Algu­nos Mons­truos Hollywoodenses

MAPS TO THE STARS. Cana­dá-Esta­dos Uni­dos-Ale­ma­nia-Fran­cia, 2014. Un film de David Cronenberg

David Cro­nen­berg retor­na al cine para ofre­cer un cua­dro impla­ca­ble de cier­ta gen­te que con­vi­ve en el agi­ta­do mun­do de Holly­wood. A tra­vés de una his­to­ria coral con per­so­na­jes que en su gran mayo­ría resul­tan des­pre­cia­bles, el públi­co asis­te a un feroz rela­to don­de cual­quier medio resul­ta líci­to para lograr los fines perseguidos.

Julianne Moore

Julian­ne Moore

Uno de los per­so­na­jes es Hava­na Segrand (Julian­ne Moo­re), una madu­ra, neu­ró­ti­ca e his­té­ri­ca actriz deca­den­te que no se resig­na a admi­tir el paso del tiem­po y que ambi­cio­na revi­vir las glo­rias de un pasa­do ya lejano. De un mar­ca­do ego­cen­tris­mo, su inme­dia­to pro­pó­si­to es asu­mir el rol pro­ta­gó­ni­co de un nue­vo film en don­de años atrás su madre (Sarah Gor­don) había enca­be­za­do el repar­to. Cuan­do la intér­pre­te que iba a inter­pre­tar­lo –y según pare­ce es su ami­ga- sufre una gran des­gra­cia por la muer­te acci­den­tal de su hiji­to y no está en con­di­cio­nes de actuar, Hava­na enlo­que­ci­da de ale­gría fes­te­ja ese dra­ma por­que le alla­na el camino para reem­pla­zar­la. Otro per­so­na­je pro­ble­ma­ti­za­do es el de Agatha (Mia Wasi­kows­ka), una tími­da y enfer­mi­za chi­ca con un tris­te pasa­do de piró­ma­na, que lle­ga a Holly­wood pro­ce­den­te de Flo­ri­da y logra con­se­guir un tra­ba­jo como asis­ten­te per­so­nal de Hava­na. De natu­ra­le­za inaguan­ta­ble y des­pre­cia­ble es Ben­jie (Evan Bird), el her­mano menor de Agatha que aca­ba de ter­mi­nar su cura de des­in­to­xi­ca­ción; con sus 13 años ya gana una for­tu­na en un show tele­vi­si­vo y no tie­ne escrú­pu­lo alguno de des­pren­der­se de cual­quier rival que se le cru­ce en el camino aun­que ello impli­que come­ter un cri­men. A esta fau­na huma­na se agre­ga la madre de Benie (Oli­via Williams) quien se ocu­pa de mane­jar­le sus finan­zas, en tan­to que su mari­do (John Cusak) es un gurú de la tele­vi­sión y una suer­te de guía espi­ri­tual que se encar­ga de sumi­nis­trar tera­pia físi­ca a Havana.

A tra­vés de los per­so­na­jes des­crip­tos y valién­do­se del guión de Bru­ce Wag­ner, Cro­nen­berg ofre­ce un rela­to impia­do­so y cruel al que no le fal­ta sexo, inces­to, mani­pu­la­ción, per­ver­sión, exa­cer­ba­da vio­len­cia, pro­fu­sa san­gre y algu­nas esce­nas esca­to­ló­gi­cas de dudo­so gus­to. Todo ello se tra­du­ce en una pin­tu­ra nada ama­ble de una gale­ría de carac­te­res que se dis­tin­guen por una fal­ta casi total de huma­ni­dad, con la sola excep­ción de un con­duc­tor de limu­si­nas (Robert Pat­tin­son) que aspi­ra a ser actor.

