Comen­zó el Fes­ti­val de Cine de Montreal

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

Tal como fue anti­ci­pa­do en la edi­ción del 8 de agos­to últi­mo, ayer comen­zó la 38° edi­ción del Fes­ti­val des Films du Mon­de (FFM) con la pro­yec­ción de Salaud, on t’ai­me de Clau­de Lelouch. De la casi trein­te­na de pelí­cu­las ibe­ro-lati­no­ame­ri­ca­nas que serán pro­yec­ta­das, he aquí un bre­ve aná­li­sis crí­ti­co de 10 de las mis­mas que EL POPU­LAR tuvo opor­tu­ni­dad de juzgar.

María y el Ara­ña (Argen­ti­na) es uno de los mejo­res fil­mes de la direc­to­ra María Vic­to­ria Menis quien a tra­vés de un guión sóli­do expo­ne una his­to­ria dra­má­ti­ca­men­te rea­lis­ta sobre el abu­so infan­til. La pro­ta­go­nis­ta es María (Flo­ren­cia Salas), una niña de 13 años vivien­do en un barrio de emer­gen­cia de la ciu­dad de Bue­nos Aires con su abue­la (Mire­lla Pas­cual) y su pare­ja (Luciano Suar­di) algu­nos años menor que ella; exce­len­te alum­na en la escue­la, ella dedi­ca su tiem­po libre a ven­der guías en el pasi­llo de las esta­cio­nes de sub­te­rrá­neo; es allí don­de cono­ce a un mucha­cho (Die­go Vegez­zi) de humil­de ori­gen que dis­fra­za­do de “hom­bre ara­ña” sue­le hacer mala­ba­ris­mos para los pasa­je­ros a fin de ganar algún dine­ro con sus pirue­tas. Si por una par­te, el rela­to ofre­ce su nota de ter­nu­ra en la des­crip­ción de una amis­tad que va gene­ran­do un sen­ti­mien­to más pro­fun­do, des­cri­be al pro­pio tiem­po la reali­dad de un medio social don­de la pobre­za, el mal­tra­to así como la per­ver­sión pue­den enve­ne­nar el alma de ino­cen­tes cria­tu­ras. Con esca­sos diá­lo­gos don­de las pala­bras son reem­pla­za­das con elo­cuen­tes ges­tos, mira­das y silen­cios, el duro rela­to pro­pues­to por la rea­li­za­do­ra lle­ga a con­mo­ver en for­ma hones­ta sin tener que acu­dir a gol­pes de efec­tos for­za­dos. Exce­len­te actua­ción del redu­ci­do elen­co, don­de se des­ta­ca la natu­ral expre­si­vi­dad demos­tra­da por los ado­les­cen­tes Salas y Vegezzi.

Diego Vegezzi y Florencia Salas en MARIA Y EL ARAÑA

Die­go Vegez­zi y Flo­ren­cia Salas en MARIA Y EL ARAÑA

El rea­li­za­dor Alex Sam­pa­yo ha logra­do con Schim­ba­re (Espa­ña) un film de gran cali­dad. Sus méri­tos estri­ban en haber sabi­do cons­truir una his­to­ria apa­sio­nan­te que man­tie­ne per­ma­nen­te­men­te intri­ga­do al espec­ta­dor has­ta que en su últi­ma par­te que­da deve­la­da la esen­cia del dra­ma vivi­do por sus prin­ci­pa­les per­so­na­jes. Luis (Luis Zahe­ra) y su espo­sa Elvi­ra (Can­de­la Peña) que tie­nen una hiji­ta en Espa­ña, se diri­gen en coche con des­tino a Ruma­nia sin que se sepa para qué. En la ruta reci­ben un lla­ma­do tele­fó­ni­co que les obli­ga a reco­ger algo en Buda­pest; la sor­pre­sa es inmen­sa cuan­do des­cu­bren que se tra­ta de una peque­ña de 8 años de edad (San­dra Mokrzic­ka). Sería muy indis­cre­to ade­lan­tar lo que sigue, sal­vo seña­lar que gra­dual­men­te el espec­ta­dor se impo­ne sobre lo que el matri­mo­nio debe­rá enfren­tar al tener que adop­tar una cruel deci­sión que el des­tino les ha apor­ta­do. El sus­pen­so que va cre­cien­do a lo lar­go del rela­to adop­ta en su par­te final un tono vio­len­to que mucho se ase­me­ja a algu­nos de los fil­mes más impor­tan­tes de Michael Hane­ke. Con una ópti­ma inter­pre­ta­ción del trío cen­tral, Sam­pa­yo ofre­ce un dra­ma pro­fun­da­men­te humano al pro­pio tiem­po que denun­cia la cruel­dad de cier­tas orga­ni­za­cio­nes cri­mi­na­les que impe­ran en el con­ti­nen­te euro­peo. Cabe aco­tar que el curio­so títu­lo “shim­ba­re”sig­ni­fi­ca en rumano “cam­bio”, pala­bra que per­fec­ta­men­te se aso­cia a lo que se expo­ne en el film.

