Un Hogar para el Fin de Semana

HOME FOR THE WEE­KEND. Ale­ma­nia, 2012. Un film de Hans-Chris­tian Schmid

Este con­vin­cen­te dra­ma fami­liar no agre­ga mucho más a otros ya explo­ra­dos por el cine; con todo su inte­rés en que lo que se expo­ne es per­fec­ta­men­te creí­ble y con­sis­ten­te­men­te man­tie­ne la aten­ción del espectador.

El direc­tor Hans-Chris­tian Sch­mid con­jun­ta­men­te con el guio­nis­ta Bernd Lan­ge abor­dan la diná­mi­ca de las rela­cio­nes fami­lia­res cuan­do una enfer­me­dad aque­ja a uno de sus integrantes.

El títu­lo en inglés de Un Hogar Para el Fin de Sema­na es más expli­ca­to­rio que su ori­gi­nal ale­mán Lo que Que­da (Was Bleibt) pues­to que se tra­ta de una reu­nión fami­liar navi­de­ña que tie­ne lugar en el hogar del matri­mo­nio inte­gra­do por Patriarch Gün­ter (Erns Stötz­ner) – un edi­tor de exce­len­te situa­ción eco­nó­mi­ca- y su espo­sa Git­te (Corin­na Har­fouch). En la amplia y moder­na man­sión que poseen en los alre­de­do­res de Bohn, lle­gan pro­ce­den­tes de Ber­lin Mar­ko (Lars Eidin­ger), el hijo escri­tor de la pare­ja, acom­pa­ña­do de su peque­ño de 8 años Zowie (Egon Mer­ten); tam­bién for­man par­te del gru­po fami­liar, Jakob (Sebas­tian Zimm­ler), el her­mano mayor de Mar­ko ‑que es den­tis­ta y vive con sus padres- acom­pa­ña­do de su novia Ella (Pic­co Von Groo­te) que estu­dia en Berlín.

El comien­zo apa­ci­ble y tran­qui­lo de la reu­nión fami­liar se ve alte­ra­do cuan­do Git­te, que sufre de pro­ble­mas men­ta­les, comu­ni­ca a los suyos que hace dos meses sus­pen­dió de tomar sus medi­ca­men­tos antidepresivos.

Corinna Harfouch

Corin­na Harfouch

Este anun­cio pro­du­ce una serie de efec­tos impre­vis­tos al ir reve­lán­do­se secre­tos que van frac­tu­ran­do la apa­ren­te armo­nía pre­exis­ten­te. Así, la deci­sión de Git­te obs­ta­cu­li­za los pla­nes de su mari­do quien tenía todo dis­pues­to para via­jar al Medio Orien­te en un tra­ba­jo de inves­ti­ga­ción para un libro que debía edi­tar; al pro­pio tiem­po se va deve­lan­do lo que sig­ni­fi­có para él la expe­rien­cia con­yu­gal de con­vi­vir con una per­so­na manía­ca depre­si­va, moti­van­do a que encon­tra­ra solaz en una rela­ción amo­ro­sa con otra mujer (Bir­ge Scha­de). Por su par­te, cada uno de sus hijos reac­cio­na de mane­ra opues­ta fren­te a la deci­sión mater­nal; mien­tras que Mar­ko al no vivir per­ma­nen­te­men­te en el mis­mo lugar que sus padres se adhie­re a su madre, su her­mano reprue­ba la acti­tud mater­nal por­que cono­ce de cer­ca cuá­les serán las con­se­cuen­cias futu­ras al no estar medi­ca­da. Al cua­dro gene­ral exis­ten­te se agre­gan los pro­ble­mas finan­cie­ros de Jakob cuyo con­sul­to­rio den­tal no le redi­túa los ingre­sos nece­sa­rios como para seguir manteniéndolo.

Con un giro ines­pe­ra­do en la últi­ma par­te del rela­to, éste cobra un carác­ter más dra­má­ti­co crean­do una situa­ción surrea­lis­ta no del todo logra­da y que con­du­ce a un des­en­la­ce que deja la sen­sa­ción de algo incon­clu­so. A pesar de esta obser­va­ción, el film satis­fa­ce al abor­dar un melo­dra­ma absor­ben­te que no des­bor­da en arti­fi­cio­sos arran­ques emo­cio­na­les. El repar­to es exce­len­te y la bue­na foto­gra­fía de Bogu­mil Gode­fre­jow con cáma­ra en mano con­tri­bu­ye a que el espec­ta­dor pue­da inmis­cuir­se más fácil­men­te en la inti­mi­dad de este retra­to de fami­lia. Jor­ge Gutman