Un Bru­tal Atentado

THE ATTACK. El Líbano-Fran­cia, 2012. Un film de Ziad Doueiri 

Ali Suliman

Ali Suli­man

El difí­cil tema de la con­vi­ven­cia entre pales­ti­nos e israe­líes que­da evi­den­cia­do en este sóli­do dra­ma psi­co­ló­gi­co. En The Attack,  basa­do en la nove­la de la escri­to­ra arge­li­na Yas­mi­na Kha­dra, el direc­tor liba­nés Ziad Douei­ri abor­da una situa­ción lími­te aun­que rea­lis­ta sobre la posi­bi­li­dad de no lle­gar a cono­cer com­ple­ta­men­te a una per­so­na a pesar de estar con­vi­vien­do con ella. 

Ana­li­za­do des­de el pun­to de vis­ta del pro­ta­go­nis­ta, el rela­to está cen­tra­do en un pres­ti­gio­so ciru­jano pales­tino ciu­da­dano de Israel, el Dr. Amin Jaa­fa­ri (Ali Suli­man), quien lle­gó al país hace vein­te años con una beca de estu­dios de medi­ci­na para con­ver­tir­se hoy día en un emi­nen­te ciru­jano; más aún, la pri­me­ra ima­gen del film lo enfo­ca reci­bien­do un pres­ti­gio­so pre­mio del gobierno de Israel por su devo­ción hacia su pro­fe­sión y por el apor­te rea­li­za­do al país; no hay duda de que este hom­bre está com­ple­ta­men­te con­sus­tan­cia­do e inte­gra­do a la socie­dad de Tel Aviv. Casa­do des­de hace 15 años con Siham (Rey­mond Amsa­lem), una mujer cris­tia­na que le pro­di­ga feli­ci­dad, cuen­ta ade­más con bue­nos ami­gos israe­líes y nada indi­ca el tre­men­do gol­pe que habría de reci­bir. Des­pués de los pri­me­ros minu­tos don­de las imá­ge­nes des­cri­ben lo que ante­ce­de, la armo­nía exis­ten­te se quie­bra cuan­do un bom­bar­de­ro sui­ci­da pro­vo­ca la muer­te de 17 per­so­nas en un res­tau­ran­te de la ciu­dad. Asis­tien­do a las víc­ti­mas que no han pere­ci­do, Amin que­da ató­ni­to al des­cu­brir que el bom­bar­de­ro sui­ci­da fue nada menos que su esposa. 

El dolor que expe­ri­men­ta este abne­ga­do hom­bre es doble. Por una par­te ha per­di­do a Siham; por el otro lado se pro­du­ce el duro gol­pe de haber per­ma­ne­ci­do igno­ran­te que ella, de acti­tu­des libe­ra­les y pro­gre­sis­tas, haya esta­do invo­lu­cra­da en acti­vi­da­des sub­ver­si­vas y que para peor resul­ta­ra la eje­cu­to­ra mate­rial de esta terri­ble tra­ge­dia. ¿Cómo pue­de expli­car­se que esta mujer haya cau­sa­do el ase­si­na­to de ino­cen­tes per­so­nas don­de 11 de ellas eran niños cele­bran­do un cumpleaños? 

A par­tir de allí comien­za el gran con­flic­to moral y vía cru­cis que con­du­ce a Amin a empren­der el duro camino de la inda­ga­ción sobre la secre­ta vida de su mujer visi­tan­do los terri­to­rios ocu­pa­dos don­de vive su fami­lia y tra­tan­do de ubi­car al men­tor que incen­ti­vó a Siham a eje­cu­tar el mons­truo­so acto cri­mi­nal. En tal cir­cuns­tan­cia, el facul­ta­ti­vo se encuen­tra con la tris­te situa­ción don­de por un lado es menos­pre­cia­do por sus com­pa­trio­tas que lo ven como un com­pla­cien­te ser­vi­dor de Israel, y por el otro lado debe con­fron­tar el hecho de que todo el res­pe­to y posi­ción logra­dos como ciu­da­dano israe­lí que­dan des­va­ne­ci­dos al apa­re­cer como sos­pe­cho­so por un mons­truo­so acto en el que es com­ple­ta­men­te inocente. 

Este rela­to de gran reper­cu­sión moral deja abier­to una difí­cil pre­gun­ta. ¿Pue­de un indi­vi­duo de nobles y huma­nos valo­res como los que carac­te­ri­zan a Amin lle­gar a denun­ciar al país que le brin­dó pres­ti­gio y hono­ra­bi­li­dad los actos de bar­ba­rie de los gru­pos radi­ca­les palestinos? 