Carlos Hernández en MATEO

Car­los Her­nán­dez en MATEO

Una agra­da­ble sor­pre­sa cons­ti­tu­ye la ópe­ra pri­ma Mateo (Colom­bia). La direc­to­ra María Gam­boa ubi­ca la his­to­ria en Barran­ca­ber­me­ja, una peque­ña pobla­ción pró­xi­ma al río Mag­da­le­na, don­de nume­ro­sas comu­ni­da­des de la zona han ido cons­tru­yen­do una paz dura­de­ra en la región, tra­tan­do de pri­vi­le­giar la dig­ni­dad huma­na y el res­pe­to a la vida aje­na. Ins­pi­ra­da por esos hechos la rea­li­za­do­ra ela­bo­ró un guión jun­to a Adria­na Arjo­na pre­sen­tan­do a Mateo (Car­los Her­nán­dez), un ado­les­cen­te de 16 años que tra­ba­ja para el des­pia­da­do usu­re­ro de su tío (Samuel Laz­cano), cobran­do dine­ro de los comer­cian­tes deu­do­res que le han soli­ci­ta­do un prés­ta­mo. Su madre des­aprue­ba sus acti­vi­da­des sobre todo por su poca apli­ca­ción demos­tra­da en sus estu­dios esco­la­res. A pesar de su bre­ve dura­ción, el film con­ven­ce por su hones­ti­dad a tra­vés de una his­to­ria de reden­ción demos­tran­do cómo la influen­cia de un noble cura local (Feli­pe Bote­ro) diri­gien­do un gru­po tea­tral y los inte­gran­tes del mis­mo pue­den con­tri­buir a que Mateo encuen­tre la posi­bi­li­dad de un camino dife­ren­te y posi­ti­vo en su vida.

La vejez, el des­aso­sie­go y la sole­dad son algu­nos de los tópi­cos que la direc­to­ra y guio­nis­ta Libia Ste­lla Gómez con­si­de­ra satis­fac­to­ria­men­te en Ella (Colom­bia). La acción trans­cu­rre en un inqui­li­na­to ubi­ca­do en Ciu­dad Bolí­var, uno de los sec­to­res más depri­mi­dos de los subur­bios de Bogo­tá, don­de vive humil­de­men­te un matri­mo­nio de ancia­nos inte­gra­do por Alci­des (Hum­ber­to Aran­go) y Geor­gi­na (Rei­na Sán­chez); mien­tras él se ocu­pa de reco­ger mate­rial reci­cla­ble en su carre­ti­lla, ella se dedi­ca a las tareas hoga­re­ñas. Cuan­do Geor­gi­na mue­re como resul­ta­do de un alter­ca­do con un des­pia­da­do vecino (Andrés Cas­ta­ñe­da), su mari­do que­da pro­fun­da­men­te des­con­so­la­do al no poder asu­mir la vida sin la per­so­na que tan­to amó. Ahí comien­za para el vie­jo hom­bre un dra­má­ti­co vía cru­cis cuan­do al ocu­par­se de los trá­mi­tes de defun­ción tro­pie­za con una buro­cra­cia que no logra apia­dar­se de él; ade­más, se encuen­tra con la difi­cul­tad del entie­rro fren­te a la fal­ta de dine­ro nece­sa­rio para que su Geor­gi­na ten­ga un fére­tro digno y que tam­bién pue­da ser obje­to de un res­pe­ta­ble fune­ral. Fren­te a la indo­len­cia gene­ra­li­za­da que encuen­tra, Alci­des deci­de por su cuen­ta cons­truir un cajón reco­gien­do tablas del mer­ca­do local. Con remar­ca­ble expre­si­vi­dad el exce­len­te actor Hum­ber­to Aran­go da vida al des­am­pa­ra­do viu­do quien debe apren­der a vivir sin su espo­sa pero que al pro­pio tiem­po valo­ra el apo­yo de sus veci­nos; tam­bién es des­ta­ca­ble la par­ti­ci­pa­ción de Deisy Maru­lan­da quien trans­mi­te una gran ter­nu­ra carac­te­ri­zan­do a una niña veci­na de Alci­des que sufre los mal­tra­tos vio­len­tos de su padre y a quien el anciano tra­ta­rá de pro­cu­rar­le un futu­ro más auspicioso.