Aun­que la pelí­cu­la no care­ce de inte­rés y posee algu­nas esce­nas auda­ces bien logra­das, el film está des­ni­ve­la­do por algu­nas situa­cio­nes incohe­ren­tes que lo vuel­ven des­pa­re­jo. Con todo, y sin que pue­da com­pa­rar­se al tra­ta­mien­to más rigu­ro­so y pro­fun­do que Robert Alt­man brin­da­ra en The Pla­yer (1992) sobre el mun­do de la indus­tria cine­ma­to­grá­fi­ca de Holly­wood, que­da como resul­ta­do una excén­tri­ca sáti­ra que pue­de ver­se, sobre todo por el cali­fi­ca­do elen­co y muy espe­cial­men­te por la actua­ción de Julian­ne Moo­re que le valió el pre­mio a la mejor actriz en el últi­mo fes­ti­val de Cannes.

Con­clu­sión: Un film menor de Cro­nen­berg que a pesar de sus alti­ba­jos logra entre­te­ner. Jor­ge Gutman

El Cos­to Emo­cio­nal de la Per­fec­ción Musical

WHI­PLASH. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film escri­to y diri­gi­do por Damien Chazelle

Si hubie­ra que men­cio­nar un film de 2014 que impac­te de mane­ra rotun­da y vis­ce­ral, sin duda sería Whi­plash. Aun­que el cine ha con­si­de­ra­do más de una vez las dife­ren­tes mani­fes­ta­cio­nes que pue­den adop­tar los víncu­los que se esta­ble­cen entre pro­fe­so­res y alum­nos, pocas veces esa rela­ción alcan­zó el nivel de extre­ma cru­de­za que se apre­cia en este film que mere­ció en el fes­ti­val de Sun­dan­ce el Gran Pre­mio del Jura­do y el del público.

 Miles Teller y J.K. Simons

Miles Teller y J.K. Simons

El prin­ci­pal méri­to de este exce­len­te dra­ma es la nota­ble carac­te­ri­za­ción de carac­te­res logra­da por el talen­to­so rea­li­za­dor Damien Cha­ze­lle en la ela­bo­ra­ción del guión. En esen­cia, el film expo­ne el encuen­tro de dos per­so­na­li­da­des cuya rela­ción se desa­rro­lla en un nivel de inten­sa ten­sión. La acción que se desa­rro­lla en la ciu­dad de Nue­va York pre­sen­ta a Andrew (Miles Teller), un mucha­cho de apro­xi­ma­da­men­te 20 años apa­sio­na­do de la bate­ría que estu­dia en un con­ser­va­to­rio de músi­ca muy com­pe­ti­ti­vo. Sus espe­cia­les dotes son apre­cia­das por Teren­ce Flet­cher (J.K. Simons), quien es uno de los más impor­tan­tes pro­fe­so­res de jazz de la aca­de­mia; por esa razón es inme­dia­ta­men­te invi­ta­do a que par­ti­ci­pe en un pres­ti­gio­so con­jun­to musi­cal del esta­ble­ci­mien­to. A par­tir de ese momen­to sur­ge un víncu­lo sado­ma­so­quis­ta entre el pro­fe­sor y su alumno, en la medi­da que Flet­cher uti­li­za su ins­tin­ti­va natu­ra­le­za bru­tal para exi­gir de sus estu­dian­tes y fun­da­men­tal­men­te de Andrew esfuer­zos sobre­hu­ma­nos para que él pue­da tocar a la perfección.

Si en prin­ci­pio uno podría com­pren­der la volun­tad del maes­tro de obte­ner los máxi­mos valo­res poten­cia­les del alumno al que ins­tru­ye, en el caso pre­sen­ta­do por Cha­ze­lle el edu­ca­dor se com­por­ta con un exa­cer­ba­do sadis­mo que prác­ti­ca­men­te des­tru­ye el equi­li­brio emo­cio­nal de Andrew. No sería exa­ge­ra­do seña­lar que la for­ma des­car­na­da y humi­llan­te con que lo tra­ta podría ase­me­jar­se a la fero­ci­dad que los terri­bles guar­dia­nes del régi­men nazi lo hacían con los pri­sio­ne­ros de los cam­pos de con­cen­tra­ción o bien a las prue­bas de resis­ten­cia a las que los sol­da­dos son some­ti­dos en el ejér­ci­to por sus superiores.