Sin duda, el film explo­ra uno de los pro­ble­mas más serios que están en el ojo de la tor­men­ta pro­du­cien­do las rela­cio­nes con­flic­ti­vas entre israe­líes y pales­ti­nos; ade­más ofre­ce un amplio mar­gen para la refle­xión acer­ca de las con­vic­cio­nes ideo­ló­gi­cas de cada una de las par­tes inte­gran­tes del con­flic­to don­de pare­ce­ría impo­si­ble dejar de lado las per­cep­cio­nes y los pre­jui­cios que son los por­ta­do­res de la semi­lla de la des­con­fian­za y del odio prevalecientes.

Con­clu­sión: El film no adop­ta posi­ción polí­ti­ca, ni tam­po­co recu­rre al jue­go mani­pu­la­dor de sumer­gir al espec­ta­dor en un fútil mani­queís­mo; sim­ple­men­te pre­sen­ta en la for­ma más equi­li­bra­da posi­ble un tema espi­no­so y per­tur­ba­dor, muy bien narra­do, que con­ci­ta per­ma­nen­te­men­te el inte­rés de la audien­cia.
Jor­ge Gutman

Una Con­for­ta­ble Esta­ción Espacial

ELY­SIUM. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film escri­to y diri­gi­do por Neill Blomkamp

Matt Damon

Matt Damon

Así como en Dis­trict 9, el direc­tor Neill Blom­kamp brin­dó una fan­ta­sía de acción sobre la segre­ga­ción de extra­te­rres­tres que lle­gan a la tie­rra y son con­fi­na­dos a vivir sepa­ra­da­men­te de los huma­nos, en Ely­sium abor­da algo pare­ci­do aun­que no exac­ta­men­te igual. En todo caso, lo que ofre­ce este film es otro rela­to de acción y vio­len­cia bajo la páti­na de un supues­to docu­men­to social; con gran­des ambi­cio­nes de apa­re­cer como una his­to­ria de gran enver­ga­du­ra, esta pelí­cu­la de cien­cia fic­ción es otra más que se ins­cri­be en la lis­ta de fil­mes insus­tan­cia­les sin inno­var en la materia.

La acción tie­ne lugar en Los Ánge­les 2154 don­de se con­tem­pla una ciu­dad prác­ti­ca­men­te en rui­nas y devas­ta­da, sin saber la cau­sa que gene­ró esa situa­ción. Ya hace 6 déca­das que la pobla­ción eco­nó­mi­ca­men­te pri­vi­le­gia­da ha deja­do la Tie­rra para vivir en una esta­ción espa­cial de nom­bre Ely­sium. Se tra­ta de un lugar de ensue­ño don­de los ricos gozan del buen tiem­po, agra­da­ble vege­ta­ción y de un impe­ca­ble sis­te­ma de salud tan avan­za­do don­de el cán­cer y cual­quier otro tipo de enfer­me­dad peli­gro­sa es per­fec­ta­men­te cura­ble; en otras pala­bras, la vida trans­cu­rre plácidamente.

En con­tras­te con Ely­sium, la cla­se des­po­seí­da que habi­ta en la Tie­rra, vigi­la­da por poli­cías robots, debe con­for­mar­se con vivir en la mise­ria y acep­tar las esca­sas opor­tu­ni­da­des de empleo exis­ten­tes con magras remu­ne­ra­cio­nes y sin posi­bi­li­da­des de un futu­ro mejor. Uno de sus resi­den­tes es Max (Matt Damon), un ex con­vic­to, que al ser obje­to de una radia­ción en la fábri­ca don­de tra­ba­ja, corre peli­gro de muer­te. Con una deplo­ra­ble aten­ción sani­ta­ria exis­ten­te en la Tie­rra, su úni­ca posi­bi­li­dad de sal­va­ción es fran­quear la barre­ra exis­ten­te para lle­gar a la esta­ción espa­cial a fin de ser tra­ta­do con­ve­nien­te­men­te. Sin embar­go, hay varios obs­tácu­los de por medio tenien­do en cuen­ta el celo que pone en su tra­ba­jo la Secre­ta­ria de Defen­sa de Ely­sium (Jodie Fos­ter) para evi­tar cual­quier tipo de inmi­gra­ción ile­gal, sobre todo si pro­vie­ne de los sec­to­res des­po­seí­dos: para cum­plir sus fines se vale de su psi­có­ti­co lugar­te­nien­te Kru­ger (Sha­ri­to Copley) quien debe impe­dir el ingre­so de Max aun­que ten­ga que matar­lo si fue­se necesario.

