Con Ape­ti­to­so Sabor

LES SAVEURS DU PALAIS. Fran­cia, 2012. Un film de Chris­tian Vincent

Catherine Froth y Jean D'Ormesson

Cathe­ri­ne Froth y Jean D’Ormesson

Aun­que las pelí­cu­las basa­das en temas culi­na­rios o gas­tro­nó­mi­cos no abun­den, con todo hay dos fil­mes que tuvie­ron reper­cu­sión inter­na­cio­nal por la for­ma en que la bue­na comi­da adqui­ría relie­ve espe­cial den­tro del rela­to: tan­to El Fes­tín de Babet­te (Dina­mar­ca, 1987) de Gabriel Alex como Comer, Beber, Amar (Tai­wan, 1994) de Ang Lee, impre­sio­na­ron gra­ta­men­te por­que ade­más de ten­tar a los espec­ta­do­res con los deli­cio­sos pla­tos ofre­ci­dos, se asis­tía a dos his­to­rias cáli­das y huma­nas de fácil iden­ti­fi­ca­ción. Algo seme­jan­te acon­te­ce aho­ra con el estreno de Los Sabo­res del Pala­cio del direc­tor fran­cés Chris­tian Vin­cent, que sin lle­gar al nivel de los fil­mes arri­ba men­cio­na­dos, rela­ta una his­to­ria agra­da­ble de ver. La mis­ma está ins­pi­ra­da en las expe­rien­cias vivi­das por Daniè­le Del­peuch quien ha sido la coci­ne­ra del pre­si­den­te Fra­nçois Mit­te­rand duran­te casi dos años en la segun­da ges­tión de su mandato.

Con nom­bres cam­bia­dos, el film comien­za mos­tran­do a Hor­ten­se Labo­rie (Cathe­ri­ne Froth) quien se desem­pe­ña como jefa de coci­na en una esta­ción cien­tí­fi­ca fran­ce­sa del archi­pié­la­go Cro­zet, al sur del Océano Indi­co. Rápi­da­men­te y a tra­vés de flash­back, la acción retro­ce­de algu­nos años don­de Hor­ten­se es una modes­ta chef de Peri­gord, una zona rural de Fran­cia, apar­ta­da del mun­da­nal rui­do de París. Gran­de será su sor­pre­sa cuan­do el pre­si­den­te de la repú­bli­ca (Jean d’Ormesson) al haber­se impues­to de sus apti­tu­des pro­fe­sio­na­les, la con­vo­ca para ofre­cer­le el car­go de coci­ne­ra de sus comi­das pri­va­das y la de sus invi­ta­dos per­so­na­les en el Pala­cio Eli­seo. Cuan­do en su pri­mer encuen­tro el pre­si­den­te le hace saber su pre­di­lec­ción por algu­nas comi­das bási­cas regio­na­les que apre­ció en su juven­tud, Hor­ten­se sabrá cómo pre­pa­rar pla­tos no sofis­ti­ca­dos de sabor regio­nal que ade­más de ape­ti­to­sos sean salu­da­bles para un hom­bre ya octogenario.

Des­de el momen­to que lle­ga a su lugar de tra­ba­jo rápi­da­men­te se da cuen­ta que debe­rá tener que con­tra­rres­tar el rece­lo y/o la envi­dia des­per­ta­da por el per­so­nal mas­cu­lino de coci­na fren­te al hecho de que por pri­me­ra vez una mujer entra a jugar un rol prin­ci­pal en ese par­ti­cu­lar entorno; con todo, el entu­sias­mo que brin­da a su tra­ba­jo, su mane­ra de actuar en for­ma dis­cre­ta y ama­ble, su par­ti­cu­lar sen­ti­do del humor y la gen­til cola­bo­ra­ción de un joven asis­ten­te de pas­te­le­ría (Arthur DuPont) que sim­pa­ti­za con Hor­ten­se le per­mi­ti­rán supe­rar los obs­tácu­los que se le opongan.

La his­to­ria pro­pues­ta por el guión del rea­li­za­dor jun­to a Etien­ne Comar es bien sim­ple sin que exis­tan ver­da­de­ros con­flic­tos dra­má­ti­cos en su desa­rro­llo. Sin embar­go, es a nivel de la inter­pre­ta­ción don­de se des­ta­can los valo­res más impor­tan­tes del film; así, cabe apre­ciar la gene­ro­sa actua­ción de Froth exudan­do huma­ni­dad, sim­pa­tía y espon­ta­nei­dad en el rol que desem­pe­ña, así como una bue­na quí­mi­ca que se gene­ra con la carac­te­ri­za­ción logra­da por Ornes­son quien a los 87 años de edad y sin nin­gu­na expe­rien­cia ante­rior infun­de sufi­cien­te auto­ri­dad a la vez que cali­dez como el señor presidente.

Final­men­te cabe men­cio­nar que par­te del rela­to ha sido fil­ma­do en el Pala­cio Eli­seo logran­do así com­ple­ta auten­ti­ci­dad a lo que se está narrando.

Con­clu­sión: Un film que sin ser muy rele­van­te es agra­da­ble de ver gra­cias a sus per­so­na­jes bien deli­nea­dos den­tro del mar­co de un rela­to efi­cien­te­men­te narra­do y muy bien actua­do; a pesar de su carác­ter fran­cés tie­ne atrac­ti­vo uni­ver­sal.   Jor­ge Gut­man