Ecos de Cannes

BALAN­CE DE CAN­NES 2014 

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

Ya ha con­clui­do una nue­va edi­ción del Fes­ti­val de Can­nes. En líneas gene­ra­les den­tro de la com­pe­ten­cia ofi­cial no hubo como en años ante­rio­res un títu­lo que haya con­mo­cio­na­do o hecho his­to­ria como lo fue La Vida de Adè­le en 2013 y Amour en 2012 pero en todo caso cabe seña­lar que den­tro de los 18 fil­mes ele­gi­dos para com­pe­tir por la Pal­ma de Oro hubo algu­nos de gran cali­dad, otros bue­nos y tam­bién algu­nas decep­cio­nes que con todo no alcan­za­ron a empa­ñar la pro­gra­ma­ción global.

LOS PAL­MA­RES DE LA SELEC­CIÓN OFICIAL

Haluk Bilginer y Melisa Sozen en  WINTER SLEEP

Haluk Bil­gi­ner y Meli­sa Sozen en WIN­TER SLEEP

He aquí los pre­mios más impor­tan­tes en la selec­ción ofi­cial comen­zan­do pri­me­ra­men­te por la com­pe­ten­cia ofi­cial. El jura­do pre­si­di­do por la rea­li­za­do­ra Jane Cam­pion deci­dió adju­di­car la Pal­ma de Oro a la pelí­cu­la tur­ca Win­ter Sleep (Sue­ño de Invierno) del direc­tor Bil­ge Cey­lan y que per­so­nal­men­te tam­bién esti­mo que ha sido el mejor film de la mues­tra. A pesar de su dura­ción de 3 horas y 16 minu­tos y de su estruc­tu­ra tea­tral, el rela­to escri­to por el rea­li­za­dor jun­to con Ebru Cey­lan en nin­gún momen­to decae per­mi­tien­do a la audien­cia apre­ciar un exce­len­te dra­ma. Ins­pi­ra­do en Anton Che­jov y con remi­nis­cen­cias del cine de Ing­mar Berg­man (Esce­nas de la Vida Con­yu­gal),el film ubi­ca la acción en una peque­ña aldea de las este­pas de Cap­pa­do­cia, siguien­do los pasos los pasos de Aydin (Haluk Bil­gi­ner), un actor reti­ra­do y due­ño de un hotel allí encla­va­do que here­dó de su padre así como de tie­rras que arrien­da; su inten­ción es recluir­se para escri­bir una his­to­ria del tea­tro tur­co y mien­tras pro­ce­de a hacer­lo, este inte­lec­tual y ego­cén­tri­co indi­vi­duo dis­cu­rrer a tra­vés de lar­gas e inten­sas esce­nas con su fiel asis­ten­te (Ayberk Pek­can), su her­ma­na divor­cia­da Necla (Demet Akbag), su joven y dis­tan­cia­da espo­sa Nihal (Meli­sa Sozen) así como uno de sus pobres arren­da­ta­rios (Serhat Kilic) que lo resien­te pro­fun­da­men­te. El resul­ta­do cons­ti­tu­ye un pro­fun­do y absor­ben­te ensa­yo sobre la con­di­ción huma­na así como una meticu­losa obser­va­ción de las dife­ren­tes cla­ses socia­les de Tur­quía que en muchos aspec­tos alcan­za dimen­sión universal.

El Grand Prix del Jura­do, segun­do en orden de impor­tan­cia, fue adju­di­ca­do al film ita­liano Le mera­vi­glie de Ali­ce Rohr­wa­cher. La his­to­ria que trans­cu­rre en los años 80 gira en torno de una humil­de fami­lia de gran­je­ros de la región de Umbría dedi­ca­dos a la pro­duc­ción de miel, en don­de el seve­ro padre (Sam Louwyck) reclu­ye a sus cua­tro hijas del mun­do exte­rior para pro­te­ger­las del “fin del mun­do”; todo cam­bia­rá cuan­do la hija mayor pre­ado­les­cen­te (Maria Ale­xan­dra Lun­gu) aspi­ran­do a un por­ve­nir más alen­ta­dor deci­de par­ti­ci­par en un pro­gra­ma tele­vi­si­vo pre­sen­ta­do por una mag­né­ti­ca y mis­te­rio­sa hada madri­na (Moni­ca Belluc­ci) que habrá de cam­biar su vida. Sen­ci­lla, pero huma­na ilus­tran­do el pro­ce­so de madu­rez de su pro­ta­go­nis­ta den­tro del mar­co de una exis­ten­cia rural, la pelí­cu­la se apo­ya en una tra­ma un poco ende­ble sin lle­gar a tener la tras­cen­den­cia que jus­ti­fi­que la impor­tan­cia del pre­mio recibido.

 Antoine Olivier Pilon en MOMMY

Antoi­ne Oli­vier Pilon en MOMMY

El Pre­mio del Jura­do que le sigue en orden jerár­qui­co ha sido atri­bui­do ex aquo a Mommy de Xavier Dolan y a Adieu au lan­ga­ge de Jean-Luc Godard. El film de Dolan es el más logra­do de su cor­ta y pro­lí­fe­ra carre­ra don­de al igual que en su pri­mer títu­lo J’ai tué ma mère (2009) enfo­ca la rela­ción entre un hijo y su madre aun­que en este caso vuel­que más su sim­pa­tía y com­pren­sión a la figu­ra mater­na. El rela­to que está fil­ma­do en for­ma­to 1:1 que le da un encua­dre ver­ti­cal en lugar del acos­tum­bra­do hori­zon­tal, se cen­tra en Ste­ve (Antoi­ne Oli­vier Pilon), un ado­les­cen­te de 15 años que pade­ce de un tras­torno de com­por­ta­mien­to que lo vuel­ve hiper­ac­ti­vo, impul­si­vo y con défi­cit de aten­ción; eso moti­va que no pue­da seguir inter­na­do en el esta­ble­ci­mien­to esco­lar al que con­cu­rría y que Dia­ne (Anne Dor­val), su madre mono­pa­ren­tal con pro­ble­mas eco­nó­mi­cos, ten­ga que hacer­se car­go del mis­mo. A tra­vés del gran esfuer­zo de amor y com­pren­sión hacia un hijo con el cual es prác­ti­ca­men­te impo­si­ble de con­vi­vir, Dolan demues­tra de qué for­ma pue­de siem­pre alen­tar­se algún ges­to de espe­ran­za en esa rela­ción sim­bió­ti­ca de amor y odio enta­bla­do entre ambos; a ellos se les une Kyla (Suzan­ne Cle­ment), una veci­na que es pro­fe­so­ra y un poco tar­ta­mu­da que brin­da­rá soli­da­ri­dad y afec­to al mucha­cho a la vez que cons­ti­tu­ye un ele­men­to de influen­cia posi­ti­va en la rela­ción esta­ble­ci­da entre Dia­ne y Ste­ve. Aun­que el film lle­ga en algu­nas ins­tan­cias a des­me­su­rar­se emo­cio­nal­men­te, don­de sus per­so­nas gri­tan en lugar de hablar y la ecléc­ti­ca atrac­ti­va músi­ca (Celi­ne Dion, Dido, Oasis, etc.) resul­ta a veces un poco estri­den­te, el públi­co se encuen­tra con un film de gran ter­nu­ra y com­pa­sión, mag­ní­fi­ca­men­te diri­gi­do, exce­len­te­men­te inter­pre­ta­do y en don­de el apre­cia­ble esti­lo visual, carac­te­rís­ti­co en los tra­ba­jos de este joven rea­li­za­dor, se equi­li­bra muy bien con su contenido.

En cuan­to a Adieu au lan­ga­ge, su títu­lo tra­du­ce cla­ra­men­te lo que es el film, una des­pe­di­da al len­gua­je cine­ma­to­grá­fi­co, a la bana­li­dad de las pala­bras como así tam­bién a los per­so­na­jes que ani­man un rela­to. Roda­do en 3D don­de el empleo de este recur­so es de índo­le com­ple­ta­men­te arte­sa­nal sin que refuer­ce los valo­res del film, el mis­mo está estruc­tu­ra­do a modo de un colla­ge con video­clips don­de nin­guno de los mis­mos está rela­cio­na­do entre sí; más aún, la expo­si­ción frag­men­ta­ria con secuen­cias inte­rrum­pi­das y una ban­da sono­ra impreg­na­da de rui­dos moles­tos con­fi­gu­ran una visión que para cier­to públi­co le podrá resul­tar fas­ci­nan­te mien­tras que otro sec­tor de la audien­cia lo encon­tra­rá frus­tran­te. La narra­ti­va prác­ti­ca­men­te inexis­ten­te está con­fi­na­da a una mujer casa­da y un hom­bre sol­te­ro hacien­do el amor para lue­go agre­dir­se o bien diva­gar en con­ver­sa­cio­nes apa­ren­te­men­te filo­só­fi­cas que no tie­nen mayor sen­ti­do; a todo ello se obser­va­rá la pre­sen­cia de un perro pasean­do des­de un con­tex­to urbano a otro rural. No fal­ta la voz en off hacien­do refe­ren­cias a fra­ses suel­tas y fue­ra de con­tex­to como “la coin­ci­den­cia de que en 1933 se pro­du­ce el adve­ni­mien­to de la tele­vi­sión y la lle­ga­da de Hitler al poder” o bien que “si los rusos lle­gan a ser euro­peos, deja­rán de ser rusos”, para citar algu­nos ejem­plos. Curio­sa­men­te las voces y los soni­dos no se corres­pon­den y la estri­den­te músi­ca no alcan­za a mejo­rar la situa­ción. El rea­li­za­dor no deja de mos­trar su gran cono­ci­mien­to cul­tu­ral con refe­ren­cias aso­cia­das a nota­bles per­so­na­li­da­des, pero al mis­mo tiem­po se da el lujo de brin­dar algu­nas esce­nas esca­to­ló­gi­cas sin que exis­ta un hilo con­duc­tor de lo expues­to. Que­da como resul­ta­do un film inusual que bien habría mere­ci­do la expli­ca­ción del vete­rano rea­li­za­dor, que estu­vo ausen­te en Can­nes, para acla­rar cuál es el obje­ti­vo final que se pro­pu­so con este ensa­yo expe­ri­men­tal y pretencioso.

