Lla­ma­dos de Emergencia

THE CALL. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film de Brad Anderson 

Ubi­cán­do­se en un nivel de mode­ra­do sus­pen­so, The Call no ofre­ce inno­va­ción mayor den­tro del géne­ro pero habría podi­do resul­tar un film res­pe­ta­ble siem­pre y cuan­do hubie­ra sido cohe­ren­te en tér­mi­nos de lógi­ca y sen­ti­do común. 

En su comien­zo, el rela­to enfo­ca la labor des­ple­ga­da por quie­nes tra­ba­jan en call cen­ters (cen­tros de lla­ma­da) de emer­gen­cia reci­bien­do lla­ma­dos de dis­tin­ta natu­ra­le­za; es allí don­de está emplea­da Jor­dan, (Halle Berry), una efi­cien­te ope­ra­do­ra tele­fó­ni­ca del depar­ta­men­to poli­cial de Los Ánge­les reci­bien­do las comu­ni­ca­cio­nes que le lle­gan a tra­vés del 911. Una de ellas corres­pon­de a la voz de una joven ado­les­cen­te quien le dice estar muy angus­tia­da por­que un mero­dea­dor está por entrar en su casa don­de se encuen­tra sola; cuan­do Jor­dan tra­ta de cal­mar­la, poco pue­de hacer por ayu­dar­la por­que el intru­so le comu­ni­ca que ya ha mata­do a su pre­sa, cor­tan­do de inme­dia­to la comu­ni­ca­ción; el hecho depri­me pro­fun­da­men­te a la tele­fo­nis­ta por no haber podi­do sal­var a la víctima. 

Halle Berry

Halle Berry

El motor gene­ra­dor de la acción se pro­du­ce seis meses des­pués cuan­do se la ve a Jor­dan, ya más reco­bra­da de la trau­má­ti­ca expe­rien­cia pasa­da, entre­nan­do a nue­vos emplea­dos y alec­cio­nán­do­los que debe­rán apren­der a con­tro­lar sus emo­cio­nes para cum­plir mejor sus fun­cio­nes. Es en esos momen­tos que reci­be el deses­pe­ran­te lla­ma­do de Casey (Abi­gail Bres­lin), una joven que valién­do­se de un telé­fono celu­lar le comu­ni­ca que ha sido dro­ga­da y secues­tra­da al salir de un cen­tro comer­cial y colo­ca­da en el inte­rior de la male­ta del coche del secues­tra­dor (Michael Eklund) que en esos momen­tos cir­cu­la por una auto­pis­ta de la gran ciudad. 

Lo que sigue es el esfuer­zo des­ple­ga­do de la poli­cía tra­tan­do de ras­trear el lla­ma­do y la for­ma en que Jor­dan tra­ta de guiar tele­fó­ni­ca­men­te a Casey den­tro de las res­tric­cio­nes impues­tas por las con­di­cio­nes en que se encuen­tra. Den­tro de ese mar­co se pre­sen­cia las esce­nas clá­si­cas de per­se­cu­ción poli­cial por medio de coches y heli­cóp­te­ros, así como algu­nos crí­me­nes que el psi­có­pa­ta va come­tien­do a lo lar­go del camino para man­te­ner el inte­rés de la audien­cia con acep­ta­ble inte­rés. Sin embar­go el guión de Richard D’Ovidio agre­ga cier­tas com­pli­ca­cio­nes inne­ce­sa­rias a la tra­ma y en su últi­ma par­te se trans­for­ma en un rela­to de horror total­men­te des­ca­be­lla­do pro­vo­can­do la risa no bus­ca­da de la audiencia. 

El film de Brad Ander­son podía haber con­clui­do en la for­ma clá­si­ca y pre­de­ci­ble, sin embar­go en su inten­to de inno­var, el rea­li­za­dor opta por un camino dife­ren­te pero alta­men­te frus­tran­te al hacer que Jor­dan adop­te acti­tu­des com­ple­ta­men­te irrea­lis­tas que con­du­cen a un des­en­la­ce des­ati­na­do; de este modo las bue­nas inter­pre­ta­cio­nes de Berry y Bres­lin que­dan deslucidas. 

Con­clu­sión: Un film que aun­que bien fil­ma­do e inter­pre­ta­do no lle­ga a tras­cen­der, satis­fa­cien­do úni­ca­men­te a una audien­cia no muy exi­gen­te e incli­na­da a los thri­llers.  Jor­ge Gutman