Silvina Páez en EL BUMBÚN

Sil­vi­na Páez en EL BUMBÚN

Basa­do en una adap­ta­ción del cuen­to homó­ni­mo de Car­men Agüe­ro Vera, Fer­nan­do Ber­mú­dez diri­gió El Bum­bún (Argen­ti­na), pri­mer film roda­do ínte­gra­men­te en la pro­vin­cia de La Rio­ja que abor­da el tema de la iden­ti­dad sexual. El exa­cer­ba­do machis­mo ‑una ana­cró­ni­ca cul­tu­ra aún pre­va­le­cien­te en varias regio­nes de Amé­ri­ca Lati­na- es el ele­men­to que impul­sa el desa­rro­llo del rela­to don­de Anto­nio (Daniel Valen­zue­la), un rudo hache­ro vivien­do en una zona rural de la pro­vin­cia jun­to a su mujer y tres hijas, sien­te un gran des­en­can­to al no tener un hijo varón; no obs­tan­te, hay una mani­fies­ta espe­ran­za con el cuar­to emba­ra­zo de su cón­yu­ge. Cuan­do el recién naci­do bebé es de sexo feme­nino, su padre toma la drás­ti­ca deci­sión de hacer creer al mun­do que lo rodea que su mujer le ha dado el desea­do varon­ci­to. Es así como Bum­bún (Sil­vi­na Páez) debe afron­tar una tris­te infan­cia con su dife­ren­te iden­ti­dad, sien­do des­pro­vis­ta de muñe­cos pro­pios de una niña, estan­do obli­ga­da a com­par­tir los jue­gos con los chi­cos de la zona y tenien­do que ayu­dar a su padre en los tra­ba­jos físi­cos que éste rea­li­za. La vida de Bum­bún alcan­za una mayor ten­sión en la eta­pa de la puber­tad con la lle­ga­da de la pri­me­ra mens­trua­ción y la apa­ri­ción de ras­gos físi­cos pro­pios de toda mujer­ci­ta que ella debe disi­mu­lar. El pro­ble­ma de un ser que con­fron­ta una cri­sis como la des­crip­ta está expues­to con gran suti­li­dad por par­te del rea­li­za­dor per­mi­tien­do que el públi­co pue­da fácil­men­te empa­ti­zar con el dra­ma emo­cio­nal vivi­do por Bum­bún. La bue­na inter­pre­ta­ción de Valen­zue­la y López acom­pa­ña­dos en pape­les de apo­yo por Luis Ziem­brows­ki y Hugo Casas refuer­zan la cali­dad del film.

La acción de Los Bañis­tas (Méxi­co) del rea­li­za­dor uru­gua­yo Max Zunino se desa­rro­lla en Ciu­dad de Méxi­co en momen­tos en que el país atra­vie­sa una pro­fun­da cri­sis finan­cie­ra que ha dete­rio­ra­do eco­nó­mi­ca­men­te a la mayor par­te de la pobla­ción. Den­tro de ese mar­co el guión expo­ne como telón de fon­do una movi­li­za­ción de pro­tes­ta por par­te de estu­dian­tes que acam­pan en la calle y que nun­ca que­da expli­ca­do en el film a qué se debe; den­tro de un edi­fi­cio pró­xi­mo al lugar don­de se efec­túa la mani­fes­ta­ción se encuen­tran Fla­via (Sofía Espi­no­za), una ado­les­cen­te arro­gan­te frus­tra­da por no haber sido acep­ta­da en la uni­ver­si­dad, y Mar­tín (Juan Car­los Colom­bo), un hom­bre madu­ro y des­em­plea­do que res­pon­de a una per­so­na­li­dad total­men­te opues­ta a la de ella. Si bien son loa­bles las inten­cio­nes del film expo­nien­do el prin­ci­pio de la soli­da­ri­dad que emer­ge den­tro de la dis­con­for­mi­dad gene­ra­da por un con­tex­to de mar­ca­da des­igual­dad social, la impo­si­bi­li­dad de que ambos per­so­na­jes pue­dan modi­fi­car el cur­so de sus vidas futu­ras que­da dilui­da en un rela­to dema­sia­do len­to que no ter­mi­na de convencer.