Ben­nett Miller obtu­vo el tro­feo a la Mejor Direc­ción por su film ame­ri­cano Fox­cat­cher basa­do en el libro auto­bio­grá­fi­co de Mark Schultz. Bási­ca­men­te la his­to­ria gira en torno de John du Pont (Ste­ve Carell), un filan­tró­pi­co mul­ti­mi­llo­na­rio entre­na­dor deseo­so de for­mar un equi­po de depor­tis­tas de lucha libre para pre­pa­rar­los en los Jue­gos Olím­pi­cos de 1988 en Seúl y lograr una impre­sio­nan­te vic­to­ria para los Esta­dos Uni­dos. Para ello reclu­ta a Mark Schultz (Chan­ning Tatum), un juga­dor de lucha libre quien había gana­do una meda­lla de oro en las Olim­pía­das de Los Ánge­les de 1984 y que siem­pre tuvo como ins­pi­ra­ción a su her­mano mayor Dave (Mark Ruf­fa­lo) que tam­bién logró un pre­mio simi­lar en dicho cer­ta­men mun­dial. Ten­ta­do por la impor­tan­te remu­ne­ra­ción que du Pont le ofre­ce, Mark se des­pla­za a su lujo­sa man­sión don­de ten­drá lugar el entrenamiento.

La rela­ción espe­cial esta­ble­ci­da entre ambos va a alte­rar­se pos­te­rior­men­te cuan­do John deci­de con­vo­car a Dave para inte­grar el equi­po; a par­tir de ese momen­to el rela­to adquie­re gra­dual­men­te carac­te­rís­ti­cas más oscu­ras has­ta desem­bo­car en un trá­gi­co des­en­la­ce. El film está muy bien narra­do, tie­ne gran flui­dez y en el buen aná­li­sis carac­te­ro­ló­gi­co de los tres prin­ci­pa­les pro­ta­go­nis­tas resi­de uno de sus impor­tan­tes méri­tos. A nivel de inter­pre­ta­ción, Carrell se dis­tin­gue por su exce­len­te actua­ción, sin des­de­ñar las meri­to­rias pres­ta­cio­nes de Tatum y Ruffalo.

El Mejor Guión fue atri­bui­do a Andrei Zvia­gin­tsev y Oleg Negin por el film ruso Leviathan del vete­rano rea­li­za­dor  Zvia­gin­tsev. El rela­to se desa­rro­lla en un remo­to pue­blo ruso don­de el alcal­de She­lev­yat (Roman Mad­ya­nov) y su entorno gobier­nan el lugar con poder dis­cre­cio­nal. El nudo con­flic­ti­vo se pro­du­ce cuan­do She­lev­yat no logra per­sua­dir a Kol­ya (Ale­xei Serebrya­kov), quien vive con su espo­sa (Ele­na Lya­do­va) y un hijo de un ante­rior matri­mo­nio (Ser­gey Pokha­daev), para que le ven­da su casa y el terreno que le per­te­ne­ce. Fren­te a la con­fron­ta­ción que se pro­du­ce, Kol­ya deci­de soli­ci­tar ayu­da legal a Dmi­tri (Vla­di­mir Vdo­vit­chen­kov), su ami­go abo­ga­do de Mos­cú. Lo que sobre­vie­ne des­pués cons­ti­tu­ye una his­to­ria un tan­to fami­liar aun­que bien arti­cu­la­da don­de el direc­tor expo­ne la corrup­ción polí­ti­ca de la socie­dad rusa ape­lan­do a una vio­len­cia a veces laten­te y otras mani­fies­ta con­tra los más débi­les e inde­fen­sos miem­bros de una comu­ni­dad cuan­do entran a jugar intere­ses eco­nó­mi­cos como los aquí expuestos.

El pre­mio a la Mejor Actriz corres­pon­dió a Julian­ne Moo­re por su par­ti­ci­pa­ción en Maps to the Stars de David Cro­nen­berg. La pelí­cu­la estruc­tu­ra­da en for­ma coral pre­sen­ta a Moo­re como una madu­ra y neu­ró­ti­ca actriz que bus­ca deses­pe­ra­da­men­te una opor­tu­ni­dad para asu­mir el rol pro­ta­gó­ni­co de la nue­va ver­sión de un film en don­de años atrás su madre (Sarah Gadon) había enca­be­za­do el repar­to. Entre otros per­so­na­jes figu­ran una joven tími­da (Mía Wasi­kows­ka) con un tris­te pasa­do de piró­ma­na que lle­ga a Holly­wood pro­ce­den­te de Flo­ri­da tra­tan­do de ubi­car a su her­mano (Evan Bird) quien es un astro de 13 años, de natu­ra­le­za inaguan­ta­ble y des­pre­cia­ble, que ter­mi­nó su cura de des­in­to­xi­ca­ción; un con­duc­tor de limu­si­nas (Robert Pat­tin­son) aspi­ran­te a actor; un cele­bra­do psi­co­te­ra­peu­ta (John Cusack) y su mujer empre­sa­ria (Oli­via Williams). Cro­nen­berg ofre­ce un rela­to al que no le fal­ta sexo, inces­to, mani­pu­la­ción, per­ver­sión, exa­cer­ba­da vio­len­cia y en don­de nin­gún per­so­na­je pue­de ser huma­na­men­te res­ca­ta­ble. Que­da como resul­ta­do una des­car­na­da e impia­do­sa come­dia negra, impla­ca­ble­men­te áci­da, con cier­tas situa­cio­nes incohe­ren­tes, pero que en todo caso no disi­mu­la en lan­zar sus dar­dos con­tra los famo­sos que ilu­mi­nan el fir­ma­men­to de Hollywood.

Timothy Spall en MR. TURNER

Timothy Spall en MR. TURNER

Timothy Spall fue dis­tin­gui­do como Mejor Actor en la bri­llan­te carac­te­ri­za­ción logra­da del céle­bre pin­tor J.M.W. Tur­ner (1775 – 1851) en Mr. Tur­ner, pro­duc­ción bri­tá­ni­ca del rea­li­za­dor Mike Leigh. Con­si­de­ra­do como el “pin­tor de la luz”, Leigh abor­da los últi­mos 25 años de este gran maes­tro que que­dó hon­da­men­te afec­ta­do por la pér­di­da de su madre des­equi­li­bra­da, al que­dar con­ver­ti­do en un hom­bre anti­so­cial, misó­gino e inca­paz de tener en cuen­ta a sus pro­pias hijas, con la sola excep­ción del estre­cho víncu­lo man­te­ni­do con su padre (Paul Jes­son). Enfo­can­do los via­jes rea­li­za­dos por Tur­ner en bus­ca de ins­pi­ra­ción para sus pin­tu­ras, el rela­to pro­fun­di­za en lo más ínti­mo y per­so­nal de un hom­bre excén­tri­co, cas­ca­rra­bias y hura­ño que prác­ti­ca­men­te gru­ñe al hablar. El vete­rano rea­li­za­dor ofre­ce un her­mo­so y deli­cio­so film en don­de expo­ne mag­ní­fi­ca­men­te la rela­ción esta­ble­ci­da entre el hom­bre imper­fec­to y diso­cia­do de la reali­dad con el del artis­ta capaz de haber crea­do obras pic­tó­ri­cas de subli­me belleza.

Dis­tin­ción espe­cial mere­ce la excep­cio­nal labor foto­grá­fi­ca de Dick Pope repro­du­cien­do la mag­ni­fi­cen­cia de los cua­dros del gran maes­tro británico.

 Zsofia Psotta en WHITE GOD

Zso­fia Psot­ta en WHI­TE GOD

En lo que con­cier­ne al Mejor film de la sec­ción Un Cer­tain Regard el jura­do lide­ra­do por Pablo Tra­pe­ro pre­mió a Whi­te God, pro­duc­ción hún­ga­ra del rea­li­za­dor Kor­nel Mun­druc­zó. Se tra­ta de un rela­to deci­di­da­men­te ori­gi­nal don­de a tra­vés de la bús­que­da que rea­li­za una ado­les­cen­te de su perro extra­via­do que­da refle­ja­do el modo en que el odio racial se con­vier­te en mar­ca­da into­le­ran­cia, ya sea que la mis­ma sea ejer­ci­da con rela­ción a la espe­cie huma­na o bien a la ani­mal como es el caso de este film. Como répli­ca del mal­tra­to reci­bi­do por los huma­nos, los sufri­dos cani­nos de esta his­to­ria, sedien­tos de ven­gan­za, deci­den lan­zar­se a las calles de Buda­pest para arre­me­ter con­tra los hom­bres res­pon­sa­bles de su mise­ra­ble des­tino. Ade­más de la bue­na inter­pre­ta­ción pro­ta­gó­ni­ca de Zso­fia Psot­ta, cabe des­ta­car la sor­pren­den­te actua­ción de los dos perros que ani­man un solo per­so­na­je quie­nes fue­ron entre­na­dos por Tere­sa Ann Miller, así como del res­to de la fau­na cani­na entre­na­da por Arpád Halasz.

