Visual­men­te Bello pero Caren­te de Emoción

TO THE WON­DER. Esta­dos Uni­dos, 2012. Un film de Terren­ce Malick 

Así como acon­te­ció con The Tree of Life (2011), Terren­ce Malick rati­fi­ca en To the Won­der, su nota­ble capa­ci­dad para ofre­cer imá­ge­nes de sor­pren­den­te belle­za visual. Sin embar­go, la dife­ren­cia con su film pre­ce­den­te radi­ca en que en este caso, el esti­lo poé­ti­co emplea­do está al ser­vi­cio de una narra­ti­va de enso­ña­ción de la vida a tra­vés de frag­men­tos y/o extrac­tos suel­tos que prác­ti­ca­men­te no con­du­cen a un puer­to de des­tino espe­cí­fi­co; en con­se­cuen­cia, la iner­cia se apo­de­ra del espec­ta­dor, sobre todo cuan­do con­si­de­ra­ble par­te del rela­to se rea­li­za a tra­vés de la voz en off y lo que se trans­mi­te o cuen­ta pare­ce­ría como si se estu­vie­ra escu­chan­do susu­rros de ultratumba. 

Olga Kurylenko y Ben Affleck

Olga Kury­len­ko y Ben Affleck

Uti­li­zan­do en par­te mate­rial de su film pre­ce­den­te, Malick cen­tra su rela­to en Neil (Ben Affleck) y su ama­da Mari­na (Olga Kury­len­ko) deam­bu­lan­do por las calles de París. Ella tie­ne una hija –Tatia­na (Tatia­na Chi­li­ne) de 10 años de una ante­rior rela­ción- y la niña pare­ce aco­mo­dar­se bien a la rela­ción de su madre con su pare­ja. Al poco tiem­po, el trío se tras­la­da a Oklaho­ma en los Esta­dos Uni­dos don­de Neil ha acep­ta­do un tra­ba­jo como inge­nie­ro ambien­tal en una com­pa­ñía mine­ra. Ines­pe­ra­da­men­te, el inter­lu­dio román­ti­co de la pare­ja pare­ce esfu­mar­se y cuan­do Mari­na encuen­tra que su visa expi­ra y Neil no se encuen­tra capa­ci­ta­do para asu­mir un com­pro­mi­so más serio, ella deci­de regre­sar jun­to con su hija a Fran­cia mien­tras que él bus­ca con­sue­lo en Jane (Rachel McA­dams) un anti­guo amor de infan­cia. Simul­tá­nea­men­te la narra­ción enfo­ca al Padre Quin­ta­na (Javier Bar­dem), un sacer­do­te que atra­vie­sa una cri­sis de fe al no estar con­ven­ci­do acer­ca de la misión que le guía en la vida. 

Lo dicho en pala­bras pare­ce­ría tras­cen­der más de lo que real­men­te se apre­cia en imá­ge­nes. Todo resul­ta vago, eté­reo, caren­te de dra­ma­tis­mo sin que exis­ta la míni­ma emo­ción que per­mi­ta lle­gar a con­cluir qué es lo que Malick ha que­ri­do brin­dar con este rela­to errá­ti­co; si aca­so fue su inten­ción en ofre­cer un cua­dro sobre los mis­te­rios del amor y las dife­ren­tes for­mas en que este sen­ti­mien­to con sus alti­ba­jos se va refle­jan­do en la vida de una pare­ja, el resul­ta­do cier­ta­men­te des­ilu­sio­na. En nin­gún momen­to el espec­ta­dor pue­de afe­rrar­se al dra­ma de sus pro­ta­go­nis­tas, ni siquie­ra cuan­do Mari­na al no encon­trar tra­ba­jo en París deci­de retor­nar a los Esta­dos Uni­dos para tra­tar de dar a la rela­ción con Neil una nue­va oportunidad. 

No hay nada remar­ca­ble en la inter­pre­ta­ción. Ni Affleck, ni Kury­len­ko y tam­po­co McA­dams pue­den com­pen­sar la fal­ta de car­na­du­ra de los per­so­na­jes que inter­pre­tan don­de nin­guno de los mis­mos adquie­re ener­gía vital. En cuan­to a Bar­dem tie­ne que vér­se­las tam­bién con un per­so­na­je poco desa­rro­lla­do don­de su pér­di­da de comu­ni­ca­ción con Dios no resul­ta convincente. 

Fren­te a lo que ante­ce­de, uno se pre­gun­ta si el poe­ma visual a que Malick tie­ne acos­tum­bra­do a su audien­cia pue­de com­pen­sar la exis­ten­cia de un rela­to sin rum­bo con­cre­to y de caren­cia emo­cio­nal. Los esca­sos e impre­ci­sos diá­lo­gos com­ple­men­ta­dos con sopo­rí­fe­ros monó­lo­gos inte­rio­res, así como la des­crip­ción de situa­cio­nes que sal­tan en el tiem­po sin mayor cohe­sión de las mis­mas, son obje­cio­nes impor­tan­tes para quien bus­que en un film algo más que la pura belle­za visual. En todo caso, como el refrán lo seña­la “sobre gus­tos no hay nada escri­to”, por lo tan­to la res­pues­ta corre por par­te de cada espec­ta­dor que con­tem­ple To The Won­derJor­ge Gutman