Los Mise­ra­bles en Ver­sión Musical

LES MISE­RA­BLES. Gran Bre­ta­ña-Esta­dos Uni­dos, 2012. Un film de Tom Hooper

Adap­ta­do en más de 60 opor­tu­ni­da­des para la radio, cine, tea­tro, tele­vi­sión y tiras de his­to­rie­ta, trans­cu­rrió un siglo y medio para que Les Misé­ra­bles, una de las más gran­des crea­cio­nes de la lite­ra­tu­ra uni­ver­sal del siglo 19, lle­ga­se a la pan­ta­lla como espec­tácu­lo musi­cal basa­do en la obra del mis­mo géne­ro estre­na­da en Lon­dres en 1985. En tal sen­ti­do, Víc­tor Hugo pue­de repo­sar tran­qui­lo en su tum­ba por­que segu­ra­men­te habría apro­ba­do esta exce­len­te ver­sión tea­tral que has­ta el pre­sen­te ha lle­ga­do a emo­cio­nar a más de 60 millo­nes de espec­ta­do­res de 42 paí­ses. Ade­más de vol­car la esen­cia y espí­ri­tu de la nove­la ori­gi­nal, su excep­cio­nal éxi­to se debió en gran par­te a la extra­or­di­na­ria músi­ca com­pues­ta por Clau­de-Michel Schon­berg y Alain Bou­blil así como a las elo­cuen­tes pala­bras escri­tas por Her­bert Kretz­mer para las con­mo­ve­do­ras can­cio­nes de esta obra.

Dicho lo que ante­ce­de, Tom Hoo­per, el osca­ri­za­do rea­li­za­dor de The King’s Speech (2010), abor­dó este que­ri­do musi­cal trans­for­mán­do­lo en una obra cine­ma­to­grá­fi­ca que de nin­gún modo des­me­re­ce a la pro­duc­ción tea­tral en la que está basa­da. Con algu­nas licen­cias for­ma­les, la adap­ta­ción rea­li­za­da por el guio­nis­ta William Nichol­son en cola­bo­ra­ción con los crea­do­res ori­gi­na­les de la pie­za tea­tral adop­ta su mis­ma estruc­tu­ra que con­sis­te en eli­mi­nar casi com­ple­ta­men­te el diá­lo­go habla­do y sola­men­te uti­li­zar­lo como un hilo con­duc­tor entre los dife­ren­tes temas musi­ca­les que van desa­rro­llan­do la tra­ma del film.

La his­to­ria comien­za en Tolón en 1815, cuan­do el con­vic­to Jean Val­jean (Hugh Jack­man) está a pun­to de lograr la liber­tad con­di­cio­nal por par­te de Javert (Rus­sell Cro­we) el guar­dia de la pri­sión, tras haber pasa­do 19 años en pri­sión rea­li­zan­do tra­ba­jos for­za­dos por el deli­to de haber roba­do un peda­zo de pan. Des­pués de su pri­me­ra noche de liber­tad en una igle­sia cobi­ja­do por un ama­ble obis­po (Colm Wil­kin­son), Val­jean se sien­te sor­pren­di­do por la bon­dad y gene­ro­si­dad del clé­ri­go quien le brin­da una her­mo­sa lec­ción de per­dón y afec­to y le abre el camino hacia una nue­va vida.

Ocho años des­pués, en una peque­ña ciu­dad vemos que Val­jean con su iden­ti­dad cam­bia­da es el alcal­de de la mis­ma y muy apre­cia­do por su gen­te. Sin embar­go, su exis­ten­cia cam­bia­rá nue­va­men­te cuan­do lle­ga a cono­cer a la sufri­da Fan­ti­ne (Anne Hatha­way) y des­pués de su muer­te adop­ta a su peque­ña hija Coset­te (Isa­be­lle Allen); cuan­do Javert lle­ga al lugar como ins­pec­tor poli­cial e iden­ti­fi­ca a Val­jean, comien­za a per­se­guir­lo tenaz­men­te por no haber cum­pli­do con los tér­mi­nos impues­tos por su liber­tad con­di­cio­nal; eso obli­ga a que el redi­mi­do hom­bre ten­ga que huir del lugar con la niña. La últi­ma par­te del rela­to se ubi­ca en París en 1832 don­de Val­jean y la adul­ta Coset­te (Aman­da Sey­fried) se ven invo­lu­cra­dos en la rebe­lión estu­dian­til anti­mo­nár­qui­ca de junio de 1832 moti­va­da por la pobre­za que sufre el pueblo.