 Angélique Litzenburger en PARTY GIRL

Angé­li­que Litzen­bur­ger en PARTY GIRL

La Cáma­ra de Oro que se adju­di­ca a la mejor ópe­ra pri­ma pre­sen­ta­da tan­to en la Selec­ción Ofi­cial como en las sec­cio­nes para­le­las de la Sema­na de la Crí­ti­ca y la Quin­ce­na de los Rea­li­za­do­res corres­pon­dió a la pelí­cu­la fran­ce­sa Party Girl de Marie Ama­chou­ke­li, Clai­re Bur­ger y Samuel Theis. El tema cen­tral gira en torno de Angé­li­que (Angé­li­que Litzen­bur­ger) una mujer sexa­ge­na­ria de mar­ca­da per­so­na­li­dad y madre de 4 hijos adul­tos, que tra­ta de adap­tar­se a la nue­va vida que se le ofre­ce sen­ti­men­tal­men­te cuan­do Michel (Joseph Bour), un afa­ble hom­bre que había sido clien­te del esta­ble­ci­mien­to le pro­po­ne matri­mo­nio. Liga­da más por un sin­ce­ro cari­ño que por un amor ver­da­de­ro, el rela­to ofre­ce una mira­da autén­ti­ca­men­te tier­na fren­te al dile­ma de de Angé­li­que de tener que con­vi­vir con un indi­vi­duo que a pesar de su gran noble­za no lle­ga a amar­lo. Con acto­res no pro­fe­sio­na­les que se desem­pe­ñan con com­ple­ta natu­ra­li­dad, este film femi­nis­ta y con per­so­na­jes deci­di­da­men­te agra­da­bles logra crear una gran empa­tía con el públi­co, espe­cial­men­te en una emo­ti­va esce­na don­de Angé­li­que se reúne con Cynthia su hija de 16 años que había esta­do vivien­do con una fami­lia sustituta.

OTROS COMEN­TA­RIOS DE FIL­MES EXHI­BI­DOS 

Rela­tos Sal­va­jes 

Esta pro­duc­ción argen­ti­na, la úni­ca com­pe­ti­ti­va que par­ti­ci­pó en el Fes­ti­val aun­que sin lograr pre­mio alguno, es sin duda una de las mejo­res pelí­cu­las que se han vis­to en la mues­tra. No es muy usual que en un film ómni­bus como en el pre­sen­te, cada una de los rela­tos con­ser­ve una fres­cu­ra inusual don­de a pesar de la inde­pen­den­cia que guar­dan entre sí, hay un nexo común que las liga.

Erica Rivas y Diego Gentile en RELATOS SALVAJES

Eri­ca Rivas y Die­go Gen­ti­le en RELA­TOS SALVAJES

Damian Szif­fron como rea­li­za­dor y guio­nis­ta vuel­ca una crea­ti­vi­dad remar­ca­ble en sus dife­ren­tes his­to­rias dotán­do­las en casi todas con un tono de fran­co humor enfo­can­do la repre­sión inter­na de vio­len­cia que sale a relu­cir cuan­do fren­te a situa­cio­nes lími­tes el indi­vi­duo se encuen­tra des­am­pa­ra­do o impo­ten­te para supe­rar las difi­cul­ta­des emer­gen­tes; ade­más, todas las mise­rias, con­tra­dic­cio­nes, el doble dis­cur­so, la dis­pli­cen­cia y el cinis­mo que se ani­dan en el ser humano apa­re­cen en un rela­to que aun­que espe­cí­fi­ca­men­te se refie­ra al modus viven­di de los argen­ti­nos, tie­ne dimen­sión uni­ver­sal y es eso lo que con­tri­bu­ye a que cual­quier espec­ta­dor pue­da fácil­men­te iden­ti­fi­car­se con la suer­te corri­da por sus personajes.

El pri­mer seg­men­to que es el más cor­to trans­cu­rre en la cla­se eje­cu­ti­va de un vue­lo comer­cial, don­de una mode­lo (María Marull) enta­bla una con­ver­sa­ción con un crí­ti­co musi­cal (Dario Gran­di­net­ti) y al men­cio­nar­se el nom­bre de “Pas­ter­nak”, un indi­vi­duo cono­ci­do por ambos, inme­dia­ta­men­te todos los demás pasa­je­ros se encuen­tran por coin­ci­den­cia vin­cu­la­dos con este per­so­na­je ausen­te, pro­du­cién­do­se situa­cio­nes des­me­di­das den­tro de un mar­co de irre­sis­ti­ble hila­ri­dad. En el segun­do capí­tu­lo se pue­de con­tem­plar cómo una emplea­da de un res­tau­ran­te (Julie­ta Zyl­ber­berg) ubi­ca­do en un para­dor de ruta des­cu­bre que su úni­co clien­te (César Bor­dón) ha sido el ines­cru­pu­lo­so usu­re­ro que ha cau­sa­do la muer­te de su padre, lo que habrá de gene­rar una ori­gi­nal y mali­cio­sa ven­gan­za de par­te de ella bajo el estí­mu­lo de la per­ver­sa coci­ne­ra (Rita Cor­te­se) del esta­ble­ci­mien­to. La ter­ce­ra par­te está vin­cu­la­da con la riva­li­dad que se pro­du­ce en una auto­pis­ta cuan­do un con­duc­tor (Leo­nar­do Sba­ra­glia) aven­ta­ja al otro (Wal­ter Dona­do); con un des­en­la­ce alta­men­te inven­ti­vo, Szi­fron se reve­la como un exce­len­te narra­dor. El cuar­to epi­so­dio rela­ta las des­ven­tu­ras que sufre un hones­to inge­nie­ro (Ricar­do Darín) cuyo coche es injus­ta­men­te con­fis­ca­do por mal esta­cio­na­mien­to y el via cru­cis que debe reco­rrer para poder res­ca­tar­lo; la indig­na­ción que le pro­du­ce fren­te a una buro­cra­cia insen­si­ble con la que debe lidiar, habrá de gene­rar­le un pro­fun­do sen­ti­mien­to de ven­gan­za que se tra­du­ci­rá en un inusi­ta­do acto de vio­len­cia. El quin­to rela­to, el úni­co que care­ce de humor y el más per­tur­ba­dor, cons­ti­tu­ye una crí­ti­ca social a la vez que un cues­tio­na­mien­to moral al demos­trar cómo un padre (Oscar Mar­tí­nez) tra­tan­do de encu­brir el acci­den­te auto­mo­vi­lís­ti­co pro­vo­ca­do por su hijo ado­les­cen­te (Alan Daicz), acep­ta la pro­po­si­ción de su abo­ga­do (Osmar Núñez) para que el jar­di­ne­ro de la casa (Ger­mán de Sil­va) se res­pon­sa­bi­li­ce del cri­men a cam­bio de un impor­tan­te mon­to de dine­ro en pago; el acto des­nu­da­rá la corrup­ción de todos los invo­lu­cra­dos inclu­yen­do a la pro­pia jus­ti­cia. La entre­ga final que se ubi­ca den­tro del mar­co de una boda judía alcan­za ribe­tes de mar­ca­da comi­ci­dad cuan­do la novia (Eri­ca Rivas) des­cu­bre duran­te la fies­ta que su novel mari­do (Die­go Gen­ti­le) le ha sido infiel con una her­mo­sa joven que se encuen­tra entre las invitadas.

Con un des­plie­gue visual irre­pro­cha­ble, Szi­fron brin­da al espec­ta­dor una come­dia negra inquie­tan­te, mor­daz y per­ver­sa de gran cali­dad artís­ti­ca a la vez que de amplia reper­cu­sión popu­lar, tal como lo fue en su momen­to El Secre­to de sus Ojos (2009).

Deux jours, une nuit

Los Her­ma­nos Jean-Pie­rre y Luc Dar­den­ne, vete­ra­nos de este Fes­ti­val don­de la mayo­ría de sus fil­mes fue­ron estre­na­dos mun­dial­men­te, vuel­ven a ofre­cer con esta pelí­cu­la bel­ga un cine de pro­fun­do con­te­ni­do huma­nis­ta abor­dan­do el tema de la des­ocu­pa­ción que es uno de los gran­des pro­ble­mas socia­les por los que atra­vie­san varios paí­ses de Euro­pa. Marion Coti­llard ani­ma a San­dra, una joven madre que tra­ba­ja en una fábri­ca de pane­les sola­res y de la cual estu­vo ausen­te por un lar­go perío­do de licen­cia por enfer­me­dad. Al tra­tar de rein­te­grar­se, se ente­ra que duran­te su ausen­cia el patrón pro­pu­so a los emplea­dos supri­mir su pues­to a cam­bio de una boni­fi­ca­ción de 1000 euros para cada uno de sus 16 com­pa­ñe­ros de tra­ba­jo. En una pri­me­ra vota­ción y por pre­sión del capa­taz la deci­sión de los emplea­dos es de acep­tar la pro­pues­ta pero la inter­ven­ción de un dele­ga­do sin­di­cal que sim­pa­ti­za con San­dra logra que se haga una segun­da vota­ción abier­ta en tres días más. A pesar de su esta­do de débil depre­sión y esti­mu­la­da por su mari­do (Fabri­zio Ron­gio­ne) San­dra se ani­ma a librar una bata­lla con­tra el tiem­po para que en el lap­so de un fin de sema­na logre con­ven­cer a sus com­pa­ñe­ros para que voten por su permanencia.

La tarea de diri­gir­se per­so­nal­men­te de puer­ta en puer­ta al encuen­tro con cada uno de sus cole­gas y rogar­les que le brin­den su apo­yo en el momen­to de la vota­ción es lo que cons­ti­tu­ye la esen­cia de este remar­ca­ble film.