La inten­sa vio­len­cia emo­cio­nal con­te­ni­da en el rela­to logra trans­mi­tir­se de un modo tan rea­lis­ta que uno se olvi­da que está asis­tien­do a una his­to­ria de fic­ción para en cam­bio supo­ner­la com­ple­ta­men­te ver­da­de­ra; pre­ci­sa­men­te, el gra­do de rea­lis­mo de lo que se pre­sen­cia lle­ga a un extre­mo tal en don­de esa vir­tud pue­de lle­gar a inco­mo­dar al obser­va­dor por la extre­ma­da dure­za que se pre­sen­ta en la bata­lla psi­co­ló­gi­ca enta­bla­da entre sus dos per­so­na­jes centrales.

Aun­que el libre­to des­cri­ba mag­ní­fi­ca­men­te a Andrew y Flet­cher, tal esfuer­zo habría que­da­do miti­ga­do de no haber con­ta­do con dos acto­res que se entre­gan en cuer­po y alma a dichos per­so­na­jes. Resul­ta impo­si­ble dejar de admi­rar el esfuer­zo físi­co que rea­li­za Andrew, a tra­vés de Miles Teller, con las esco­bi­llas emplea­das para gol­pear los pla­ti­llos a fin de lograr el jus­to tono reque­ri­do por la músi­ca eje­cu­ta­da; al pro­pio tiem­po uno no pue­de dejar de sen­tir­se ape­na­do por la sin­ce­ri­dad de un joven que con sudor, dolor y lágri­mas sufre los emba­tes inflin­gi­dos por su abu­si­vo ins­truc­tor pero que al pro­pio tiem­po no pue­de aban­do­nar­lo por­que su entre­ga por la músi­ca y el jazz supera lo indes­crip­ti­ble; más aún, su gra­do de dedi­ca­ción es tan gran­de que has­ta renun­cia a la posi­bi­li­dad de pro­se­guir una rela­ción sen­ti­men­tal con una bue­na chi­ca (Melis­sa Benoist) por­que podría sig­ni­fi­car­le un obs­tácu­lo a su carre­ra. A J.K.Simmons por su par­te le corres­pon­de dar vida a un ingra­to per­so­na­je quien con un sadis­mo mali­cio­so bus­ca la exce­len­cia de su alumno recu­rrien­do a méto­dos huma­na­men­te deni­gran­tes para lograr su pro­pó­si­to; en tal sen­ti­do este actor logra una admi­ra­ble carac­te­ri­za­ción de su rol.

Final­men­te, el gran elo­gio va para Cha­ze­lle quien ade­más de rela­tar mag­ní­fi­ca­men­te una tris­te his­to­ria gra­ti­fi­ca al espec­ta­dor con la exce­len­cia de la músi­ca de jazz que en su núme­ro final alcan­za una dimen­sión incon­men­su­ra­ble como pocas veces se ha vis­to en cine.

Con­clu­sión: Un film exce­len­te. Jor­ge Gutman

Una Deli­ran­te Tragicomedia

BIRD­MAN OR (THE UNEX­PEC­TED VIR­TUE OF IGNO­RAN­CE). Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Ale­jan­dro Gon­zá­lez Iñárritu

El títu­lo del recien­te film de Ale­jan­dro Gon­zá­lez Iñá­rri­tu hace refe­ren­cia al rol que duran­te cier­to tiem­po solía inter­pre­tar el per­so­na­je cen­tral de la his­to­ria aquí pro­pues­ta. Se tra­ta de Rig­gan Thom­son (Michael Kea­ton), un actor sexa­ge­na­rio que déca­das atrás fue famo­so ani­man­do a “Bird­man”, un super­hé­roe de his­to­rie­ta, y que aho­ra atra­vie­sa en su vida una ins­tan­cia difí­cil al que­rer con­ven­cer­se de que aún tie­ne la capa­ci­dad, ima­gi­na­ción y vigor nece­sa­rios para impo­ner­se nue­va­men­te como actor a la vez que direc­tor tea­tral. A tra­vés de este per­so­na­je, el inte­li­gen­te rea­li­za­dor ofre­ce un cua­dro rea­lis­ta de lo que se vive detrás de la esce­na en opor­tu­ni­dad de estre­nar una pie­za de tea­tro en Broad­way, que es el lugar de mayor visi­bi­li­dad para el triun­fo o el fra­ca­so de quie­nes están direc­ta­men­te invo­lu­cra­dos en el proyecto.