La pre­mi­sa ini­cial de con­si­de­rar temas vin­cu­la­dos con la des­igual­dad de cla­ses con­tra­po­nien­do la rique­za exor­bi­tan­te de unos con la extre­ma pobre­za de otros, así como el impe­di­men­to de inde­sea­bles inmi­gran­tes que pudie­ran alte­rar la tran­qui­li­dad de los agra­cia­dos eco­nó­mi­ca­men­te, en prin­ci­pio resul­ta intere­san­te; sin embar­go la for­ma poco sutil de expo­ner el pro­ble­ma así como la super­fi­cia­li­dad de su tra­ta­mien­to con­du­ce a que las expec­ta­ti­vas gene­ra­das que­den rápi­da­men­te dilui­das, dan­do como resul­ta­do un film que poco se dife­ren­cia de los típi­cos pro­duc­tos masi­vos que se sue­len ver en el perío­do esti­val, capa­ces de gene­rar un gran éxi­to de taquilla..

El men­sa­je abo­gan­do por un sis­te­ma de salud uni­ver­sal y la eli­mi­na­ción de fron­te­ras migra­to­rias para que todo el mun­do pue­da aspi­rar a un satis­fac­to­rio nivel de bien­es­tar, gozar de los ade­lan­tos tec­no­ló­gi­cos y exten­der su espe­ran­za de vida, es sim­ple­men­te el pre­tex­to para ofre­cer un rela­to de aven­tu­ras de fan­ta­sía don­de lo que impor­ta son las luchas o bata­llas a muer­te, las explo­sio­nes y toda la para­fer­na­lia que carac­te­ri­za a los fil­mes de este tipo. Fue­ra de eso, hay algu­nos momen­tos de inti­mi­dad reser­va­dos para alar­gar el metra­je; eso está vin­cu­la­do al encuen­tro que Max tie­ne con una mujer (Ali­ce Bra­ga) que fue­ra su gran ami­ga de la niñez y que aho­ra tra­ta de revi­vir román­ti­ca­men­te el lazo de antaño.

A nivel inter­pre­ta­ti­vo no hay nada remar­ca­ble como tam­po­co repro­cha­ble. En los ren­glo­nes téc­ni­cos, la foto­gra­fía, los efec­tos espe­cia­les y dise­ños de pro­duc­ción están muy bien con­ju­ga­dos para ofre­cer un con­vin­cen­te refle­jo de nues­tro pla­ne­ta des­man­te­la­do y de la belle­za para­di­sía­ca de Elysium.

Con­clu­sión: Un film de cien­cia fic­ción con con­vin­cen­tes efec­tos visua­les al ser­vi­cio de un rela­to que apa­ren­ta tener sus­tan­cia pero que es una mera excu­sa para ofre­cer una con­si­de­ra­ble dosis de acción y vio­len­cia capaz de con­ten­tar al públi­co masi­vo. Jor­ge Gutman

Le Fes­ti­val Des Films Du Mon­de (FFM)

LA 37° EDI­CIÓN DEL FFM

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

En con­fe­ren­cia de pren­sa del mar­tes pasa­do Ser­ge Losi­que, pre­si­den­te del FFM, dio a cono­cer la pro­gra­ma­ción de la tri­gé­si­mo sép­ti­ma edi­ción que comen­za­rá el 22 de agos­to y se pro­lon­ga­rá has­ta el 2 de septiembre.

El núme­ro total de títu­los alcan­za a 432, de los cua­les 218 corres­pon­den a lar­go­me­tra­jes, 14 son de media­na dura­ción y los 200 res­tan­tes están con­for­ma­dos por cor­to­me­tra­jes. Entre los lar­go­me­tra­jes, 113 de los mis­mos serán pre­sen­ta­dos en pri­mi­cia mun­dial o internacional.