La maes­tría de los her­ma­nos Dar­den­ne con­sis­te en haber trans­for­ma­do la pre­mi­sa de una sen­ci­lla his­to­ria en un film pro­fun­da­men­te impac­tan­te sin caer en arti­fi­cio­sos sen­ti­men­ta­lis­mos; por el con­tra­rio, sin mora­lis­mo ni mani­queís­mo alguno los Dar­den­ne pre­fie­ren expo­ner con sobrie­dad este dra­má­ti­co pro­ble­ma social para que el espec­ta­dor lle­gue a con­cluir por sí mis­mo su valio­so con­te­ni­do en don­de no hay san­tos ni peca­do­res, sino sim­ple­men­te seres huma­nos que no pre­ten­den el cie­lo sino el legí­ti­mo dere­cho de un tra­ba­jo para poder man­te­ner­se. El emo­ti­vo des­en­la­ce del film es lo sufi­cien­te­men­te elo­cuen­te como para com­pren­der que la dig­ni­dad huma­na no tie­ne pre­cio y por lo tan­to no pue­de con­ver­tir­se en un obje­to de ven­ta. Ade­más del méri­to de los rea­li­za­do­res de haber ofre­ci­do una obra inte­li­gen­te y abor­da­ble, cabe des­ta­car la inter­pre­ta­ción excep­cio­nal de Coti­llard trans­mi­tien­do la vul­ne­ra­bi­li­dad, la angus­tia y el dolor de la pro­ta­go­nis­ta, con­fir­man­do así su auto­ri­dad de gran actriz.

Sils Maria

Juliette Binoche y Kristen Stewart  en SILS MARIA

Juliet­te Bino­che y Kris­ten Ste­wart en SILS MARIA

Oli­ver Assa­yas es otro direc­tor que ha vis­to el estreno de más de una dece­na de sus fil­mes en este Fes­ti­val don­de Sils Maria se agre­ga a esa lis­ta enfo­can­do con psi­co­ló­gi­ca pro­fun­di­dad la vida de una actriz exi­to­sa que aun­que aún se encuen­tra en ple­na acti­vi­dad artís­ti­ca ya no es lo sufi­cien­te­men­te joven como para aspi­rar a cier­tos roles específicos.

El guión del rea­li­za­dor se cen­tra en Maria Enders (Juliet­te Bino­che), una actriz famo­sa que al comen­zar el rela­to se impo­ne de la muer­te de Wilhelm Mel­chior, un dra­ma­tur­go con quien ella man­tu­vo una afi­ni­dad espe­cial de tra­ba­jo y a quien con­si­de­ra su men­tor. Jun­to con su asis­ten­te Valen­ti­ne (Kris­ten Ste­wart) via­ja a los fune­ra­les que tie­nen lugar en Sils-Maria ubi­ca­do en los Alpes sui­zos. Es allí don­de sur­ge la idea de repo­ner en Lon­dres “Malo­ja Sna­ke” una obra del des­apa­re­ci­do autor, don­de vein­te años atrás Maria logró un gran éxi­to inter­pre­tan­do a Sigrid, una joven que man­tie­ne una rela­ción les­bia­na con Helen, una mujer madu­ra que la dobla en edad, que ter­mi­na­rá sui­ci­dán­do­se. El pro­ble­ma está en que Maria desea­ría seguir inter­pre­tan­do el mis­mo rol de anta­ño aún cuan­do por su edad debe acep­tar el papel de Hele­na, en tan­to que Sigrid será inter­pre­ta­da por Jo-Ann (Chloe Gra­ce Moretz), una chi­ca de 20 años que está comen­zan­do su carre­ra en Holly­wood. La segun­da par­te del film trans­cu­rre en la man­sión de Mel­chior don­de Maria y Valen­ti­na releen la obra adop­tan­do los per­so­na­jes res­pec­ti­vos Helen y Sigrid. Es allí don­de el rela­to adquie­re inten­si­dad dra­má­ti­ca fren­te al jue­go de espe­jos que se va pro­du­cien­do don­de los per­so­na­jes de fic­ción se van con­fun­dien­do con quie­nes les dan vida. Al con­fron­tar el pasa­do con el pre­sen­te el film tran­si­ta en tópi­cos vin­cu­la­dos, entre otros, con el pasa­je del tiem­po, la juven­tud, la edad y la mortalidad.

Deci­di­da­men­te de natu­ra­le­za inte­lec­tual pero sin caer en el eli­tis­mo, el film ade­más de ofre­cer varias lec­tu­ras, mues­tra cómo el arte imi­ta a la vida a la vez que tam­bién sue­le pro­du­cir­se el efec­to inverso.

La direc­ción de Assa­yas es estu­pen­da y pudo rodear­se de un elen­co bri­llan­te don­de cada uno de sus inte­gran­tes ha sabi­do invo­lu­crar­se de lleno en la piel de sus res­pec­ti­vos per­so­na­jes. Con una mara­vi­llo­sa foto­gra­fía de Yorick Le Saux, el públi­co pue­de asi­mis­mo gozar la belle­za de la región alpi­na don­de trans­cu­rre su acción.

Tim­buk­tu

Una escena de TIMBUKTU

Una esce­na de TIMBUKTU

El direc­tor mau­ri­tano Abde­rrah­ma­ne Sis­sa­ko ofre­ce un dra­má­ti­co cua­dro sobre las funes­tas con­se­cuen­cias que adquie­re el dog­ma­tis­mo reli­gio­so ins­pi­rán­do­se en la acción gue­rri­lle­ra que tuvo lugar en julio de 2012 en Aghuelhok; esa peque­ña ciu­dad ubi­ca­da al nor­te de Malí, duran­te un bre­ve perío­do sufrió las con­se­cuen­cias del fana­tis­mo reli­gio­so de yiha­dis­tas quie­nes lle­ga­ron a eje­cu­tar a una pare­ja con hijos por no haber esta­do casa­dos propiamente.

En la fic­ción, esta copro­duc­ción de Mali, Mau­ri­ta­nia y Fran­cia se desa­rro­lla en Tim­buk­tú, una ciu­dad que cae bajo el yugo de extre­mis­tas reli­gio­sos y en don­de a tra­vés de suce­si­vas viñe­tas se va con­tem­plan­do a los into­ca­bles jue­ces reli­gio­sos musul­ma­nes apli­can­do san­cio­nes por ino­cen­tes hechos come­ti­dos por la pobla­ción local al trans­gre­dir el códi­go de con­duc­ta impues­to don­de, por ejem­plo, se prohi­be can­tar, tocar músi­ca, jugar al fút­bol, fumar o bien reír bajo la ame­na­za de seve­ras sanciones.

Tra­tan­do de uti­li­zar un bajo per­fil emo­cio­nal, el direc­tor ilus­tra la for­ma en que el odio y la vio­len­cia se con­ju­gan de bru­tal mane­ra don­de las muje­res vio­la­das y los hom­bres sumi­sos de la pobla­ción local son tes­ti­gos de cas­ti­gos impues­tos por los inte­gris­tas musul­ma­nes como la apli­ca­ción de azo­tes por infrac­cio­nes meno­res o bien la lapi­da­ción por actos de adulterio.

Den­tro de lo que cons­ti­tu­ye un horro­ro­so aten­ta­do a los dere­chos huma­nos, este docu­men­to surrea­lis­ta fil­ma­do con máxi­ma mesu­ra e irre­pro­cha­ble len­gua­je visual per­mi­te refle­xio­nar el modo en que la reli­gión pue­de ser mani­pu­lea­da o uti­li­za­da como un ins­tru­men­to capaz de lle­gar a des­truir la vida de ino­cen­tes per­so­nas. Curio­sa­men­te, el film no pudo lle­gar en momen­to más apro­pia­do tenien­do en con­si­de­ra­ción los tris­tes acon­te­ci­mien­tos que recien­te­men­te tuvie­ron lugar en Nige­ria por el demen­cial gru­po Boko Haram con el secues­tro de 300 ado­les­cen­tes de ese país.

Jimmy’s Hall

El vete­rano rea­li­za­dor bri­tá­ni­co Ken Loach retor­na a Can­nes con un film menor den­tro de su fil­mo­gra­fía aun­que siem­pre tras­cen­den­te tenien­do en cuen­ta la acer­ta­da for­ma en que for­mu­la una denun­cia social toman­do como refe­ren­cia un per­so­na­je que tuvo gra­vi­ta­ción en Irlan­da. Tra­ba­jan­do con su habi­tual guio­nis­ta Paul Laverty, el film rela­ta la verí­di­ca his­to­ria de James Gral­ton (Barry Ward), un líder comu­nis­ta irlan­dés que habien­do esta­do expa­tria­do en los Esta­dos Uni­dos, retor­na de Nue­va York a su tie­rra natal de Irlan­da en 1932, una déca­da des­pués en que el país se inde­pen­di­zó de Gran Bre­ta­ña. Aco­gi­do cáli­da­men­te por sus ami­gos que lo aguar­dan para reabrir el salón de bai­le local que ade­más cons­ti­tu­ye un cen­tro comu­ni­ta­rio cul­tu­ral don­de se toca músi­ca de jazz, se escu­cha poe­sía, se efec­túan reunio­nes polí­ti­cas y tam­bién se prac­ti­can depor­tes. Todo ello es mal mira­do por el ultra con­ser­va­dor cura pue­ble­rino (Jim Nor­ton) que hace todo lo posi­ble para con­ven­cer a sus feli­gre­ses sobre lo inquie­tan­te que resul­ta la exis­ten­cia de ese círcu­lo de bai­le don­de la dan­za resul­ta algo así como peca­mi­no­so y agra­va­do por la cir­cuns­tan­cia de que un comu­nis­ta “anti-Cris­to” esté al fren­te del mismo.

