Un Malé­fi­co Exterminador

BORG­MAN. Holan­da-Bél­gi­ca-Dina­mar­ca, 2013. Un film escri­to y diri­gi­do por Alex van Warmerdam

Un dra­ma absur­da­men­te surrea­lis­ta es lo que ofre­ce Borg­man, film del direc­tor holan­dés Alex van War­mer­dam cuyo estreno mun­dial tuvo lugar en el Fes­ti­val de Can­nes 2013. Tra­tan­do de brin­dar un thri­ller de horror, este rela­to no ter­mi­na por defi­nir adón­de quie­re lle­gar y qué es lo que inten­ta ilustrar.

Jan Bijvoet

Jan Bij­voet

El comien­zo es de lo más extra­ño. Se obser­va a dos caza­do­res que pasan a bus­car a un cura que aca­ba de ter­mi­nar su misa: los tres hom­bres arma­dos con fusil per­si­guen a los sin hogar ocul­tos en un escon­di­te sub­te­rrá­neo de un bos­que don­de se encuen­tra Camiel Borg­man (Jan Bij­voet), un des­ali­ña­do ermi­ta­ño que es jefe de una extra­ña sec­ta. Bus­can­do refu­gio de quie­nes lo están per­si­guien­do, el extra­ño indi­vi­duo se apro­xi­ma a un sofis­ti­ca­do vecin­da­rio don­de acer­cán­do­se a una de las resi­den­cias del lugar le pide a su due­ño Richard (Jeroen Per­ce­val) que le per­mi­ta usar el baño para dar­se una ducha; des­pués de haber­le insi­nua­do que man­tu­vo en el pasa­do una rela­ción con su espo­sa Mari­na (Hadewych Minis), Richard impul­si­va­men­te lo insul­ta ade­más de pro­pi­nar­le unos bue­nos gol­pes. Acto segui­do, Mari­na se apia­da de él y lo ins­ta­la tem­po­ral­men­te en una caba­ña del jar­dín ade­más de pro­cu­rar­le comi­da. De allí en más la pre­sen­cia de Borg­man irá inva­dien­do len­ta­men­te la inti­mi­dad del matri­mo­nio, de sus tres hijos y de su ins­ti­tu­triz (Sara Hjort Ditlevsen).

Con un cli­ma de ten­sión que se va crean­do en torno de un indi­vi­duo domi­nan­do a una fami­lia, el rela­to enfa­ti­za el espí­ri­tu demo­nía­co del visi­tan­te que a tra­vés de la mani­pu­la­ción emo­cio­nal y físi­ca irá exter­mi­nan­do a quien­quie­ra que se le opon­ga en el camino para lograr sus fines valién­do­se para ello de la ayu­da de los otros miem­bros de su banda.

Obser­van­do el desa­rro­llo de los acon­te­ci­mien­tos sur­gen pre­gun­tas que que­dan sin res­pon­der. No hay indi­cio alguno que demues­tre las razo­nes por las que Mari­na cae bajo el hechi­zo de Borg­man ins­tán­do­lo a que se que­de, tam­po­co es posi­ble detec­tar lo que moti­va al dia­bó­li­co vaga­bun­do actuar como lo hace. De a ratos, pare­ce­ría que el film fue­se una répli­ca de Teo­re­ma (1968) de Pier Pao­lo Paso­li­ni o bien de las dos ver­sio­nes de Funny Games (1997, 2007) de Michael Hane­ke, pero aquí no exis­te moti­va­ción con­cre­ta que jus­ti­fi­que lo que se está presenciando.

Un director/autor no está obli­ga­do a brin­dar res­pues­tas a lo que pro­po­ne en un rela­to, pero en cam­bio habría sido desea­ble que War­mer­dam ofre­cie­ra algu­na pis­ta sobre la inten­ción de lo que está narran­do, hecho que aquí no se evi­den­cia. Así, des­pués de la pro­yec­ción uno se pre­gun­ta si lo que se ha vis­to tie­ne por obje­to cri­ti­car la cul­tu­ra o la moral que alien­ta a la cla­se bur­gue­sa repre­sen­ta­da por la fami­lia de Richard, o si aca­so la natu­ra­le­za des­truc­ti­va de Borg­man y sus acó­li­tos cons­ti­tu­ye una demos­tra­ción de la per­mea­bi­li­dad de las fuer­zas del mal en la socie­dad con­tem­po­rá­nea. Vaya uno a saber.

Con­clu­sión: Este film se apre­cia más por su esté­ti­ca fil­ma­ción y sóli­do elen­co que por su con­te­ni­do maca­bro y deci­di­da­men­te vio­len­to sin con­du­cir a un des­en­la­ce con­vin­cen­te.  Jor­ge Gutman