El film que inau­gu­ra la mues­tra es el cana­dien­se L’Autre Mai­son, ópe­ra pri­ma de fic­ción del direc­tor de Que­bec Mathieu Roy; cuen­ta con la par­ti­ci­pa­ción de Roy Dupuis, Émi­le Proulx-Clou­tier y Mar­cel Sabou­rin en los roles pro­ta­gó­ni­cos. Esta pelí­cu­la for­ma par­te de la Com­pe­ten­cia Mun­dial jun­to con otros 19 títu­los pro­ve­nien­tes de Chi­na, Croa­cia, Dina­mar­ca, Fran­cia, Irán, Ita­lia, Japón, Norue­ga, Polo­nia, Rusia, Sue­cia y Esta­dos Uni­dos. Otro film cana­dien­se que tam­bién par­ti­ci­pa en la com­pe­ten­cia mun­dial es La Mai­son du pêcheur de Alain Char­trand, fil­ma­do en blan­co y negro y que gira en torno de la visi­ta rea­li­za­da a Per­cé por un gru­po de mili­tan­tes inde­pen­den­tis­tas en 1969, quie­nes adhi­rién­do­se al Fren­te de Libe­ra­ción de Qué­bec (FLQ), serán los prin­ci­pa­les acto­res en la deno­mi­na­da Cri­sis de Octu­bre del siguien­te año.

Ade­más de los 20 títu­los en com­pe­ti­ción que se encuen­tran lis­ta­dos, hay otras 20 pelí­cu­las que par­ti­ci­pan en la sec­ción de pri­me­ros fil­mes don­de se des­ta­can 3 fil­mes de habla his­pa­na. Uno de ellos es el film vene­zo­lano La Dis­tan­cia Más Lar­ga copro­du­ci­do con Espa­ña don­de la novel direc­to­ra Clau­dia Pin­to expo­ne dos face­tas dia­me­tral­men­te opues­tas de Vene­zue­la: la ciu­dad caó­ti­ca y vio­len­ta y el paraí­so rural con las mon­ta­ñas más anti­guas del pla­ne­ta. Otro títu­lo es la copro­duc­ción de Cos­ta Rica y Méxi­co Puer­to Padre de Gus­ta­vo Fallas, narran­do la tra­yec­to­ria de un huér­fano ado­les­cen­te de 16 años que deja la isla cos­ta­rri­cen­se de Chi­ra para reen­con­trar­se con su padrino en la ciu­dad cos­te­ra de Pun­ta­re­nas para tra­ba­jar en un hotel local don­de su madre solía hacer­lo. La ter­ce­ra pelí­cu­la es Somos Gen­te Hon­ra­da de Espa­ña del direc­tor Ale­jan­dro Mar­zoa, quien narra las difi­cul­ta­des de dos padres de fami­lia des­em­plea­dos y sin dine­ro que repen­ti­na­men­te se encuen­tran con una sor­pre­sa ines­pe­ra­da que podría cam­biar la suer­te de ambos, aun­que incur­sio­nan­do en una acti­vi­dad ile­gal para esca­par de la miseria. 

Naomi Watts y Robin Wright en ADORE

Nao­mi Watts y Robin Wright en ADORE

Den­tro de la lis­ta La sec­ción Hors Con­co­urs se encuen­tra Ado­re, el román­ti­co dra­ma aus­tra­liano copro­du­ci­do con Fran­cia de la direc­to­ra Anne Fon­tai­ne; este film pro­ta­go­ni­za­do por Nao­mi Watts y Robin Wright clau­su­ra­rá el fes­ti­val el 2 de sep­tiem­bre. Entre otras pelí­cu­las de esta sec­ción figu­ran de Cami­lle Clau­del 1915 Bruno Dumont, La Reli­gio­sa de Gui­llau­me Nicloux, Dark Blood de Geor­ge Slui­zer, Mari­na de Stijn Con­ninx y Don Juan del cono­ci­do rea­li­za­dor che­co Jirí Men­zel. 

El FFM pre­sen­ta una amplia selec­ción de pelí­cu­las en la sec­ción de Foco del Cine Mun­dial, así como tam­bién un con­si­de­ra­ble núme­ro de docu­men­ta­les en Docu­men­ta­les del Mun­do don­de se dis­tin­gue la pro­duc­ción bra­si­le­ña Mun­do Invi­si­ble con la par­ti­ci­pa­ción de varios pres­ti­gio­sos rea­li­za­do­res. Cabe seña­lar que el Fes­ti­val dedi­ca este año una sec­ción al cine de Corea del Sur pre­sen­tan­do 9 pelí­cu­las de ese origen.

Las pro­yec­cio­nes tie­nen lugar en el Cine Impe­rial, el com­ple­jo Quar­tier Latin y el Tea­tro Mai­son­neu­ve de Montreal.