Barry Ward en JIMMY'S HALL

Barry Ward en JIMM­Y’S HALL

Nue­va­men­te y des­pués de haber­se vis­to Tim­buk­tu, aquí se pone en evi­den­cia cómo el mane­jo dis­cre­cio­nal de la reli­gión, en este caso el de la igle­sia cató­li­ca, pue­de aca­rrear con­se­cuen­cias lamen­ta­bles. Bien ambien­ta­do y pleno de bue­nos sen­ti­mien­tos, el film aun­que liviano logra entre­te­ner amplia­men­te a la vez que cons­ti­tu­ye otro de los rela­tos de denun­cia social de Loach pre­go­nan­do por el dere­cho a la disi­den­cia como for­ma de expre­sar el libre pen­sa­mien­to del ser humano y el de poder actuar de mane­ra diferente.

Saint Lau­rent

Gaspard Ulliel en SAINT LAURENT

Gas­pard Ulliel en SAINT LAURENT

A pocos meses de haber­se juz­ga­do Yves Saint Lau­rent de Jalil Les­pert aho­ra se cono­ce una nue­va ver­sión de Ber­trand Bone­llo sobre el céle­bre dise­ña­dor de modas. Esta pro­duc­ción fran­ce­sa sola­men­te con­si­de­ra un perío­do espe­cial de su exis­ten­cia que trans­cu­rre des­de 1967 a 1976 pero sin pro­fun­di­zar en la com­ple­ja per­so­na­li­dad del artis­ta. En for­ma epi­dér­mi­ca y epi­só­di­ca des­ta­ca aspec­tos de su vida pri­va­da tor­tuo­sa y emo­cio­nal­men­te vul­ne­ra­ble carac­te­ri­za­da por su adic­ción a las dro­gas, la bebi­da, las orgías sexua­les y su obse­sión amo­ro­sa con Jac­ques de Bas­cher (Louis Garrel). Lo más intere­san­te de esta pro­duc­ción son las secuen­cias vin­cu­la­das con su taller de tra­ba­jo, la mues­tra de sus colec­cio­nes y las esce­nas de dra­má­ti­ca con­fron­ta­ción con su pare­ja Pie­rre Ber­gé (Jéré­mie Renier). Con una dura­ción de 2 horas y media, el film se tor­na fati­gan­te debi­do a una rea­li­za­ción poco des­ta­ca­ble, un guión ende­ble y la débil carac­te­ri­za­ción de Gas­pard Ulliel como YSL; sola­men­te hacia el final cuan­do el artis­ta pre­sen­ta su colec­ción de 1974, el film cobra cier­to impul­so pero de todos modos no alcan­za a com­pen­sar la fal­ta de emo­ción gene­ral que pre­va­le­ce en el relato.

The Homes­man

Tommy Lee Jones y Hilary Swank en THE HOMESMAN

Tommy Lee Jones y Hilary Swank en THE HOMESMAN

Nue­va­men­te Tommy Lee Jones da mues­tras de ser un con­su­ma­do rea­li­za­dor tal como lo demos­tró en su ópe­ra pri­ma The Three Burials of Mel­quia­des Estra­da (2005) que habién­do­se tam­bién estre­na­do en Can­nes obtu­vo el pre­mio al mejor actor y al mejor guión. En esta nue­va incur­sión don­de ade­más de diri­gir tam­bién enca­be­za el repar­to, Lee Jones des­cri­be con fine­za el espí­ri­tu de una épo­ca y la deter­mi­na­ción y cora­je de la gen­te a tra­vés los per­so­na­jes que se apre­cian en este muy buen western

Basa­do en la nove­la The Shoo­tist de Glen­don Swarthout, el rela­to se ubi­ca en 1854 y gira en torno de Mary Bee Cuddy (Hilary Swank), una sol­te­ro­na pio­ne­ra de gran cora­zón y nota­ble valor que deci­de tomar bajo su res­pon­sa­bi­li­dad el tras­la­do des­de Nebras­ka has­ta Iowa de tres muje­res men­tal­men­te ines­ta­bles. En el trans­cur­so del via­je de Nebras­ka a Iowa, lugar de des­tino, Mary sal­va la vida de Geor­ge Briggs (Lee Jones); a cam­bio de ese acto de noble­za el taci­turno indi­vi­duo acep­ta acom­pa­ñar­la en su misión, com­par­tien­do la dura expe­rien­cia de tener que supe­rar los peli­gros de dife­ren­te índo­le atra­ve­san­do la vas­ta región de la Fron­te­ra Americana.

Con el logra­do desem­pe­ño de sus pro­ta­go­nis­tas más la acer­ta­da cola­bo­ra­ción entre otros de Meryl Streep, James Spa­der, Miran­da Otto y John Lith­gow, carac­te­ri­zan­do a seres huma­nos sin­ce­ros y autén­ti­cos, Lee Jones ha logra­do un film líri­co, emo­ti­vo y muy bien rela­ta­do que se ve real­za­do por la exce­len­te foto­gra­fía de Rodri­go Prieto.

The Search 

Abdul Mamatusuiev y Bérénice Bejo en THE SEARCH

Abdul Mama­tu­suiev y Béré­ni­ce Bejo en THE SEARCH

Aún con los ecos pro­ve­nien­tes del gran triun­fo obte­ni­do con L’Artiste (2011), Michel Haza­na­vi­cius ha deci­di­do incur­sio­nar en un pro­yec­to total­men­te dife­ren­te, explo­ran­do las mise­rias de una gue­rra. Ins­pi­ra­do muy libre­men­te en el film del mis­mo nom­bre de Fred Zin­ne­mann rea­li­za­do en 1948, The Search es un film que se nutre de bue­nas inten­cio­nes pero que no lle­ga a con­for­mar por­que su con­te­ni­do melo­dra­má­ti­co es enfa­ti­za­do a tra­vés de arti­fi­cios des­ti­na­dos a mani­pu­lar al espectador.

El guión escri­to por su rea­li­za­dor desa­rro­lla la acción duran­te la segun­da gue­rra que tuvo lugar en Che­che­nia en 1999. La masa­cre pro­vo­ca­da por la inva­sión rusa a dicha región moti­va a que se entre­cru­cen los des­ti­nos de varios per­so­na­jes. Así, Had­ji (Abdul-Kha­lim Mama­tu­suiev), un peque­ño húer­fano de 9 años que ha logra­do sal­var­se del ase­si­na­to per­pe­tra­do a sus padres es res­ca­ta­do y colo­ca­do en un orfa­na­to de la Cruz Roja a car­go de la res­pon­sa­ble local (Annet­te Bening); huyen­do del lugar, el niño sale al encuen­tro de Caro­le (Béré­ni­ce Bejo) quien es una alta fun­cio­na­ria repre­sen­tan­te de la Unión Euro­pea que denun­cia las atro­ci­da­des de la gue­rra y deci­de pro­te­ger al menor; otros per­so­na­jes inclu­yen a Rais­sa (Zukh­ra Duish­vi­li), la her­ma­na mayor de Had­ji quien tra­ta de ubi­car al peque­ño den­tro de la con­fu­sión y dis­per­sión de los civi­les en pro­cu­ra del éxo­do; simul­tá­nea­men­te se encuen­tra Kolia (Maxim Eme­lia­nov), un joven ruso músi­co de 20 años, enro­la­do en el ejér­ci­to de su país y que que­da con­ver­ti­do en un des­pia­da­do ase­sino a cau­sa de la guerra.

Este film fran­cés de indu­da­ble con­te­ni­do polí­ti­co tie­ne un cla­ro men­sa­je paci­fi­ca­dor denun­cian­do los horro­res de la gue­rra y la iner­cia de las ins­ti­tu­cio­nes euro­peas res­pon­sa­bles de actuar; sin embar­go, ese pro­pó­si­to se dilu­ye por su natu­ra­le­za extre­ma­da­men­te didác­ti­ca y exce­si­va­men­te sen­ti­men­ta­lis­ta que echa por tie­rra los bue­nos sen­ti­mien­tos de Haza­na­vi­cius. A su favor cabe des­ta­car la nota­ble actua­ción del peque­ño actor che­che­nio Mamatsuiev que a pesar de que per­ma­nez­ca mudo duran­te la mayor par­te del metra­je, su expre­si­vo ros­tro trans­mi­te las trau­má­ti­cas emo­cio­nes vivi­das por la pér­di­da de sus padres.

The Cap­ti­ve 

Ryan Reynolds en THE CAPTIVE

Ryan Rey­nolds en THE CAPTIVE

Ahon­dan­do en temas que son habi­tua­les en la fil­mo­gra­fía del direc­tor cana­dien­se Atom Ego­yan, su recien­te tra­ba­jo vuel­ve a con­si­de­rar aspec­tos vin­cu­la­dos con la des­apa­ri­ción, cul­pa­bi­li­dad, abu­so infan­til y en este caso con el poder del inter­net y sus imá­ge­nes. Esen­cial­men­te, la his­to­ria escri­ta por el rea­li­za­dor y David Fra­ser se refie­re a la des­apa­ri­ción de una menor y lo que acon­te­ce 8 años des­pués del lamen­ta­ble suce­so cuan­do cier­tas indi­ca­cio­nes hacen pre­su­mir que la aho­ra ado­les­cen­te está con vida; eso moti­va a que sus angus­tia­dos padres y las auto­ri­da­des poli­cia­les tra­ten de dilu­ci­dar sobre lo acon­te­ci­do y el para­de­ro de la menor.