Michael Keaton y Edward Norton

Michael Kea­ton y Edward Norton

Rig­gan es el director,y uno de los acto­res de una obra tea­tral que él adap­tó basa­da en una nove­la de Ray­mond Car­ver. De inmi­nen­te estreno en el Tea­tro St. James, una de las más impor­tan­tes salas de Nue­va York ubi­ca­da en el cora­zón de Broad­way, este acon­te­ci­mien­to tie­ne un sig­ni­fi­ca­do muy espe­cial para Rig­gan dado que cree que le per­mi­ti­rá reco­brar la popu­la­ri­dad de anta­ño. Un día antes del comien­zo de las repre­sen­ta­cio­nes de pre-estreno, el intér­pre­te prin­ci­pal sufre un acci­den­te lo que moti­va a que sea reem­pla­za­do por el actor Mike Shi­ner (Edward Nor­ton), dado que según la opi­nión de Jake (Zach Gali­fia­na­kis) ‑pro­duc­tor de la obra- es un artis­ta bien cono­ci­do y cons­ti­tu­ye una garan­tía para atraer al público.

A par­tir de allí el film, que sal­vo algu­nas esce­nas exte­rio­res de Times Squa­re trans­cu­rre en el inte­rior del edi­fi­cio tea­tral (corre­do­res, cama­ri­nes, esce­na­rio), va ilus­tran­do lo que acon­te­ce con Rig­gan en su difi­cul­to­sa rela­ción enta­bla­da con el domi­nan­te Mike quien pro­cu­ra ejer­cer el con­trol de la obra, su pare­ja Lau­ra (Andrea Rise­bo­rough), la actriz prin­ci­pal (Nao­mi Watts) que tra­ta de alen­tar­lo, su ex espo­sa Syl­via (Amy Ryan) y en espe­cial con su hija Sam (Emma Sto­ne); esta últi­ma, ade­más de ser su asis­ten­te, es la úni­ca que se atre­ve a expre­sar­le con ente­ra fran­que­za algu­nas ver­da­des como cuan­do le dice que al no que­rer par­ti­ci­par en las redes socia­les de la era digi­tal, él se con­vier­te en un hom­bre inexis­ten­te sin tras­cen­den­cia alguna.

En todo el caó­ti­co movi­mien­to que pre­ce­de al estreno, Iñá­rri­tu ofre­ce un muy buen retra­to de un indi­vi­duo tra­tan­do de com­ba­tir sus demo­nios inter­nos y que en algu­nos momen­tos de su esta­do deli­ran­te se encuen­tra pose­sio­na­do por el sim­bó­li­co “hom­bre pája­ro” que solía ani­mar años atrás y que con su voz inte­rior le hace ver que es un medio­cre actor.

Con un exce­len­te mane­jo de la cáma­ra en mano que pare­cie­ra haber sido fil­ma­do en un úni­co inin­te­rrum­pi­do plano secuen­cia –en gran par­te gra­cias a la habi­li­dad del exce­len­te direc­tor de foto­gra­fía Emma­nuel Lubez­ki- Bird­man deja amplio mar­gen de refle­xión sobre el sig­ni­fi­ca­do del éxi­to, cómo el trans­cur­so inexo­ra­ble del tiem­po pue­de afec­tar la pro­se­cu­ción de la carre­ra de un actor de edad madu­ra, así como los entre­te­lo­nes del pro­ce­so artís­ti­co de una obra tea­tral y la diná­mi­ca esta­ble­ci­da entre los acto­res participantes.