Tenien­do en cuen­ta que el con­te­ni­do y la músi­ca no se apar­tan de la pro­duc­ción musi­cal, lo que pue­de dife­rir en esta ver­sión es el tono que el direc­tor le impri­me al rela­to al ape­lar con fre­cuen­cia a pri­me­ros pla­nos de fil­ma­ción para expre­sar mejor la psi­co­lo­gía de los per­so­na­jes; de este modo la gran­di­lo­cuen­cia que todo espec­tácu­lo musi­cal sue­le ofre­cer así como sus aspec­tos visua­les aquí son ele­men­tos que están al ser­vi­cio del dra­ma humano expues­to. Otra impor­tan­te inno­va­ción de esta pro­duc­ción es que Hoo­per deci­dió que los acto­res can­ta­ran en for­ma direc­ta hacia las cáma­ras ‑sin recu­rrir al play­back- con el pro­pó­si­to de lograr una mayor natu­ra­li­dad y fuer­za emo­cio­nal, tal como si lo estu­vie­sen hacien­do direc­ta­men­te des­de un esce­na­rio tea­tral; en tal sen­ti­do el resul­ta­do ha sido deci­di­da­men­te favorable.

Hugh Jackman

Hugh Jack­man

En cuan­to al elen­co, Jack­man ofre­ce una inter­pre­ta­ción vis­ce­ral de Val­jean como el ex mise­ra­ble que logra rege­ne­rar­se y que por pri­me­ra vez expe­ri­men­ta el genuino amor que un padre sien­te por su hija; en lo que con­cier­ne a su capa­ci­dad líri­ca, ofre­ce noble­za y cali­dez, como cuan­do ento­na What Have I Done? don­de su per­so­na­je deci­de cam­biar de vida para con­ver­tir­se en un hom­bre de bien. Cro­we, por su par­te, a pesar de no poseer la voz ideal de barí­tono, inter­pre­ta con soli­dez al impla­ca­ble Javert, cuya úni­ca obse­sión es cap­tu­rar a Val­jean. Pero quien logra una inten­sa e inol­vi­da­ble inter­pre­ta­ción es Hatha­way como la des­afor­tu­na­da madre sol­te­ra que se des­pren­de de todo y debe ofre­cer su cuer­po para poder man­te­ner a su hiji­ta; así, resul­ta impo­si­ble sen­tir indi­fe­ren­cia cuan­do sumer­gi­da en la piel de Fan­ti­ne can­ta con des­ga­rra­do­ra angus­tia la can­ción I drea­med a Dream expre­san­do su total des­es­pe­ran­za. Una gra­ta sor­pre­sa cons­ti­tu­ye la par­ti­ci­pa­ción de Eddie Red­may­ne quien como Marius, el joven revo­lu­cio­na­rio de quien Cos­set­te se ena­mo­ra, da mues­tras de gran expre­si­vi­dad tan­to como actor como can­tan­te ento­nan­do con voz de tenor la melan­có­li­ca can­ción Empty Chairs at Empty Tables; del mis­mo modo impre­sio­na la joven novel actriz Samantha Barks como Épo­ni­ne, la des­co­ra­zo­na­da mucha­cha por el amor no corres­pon­di­do de Marius, can­tan­do On My Own. Men­ción apar­te mere­ce la sim­pá­ti­ca par­ti­ci­pa­ción de Hele­na Bonham Car­ter y Sacha Baron Cohen dan­do vida a dos rapa­ces y codi­cio­sos posa­de­ros can­tan­do el ani­ma­do tema Mas­ter of the Hou­se al pro­pio tiem­po que ofre­cien­do la nota cómi­ca del rela­to. Final­men­te, para cerrar magis­tral­men­te la gran obra, todo el elen­co ento­na con brío y pasión el vibran­te tema One More Day.

Con­clu­sión: Hoo­per ha logra­do un exce­len­te film, que si no lle­ga a la per­fec­ción es por­que resul­ta impo­si­ble con­den­sar en 2 horas y 38 minu­tos toda la extra­or­di­na­ria rique­za que ema­na de la nove­la ori­gi­nal. Pero indu­da­ble­men­te que­da como lega­do un dra­má­ti­co y pro­fun­do docu­men­to fíl­mi­co sobre la opre­sión, injus­ti­cia social y la defen­sa de los des­po­seí­dos que hoy día tie­ne la mis­ma tras­cen­den­cia que cuan­do Víc­tor Hugo lo con­ci­bió en 1862. Si a ello se agre­ga un mag­ní­fi­co elen­co, emo­cio­nan­te músi­ca y una impe­ca­ble direc­ción, no es mucho más lo que el espec­ta­dor pue­de exi­gir. Jor­ge Gutman