El tema de la Gue­rra Civil espa­ño­la es con­si­de­ra­do en La Memo­ria de los Oli­vos (Espa­ña), pri­mer film del direc­tor y guio­nis­ta Raúl Rome­ra. El rela­to des­cri­be la for­ma en que un tran­qui­lo pue­blo espa­ñol se sien­te afec­ta­do duran­te los pri­me­ros meses de la con­tien­da con el des­plie­gue de la repre­sión falan­gis­ta; al mis­mo tiem­po ilus­tra el modo en que fami­lia­res direc­tos apro­ve­chan la situa­ción para sal­dar ren­ci­llas per­so­na­les libran­do una gue­rra sucia y silen­cio­sa más allá del con­flic­to bélico.

Si en prin­ci­pio el dra­má­ti­co tópi­co resul­ta intere­san­te, su carác­ter exce­si­va­men­te melo­dra­má­ti­co car­gan­do las tin­tas en un mani­queís­mo entre los “bue­nos” y “los malos” impi­de que el film tras­cien­da emocionalmente.

Nandita Das en RASTRES DE SANDAL

Nan­di­ta Das en RAS­TRES DE SANDAL

Ras­tres de Sàn­dal (Espa­ña-India) es otro de los fil­mes que tra­ta el pro­ble­ma de la iden­ti­dad abor­dan­do a dos her­ma­nas que viven en dife­ren­tes luga­res del pla­ne­ta. Diri­gi­do por María Ripoll la his­to­ria se basa en la nove­la del mis­mo nom­bre rela­tan­do la situa­ción de dos her­ma­nas que naci­das en Mum­bai están for­za­das a sepa­rar­se de peque­ñas al falle­cer su madre. Tres déca­das des­pués Muna (Nan­di­ta Das), con­ver­ti­da en una popu­la­rí­si­ma actriz de Bolly­wood, deci­de inves­ti­gar sobre el des­tino de su her­ma­na menor Sita a quien ella ado­ra­ba y que men­tal­men­te siem­pre la ha teni­do pre­sen­te. La bús­que­da la tras­la­da de Mum­bai a Bar­ce­lo­na don­de lle­ga a loca­li­zar­la; Pau­la (Anna Clo­tet), que así se lla­ma aho­ra y se desem­pe­ña como inves­ti­ga­do­ra cien­tí­fi­ca, cre­ció en Espa­ña igno­ran­do que sus padres la adop­ta­ron. Rehu­san­do a creer lo que está suce­dien­do, tra­ta­rá de veri­fi­car su ver­da­de­ra iden­ti­dad reco­rrien­do un len­to camino que con­du­ci­rá a que final­men­te reco­noz­ca a su ver­da­de­ra her­ma­na. El humano tema mues­tra cómo dos seres a pesar de sus dife­ren­tes raí­ces cul­tu­ra­les tien­den un puen­te de apo­yo para cimen­tar los lazos fra­ter­na­les. Este via­je emo­cio­nal rela­ta­do en for­ma sen­ci­lla, está muy bien fil­ma­do y visual­men­te impac­ta con el pin­to­res­co colo­ri­do de Mum­bai y la ele­gan­te ciu­dad cata­la­na; ade­más del sen­ti­mien­to de afec­to y cali­dez que ema­na de esta his­to­ria cabe des­ta­car algu­nas sim­pá­ti­cas esce­nas bolly­woo­den­ses muy bien inser­ta­das a la misma.