Como nota de gran per­ti­nen­cia el guión se refie­re a la influen­cia que ejer­cen los crí­ti­cos tea­tra­les repre­sen­tan­tes de influ­yen­tes medios de comu­ni­ca­ción, quie­nes con sus comen­ta­rios de eva­lua­ción poseen el poder de deci­dir el futu­ro comer­cial de una obra y su per­ma­nen­cia en car­tel; eso se ilus­tra en una dra­má­ti­ca esce­na que tie­ne lugar en un res­tau­ran­te don­de una pres­ti­gio­sa y temi­da crí­ti­ca (Lind­say Dun­can) no tie­ne empa­cho alguno de mani­fes­tar a Rig­gan, que cual­quie­ra sea su apre­cia­ción al juz­gar la obra que va a estre­nar, su opi­nión será nega­ti­va por­que odia lo que él repre­sen­ta y desea des­truir­lo profesionalmente.

En el sóli­do repar­to, Kea­ton apor­ta exce­len­te­men­te los dife­ren­tes mati­ces de un com­ple­jo rol dan­do vida al actor-direc­tor que sufre los gol­pes emo­cio­na­les de una cri­sis exis­ten­cial; Nor­ton, por su par­te tam­bién bri­lla en un per­so­na­je arro­lla­dor, sobre­to­do en algu­nas esce­nas inter­ac­tuan­do con Rig­gan, como así tam­bién en la joco­sa situa­ción que se pro­du­ce cuan­do actuan­do en el esce­na­rio fren­te al públi­co asis­ten­te lle­ga a exci­tar­se sexual­men­te en una esce­na ínti­ma man­te­ni­da con el per­so­na­je ani­ma­do por Watts.

Solo dos repa­ros mere­ce Bird­man; el pri­me­ro de los mis­mos radi­ca en el uso exce­si­vo de los ele­men­tos de fan­ta­sía y sim­bo­lis­mos que pue­den resul­tar alie­nan­tes; en segun­do lugar es que el alo­ca­do y caó­ti­co rit­mo en que están inmer­sos sus per­so­na­jes crean una dis­tan­cia emo­cio­nal con el espec­ta­dor. Con todo, Iñá­rri­tú logra refle­jar el dra­ma humano de un paté­ti­co ser humano deses­pe­ra­do en pro­cu­rar un reco­no­ci­mien­to pro­fe­sio­nal a la vez que el afec­to y amor en el plano personal.

Con­clu­sión: Una audaz y deli­ran­te come­dia negra.  Jor­ge Gut­man 

Las Cuña­das

BELLES SOEURS: THE MUSI­CAL. Autor: René Richard Cyr basa­do en la pie­za del mis­mo nom­bre de Michel Trem­blay. Direc­ción: René Richard Cyr. Músi­ca: Daniel Bélan­ger con Letra de René Richard Cyr. Ver­sión Ingle­sa de la obra: Brian Hill.. Adap­ta­ción de las Can­cio­nes, Letra en Inglés y Músi­ca Adi­cio­nal: Neil Bar­tram. Elen­co por Orden Alfa­bé­ti­co: Vale­rie Boy­le, Lili Con­nor, Éli­se Cor­mier Lisa Hor­ner, Gene­viè­ve Leclerc, Anik Matern, Stepha­nie McNa­ma­ra, Gene­viè­ve St Louis, Mar­cia Tratt, Astrid Van Wie­ren, Pau­la Wolf­son, Jocely­ne Zuc­co. Orques­ta­ción y Direc­ción Musi­cal: Chris Bari­lla­ro. Coreo­gra­fía: Monik Vin­cent. Deco­ra­dos: Jean Bard. Ves­tua­rio: Méré­dith Caron. Ilu­mi­na­ción: Mar­tin Labrec­que. Dura­ción: 1h50 y 25 minu­tos de entre­ac­to. Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 16 de noviem­bre de 2014 en la sala prin­ci­pal del Segal Cen­tre (www.segalcentre.org)

