El Mági­co Poder de la Música

BEGIN AGAIN. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film escri­to y diri­gi­do por John Carney

Este agra­da­ble film de John Car­ney es otro de los que prue­ban cómo la músi­ca es capaz de expre­sar emo­cio­nes y lograr un gran poder de comu­ni­ca­ción entre la gen­te. El direc­tor irlan­dés, que ya lo había demos­tra­do en Once (2007) a tra­vés de la rela­ción enta­bla­da en las calles de Dublin entre dos per­so­nas que vuel­can su amor por la músi­ca y cuyo víncu­lo los esti­mu­la a com­po­ner can­cio­nes, vuel­ve aho­ra a repe­tir esa expe­rien­cia en Begin Again. Con la mis­ma fres­cu­ra y hones­ti­dad que irra­dió su film pre­ce­den­te, en esta opor­tu­ni­dad Car­ney ubi­ca la acción en la ciu­dad de Nue­va York don­de la vida de dos almas soli­ta­rias que­da trans­for­ma­da median­te un afor­tu­na­do encuentro.

 Mark Ruffalo y Keira Knightley

Mark Ruf­fa­lo y Kei­ra Knightley

En la his­to­ria ima­gi­na­da por el rea­li­za­dor hay dos per­so­na­jes cen­tra­les que en su ini­cio se encuen­tran aní­mi­ca­men­te des­mo­ra­li­za­dos. Ella es Gre­ta (Kei­ra Knightley), una joven ingle­sa que duran­te muchos años com­par­tió con su novio y socio Dave (Adam Levi­ne) el amor por la músi­ca; jun­tos com­pu­sie­ron un buen núme­ro de can­cio­nes pero con el tiem­po, el gran éxi­to de aquél moti­va que Gre­ta sea deja­da de lado y que la rela­ción se quie­bre deján­do­la en un esta­do de com­ple­ta sole­dad. El otro per­so­na­je pro­ta­gó­ni­co es Dan (Mark Ruf­fa­lo), un eje­cu­ti­vo pro­duc­tor de dis­cos que pro­fe­sio­nal­men­te ha caí­do en des­gra­cia por no haber logra­do un éxi­to musi­cal duran­te los últi­mos años; ade­más de haber sido des­pe­di­do de la com­pa­ñía por su socio (Yasiin Bey) se encuen­tra tam­bién des­co­ra­zo­na­do por estar sepa­ra­do de su espo­sa Miriam (Cathe­ri­ne Kee­ner) y por­que su hija ado­les­cen­te Vio­le­ta (Hai­lee Stein­feld) no lo apre­cia sufi­cien­te­men­te en su con­di­ción de padre.

La vida de Gre­ta y Dan habrá de cam­biar sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te a par­tir del momen­to en que tra­ban cono­ci­mien­to en un club noc­turno; Ste­ve (James Cor­den), un bona­chón ami­go de Gre­ta que can­ta con su gui­ta­rra en el local, la fuer­za ama­ble­men­te a subir al esce­na­rio para ento­nar una melan­có­li­ca com­po­si­ción de su auto­ría; entre los clien­tes se encuen­tra Dan quien impre­sio­na­do con su sua­ve voz la con­ven­ce para que él como pro­duc­tor y ella como can­tau­to­ra aúnen sus esfuer­zos para lograr el éxi­to que pue­da rec­ti­fi­car el rum­bo de sus vidas.

La tra­ma argu­men­tal es sen­ci­lla pero muy efec­ti­va a tra­vés del brío y ener­gía que Gre­ta y Dan vuel­can para demos­trar sus res­pec­ti­vos talen­tos. Así, Manhat­tan se con­vier­te en el esce­na­rio natu­ral don­de a tra­vés de sus pla­zas, par­ques y otros paseos públi­cos Gre­ta inter­pre­ta sus can­cio­nes acom­pa­ña­da por un gru­po de músi­cos entu­sias­tas inclu­yen­do a niños de la calle que se aco­plan para acom­pa­ñar­la, mien­tras que Dan se ocu­pa de regis­trar toda la rique­za musi­cal que emer­ge de esta tarea para vol­car­la en un álbum.

La músi­ca es un ingre­dien­te fun­da­men­tal del film y en tal sen­ti­do Car­ney ha logra­do con­tar con el apor­te de las irre­sis­ti­bles can­cio­nes com­pues­tas por Gregg Ale­xan­der, evi­tan­do que el ingre­dien­te musi­cal sea uti­li­za­do para edul­co­rar o relle­nar el relato.

Las inter­pre­ta­cio­nes de Ruf­fa­lo y Knightley son sobre­sa­lien­tes. La dúc­til actriz ingle­sa se reve­la como una mag­ní­fi­ca voca­lis­ta impri­mien­do a las can­cio­nes que inter­pre­ta una inusi­ta­da cali­dez así como des­ti­la una arro­lla­do­ra y genui­na sim­pa­tía con su nota­ble sen­ti­do del humor, trans­mi­tien­do con sus diá­lo­gos así como en sus expre­sio­nes facia­les las varia­das emo­cio­nes que ema­nan de su per­so­na­je. Por su par­te, Ruf­fa­lo brin­da aquí su mejor tra­ba­jo como actor des­ple­gan­do la ener­gía nece­sa­ria en aque­llas esce­nas reque­ri­das o bien su con­ten­ción emo­cio­nal en otras cir­cuns­tan­cias. La com­pli­ci­dad que se esta­ble­ce entre ambos es nota­ble y lo que resul­ta más remar­ca­ble es que en esta his­to­ria el rea­li­za­dor no cae en la fór­mu­la tra­di­cio­nal de unir román­ti­ca­men­te a sus per­so­na­jes sino que pre­fie­re vin­cu­lar­los a tra­vés de un genuino sen­ti­mien­to amistoso.

Con­clu­sión: Mez­clan­do músi­ca con amis­tad, soli­da­ri­dad y afec­to humano, Car­ney ofre­ce un encan­ta­dor film a tra­vés de la legí­ti­ma emo­ción y fres­cu­ra que irra­dia del mis­mo.  Jor­ge Gutman