Fil­mes en Com­pe­ten­cia Oficial:

GAMING INS­TINCT de Gre­gor Sch­nitz­ler (Ale­ma­nia)

WEST de Chris­tian Sch­wo­chow (Ale­ma­nia)

THE VER­DICT de Jan Verhe­yen (Bél­gi­ca)

LA MAI­SON DU PECHEUR de Alain Char­trand (Cana­dá)

L’AUTRE MAI­SON (Another Hou­se) de Mathieu Roy (Cana­dá)

THE FERRY de Shi Wei (Chi­na)

FEED ME de Yazhou Yang y Bo Yang (Chi­na)

ONE SHOT de Robert Orhel (Croa­cia)

THE MIRA­CLE de Simon Staho (Dina­mar­ca)

JAP­PE­LOUP de Chris­tian Duguay (Fran­cia-Cana­dá)

LAN­DES de Fra­nçois-Xavier Vives (Fran­cia)

THE WED­LOCK de Rouho­llah Heja­zi (Irán)

CHA CHA CHA de Mar­co Risi (Ita­lia)

ITA­KERITA­LIANS NOT ALLO­WED de Toni Tru­pia (Ita­lia)

ASK THIS OF RIK­YU de Mitsu­toshi Tana­ka (Japón)

A THOU­SAND TIMES GOOD­NIGHT de Erik Pop­pe (Norue­ga)

LIFE FEELS GOOD de Maciej Pieprzy­ca (Polo­nia)

IVAN, SON OF AMIR de Mak­sim Pani­flov (Rusia)

WALTZ FOR MONI­CA de Per Fly (Sue­cia)

THE RED ROBIN de Michael Wes­chler (Esta­dos Unidos)

Fil­mes de Amé­ri­ca Lati­na y España:

LOS DUE­ÑOS de Agus­tin Tos­cano y Eze­quiel Radusky (Argen­ti­na)

LA BOM­BA de Ser­gio Biz­zio (Argen­ti­na)

SOLA CON­TI­GO de Alber­to Lec­chi (Argen­ti­na)

WAKOL­DA de Lucía Puen­zo (Argen­ti­na)

EL COLON RING-WAG­NER EN BUE­NOS AIRES de Hans Chris­toph von Bock (Argen­ti­na-Ale­ma­nia-Aus­tria)

A MEMO­RIA QUE ME CON­TAM de Lucía Murat (Bra­sil-Chi­le-Argen­ti­na)

CIDA­DE CIN­ZA (Ciu­dad Gris) de Mar­ce­lo Mes­qui­ta y Guilher­me Valien­go (Bra­sil)

MUN­DO INVI­SI­VEL de Theo Ange­lo­pou­los, Guy Mad­din, Mar­co Bechis, Manoel de Oli­vei­ra, Lais Bodanzky, Gian Vit­to­rio Bal­di, Maria de Medei­ros, Beto Brant, Cis­co Vás­quez, Jerzy Stuhr, Wim Wen­ders y Atom Ego­yan (Bra­sil)

LA PASION DE MICHE­LAN­GE­LO de Este­ban Larrain (Chi­le)

ROA de Andrés Baiz (Colom­bia-Argen­ti­na)

PUER­TO PADRE de Gus­ta­vo Fallas (Cos­ta Rica-México)

15 AÑOS Y UN DIA de Gra­cia Que­re­je­ta (Espa­ña)

BAJA­RI, GYPSY BAR­CE­LO­NA de Eva Vila Pun­ti (Espa­ña)

DIA­MAN­TES NEGROS de Miguel Alcan­tud (Espa­ña-Por­tu­gal)

EL ENEMI­GO COMÚN de Jai­me Ote­ro (Espa­ña-Túnez)

EL EFEC­TO K, EL MON­TA­DOR DE STA­LIN de Valen­ti Figue­res (Espa­ña)

FÉNIX 11.23 de Joel Joan y Ser­gi Lara (Espa­ña)

HIJO DE CAIN de Jesus Mon­llao Pla­na (Espa­ña)

SOMOS GEN­TE HON­RA­DA de Ale­jan­dro Mar­zoa (Espa­ña)

STOCKHOLM de Rodri­go Soro­yen (Espa­ña)

TODAS LAS MUJE­RES de Mariano Barro­so (Espa­ña)

APA­SIO­NA­DO PAN­CHO VILLA de Juan Andrés Bueno, Lour­des Des­champs (Méxi­co)

BAJO TOR­TU­RA de Cris­ti­na Juá­rez Zepe­da (Méxi­co)

INER­CIA de Isa­bel Muñoz Cota Calle­jas (Méxi­co)

LEVAN­TA­MUER­TOS de Miguel Núñez (Méxi­co)

NOSO­TROS LOS NOBLES de Gaz Alaz­ra­ki (Méxi­co)