Photo de  Andrée Lanthier

Foto de Andrée Lanthier

Des­de su memo­ra­ble estreno que tuvo lugar en 1968 la obra escri­ta por el gran dra­ma­tur­go Michel Trem­blay ha reco­rri­do un lar­go tra­yec­to tan­to en Cana­dá como a nivel inter­na­cio­nal si se tie­ne en cuen­ta que ha sido mon­ta­da en 25 paí­ses y tra­du­ci­da a nume­ro­sas otras len­guas. De allí que no resul­ta extra­ño que poco más de 4 déca­das des­pués haya sido adap­ta­da y con­ver­ti­da en una pie­za musi­cal en fran­cés gra­cias al talen­to man­co­mu­na­do de René Richard Cyr como res­pon­sa­ble del libre­to y de la letra y de Daniel Bélan­ger en lo con­cer­nien­te a la auto­ría musi­cal, con­so­li­dan­do un gran éxi­to tan­to en la pro­vin­cia de Que­bec como en París. Lo que aún esta­ba ausen­te era su adap­ta­ción al idio­ma de Sha­kes­pea­re, hecho que aho­ra tie­ne el públi­co opor­tu­ni­dad de juz­gar des­pués de 4 años de ges­ta­ción gra­cias a la tena­ci­dad del pro­duc­tor Allan Sand­ler.

Antes de con­si­de­rar los valo­res de esta pro­duc­ción con­vie­ne recor­dar en pocas pala­bras el con­te­ni­do argu­men­tal. La pie­za ori­gi­nal, así como la ver­sión musi­cal trans­cu­rre en un barrio de cla­se obre­ra de Mon­treal en la déca­da del 60 y tie­ne como pro­ta­go­nis­ta a Ger­mai­ne Lau­zon (Astrid Van Wie­ren), una humil­de mujer que aca­ba de ganar un con­cur­so orga­ni­za­do por una fir­ma comer­cial por lo cual reci­be como pre­mio un millón de cupo­nes. Para mate­ria­li­zar la recom­pen­sa los cupo­nes deben ser pega­dos en un con­jun­to de car­ti­llas en un deter­mi­na­do lap­so, lo que evi­den­te­men­te requie­re de un esfuer­zo sobre­hu­mano para poder con­cre­tar la tarea; para ello soli­ci­ta la cola­bo­ra­ción de fami­lia­res y ami­gas para rea­li­zar la tarea. De esta mane­ra 11 muje­res, inclu­yen­do a su hija Lin­da (Éli­se Cor­mier), son con­vo­ca­das en la coci­na de su casa para poner manos a la obra. A tra­vés de esta pre­mi­sa, Trem­blay ofre­ce un buen retra­to de la con­di­ción feme­ni­na de esa épo­ca, toman­do como refe­ren­cia la cla­se social a la cual per­te­ne­cen sus dife­ren­tes per­so­na­jes; es en ese enfo­que que la obra logró reper­cu­tir favo­ra­ble­men­te en el públi­co, por­que ade­más de haber esta­do muy bien escri­ta, explo­ra la vida ruti­na­ria de un gru­po de muje­res hablan­do de varios aspec­tos con­cer­nien­tes a sus vidas, ale­grías y frus­tra­cio­nes, sue­ños no con­cre­ta­dos, pro­ble­mas de comu­ni­ca­ción entre gene­ra­cio­nes dife­ren­tes y algu­nos otros tópi­cos vin­cu­la­dos con las con­ven­cio­nes socia­les vigen­tes. Al así hacer­lo, en esa supues­ta­men­te ami­ga­ble reu­nión salen a relu­cir algu­nas debi­li­da­des de la con­di­ción huma­na, inclu­yen­do los celos, la amar­ga envi­dia y otras mani­fes­ta­cio­nes no exen­tas de encu­bier­ta mal­dad de sus per­so­na­jes, has­ta desem­bo­car en un paté­ti­co des­en­la­ce. Todo ello, Trem­blay lo expre­só exce­len­te­men­te en tono de tra­gi­co­me­dia de mane­ra tal que el espec­ta­dor pudie­ra refle­xio­nar sobre lo expues­to con una son­ri­sa en su rostro.

