Algu­nas Horas de Primavera

QUEL­QUES HEU­RES DE PRIN­TEMPS. Fran­cia, 2012. Un film de Stépha­ne Brizé

El tópi­co de las difí­ci­les rela­cio­nes fami­lia­res que pue­den dar­se entre padres e hijos es uno de los dos aspec­tos que tra­ta este dra­ma que se apre­cia en este muy buen film de Stépha­ne Bri­zé don­de ade­más de rea­li­za­dor es tam­bién el coguio­nis­ta jun­to a Flo­ren­ce Vig­non. El otro tema es el del sui­ci­dio asis­ti­do, sin duda audaz y muy dis­cu­ti­do pero que adquie­re aquí rele­van­cia por el modo ori­gi­nal en que está plan­tea­do don­de al igual que el res­to del rela­to esta brin­da­do de la mane­ra más cla­ra y con­vin­cen­te posi­ble Lo más impor­tan­te de todo eso es que ambos temas logran fusio­nar­se mag­ní­fi­ca­men­te dan­do como resul­ta­do un film de ópti­ma calidad.

En esta his­to­ria que trans­cu­rre en algún lugar de Fran­cia no lejos de la fron­te­ra sui­za ´n Vin­cent Lin­don ani­ma a Alain, un hom­bre de media­na edad que aca­ba de salir de la cár­cel des­pués de haber pasa­do un año y medio en pri­sión por trans­por­tar como camio­ne­ro mer­can­cías ile­ga­les a tra­vés de las fron­te­ras de Euro­pa. Como no hay muchas posi­bi­li­da­des de tra­ba­jo para optar en el caso de un ex pre­si­dia­rio es natu­ral que se hos­pe­de en la casa de su madre viu­da Yvet­te (Hélè­ne Vin­cent). Tras los pri­me­ros días de fría cor­dia­li­dad, se obser­va la ten­sión exis­ten­te entre hijo y madre pro­ba­ble­men­te debi­do a algu­nas razo­nes del pasa­do que de nin­gún modo el rela­to expli­ci­ta. Si para la madre la pre­sen­cia del hijo es con­si­de­ra­da como la de un intru­so que vie­ne a per­tur­bar su ruti­na dia­ria, no menos cier­to es que Alain no tie­ne sim­pa­tía hacia su madre que nun­ca lle­gó a visi­tar­lo cuan­do estu­vo en pri­sión; en algu­nos momen­tos la atmós­fe­ra resul­ta dema­sia­do cal­dea­da cuan­do por ejem­plo, el hijo reci­bien­do repro­ches de su madre lle­ga a esta­llar con vio­len­cia. Un tan­to hos­co y par­co por fue­ra así como repri­mi­do emo­cio­nal­men­te por den­tro, Alain malo­gra las posi­bi­li­da­des de esta­ble­cer una rela­ción sen­ti­men­tal con una mujer (Emma­nue­lle Seig­ner) a la que cono­ce casual­men­te y con quien lle­ga a intimar.

Hélène Vincent y Vincent Lindon

Hélè­ne Vin­cent y Vin­cent Lindon

Cuan­do Alain se impo­ne de que su madre pade­ce de un tumor cere­bral ter­mi­nal y que desea morir con dig­ni­dad a tra­vés de una muer­te asis­ti­da a ser rea­li­za­da en Sui­za por­que en Fran­cia el pro­ce­di­mien­to está prohi­bi­do, el rela­to flui­da­men­te entre­mez­cla a dos per­so­nas que debe­rán tener que sobre­lle­var la mutua anti­pa­tía hacia un des­en­la­ce en don­de sólo enton­ces el hijo oirá a su madre decir cuán­to lo quie­re con una res­pues­ta de recí­pro­co amor de su par­te. Todo este pro­ce­so está con­du­ci­do con sobrie­dad úni­ca, uni­do a una inter­pre­ta­ción que por su máxi­ma natu­ra­li­dad mere­ce admi­ra­ción no sólo por par­te de Lin­don y Vin­cent sino tam­bién la de Seig­ner ofre­cien­do cali­dez en los pocos momen­tos en que apa­re­ce en pan­ta­lla así como la de Oli­vier Perrier carac­te­ri­zan­do a un vie­jo vecino de la ancia­na mujer que actúa como ama­ble com­po­ne­dor en las rela­cio­nes con­flic­ti­vas exis­ten­tes entre ella y Vincent.

Bri­zé no solo es un exce­len­te direc­tor de acto­res sino que como libre­tis­ta encuen­tra el tono jus­to como para que este dra­ma esté rela­ta­do en for­ma mode­ra­da y con­te­ni­da sin des­bor­dar en gol­pes bajos de emo­ción esta­lla­da a pesar de la esce­na final que resul­ta nota­ble­men­te sobre­co­ge­do­ra así como autén­ti­ca­men­te honesta.

Por las razo­nes expues­tas, Quel­ques heu­res de prin­temps es un film valien­te, pleno de suti­le­za que no obs­tan­te su dure­za resul­ta agra­da­ble de con­tem­plar. Jor­ge Gutman