En su pri­mer lar­go­me­tra­je de fic­ción Chris­tian Díaz Par­do abor­da en Gon­zá­lez (Méxi­co) un tema rara­men­te tra­ta­do en cine aun­que cier­ta­men­te no des­co­no­ci­do como lo es el com­por­ta­mien­to de cier­tas agru­pa­cio­nes reli­gio­sas que logran pose­sio­nar­se del dine­ro ajeno a tra­vés de méto­dos des­ho­nes­tos. Harold Torres ani­ma a Gon­zá­lez, un soli­ta­rio indi­vi­duo des­em­plea­do y alta­men­te endeu­da­do que tra­ta de sobre­vi­vir a las difi­cul­ta­des gene­ra­das por su situa­ción actual. Des­pués de haber explo­ra­do sin suer­te algu­nas posi­bi­li­da­des de empleo, a tra­vés de la red de Inter­net logra final­men­te con­se­guir un pues­to para desem­pe­ñar­se como ope­ra­dor tele­fó­ni­co en un tem­plo evan­ge­lis­ta que está a car­go del pas­tor Elías (Car­los Bar­dem); su fun­ción con­sis­te en invi­tar a todos aqué­llos que lla­man en pro­cu­ra de ayu­da por pro­ble­mas que atra­vie­san a que ven­gan a la igle­sia. El con­se­jo es siem­pre el mis­mo: no per­der la fe en Dios y con­tri­buir con el diez­mo como agra­de­ci­mien­to anti­ci­pa­do por la ayu­da que el Señor habrá de brin­dar­les. A tra­vés de esta far­sa bien urdi­da, Gon­zá­lez que es ateo com­prue­ba has­ta qué pun­to ino­cen­tes per­so­nas son esquil­ma­das eco­nó­mi­ca­men­te en nom­bre de la fe por el ines­cru­pu­lo­so evan­ge­lis­ta; no obs­tan­te, los bene­fi­cios que redi­túa el nego­cio hace que al poco tiem­po se sien­ta ten­ta­do de lle­gar a ser tam­bién pas­tor de esa con­gre­ga­ción. De intere­san­te plan­teo, el rela­to se des­ni­ve­la un poco en su últi­ma par­te con­du­cien­do a una reso­lu­ción cues­tio­na­ble; sin embar­go, hay que reco­no­cer sus méri­tos debi­do a la bue­na pues­ta en esce­na de Díaz Par­do quien dota al film de una inusual ener­gía y una intri­ga lo sufi­cien­te­men­te atrac­ti­va para man­te­ner la aten­ción del rela­to. Entre otros ele­men­tos favo­ra­bles cabe dis­tin­guir la bue­na actua­ción de Torres y Bar­dem, en tan­to que en los ren­glo­nes téc­ni­cos la mag­ní­fi­ca foto­gra­fía de Juan Pablo Ramí­rez con­tri­bu­ye a crear el cli­ma atmos­fé­ri­co requerido.

Un film líri­co de rea­lis­mo social es lo que se apre­cia en La Tiri­sia (Méxi­co) de Jor­ge Pérez Solano. El rea­li­za­dor quien es tam­bién autor del guión se ins­pi­ró en los rela­tos de cien­tos de muje­res que se encuen­tran fren­te al dra­má­ti­co dile­ma de optar entre sus hijos y su pare­ja para poder man­te­ner a sus fami­lias; para ello pre­sen­ta la vida de Che­ba (Adria­na Paz) y Ánge­les Miguel (Gabrie­la Car­tol) que han sido emba­ra­za­das por un mis­mo hom­bre (Gus­ta­vo Sán­chez Parra) y quie­nes des­pués de haber aban­do­na­do a sus hijos son víc­ti­mas de pro­fun­da tris­te­za. Tra­tan­do de pri­vi­le­giar las imá­ge­nes en lugar de recu­rrir a las pala­bras, Pérez Solano logra trans­mi­tir aca­ba­da­men­te la gama emo­cio­nal de sus intér­pre­tes feme­ni­nas. Sin juz­gar ni denun­ciar la cru­da reali­dad expues­ta de estas muje­res que muchas veces son uti­li­za­das como incu­ba­do­ras para ges­tar nue­vos hijos, este film ilus­tra una situa­ción des­es­pe­ran­za­da don­de apa­ren­te­men­te no hay indi­cios que la mis­ma pue­da modi­fi­car­se. Buen apor­te para el FFM.