WOR­KERS de José Luis Valle (Méxi­co)

AZUL Y NO TAN ROSA de Miguel Ferra­ri (Vene­zue­la-Espa­ña)

LA DIS­TAN­CIA MÁS LAR­GA de Clau­dia Pin­to (Vene­zue­la-Espa­ña)

TAN­TA AGUA de Ana Gue­va­ra y Leti­cia Jor­ge (Uru­guay-Méxi­co-Ale­ma­nia-Holan­da

En Pro­cu­ra Del Cac­tus Mágico

CRYS­TAL FAIRY. Chi­le, 2013. Un film escri­to y diri­gi­do por Sebas­tián Silva 

Sebas­tián Sil­va, rea­li­za­dor de La Nana (2009), retor­na con un film de tono com­ple­ta­men­te dife­ren­te y aun­que trans­cu­rre en esce­na­rios chi­le­nos la mayor par­te del metra­je es dia­lo­ga­do en inglés. 

Michael Cera y Gaby Hoffman

Michael Cera y Gaby Hoffman

El cono­ci­do actor Michael Cera ani­ma a Jamie; se tra­ta de un joven ame­ri­cano turis­ta que se encuen­tra de visi­ta en Chi­le y es un obse­sio­na­do por las dro­gas. Al comen­zar la his­to­ria es invi­ta­do a una fies­ta jun­to con sus 3 ami­gos chi­le­nos, Cham­pa (Juan Andrés Sil­va), Lel (José Miguel Sil­va) y Pilo (Agus­tín Sil­va) que tam­bién son her­ma­nos entre sí; allí no des­per­di­cia la oca­sión de beber, sabo­rear la marihua­na y aspi­rar la cocaí­na que lo habrá de man­te­ner en un esta­do eufó­ri­co y ener­gé­ti­co. Pre­ci­sa­men­te, duran­te esos momen­tos “high” vivi­dos des­pués de su inha­la­ción, tra­ba rela­ción con una hip­pie de San Fran­cis­co que res­pon­de al curio­so nom­bre de Crys­tal Fairy (Gaby Hoff­mann), a quien invi­ta a efec­tuar al día siguien­te un via­je al nor­te del país jun­to con Cham­pa, Lel y Pilo. 

Den­tro de un guión noto­ria­men­te impro­vi­sa­do la tra­ma des­can­sa en el via­je de los cin­co per­so­na­jes men­cio­na­dos, aun­que fun­da­men­tal­men­te son Jamie y Crys­tal Fairy los que ori­gi­nan el débil con­flic­to dra­má­ti­co del rela­to. Los dos com­pa­trio­tas ame­ri­ca­nos no sim­pa­ti­zan mucho, no tan­to por la acti­tud de esa chi­ca de libre espí­ri­tu e incli­na­da a la medi­ta­ción, sino más bien por par­te de Jamie quien demos­tran­do una acti­tud egoís­ta y poco agra­da­ble con su inten­ción de domi­nar sutil­men­te al gru­po, ve en ella a una supues­ta anta­go­nis­ta y es así que se delei­ta rea­li­zán­do­le pesa­das bromas. 

El pro­pó­si­to del via­je, sobre todo para Jamie, es tra­tar de loca­li­zar el cac­tus de San Pedro que con­tie­ne mez­ca­li­na y poder expe­ri­men­tar el efec­to de la mis­ma; des­pués de algu­nos tro­pie­zos que el gru­po encuen­tra en la ruta don­de nadie que lo posee está dis­pues­to a ven­der­lo, el ame­ri­cano se las inge­nia para apro­piar­se en for­ma clan­des­ti­na de la mági­ca planta. 

Al lle­gar a una pla­ya soli­ta­ria los via­je­ros coci­nan el cac­tus y lue­go de extraer­le el alca­loi­de con­te­ni­do con­su­men el líqui­do gene­ra­do; al poco tiem­po, los efec­tos se hacen sen­tir en cada uno de ellos, don­de Jai­mie comien­za a per­der con­trol de sí mis­mo en tan­to que la joven comien­za a deam­bu­lar des­nu­da por la zona desér­ti­ca. Des­apa­re­ci­da la eufo­ria sobre­vie­ne un raro momen­to de inti­mi­dad don­de la joven cali­for­nia­na a tra­vés de un monó­lo­go vuel­ca algu­nos aspec­tos trau­má­ti­cos de su pasa­do que con­mue­ven a Jai­mie y en don­de que­da abier­to el camino de la recon­ci­lia­ción entre ellos. 

