El Mun­do Mági­co de Oz

OZ THE GREAT AND POWER­FUL. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film de Sam Raimi

James Franco y Michelle Williams

James Fran­co y Miche­lle Williams

A pesar de haber trans­cu­rri­do más de sie­te déca­das des­de su estreno, The Wizard of Oz (1939) es un clá­si­co que sigue man­te­nien­do vigen­cia; en base a los céle­bres libros de Frank Baum, el film seguía los pasos de la joven Dorothy Gale (Judy Gar­land) quien a cau­sa de un tor­na­do es lle­va­da a un mun­do mági­co y al tra­tar de ubi­car al mago que la regre­se nue­va­men­te a su hogar encuen­tra en su camino a encan­ta­do­res per­so­na­jes. A tra­vés de los años se tra­tó de repro­du­cir el espí­ri­tu de dicho film, inclu­so en una come­dia musi­cal de Broad­way, pero sin lograr alcan­zar el nivel de la ver­sión ori­gi­nal. En esta opor­tu­ni­dad, Sam Rai­mi inten­ta algo que no es exac­ta­men­te vol­ver al mis­mo rela­to sino incur­sio­nar en los orí­ge­nes de la leyen­da de Oz que no había esta­do con­tem­pla­do por Baum. El ambi­cio­so pro­yec­to de nin­gu­na mane­ra lle­ga a eclip­sar a la mara­vi­llo­sa fan­ta­sía de Vic­tor Fle­ming pero cabe reco­no­cer la ener­gía e ima­gi­na­ción des­ple­ga­da por Sam Rai­mi para recons­ti­tuir el mun­do de Oz; aun­que el film no lle­gue a revo­lu­cio­nar, dis­po­ne de los nece­sa­rios atri­bu­tos para satis­fa­cer a todo tipo de públi­co. 

Los guio­nis­tas Mit­chell Kap­ner y David Lind­say-Abai­re han con­ce­bi­do una fan­ta­sía que comien­za en la ciu­dad de Kan­sas con esce­nas fil­ma­das en blan­co y negro; allí se ubi­ca un cir­co ambu­lan­te que entre su prin­ci­pal atrac­ción des­ta­ca la actua­ción de Oscar Diggs (James Fran­co), un ilu­sio­nis­ta don­jua­nes­co de pocos escrú­pu­los y por aña­di­du­ra far­san­te. Al ver­se obli­ga­do a esca­par del cir­co, el ver­sa­do char­la­tán se afe­rra a un glo­bo aeros­tá­ti­co y, al igual que Dorothy, a cau­sa de una tor­men­ta ter­mi­na arri­ban­do al lejano mun­do encan­ta­do de Oz. Ya con imá­ge­nes en colo­res, el film mues­tra a este anti­hé­roe gra­ta­men­te sor­pren­di­do cuan­do equi­vo­ca­da­men­te los habi­tan­tes lo con­fun­den como el pro­fé­ti­co mago que lle­gó para libe­rar­los del some­ti­mien­to de la maquia­vé­li­ca bru­ja Eva­no­ra (Rachel Weisz) que rei­na la Ciu­dad de Esme­ral­da. De allí en más, comen­za­rá para Oscar una sin­gu­lar aven­tu­ra que vivi­rá a tra­vés del encuen­tro con Eva­no­ra y dos bru­jas más; una es Theo­do­ra (Mila Kunis) la inge­nua her­ma­na de Eva­no­ra, y la otra es la dul­ce y bon­da­do­sa Glin­da (Miche­lle Williams). Ade­más, el sim­pá­ti­co anti­hé­roe se codea­rá con colo­ri­dos per­so­na­jes como la peque­ña muñe­ca de por­ce­la­na, el mono ala­do, la Chi­na Girl, entre otros. Al final de esta his­to­ria, Oscar lle­ga­rá a redi­mir­se al haber­se trans­for­ma­do de un egoís­ta e ines­cru­pu­lo­so truhán en un noble y autén­ti­co líder ama­do por la gen­te del mági­co rei­no al que lle­gó por azar. 

Aun­que se podría adu­cir que la his­to­ria narra­da tie­ne un dejo de dejà vu, lo cier­to es que el direc­tor la ha con­ver­ti­do en un agra­da­ble film para toda la fami­lia que ade­más de amplia­men­te entre­te­ni­do, rebo­za en humor, no está exen­to de cier­ta emo­ción y sobre todo no recu­rre a la vio­len­cia para gene­rar inte­rés. El elen­co es pare­jo y si bien no hay nin­gu­na actua­ción des­co­llan­te, tan­to Fran­co como Weisz, Williams y Fran­co demues­tran una vez más que son efi­cien­tes acto­res en la carac­te­ri­za­ción de sus res­pec­ti­vos roles. 

Lo que más tras­cien­de de este film son los valo­res de pro­duc­ción que ofre­cen un espec­tácu­lo alta­men­te gra­to a la vis­ta. Rai­mi con­tó con un mag­ní­fi­co equi­po téc­ni­co como es el caso del sóli­do apo­yo sumi­nis­tra­do por Robert Strom­berg en los dise­ños de pro­duc­ción, un artis­ta que logró un Oscar por Ava­tar y que aquí ofre­ce nue­vas mues­tras de su crea­ti­vi­dad: así, con­tem­plar la Ciu­dad Esme­ral­da, el Bos­que Oscu­ro, y/o el curio­so Sen­de­ro Ama­ri­llo, entre otros logros, sus­ci­ta ver­da­de­ra admi­ra­ción. Elo­gios simi­la­res mere­cen la direc­ción de foto­gra­fía de Peter Deming así como los nota­bles efec­tos visua­les de Scott Stokdyk. Final­men­te, el empleo del 3D, que en este caso se ajus­ta fun­cio­nal­men­te a la ilus­tra­ción del rela­to, refuer­za los valo­res del film. 

Con­clu­sión: Una colo­ri­da fan­ta­sía enga­la­na­da por su belle­za visual.  Jor­ge Gutman