Los repa­ros que pue­de mere­cer esta trans­po­si­ción musi­cal es que hoy día su tema resul­ta un poco añe­jo, sin des­me­re­cer en abso­lu­to a su gran dra­ma­tur­go. Mucho ha cam­bia­do la socie­dad de Que­bec y fun­da­men­tal­men­te la con­di­ción feme­ni­na; eso no sola­men­te suce­de en Cana­dá sino en gran par­te del mun­do occi­den­tal don­de la figu­ra tra­di­cio­nal de ama de casa es ya un resa­bio del pasa­do y la mujer de hoy día está enfren­ta­da a otra cla­se de desa­fíos. El otro aspec­to a con­si­de­rar es que tenien­do en cuen­ta la idio­sin­cra­sia y carac­te­rís­ti­ca de los per­so­na­jes de Trem­blay, indi­so­lu­ble­men­te inmer­sos en la cul­tu­ra de Que­bec, los diá­lo­gos en inglés de los estra­tos más humil­des de esa épo­ca no resul­ten genui­nos al oído por ser el fran­cés colo­quial la len­gua habla­da por sus integrantes.

Pres­cin­dien­do de las obser­va­cio­nes ante­rio­res, es loa­ble el entu­sias­mo, pasión y ener­gía vol­ca­dos por quie­nes han par­ti­ci­pa­do en este ambi­cio­so pro­yec­to. Las actri­ces no sola­men­te reve­lan exce­len­tes apti­tu­des en la ani­ma­ción de sus res­pec­ti­vos roles sino que ade­más poseen apre­cia­bles apti­tu­des para el can­to; a pesar de que todo gira alre­de­dor del per­so­na­je inter­pre­ta­do por Astrid Van Wie­ren, ésta es una pie­za coral don­de sería injus­to des­ta­car quién es mejor que las demás. En tal sen­ti­do es gran méri­to de René Richard Cyr el haber obte­ni­do de su elen­co resul­ta­dos ópti­mos así como haber logra­do una diná­mi­ca pues­ta escé­ni­ca a pesar del redu­ci­do espa­cio del esce­na­rio tea­tral para una obra musical.

La músi­ca de Daniel Bélan­ger, en este caso con la cola­bo­ra­ción de Neil Bar­tram es todo un hallaz­go don­de una vein­te­na de melo­dio­sas can­cio­nes (entre ellas, FreeClau­det­te’s Wed­ding Day, The Ballad of Pie­rret­te Gué­rin, The Stamps Are Mine) se inser­tan ade­cua­da­men­te den­tro del con­tex­to argu­men­tal. Igual­men­te, Bar­tram mere­ce espe­cial reco­no­ci­mien­to por no haber tra­du­ci­do lite­ral­men­te sino haber encon­tra­do las pala­bras pre­ci­sas en inglés que se ajus­ta­ran a las can­cio­nes de la pie­za. Entre otros aspec­tos nota­bles de esta pro­duc­ción se dis­tin­gue Chris Bari­lla­ro quien ade­más de pia­nis­ta diri­ge a un con­jun­to inte­gra­do por otros 5 músi­cos acom­pa­ñan­do armo­nio­sa­men­te las can­cio­nes inter­pre­ta­das por las 12 actrices.

Con­clu­sión: El Cen­tro Segal ofre­ce un espec­tácu­lo musi­cal de gran jerar­quía debi­do a la valio­sa cola­bo­ra­ción de un excep­cio­nal equi­po artís­ti­coJor­ge Gutman

Una Peque­ña Come­dia Sentimental

ST. VIN­CENT. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film escri­to y diri­gi­do por Theo­do­re Melfi

Que un hom­bre hura­ño, soli­ta­rio y poco ami­ga­ble sea san­ti­fi­ca­do pue­de resul­tar impro­ba­ble, pero eso es lo que suce­de en St. Vin­cent, pri­mer lar­go­me­tra­je diri­gi­do y escri­to por Theo­do­re Mel­fi y pro­ta­go­ni­za­do por el bri­llan­te come­dian­te Bill Murray.