El com­ple­jo tema del secues­tro y cau­ti­ve­rio por par­te de una ban­da de pedó­fi­los de ino­cen­tes víc­ti­mas es en prin­ci­pio intere­san­te aun­que lo que se obser­va en Cap­ti­ves no resul­ta gra­ti­fi­can­te. La his­to­ria rela­ta­da en for­ma frag­men­ta­da e inú­til­men­te entre­ve­ra­da, la debi­li­dad de unir las dife­ren­tes pie­zas del rom­pe­ca­be­zas pro­pues­to, su fal­ta de pro­fun­di­dad agra­va­da por situa­cio­nes des­ca­be­lla­das, moti­van a que este film se tor­ne des­con­cer­tan­te. Las actua­cio­nes de Ryan Rey­nolds, Rosa­rio Daw­son, Scott Speed­man y Ale­xia Fast son correc­tas pero de nin­gún modo pue­den sal­var las incon­sis­ten­cias de un rela­to que en últi­ma ins­tan­cia peca de banal y es fácil­men­te olvi­da­ble. Por lo que ante­ce­de pare­ce extra­ño que este thri­ller haya sido selec­cio­na­do para com­pe­tir en el Festival.

Still The Water

Jun Yoshinaga y Nijiro Murakami en STILL THE WATER

Jun Yoshi­na­ga y Niji­ro Mura­ka­mi en STILL THE WATER

Este film japo­nés de la rea­li­za­do­ra y guio­nis­ta Nao­mi Kawa­se cons­ti­tu­ye un serio inten­to de des­cri­bir la comu­ni­ca­ción del hom­bre con la natu­ra­le­za toman­do como refe­ren­cia la isla japo­ne­sa de Ama­mi. El rela­to es una his­to­ria de amor entre dos ado­les­cen­tes (Niji­ro Mura­ka­mi, Jun Yoshi­na­ga) y la for­ma como ambos se vin­cu­lan con sus res­pec­ti­vas fami­lias, espe­cial­men­te en el caso de ella cuya madre está por morir.

El men­sa­je de este ínti­mo film es que a tra­vés del pasa­je del tiem­po la vida sigue inexo­ra­ble­men­te su rum­bo más allá de los dife­ren­tes con­tra­tiem­pos que el ser humano ten­ga que enfren­tar. De rit­mo des­igual, el rela­to se tor­na de a ratos dema­sia­do lán­gui­do a tra­vés de esce­nas repe­ti­ti­vas pero en todo caso hay aspec­tos que moti­van su inte­rés como la for­ma en que se expo­nen las rela­cio­nes entre gen­te de dife­ren­tes gene­ra­cio­nes. Su con­te­ni­do líri­co don­de lo mís­ti­co y espi­ri­tual se fun­den ade­cua­da­men­te, así como su des­ta­ca­ble belle­za visual con­tri­bu­ye a que Still The Water pue­da ser apre­cia­do por un públi­co selectivo.

Voce Huma­na

Sophia Loren en VOCE HUMANA

Sophia Loren en VOCE HUMANA

Este cor­to­me­tra­je ita­liano del rea­li­za­dor Edoar­do Pon­ti ha sido dedi­ca­do a su madre, la mito­ló­gi­ca Sophia Loren que lo inter­pre­ta. Ins­pi­ra­da en la céle­bre pie­za de Jean Coc­teau don­de apa­re­ce una sola actriz en esce­na, el dra­ma se cen­tra en Ange­la, una mujer que encon­trán­do­se en el cre­púscu­lo de su exis­ten­cia, man­tie­ne una últi­ma con­ver­sa­ción tele­fó­ni­ca con el hom­bre que ama. A tra­vés de inten­sos 25 minu­tos, la gran dama del cine ita­liano demues­tra que toda­vía está en ple­na for­ma para trans­mi­tir toda la inten­si­dad con­te­ni­da en el rela­to de Cocteau.

Habien­do esta­do pre­sen­te, la actriz fue cáli­da­men­te aplau­di­da al final de su pro­yec­ción y pos­te­rior­men­te vol­vió a apa­re­cer en pan­ta­lla en la exce­len­te copia res­tau­ra­da del film de Vit­to­rio de Sica Matri­mo­nio a la Ita­lia­na que en 1964 pro­ta­go­ni­zó jun­to a Mar­ce­llo Mas­troian­ni, basa­do en la obra Filu­me­na Mar­tu­rano de Eduar­do De Filippo.

Para los Devo­tos de Woody Allen

FADING GIGO­LO. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film escri­to y diri­gi­do por John Turturro

¿Quién pue­de ima­gi­nar­se a John Tur­tu­rro ani­man­do a un ser­vi­dor sexual de muje­res y Woody Allen como su inigua­la­ble con­se­je­ro? Pues bien, si alguien duda de ello Fading Gigo­lo está para probarlo.

En su quin­ta incur­sión como rea­li­za­dor Tur­tu­rro deci­dió co-pro­ta­go­ni­zar este film tenien­do como aso­cia­do nada menos que a Woody Allen en una de sus raras incur­sio­nes don­de él no diri­ge; si bien su nom­bre podrá atraer a la audien­cia que lo sigue fiel­men­te, lo cier­to es que esta come­dia sexual no tie­ne la sufi­cien­te enver­ga­du­ra como para con­for­mar por com­ple­to debi­do a que Tur­tu­rro en cali­dad de guio­nis­ta no logra ela­bo­rar una his­to­ria sufi­cien­te­men­te ima­gi­na­ti­va y sóli­da como para que se dis­tin­ga de las típi­cas come­dias de situa­cio­nes que sue­len ver­se en la televisión.

 Woody Allen y John Turturro

Woody Allen y John Turturro

El rela­to que trans­cu­rre en Nue­va York pre­sen­ta a Fio­ra­van­te (Tur­tu­rro), un modes­to flo­ris­ta, y a Murray (Allen), su ami­go de lar­ga data quien es el due­ño de una libre­ría que está por cerrar por fal­ta de acti­vi­dad comer­cial. Preo­cu­pa­do por su situa­ción finan­cie­ra, Murray des­cu­bre una veta impor­tan­te para hacer dine­ro cuan­do la Dra. Par­ker (Sha­ron Sto­ne), su der­ma­tó­lo­ga, le comen­ta que está intere­sa­da en un ména­ge à trois don­de su sexy ami­ga Seli­ma (Sofía Ver­ga­ra) está dis­pues­ta a par­ti­ci­par. Sin pér­di­da de tiem­po Murray con­ven­ce a su ami­go de cola­bo­rar en este affai­re remu­ne­ra­do, don­de como ges­tor de esta ope­ra­ción cobra­rá un por­cen­ta­je del mon­to que lle­gue a percibir.

Así comien­za una sin­gu­lar acti­vi­dad eco­nó­mi­ca para Fio­ra­van­te como el impro­vi­sa­do Don Juan y para su ami­go como el impro­ba­ble pro­xe­ne­ta tra­tan­do de abor­dar a clien­tas madu­ras quie­nes deseo­sas de satis­fa­cer sus deseos sexua­les no tie­nen empa­cho de pagar por los favo­res reci­bi­dos. Todo pare­ce cam­biar cuan­do Fio­ra­van­te cono­ce a Avi­gal (Vanes­sa Para­dis), una joven viu­da judía orto­do­xa con 6 hijos, y se va ges­tan­do un roman­ce entre ambos. La situa­ción se com­pli­ca cuan­do Dovi (Lieb Schrei­ber), una suer­te de poli­cía de la comu­ni­dad jasí­di­ca que tam­bién está intere­sa­do en ella, obser­va lo que está sucediendo.

En una his­to­ria dema­sia­do livia­na y este­reo­ti­pa­da así como difí­cil de ser con­ce­bi­da realís­ti­ca­men­te, el tema de la pros­ti­tu­ción mas­cu­li­na es super­fi­cial­men­te con­si­de­ra­do; sin embar­go, lo res­ca­ta­ble del film es el nivel de inter­pre­ta­ción don­de los acto­res supe­ran amplia­men­te a los per­so­na­jes que carac­te­ri­zan. A pesar de la pre­sen­cia de dos sen­sua­les actri­ces como Sto­ne y Ver­ga­ra quie­nes vuel­can a sus roles con­si­de­ra­ble sen­si­bi­li­dad, esta come­dia no des­bor­da ni se exce­de des­de una ópti­ca sexual. Por su par­te Para­dis, trans­mi­te muy bien la natu­ra­le­za de una mujer ávi­da de afec­tos que por per­te­ne­cer y some­ter­se a los prin­ci­pios de la comu­ni­dad a la cual per­te­ne­ce, ha per­ma­ne­ci­do enclaus­tra­da y apar­ta­da del mun­do exte­rior, per­ci­bien­do aho­ra una espe­ran­za de mejor vida al abrir­se hacia el hom­bre que la tra­ta con gen­ti­le­za y ama­bi­li­dad. En cuan­to a sus dos pro­ta­go­nis­tas, Tur­tu­rro con­ven­ce como el gigo­ló a pesar suyo, en tan­to que Allen carac­te­ri­zan­do al sin­gu­lar pro­xe­ne­ta de edad madu­ra se defien­de muy bien con sus impro­vi­sa­das y gra­cio­sas ocu­rren­cias com­pen­san­do de este modo las limi­ta­cio­nes del guión.