En reali­dad no es mucho lo que acon­te­ce en el film y al final del rela­to es ínfi­mo lo que que­da rete­ni­do en la memo­ria del espec­ta­dor. Eso es debi­do a la per­so­na­li­dad neu­ró­ti­ca de Jai­mie y la poca sim­pa­tía que des­pier­ta en gene­ral, lo que mag­ni­fi­ca­do por su obse­sión por las dro­gas, lo con­vier­ten en una per­so­na poco gra­ta; en cuan­to al per­so­na­je de Crys­tal Fairy, de natu­ra­le­za libe­ral, rela­ja­da y espon­tá­nea, resul­ta más intere­san­te de con­tem­plar, pero den­tro del con­tex­to de una esque­má­ti­ca tra­ma que no lle­ga a tras­cen­der a pesar de la muy bue­na inter­pre­ta­ción brin­da­da por Hoff­mann. Los her­ma­nos chi­le­nos están débil­men­te deli­nea­dos y prác­ti­ca­men­te lo que se apre­cia es la pre­sen­cia físi­ca de los mis­mos pero sin nin­gún apor­te caracterológico. 

Aun­que el rela­to adop­ta la for­ma de “road movie”, el reco­rri­do no ofre­ce situa­cio­nes que pudie­sen ilus­trar algu­nos ras­gos cul­tu­ra­les de la región a medi­da que se la va reco­rrien­do. Ape­nas se vis­lum­bra una esce­na de un ven­de­dor de empa­na­das y otra don­de el gru­po visi­ta bre­ve­men­te la casa de una seño­ra chi­le­na a quien tra­ta de con­ven­cer que le ven­da el cac­tus de la dro­ga; en todo caso, nada apor­ta sobre la idio­sin­cra­sia de quie­nes viven ale­ja­dos de los cen­tros urba­nos de Chile. 

Con­clu­sión: Con cier­to humor pro­ve­nien­te de algu­nas situa­cio­nes absur­das, que­da como balan­ce un film de poca sus­tan­cia y sin emo­ción. Jor­ge Gutman

El Horren­do Pla­cer De Matar

THE ACT OF KILLING. Dina­mar­ca-Norue­ga-Gran Bre­ta­ña, 2012. Un film de Josh Oppenheimer

Posi­ble­men­te sea el docu­men­tal más audaz, sor­pren­den­te y al mis­mo tiem­po uno de los más dolo­ro­sos que el cine haya brin­da­do. Si bien el geno­ci­dio de la Segun­da Gue­rra Mun­dial y el de varios otros per­pe­tra­dos des­pués han sido tes­ti­mo­nia­dos cine­ma­to­grá­fi­ca­men­te, siem­pre han sido enfo­ca­dos des­de la mira de las víc­ti­mas sobre­vi­vien­tes. En este caso El Acto de Matar reco­ge el tes­ti­mo­nio de quie­nes los han per­pe­tra­do y las con­fe­sio­nes son rea­li­za­das como si se tra­ta­se de una proeza don­de los sal­va­jes ase­si­nos son con­si­de­ra­dos poco menos que héroes. Por las razo­nes apun­ta­das, este docu­men­tal cap­ta la aten­ción cons­tan­te del públi­co pero al pro­pio tiem­po cau­sa una pro­fun­da indig­na­ción y pena al demos­trar el nivel más bajo y vil has­ta don­de el géne­ro humano pue­de llegar.

Pasan­do revis­ta a uno de los capí­tu­los más oscu­ros de Indo­ne­sia como país inde­pen­dien­te, los acon­te­ci­mien­tos narra­dos se cen­tran en el geno­ci­dio que tuvo lugar en 1965 cuan­do el gobierno del pre­si­den­te Sukarno fue obje­to de un gol­pe de esta­do que lle­vó al gene­ral Suhar­to a con­tro­lar el poder. Es allí don­de comen­za­ron a actuar los escua­dro­nes para­mi­li­ta­res de la muer­te con el obje­ti­vo de liqui­dar a los con­si­de­ra­dos sos­pe­cho­sos “comu­nis­tas” como así tam­bién a la mino­ría étni­ca chi­na. Para expo­ner la masa­cre, don­de por lo menos medio millón per­so­nas sucum­bie­ron, el rea­li­za­dor Josh Oppenhei­mer recu­rre a entre­vis­tas rea­li­za­das a cier­tos ver­du­gos que lejos de haber sido encar­ce­la­dos, están libres y entu­sias­ta­men­te dis­pues­tos a ilus­trar con lujo de deta­lles sus actos cri­mi­na­les como así tam­bién de recrear dra­má­ti­ca­men­te los asesinatos.

