Una Tra­ge­dia Shakesperiana

OTHE­LLO. Autor: William Sha­kes­pea­re — Direc­ción: Ali­son Darcy – Elen­co: Andrew Moo­die (Othe­llo), Sean Arbuc­kle (Iago), Aman­da Lis­man (Des­dé­mo­na), Gitan­ja­li Jain (Boy/Bianca), Daniel Bro­chu (Cas­sio), Daniel Lill­ford (Duke of Veni­ce), Julie Tami­ko Man­ning (Emi­lia), Paul Hop­kins (Mon­tano), Mar­cel Jean­nin (Rode­ri­go) — Dise­ño de Soni­do: David Oppenheim — Deco­ra­dos: Véro­ni­que Ber­trand — Ilu­mi­na­ción: Nico­las Des­cô­teaux — Dura­ción: 2h20 (con entre­ac­to)- Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 1 de diciem­bre de 2013 en la sala prin­ci­pal del Segal Cen­tre (www.segalcentre.org)

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

Andrew Moodie (Othello) Amanda Lisman (Desdemona) - Photo by Andrée Lanthier

Andrew Moo­die (Othe­llo) Aman­da Lis­man (Des­de­mo­na) — Foto de Andrée Lanthier

No es muy común que el tea­tro angló­fono de Mon­treal pre­sen­te una obra de Sha­kes­pea­re. De allí que haya des­per­ta­do gran expec­ta­ti­va el estreno en su ver­sión ori­gi­nal de Othe­llo por el Cen­tro Segal. Como es bien sabi­do, esta pie­za es con­si­de­ra­da como una de las gran­des tra­ge­dias escri­tas por el genial dra­ma­tur­go, en par­te debi­do a que su con­te­ni­do sus­ci­ta la refle­xión sobre la par­te oscu­ra de la natu­ra­le­za huma­na en don­de la ambi­ción del poder no tie­ne escrú­pu­los para recu­rrir a los más crue­les medios para desem­bo­car en situa­cio­nes irre­me­dia­bles de las cua­les no exis­te posi­ble retorno.

Para que un dra­ma de Sha­kes­pea­re cobre real vida en el esce­na­rio es con­di­ción indis­pen­sa­ble que el espec­ta­dor pue­da olvi­dar­se de los acto­res que repre­sen­tan los per­so­na­jes para en cam­bio sumer­gir­se de lleno en sus per­so­na­li­da­des y los con­flic­tos huma­nos que les afli­gen. Eso es pre­ci­sa­men­te lo que está ausen­te en la visión de la direc­to­ra Ali­son Darcy quien, en líneas gene­ra­les, ofre­cien­do una lec­tu­ra clá­si­ca del tex­to no ha podi­do obte­ner del elen­co la fuer­za nece­sa­ria para expre­sar con con­vic­ción los sen­ti­mien­tos que les animan.

En el rol pro­ta­gó­ni­co Andrew Moo­die brin­da cier­ta ener­gía al com­ple­jo per­so­na­je del moro vene­ciano pero sin explo­tar la com­ple­ta psi­co­lo­gía del mis­mo, hecho que se mani­fies­ta en cier­tos momen­tos cla­ves de la tra­ma. Así, su rápi­do con­ven­ci­mien­to de que Des­dé­mo­na, su aman­te mujer le es infiel, debi­do a la suge­ren­cia mali­cio­sa del maquia­vé­li­co alfé­rez Iago, resul­ta difí­cil de asi­mi­lar de acuer­do a la for­ma en que dicha situa­ción es esce­ni­fi­ca­da. Otro caso bas­tan­te dis­cu­ti­ble es la trans­for­ma­ción total que expe­ri­men­ta Othe­llo en sus sen­ti­mien­tos hacia Des­dé­mo­na don­de su apa­sio­na­do amor de un momen­to al otro se con­vier­te en un odio ence­gue­ce­dor, sin que exis­ta la tran­si­ción dra­má­ti­ca nece­sa­ria que jus­ti­fi­que ese com­por­ta­mien­to; de allí que cuan­do en el trá­gi­co des­en­la­ce se pro­du­ce la des­truc­ción físi­ca y moral de estos dos per­so­na­jes el públi­co con­tem­pla lo que suce­de pero sin lle­gar a sen­tir o a estre­me­cer­se ante el jue­go depa­ra­do por el destino.

Algo más acep­ta­ble resul­ta la carac­te­ri­za­ción que Sean Arbuc­kle brin­da de Iago, el lúgu­bre mani­pu­la­dor, quien como el con­fi­den­te de Othe­llo apro­ve­cha su apro­xi­ma­ción para enga­ñar­lo dan­do rien­da suel­ta a su sinies­tra dupli­ci­dad para des­atar de este modo la tra­ge­dia de la obra. Con todo, la actua­ción más rele­van­te pro­vie­ne de Julie Tami­ko Man­ning quien en el rol de Emi­lia como asis­ten­te de Des­dé­mo­na y espo­sa de Iago lle­ga a enfren­tar­lo con genui­na vehe­men­cia denun­cian­do su com­por­ta­mien­to infame. 

Con una esce­no­gra­fía mini­ma­lis­ta que no ayu­da mucho para refle­jar el esce­na­rio polí­ti­co en que trans­cu­rre la acción, uno se pre­gun­ta cuál es la razón por la cuál se des­li­za el agua den­tro del mar­co de la esce­na final.

En resu­men, esta pro­duc­ción bien inten­cio­na­da pue­de ser vis­ta pero sin que lle­gue a gene­rar la emo­ción nece­sa­ria que han logra­do otras ver­sio­nes tea­tra­les, cine­ma­to­grá­fi­cas o de ópe­ras que se ha teni­do opor­tu­ni­dad de presenciar.