Con­clu­sión: Con momen­tos de fran­co humor y con algu­nas situa­cio­nes de mani­fies­ta ter­nu­ra, Tur­tu­rro ha logra­do una modes­ta come­dia pica­res­ca sen­ti­men­tal, muy bien actua­da, que con­for­ma­rá a una audien­cia no dema­sia­do exi­gen­te.  Jor­ge Gutman

Una Bue­na Come­dia Deportiva

MILLION DOLLAR ARM. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Craig Gillespie

Esta pelí­cu­la res­pon­de a aqué­llas que dejan una agra­da­ble sen­sa­ción de bien­es­tar por­que con­tri­bu­ye a reani­mar el espí­ri­tu y ade­más por­que es siem­pre esti­mu­lan­te con­tem­plar a per­so­na­jes sanos y de noble espí­ri­tu como algu­nos de los que se encuen­tran aquí.

Basa­do en una his­to­ria real de J. B. Berns­tein, un agen­te depor­ti­vo que tra­tó de revi­ta­li­zar su empre­sa a tra­vés de un curio­so recur­so, el rea­li­za­dor Craig Gilles­pie apro­ve­cha a su favor el buen guión de Tom McCarthy para ofre­cer en poco más de dos horas un rela­to emo­ti­vo con remi­nis­cen­cias del osca­ri­za­do film bri­tá­ni­co Slum­dog Millo­nai­re (2008).

Jon Hamm

Jon Hamm

Tra­tan­do de man­te­ner a flo­te la com­pa­ñía que posee en Cali­for­nia jun­to con su socio Aash (Aasif Mand­vi), Berns­tein (Jon Hamm) es cons­cien­te sobre la nece­si­dad de encon­trar una rápi­da solu­ción para loca­li­zar bue­nos beis­bo­lis­tas que satis­fa­gan a sus clien­tes. Como la ima­gi­na­ción agu­di­za el inge­nio, des­pués de haber vis­to por la tele­vi­sión el exce­len­te desem­pe­ño de mucha­chos de la India jugan­do al cri­quet, Berns­tein cree que de allí podrían obte­ner­se bue­nos lan­za­do­res de béis­bol pro­fe­sio­na­les para tra­ba­jar en los Esta­dos Uni­dos. A fin de imple­men­tar su idea, deci­de via­jar a Mum­bai jun­to con un cas­ca­rra­bias des­cu­bri­dor de nue­vos valo­res (Alan Arkin) para orga­ni­zar un Reality Show; el pro­pó­si­to es que a tra­vés de una sin­gu­lar com­pe­ten­cia a nivel nacio­nal deno­mi­na­da “Million Dollar Arm” se encon­tra­rá un efi­cien­te can­di­da­to beis­bo­lis­ta que podrá tener la opor­tu­ni­dad de via­jar a los Esta­dos Uni­dos e ingre­sar a una de las más impor­tan­tes ligas de dicho deporte.

Des­pués de haber selec­cio­na­do a dos jóve­nes fina­lis­tas, Rin­ku Singh (Suraj Shar­ma) y Dinesh Patel (Madhur Mit­tal), con­tan­do con la ayu­da de un entu­sias­ta asis­ten­te y tra­duc­tor indio (Pito­bash), Berns­tein retor­na con el gru­po a Los Ángeles.

A par­tir de allí, comien­za el pro­ce­so de pre­pa­ra­ción de los mucha­chos a car­go del entre­na­dor beis­bo­lis­ta Tom Hou­se (Bill Pax­ton) así como la adap­ta­ción de Rin­ku y Dinesh a un medio cul­tu­ral tan dife­ren­te al del ambien­te humil­de al que per­te­ne­cen en su ciu­dad natal. Si bien la his­to­ria es pre­de­ci­ble, por­que los que siguen las vici­si­tu­des del béis­bol ame­ri­cano saben de ante­mano su des­en­la­ce, Gilles­pie tra­ta de evi­tar los este­reo­ti­pos del géne­ro mos­tran­do por el con­tra­rio los ras­gos de dig­ni­dad y hones­ti­dad que ani­man a estos ado­les­cen­tes indios que van des­cu­brien­do ante sus ojos un mun­do com­ple­ta­men­te nue­vo y sor­pren­den­te con sen­ti­mien­tos ambi­va­len­tes; así, la diná­mi­ca exis­ten­te en la gran metró­po­li don­de aca­ban de lle­gar les resul­ta sor­pren­den­te e inclu­so exci­tan­te pero al pro­pio tiem­po les pro­du­ce una cier­ta alie­na­ción y con­fu­sión de valo­res que les hace recor­dar con nos­tal­gia el terru­ño del cual pro­vie­nen. Esa mis­ma huma­ni­dad des­ti­la en el res­to de los per­so­na­jes comen­zan­do por Berns­tein quien con su per­so­na­li­dad caris­má­ti­ca logra infun­dir una ter­nu­ra insos­pe­cha­da, des­pués de haber deja­do de lado una acti­tud incons­cien­te­men­te egoís­ta para lle­gar a com­pren­der y lograr que Rin­ku y Dinesch pue­dan final­men­te adqui­rir mayor con­fian­za en sí mismos.

La pre­sen­cia feme­ni­na se mani­fies­ta en Bren­da, (Lake Bell), una joven doc­to­ra quien con su acti­tud gene­ro­sa y com­pren­si­va logra ganar­se con faci­li­dad la sim­pa­tía y afec­to de Rin­ku y Dinesh como así tam­bién el cora­zón de Bernstein.

Sien­do este film un pro­duc­to de los estu­dios Dis­ney, podría qui­zá espe­rar­se un poco de sen­ti­men­ta­lis­mo arti­fi­cial; sin embar­go eso no ocu­rre aquí, por­que a pesar de tra­tar­se de un rela­to que tra­ta de atraer con su encan­to y dul­zu­ra a la fami­lia en su con­jun­to con la genui­na ino­cen­cia de los jóve­nes indios, el film ilus­tra con hones­ti­dad la coli­sión cul­tu­ral exis­ten­te entre Mum­bay y Los Ánge­les, como así tam­bién la volun­tad sin­ce­ra de dos mucha­chos deseo­sos de repre­sen­tar con orgu­llo a su país den­tro de las gran­des ligas ame­ri­ca­nas de béisbol.

Con­clu­sión: Una come­dia depor­ti­va que aun­que no inno­ve en el géne­ro está ins­pi­ra­da en bue­nos sen­ti­mien­tos a tra­vés de un rela­to bien narra­do que se ase­me­ja a un emo­ti­vo cuen­to de hadas, excep­to que en este caso todos sus per­so­na­jes son reales. Jor­ge Gutman

Un Genial Dra­ma­tur­go y un Excep­cio­nal Actor

LES AIGUI­LLES ET L’OPIUMAutor: Robert Lepa­ge – Direc­ción: Robert Lepa­ge — Elen­co: Marc Labrè­che, Welles­lely Rober­tson III — Deco­ra­dos: Carl Fillion – Ves­tua­rio: Fra­nçois St-Aubin — Ilu­mi­na­ción: Bruno Mat­te – Dise­ño Sono­ro: Jean-Sébas­tien Côté – Imá­ge­nes: Lio­nel Arnould . Dura­ción : 1hora 40 minu­tos (sin entre­ac­to). Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 18 de junio de 2014 en el Théâ­tre du Nou­veau Mon­de (www.tnm.qc.ca)

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

Foto de Jean-François Gratton

Foto de Jean-Fra­nçois Gratton

¿Qué es lo que no es Robert Lepa­ge? Esta pre­gun­ta vie­ne al caso cuan­do se está fren­te a un dra­ma­tur­go, direc­tor tea­tral, excep­cio­nal direc­tor de ópe­ra capaz de asom­brar con los mon­ta­jes escé­ni­cos que lle­va a cabo como lo pro­bó hace poco tiem­po en el Metro­po­li­tan Ope­ra Hou­se con la des­lum­bran­te pues­ta de la tetra­lo­gía wag­ne­ria­na de El Ani­llo de los Nibe­lun­gos; a ello cabría aña­dir la de rea­li­za­dor cine­ma­to­grá­fi­co, actor y fun­da­dor de Ex Machi­na que es una com­pa­ñía de pro­duc­ción dedi­ca­da a espec­tácu­los de alta cali­dad. La reca­pi­tu­la­ción que ante­ce­de sobre los dis­tin­tos aspec­tos que abar­ca su labor crea­ti­va vie­ne al caso al juz­gar la repo­si­ción de la obra Les Aigui­lles et L’Opium que crea­ra en 1991 y que siguió repre­sen­tán­do­la has­ta 1994, fecha en que Marc Labrè­che lo ha reem­pla­za­do para seguir trans­mi­tien­do la gran rique­za de su texto.

No he vis­to la ver­sión ori­gi­nal de la obra pero lo cier­to es que esta recrea­ción de la pie­za con­ce­bi­da por Lepa­ge cons­ti­tu­ye un ver­da­de­ro acon­te­ci­mien­to tea­tral al tener en cuen­ta la ori­gi­nal e inge­nio­sa direc­ción escé­ni­ca, sus jugo­sos diá­lo­gos y la estu­pen­da inter­pre­ta­ción que Labrè­che hace de su per­so­na­je. La tra­ma comien­za en 1989 con el via­je que Robert, un actor de Que­bec, efec­túa a París a fin de par­ti­ci­par en un docu­men­tal sobre el legen­da­rio trom­pe­tis­ta Miles Davis(1926 – 1991). Ubi­cán­do­se en un hotel de Saint-Ger­main-de Prés, en la mis­ma habi­ta­ción que años atrás habían com­par­ti­do Jean-Paul Sar­tre y Simo­ne de Beau­voir y que tam­bién lo había hecho la musa exis­ten­cia­lis­ta Juliet­te Gré­co, comien­zan a sur­gir los recuer­dos que retro­trae la acción a 1949.

