THE ICEMAN. Estados Unidos, 2012. Un film de Ariel Vromen
Un drama sórdido excelentemente interpretado por Michael Shannon es lo que aborda el novel director Ariel Vromen. El film relata la verídica historia de un personaje siniestro que durante 20 años cometió más de 100 crímenes hasta finalmente ser aprehendido por la policía en 1986.
El criminal en cuestión es Richard Kuklinski, también apodado “Ritchie” (Shannon), cuyo rasgo distintivo es el desdoblamiento de su personalidad como “hombre” y “bestia humana”; así, por un lado asoma el individuo de nobles sentimientos actuando como devoto esposo de Deborah (Wynona Ryder) y buen padre de sus hijas ((McKaley Miller y Megan Sherrill); por el otro, emerge el psicópata sin escrúpulo alguno que mata a sangre fría.
El film relata el desarrollo de su lúgubre actividad donde después de ser despedido como editor de filmes pornográficos llega a vincularse con Roy DeMeo (Ray Liotta), un gangster de la mafiosa familia Gambino, que ha sabido captar la zona lúgubre y oscura de Kuklinski a quien contrata como asesino a sueldo. De allí en más y a espaldas de su señora y sus hijas que ignoran lo que está haciendo, Ritchie comienza una triste carrera criminal trabajando para DeMeo para posteriormente asociarse con Robert Pronge (Chris Evans), otro agente criminal. Al cabo de un tiempo, Kuklinski llega a adquirir triste notoriedad, siendo apodado “The Iceman” por congelar los cadáveres de las personas que liquida para después mutilarlos y desperdigarlos por la ciudad a fin de confundir y despistar a los detectives policiales.
A pesar de que el tema reviste interés, el film flaquea por el tratamiento pedestre que le imprime el realizador; sin mucha imaginación, Vromen se limita a exponer los sucesivos crímenes de Kuklinski donde la violencia gráfica llega a exacerbar el ánimo del espectador al punto de fatigarlo. Con todo, los baches del relato se atenúan por la presencia de Shannon, un actor que expresa magníficamente la dualidad del sicario que le toca animar ofreciendo la frialdad y la carencia de emoción que le exige su rol de brutal e imperturbable asesino; no menos importante es la contribución realizada por Liotta –todo un veterano caracterizando a mafiosos- así como la de Evans y Ryder; en breves apariciones se lucen James Franco como una víctima que ruega a Ritchie que le perdone su vida y Stephen Dorff como el distanciado hermano del criminal.
Conclusión: El nivel de actuación y algunas sólidas escenas es lo que ayuda a levantar parcialmente el nivel de este film frío que no ofrece redención alguna sino más bien una visión oscura de la humanidad. Jorge Gutman