Con Sabor a Whisky

THE ANGELSSHA­RE. Gran Bre­ta­ña, 2012. Un film de Ken Loach 

En The Angels’ Sha­re el públi­co con­tem­pla un sen­si­ble film que rati­fi­ca el com­pro­mi­so social que Ken Loach ha asu­mi­do a lo lar­go de su rica fil­mo­gra­fía. Aun­que sin alcan­zar la tras­cen­den­cia de sus tra­ba­jos más impor­tan­tes, esta cáli­da come­dia per­mi­te sin­to­ni­zar rápi­da­men­te con una audien­cia dis­pues­ta a dis­fru­tar de un rela­to que la hace sen­tir bien, pro­por­cio­nán­do­le al mis­mo tiem­po un sano entretenimiento.

Paul Brannigan

Paul Brannigan

Las altas tasas de des­em­pleo afli­gen a muchos paí­ses del vie­jo con­ti­nen­te y en este aspec­to Gran Bre­ta­ña y más espe­cí­fi­ca­men­te Esco­cia –don­de trans­cu­rre la acción- no es la excep­ción don­de muchos jóve­nes se ven frus­tra­dos por no con­se­guir tra­ba­jo. Toman­do este pro­ble­ma como refe­ren­cia, Loach vuel­ve a aso­ciar­se con su guio­nis­ta Paul Laverty para ofre­cer un rela­to pleno de encan­to y dul­ces sen­ti­mien­tos. El pro­ta­go­nis­ta es Rob­bie (Paul Bran­ni­gan), un joven volá­til y tem­pe­ra­men­tal, con un pasa­do de delin­cuen­cia juve­nil y por lar­go tiem­po des­em­plea­do. Como con­se­cuen­cia de la últi­ma fecho­ría come­ti­da logra que un cle­men­te juez en lugar de encar­ce­lar­lo le impon­ga la obli­ga­ción de cum­plir 300 horas de tra­ba­jo comu­ni­ta­rio; en esa tarea es don­de sale al encuen­tro de Harry (John Henshaw), un afa­ble super­vi­sor y tra­ba­ja­dor social que tra­ta­rá de ayu­dar­lo en el pro­ce­so de rege­ne­ra­ción. Tenien­do en con­si­de­ra­ción el amor de su novia Leo­nie (Siobhan Reilly) que lo quie­re bien y el recien­te naci­mien­to de su hiji­to que le hace cobrar la res­pon­sa­bi­li­dad de la pater­ni­dad, Rob­bie se com­pro­me­te a ini­ciar una nue­va y hones­ta moda­li­dad de vida.

La suer­te pare­ce son­reír­le cuan­do Harry que es afi­cio­na­do al whisky lo lle­va a una des­ti­le­ría rural jun­to con tres com­pa­ñe­ros (William Rua­ne, Gary Maitland, Jas­min Rig­gins) del ser­vi­cio comu­ni­ta­rio. Esa visi­ta per­mi­te que el mucha­cho des­cu­bra que posee una habi­li­dad espe­cial como cata­dor de dicha bebi­da alcohó­li­ca y de allí en más habrá de invo­lu­crar­se en un osa­do plan que le abri­rá las puer­tas al éxi­to finan­cie­ro y a una exis­ten­cia dig­na y honrada. 

Es posi­ble que el final feliz del film se ase­me­je más a un cuen­to de hadas que a un rela­to rea­lis­ta. Pero eso poco impor­ta por­que la inten­ción de Loach y de Laverty ha sido ofre­cer una his­to­ria sen­ci­lla con un tras­fon­do social, que dota­da de diá­lo­gos jugo­sos y abun­dan­te buen humor per­mi­ta cele­brar los valo­res de la amis­tad y la soli­da­ri­dad, con­vir­tien­do a mar­gi­na­dos de la socie­dad en sor­pren­den­tes triun­fa­do­res. A pesar del gra­ve pro­ble­ma de des­em­pleo, el men­sa­je opti­mis­ta del film alien­ta la espe­ran­za de que la fuer­za vital de los jóve­nes encuen­tre nue­vas sen­das para un futu­ro mejor. 

Con un elen­co inte­gra­do por artis­tas no pro­fe­sio­na­les ofre­cien­do actua­cio­nes natu­ra­les y con­vin­cen­tes, Bran­ni­gan es un ver­da­de­ro hallaz­go como el antihéroe/héroe de esta his­to­ria. 

Con­clu­sión: Una peque­ña fábu­la cáli­da y opti­mis­ta con una agra­da­ble sen­sa­ción de bien­es­tarJor­ge Gutman