Anwar Congo

Anwar Congo

Entre los entre­vis­ta­dos se des­ta­ca neta­men­te Anwar Con­go, un sep­tua­ge­na­rio cuyo físi­co para­dó­ji­ca­men­te se ase­me­ja al de Nel­son Man­de­la, Pre­mio Nobel de la Paz. Con­go no tie­ne repa­ro alguno para vana­glo­riar­se de las haza­ñas de haber tor­tu­ra­do y mata­do a miles de comu­nis­tas. Uti­li­zan­do un tono de humor surrea­lis­ta que lle­ga cau­sar un pro­fun­do repu­dio a quien lo escu­cha, no tie­ne nin­gu­na obje­ción en mani­fes­tar la for­ma de haber eje­cu­ta­do a sus víc­ti­mas; tra­tan­do de evi­tar el derra­ma­mien­to de san­gre por el “olor” que des­pi­de y para hacer­lo más lim­pio mues­tra cómo emplea­ba una cuer­da adhe­ri­da a la nuca de la víc­ti­ma que al irla esti­ran­do pro­vo­ca­ba su asfi­xia y muer­te ins­tan­tá­nea. Com­ple­men­tan­do esta infor­ma­ción, algu­nos de los otros ver­du­gos tam­po­co tie­nen empa­cho alguno para refe­rir­se a los actos de vio­len­cia y ase­si­na­to de chi­cas meno­res de edad come­ti­dos y/o bien cómo uno de ellos mató al padre de su ami­ga china.

El momen­to de mayor revul­sión del rela­to es cuan­do Oppenhei­mer fil­ma la trans­mi­sión de un pro­gra­ma tele­vi­si­vo don­de ante un públi­co que lo aplau­de como héroe, Con­go se jac­ta de su pasa­do de gangs­ter y res­pon­dien­do a las pre­gun­tas de la perio­dis­ta que lo entre­vis­ta, seña­la que para come­ter sus crí­me­nes en par­te se ins­pi­ró en las pelí­cu­las de los gangs­ters del cine ame­ri­cano así como en acto­res a quie­nes mucho con­si­de­ra como el caso de John Way­ne y Mar­lon Bran­do; pre­ci­sa­men­te esos fil­mes de Holly­wood lle­ga­ron a apa­sio­nar­lo e inclu­so le brin­da­ron un pla­cer mayor que el de matar a comu­nis­tas. Esos comen­ta­rios son aplau­di­dos por el públi­co asis­ten­te como si Con­go fue­se una figu­ra céle­bre del mun­do del espectáculo.

Lo más extra­ño e increí­ble del docu­men­tal se pro­du­ce casi al final cuan­do Con­go mani­fies­ta al direc­tor haber teni­do pesa­di­llas aco­sán­do­lo en los momen­tos en que mata­ba a sus víc­ti­mas. Más aún cuan­do en una recrea­ción dra­má­ti­ca él actúa como una de las víc­ti­mas, seña­la que sufre de mie­do fren­te a una muer­te inmi­nen­te y que pue­de com­pren­der de este modo a quie­nes él mató; Oppenhei­mer le retru­ca dicién­do­le que su mie­do jamás pue­de com­pa­rar­se al de sus víc­ti­mas dado que ellas sabían que inde­fec­ti­ble­men­te esta­ban con­de­na­das a morir en tan­to que él sabe que está actuan­do en una película.

No se sabe si los atis­bos de remor­di­mien­to de con­cien­cia de Con­go son autén­ti­cos como en nin­gún momen­to esa suer­te de “mea cul­pa” lle­ga a emo­cio­nar al espec­ta­dor. Por el con­tra­rio, las con­fe­sio­nes de estos crue­les ase­si­nos que cami­nan con ple­na liber­tad en Indo­ne­sia y que poco menos son con­si­de­ra­dos como héroes sal­va­do­res del comu­nis­mo, lle­gan a repe­ler y per­tur­bar pro­fun­da­men­te el áni­mo del público.

Con­clu­sión: Un docu­men­to cruel y dolo­ro­so que pare­ce haber sido extraí­do de algu­nas de las pági­nas más oscu­ras del medioe­vo pre­sen­tan­do a crue­les ase­si­nos de nues­tra épo­ca que gozan de com­ple­ta impu­ni­dad y con una opi­nión públi­ca que los apo­ya al glo­ri­fi­car las atro­ci­da­des por ellos come­ti­dos. Jor­ge Gutman