Ese es el año en que Davis es invi­ta­do a Fran­cia para actuar en el Fes­ti­val Inter­na­cio­nal de Jazz de París; allí, ade­más de des­cu­brir los encan­tos de la ciu­dad luz el músi­co se encuen­tra fas­ci­na­do con el vibran­te mun­do inte­lec­tual del lugar, lle­gan­do a cono­cer, entre otros refe­ren­tes de la cul­tu­ra, a Sar­tre y a Gré­co de quien se ena­mo­ra pro­fun­da­men­te; pre­ci­sa­men­te, la rup­tu­ra sen­ti­men­tal con la can­tan­te hará que Davis se vuel­que a la heroí­na. Simul­tá­nea­men­te, en el mis­mo perío­do, el cele­bra­do poe­ta fran­cés Jean Coc­teau (1989 – 1963) arri­ba a Nue­va York y es ahí don­de escri­be su famo­sa “Car­ta a los Ame­ri­ca­nos”; tam­bién la obra hace refe­ren­cia a su afi­ción al opio que se ori­gi­nó con la muer­te de su pro­te­gi­do poe­ta Ray­mond Radiguet.

El valor de esta pie­za tea­tral con sus his­to­rias de amor entre­cru­za­das resi­de en la habi­li­dad del dra­ma­tur­go de haber sabi­do fusio­nar la pre­sen­cia de dos mitos cul­tu­ra­les del siglo XX a tra­vés de un tex­to bri­llan­te que no tie­ne des­per­di­cios ade­más de ori­gi­nar situa­cio­nes de un humor fran­co y espon­tá­neo al que resul­ta impo­si­ble de resis­tir. Pero es muy impor­tan­te des­ta­car que el tra­ba­jo de Lepa­ge se encuen­tra real­za­do por el des­plie­gue tec­no­ló­gi­co emplea­do que logra mara­vi­llas en la la uti­li­za­ción del espa­cio escé­ni­co. Valién­do­se de un cubo gira­to­rio abier­to e incli­na­do que está ado­sa­do al esce­na­rio, el espec­ta­dor tie­ne la sen­sa­ción de estar asi­si­tien­do a un espec­tácu­lo cine­ma­to­grá­fi­co en ter­ce­ra dimen­sión; a tra­vés de esa visión uno que­da des­lum­bra­do con­tem­plan­do la habi­ta­ción del hotel don­de Robert se alo­ja, su tra­ba­jo en el estu­dio don­de pres­ta su voz al docu­men­tal, la pre­sen­cia de Miles actuan­do fren­te al públi­co en París y su músi­ca crea­da para el film Ascen­sor para el Cadal­so (1958) de Louis Malle con algu­nas esce­nas del mis­mo don­de aso­ma el ros­tro de Jean­ne Moreau, así como el depar­ta­men­to de Coc­teau en Nue­va York.

Como ya se ha ade­lan­ta­do, el públi­co tie­ne opor­tu­ni­dad de apre­ciar la inol­vi­da­ble inter­pre­ta­ción de Labrè­che don­de en un doble rol, el actor logra fas­ci­nar a la vez que emo­cio­nar ape­lan­do a genui­nos recur­sos. Como Robert, trans­mi­te la vul­ne­ra­bi­li­dad de un hom­bre que fren­te al dolor de un amor per­di­do tra­ta de repo­ner­se del mis­mo; ani­man­do a Coc­teau, es capaz de meter­se en su piel imi­tan­do con pre­ci­sión sus ade­ma­nes y su aflau­ta­da voz; ade­más, dado el con­tex­to esce­no­grá­fi­co, el actor se con­vier­te en un buen acró­ba­ta con los movi­mien­tos y des­pla­za­mien­tos que debe rea­li­zar para man­te­ner el ade­cua­do el equi­li­brio en las dife­ren­tes esce­nas que se van suce­dien­do. Por su par­te, Welles­ley Rober­tson III ani­ma al bri­llan­te trom­pe­tis­ta afro­ame­ri­cano y aun­que no le cabe diá­lo­go alguno cum­ple una pres­ta­ción con­vin­cen­te a tra­vés del len­gua­je cor­po­ral. Cabe acla­rar que la trom­pe­ta es eje­cu­ta­da por Craig L. Pedersen.

Con­clu­sión: Una obra fas­ci­nan­te, una pues­ta en esce­na des­lum­bran­te y un actor excep­cio­nal logran aunar­se para que el públi­co de Mon­treal dis­fru­te de un exce­len­te espec­tácu­lo.

Una Mula­ta Retra­ta­da en un Buen Film de Epoca

BELLE. Gran Bre­ta­ña, 2013. Un film de Amma Asante

Un rela­to deli­ca­da­men­te tra­ta­do sobre algu­nos aspec­tos socia­les pre­va­le­cien­tes en la Gran Bre­ta­ña del siglo XVIII es lo que ofre­ce el dra­ma de épo­ca Belle de carác­ter bio­grá­fi­co diri­gi­do por Amma Asante.

Gugut Mbatha-Raw y Sam Reid

Gugut Mbatha-Raw y Sam Reid

El rela­to que comien­za en 1769 está lige­ra­men­te basa­do en Dido Eli­za­beth Belle (Gugut Mbatha-Raw), la hija ile­gí­ti­ma del capi­tán Sir John Lind­say (Matthew Goo­de) y de una escla­va negra del Cari­be. Al morir su madre, su padre la envía a vivir a la casa de sus tíos, el aris­to­crá­ti­co juez Lord Mans­field (Tom Wil­kin­son) y su seño­ra Lady Mans­field (Emily Watson), para que cui­den de ella dado que él debe retor­nar a pro­se­guir sus fun­cio­nes en la Real Arma­da. El pri­mer encuen­tro de Belle con su nue­va fami­lia pro­du­ce una no disi­mu­la­da sor­pre­sa por par­te de sus parien­tes al obser­var el color de su piel. De todos modos ella es acep­ta­da como miem­bro de la fami­lia reci­bien­do una bue­na edu­ca­ción, aun­que eso no impi­de que en cier­tas oca­sio­nes sea dis­cri­mi­na­da como cuan­do no pue­de sen­tar­se a cenar en la mis­ma mesa en la oca­sión en que sus parien­tes reci­ben a dis­tin­gui­dos invitados. 

A medi­da que trans­cu­rre el tiem­po Belle va a adap­tán­do­se a las carac­te­rís­ti­cas del ambien­te como así tam­bién a res­pe­tar las for­ma­li­da­des y los códi­gos socia­les impe­ran­tes que for­man par­te del esti­lo de vida de sus anfi­trio­nes. En todo caso, su exis­ten­cia encuen­tra gran solaz en la estre­cha amis­tad com­par­ti­da con Lady Eli­za­beth Murray (Sarah Gadon), su media pri­ma, quien tam­bién es cria­da por los Mans­field y a quien ella con­si­de­ra como su her­ma­na adop­ti­va. Todo cam­bia para Belle cuan­do a la muer­te de su padre ella here­da una gran for­tu­na y es allí don­de los pre­jui­cios socia­les y racia­les pare­ce­rían que­dar de lado al otor­gar­le la com­ple­ta liber­tad de codear­se con los miem­bros de los altos círcu­los aristocráticos.

Simul­tá­nea­men­te, el rela­to enfo­ca la aris­ta román­ti­ca de Belle con John Davi­nier (Sam Reid), un idea­lis­ta e inte­li­gen­te abo­ga­do, moti­va­do polí­ti­ca­men­te y apren­diz de Lord Mans­field. El film adquie­re un matiz dra­má­ti­co cuan­do en 1783 el juez debe inter­ve­nir en el caso de la masa­cre del Zong, un buque car­gue­ro que tra­fi­có más de 100 escla­vos afri­ca­nos y que fue­ron aho­ga­dos en el mar inten­cio­nal­men­te por sus due­ños a fin de cobrar sus res­pec­ti­vos segu­ros de vida. El vere­dic­to adop­ta­do por Lord Mans­field abri­ría el camino para que la escla­vi­tud fue­se eli­mi­na­da por com­ple­to de Gran Bretaña.

Pue­de que el guión de Misan Sagay no se ajus­te feha­cien­te­men­te a la vera­ci­dad de los hechos aquí con­tem­pla­dos, pero en todo caso el film está muy bien rela­ta­do y en muchas oca­sio­nes pare­cie­ra estar basa­do en la lite­ra­tu­ra de Jane Aus­ten, por la for­ma en que están plan­tea­dos los aspec­tos socia­les. No menos impor­tan­te es el acer­ta­do enfo­que de la rea­li­za­do­ra abor­dan­do la dis­cri­mi­na­ción racial así como el tema de la escla­vi­tud, demos­tran­do cómo el nego­cio del trá­fi­co de escla­vos con­tri­bu­yó gran­de­men­te en la posi­ción eco­nó­mi­ca de un sec­tor de la pobla­ción. Todos los aspec­tos seña­la­dos están tra­ta­dos con nota­ble sobrie­dad den­tro del con­tex­to de un perío­do his­tó­ri­co en el que que­dan refle­ja­das las con­tra­dic­cio­nes de una socie­dad en vías de pro­fun­dos cam­bios. En cuan­to al nivel de actua­ción, tan­to Mbatha-Raw en el papel pro­ta­gó­ni­co como el res­to del elen­co trans­mi­ten com­ple­ta con­vic­ción a sus res­pec­ti­vos roles. 

Con­clu­sión: Un deco­ro­so film de épo­ca den­tro del mar­co de la socie­dad ingle­sa de la segun­da mitad del siglo XVIII. Jor­ge Gutman