis­to, este pri­mer epi­so­dio dis­ta de tener el mis­mo impac­to que el pri­mer capí­tu­lo de Lord of the Rings. Eso se debe a que la narra­ción se alar­ga dema­sia­do y las casi tres horas de dura­ción lle­gan en cier­tos momen­tos a pro­du­cir fati­ga, sobre todo en su pri­me­ra hora don­de Jack­son siguien­do minu­cio­sa­men­te al libro deja de lado la sín­te­sis nece­sa­ria que per­mi­ta flui­dez a lo que rela­ta. En tal sen­ti­do, pare­ce­ría que la divi­sión en tres par­tes adop­ta­da obe­de­ce­ría más que nada a razo­nes de mar­ke­ting antes que a cri­te­rios estric­ta­men­te cinematográficos. 

Ana­li­za­do téc­ni­ca­men­te, el film es impe­ca­ble. La con­jun­ción de la fil­ma­ción en vivo más la visua­li­za­ción logra­do por las imá­ge­nes compu­tado­ri­za­das dan como resul­ta­do un espec­tácu­lo de inne­ga­ble valor visual. Jack­son es un maes­tro en la mate­ria sabien­do explo­tar al máxi­mo los ade­lan­tos tec­no­ló­gi­cos exis­ten­tes. En ese aspec­to, el rea­li­za­dor uti­li­zó en el roda­je el sis­te­ma HFR 3D que con­sis­te en fil­mar con una velo­ci­dad de 48 cua­dros por segun­do, o sea al doble de la velo­ci­dad habi­tual, con el pro­pó­si­to de obte­ner imá­ge­nes más rea­lis­tas, de supe­rior cla­ri­dad y niti­dez; cier­ta­men­te, el pro­pó­si­to ha sido amplia­men­te logrado.

A nivel acto­ral, los acto­res cum­plen bien su come­ti­do den­tro de los roles que les han sido asig­na­dos; sin embar­go si habría que dis­tin­guir a alguien en par­ti­cu­lar, Andy Ser­kis vuel­ve a trans­mi­tir mag­ní­fi­ca­men­te el pate­tis­mo del cono­ci­do per­so­na­je Gollum, logra­do con la téc­ni­ca cap­tu­ra de movi­mien­to

Con­cu­sión: Con un pri­mer epi­so­dio un tan­to des­igual, habrá que aguar­dar los dos siguien­tes para valo­rar al film en su total dimen­sión. Has­ta aquí, la ins­pi­ra­da y efi­caz tec­no­lo­gía es lo más remar­ca­bleJor­ge Gutman