Cri­men y Remordimiento

WHI­TE­WA­SH. Cana­dá, 2013. Un film de Ema­nuel Hoss-Desmarais

En su ópe­ra pri­ma como rea­li­za­dor Ema­nuel Hoss-Des­ma­rais enca­ra una his­to­ria de sole­dad, cul­pa­bi­li­dad, remor­di­mien­to y reden­ción que aun­que bien inten­cio­na­da no resul­ta com­ple­ta­men­te efec­ti­va como para lle­gar a convencer.

Thomas Haden Church

Tho­mas Haden Church

Con esca­sos diá­lo­gos, el rela­to del rea­li­za­dor y Marc Tulin se con­cen­tra en Bru­ce (Tho­mas Haden Church), un per­so­na­je de quien al prin­ci­pio poco sabe­mos. Sin preám­bu­lo alguno, el film comien­za enfo­can­do una región bos­co­sa del nor­te de Que­bec azo­ta­da por una fuer­te tor­men­ta de nie­ve y en don­de se ve tran­si­tar a un hom­bre por un apar­ta­do sen­de­ro; en esa mis­ma ruta se des­pla­za Bru­ce con una máqui­na qui­ta­nie­ves y que debi­do a su esta­do de ebrie­dad no alcan­za a per­ci­bir al tran­seún­te erran­te, lo que oca­sio­na su muer­te inme­dia­ta. En lugar de comu­ni­car a las auto­ri­da­des per­ti­nen­tes sobre el acci­den­te, el invo­lun­ta­rio vic­ti­ma­rio resuel­ve envol­ver el cuer­po iner­te de la víc­ti­ma en una toa­lla para pos­te­rior­men­te ente­rrar­lo en una mon­ta­ña cubier­ta de nie­ve a un cos­ta­do del camino. 

De allí en más, se per­ci­be en Bru­ce un aire de extra­vío y des­orien­ta­ción, sin saber qué acti­tud futu­ra adop­tar. Total­men­te a la deri­va, con ham­bre y frío y encon­trán­do­se des­pro­vis­to de pro­vi­sio­nes, el ros­tro del hom­bre va tras­lu­cien­do un sen­ti­mien­to de cul­pa que con el correr de los días va con­du­cién­do­lo a una des­es­ta­bi­li­za­ción emo­cio­nal que lo hace desvariar.

A tra­vés de un rela­to no lineal y a tra­vés de recuer­dos, el espec­ta­dor se va impo­nien­do de que la víc­ti­ma no era des­co­no­ci­da para Bru­ce; el hom­bre a quien mató se lla­ma­ba Paul (Marc Labrè­che) a quien había sal­va­do de un inten­to de sui­ci­dio y que habien­do tra­ba­do pos­te­rior­men­te una rela­ción amis­to­sa, éste tra­tó de apro­ve­char­se de la noble­za de Bru­ce lle­gan­do en un momen­to dado a trai­cio­nar­lo. Simul­tá­nea­men­te, tam­bién se lle­ga a saber que el esta­do de aban­dono de Bru­ce se debe a que recien­te­men­te per­dió a su espo­sa aque­ja­da de cán­cer lo que uni­do a la sole­dad que expe­ri­men­ta hace que encuen­tre en el alcohol una for­ma de ate­nuar la angus­tia que lo aqueja. 

Esta his­to­ria mini­ma­lis­ta inten­ta ofre­cer un retra­to de una per­so­na que tra­ta de sobre­vi­vir a su suer­te y en don­de el acci­den­te cau­sa­do repre­sen­ta el ele­men­to que lle­ga a alte­rar su esta­bi­li­dad men­tal. Pero a pesar del muy buen tra­ba­jo de Haden Church y algu­nos toques de come­dia negra que el guión ofre­ce, el film no alcan­za el cariz dra­má­ti­co desea­do debi­do a su rit­mo dema­sia­do lán­gui­do. De este modo, la deca­den­cia aní­mi­ca de Bru­ce, la espe­ran­za de que algo tras­cien­da en su vida, la alie­na­ción que lo aís­la de la reali­dad que lo cir­cun­da, así como su pro­pó­si­to de lograr la reden­ción fren­te al acci­den­te pro­du­ci­do, nun­ca alcan­za la dimen­sión de estar asis­tien­do a un dra­ma psi­co­ló­gi­co con­vin­cen­te; hay una fal­ta de alien­to que impi­de que el rela­to cobre el vue­lo nece­sa­rio como para que uno real­men­te se preo­cu­pe por la suer­te corri­da por este personaje. 

Ade­más de la des­ta­ca­da actua­ción de Haden Church quien es prác­ti­ca­men­te el úni­co per­so­na­je que domi­na el rela­to, Labrè­che cubre un peque­ño aun­que satis­fac­to­rio rol como una per­so­na que sien­do afa­ble y agra­da­ble en un comien­zo, sutil­men­te se con­vier­te en un hábil mani­pu­la­dor que ve en Bru­ce una pre­sa fácil de atra­par. En los ren­glo­nes de pro­duc­ción, la foto­gra­fía de André Tur­pin cap­ta con inten­si­dad el rigor inver­nal de Que­bec enfo­can­do pasa­jes deso­la­dos que se aso­cian con la sole­dad que atra­vie­sa su protagonista.

Con­clu­sión: Un rela­to dema­sia­do ende­ble y poco con­vin­cen­te.  Jor­ge Gutman