Bill Murray y Jaeden Lieberher

Bill Murray y Jae­den Lieberher

El guión del rea­li­za­dor enfo­ca a Vin­cent (Murray), un vete­rano de la gue­rra de Viet­nam quien en pro­ce­so de reha­bi­li­ta­ción guar­da algu­nas secue­las de un derra­me cere­bral. De natu­ra­le­za inex­pre­si­va y de difí­cil tem­pe­ra­men­to, su vida cam­bia radi­cal­men­te cuan­do Mag­gie (Melis­sa McCarthy), una madre mono­pa­ren­tal de modes­tos recur­sos, y su hijo Oli­ver (Jae­den Lie­berher) de 12 años lle­gan a habi­tar la casa veci­na y en don­de las rela­cio­nes enta­bla­das al prin­ci­pio dis­tan de ser cordiales.

Tra­ba­jan­do en un labo­ra­to­rio médi­co con hora­rios alter­na­ti­vos, Mag­gie no desea que su hijo que­de solo en la casa al regre­sar de la escue­la y es por esa razón que soli­ci­ta a Vin­cent que cui­de del menor; aun­que con reluc­tan­cia éste acep­ta la tarea que le pro­vee­rá 12 dóla­res por hora y le ayu­da­rá en par­te a solu­cio­nar sus difi­cul­ta­des financieras.

Lo que con­ti­núa es bien pre­de­ci­ble. Un víncu­lo frío y poco ami­ga­ble va cedien­do gra­dual­men­te lugar a una rela­ción cáli­da entre el hom­bre hos­co y gru­ñón pero tierno de cora­zón con un niño tími­do que debe supe­rar algu­nos pro­ble­mas con sus com­pa­ñe­ros de escue­la. Así él le ense­ña­rá cómo adqui­rir mayor con­fian­za en sí mis­mo, cómo actuar fren­te a los chi­cos que lo aco­san físi­ca­men­te en el cole­gio, ade­más de otras acti­tu­des que debe­rá adop­tar para defen­der­se en la vida. Cla­ro está que esa edu­ca­ción impar­ti­da tie­ne sus bemo­les cuan­do Vin­cent, quien tie­ne una con­si­de­ra­ble incli­na­ción a la bebi­da y a los jue­gos, lle­va al niño a bares así como a las carre­ras de caba­llos. En todo caso, las acti­tu­des del misán­tro­po indi­vi­duo son muy apre­cia­das por Oli­ver quien al tener que pre­pa­rar un infor­me asig­na­do por su maes­tro de escue­la (Chris O’Dowd) sobre el tema “Saints Among Us” (San­tos entre Noso­tros) des­cri­be un cua­dro muy emo­ti­vo sobre la per­so­na­li­dad de su men­tor a quien con­si­de­ra un san­to, lo que con­du­ce a una de las esce­nas más cáli­das de esta historia.

El guión es sus­cep­ti­ble de algu­nas obser­va­cio­nes, como por ejem­plo acep­tar que una madre pue­da dejar a su hijo en manos de un des­co­no­ci­do y que en prin­ci­pio pocas garan­tías le ofre­ce en cuan­to a su moda­li­dad de vida; sin embar­go, ese deta­lle como algu­nos otros pue­den obviar­se con­si­de­ran­do los aspec­tos posi­ti­vos del rela­to en don­de sus dife­ren­tes per­so­na­jes des­ti­lan huma­ni­dad, inclu­yen­do a Daka (Nao­mi Watts), la ami­ga pros­ti­tu­ta rusa de Vin­cent quien es prác­ti­ca­men­te su úni­co víncu­lo social.

En esen­cia, el públi­co con­tem­pla una come­dia sen­ti­men­tal y sen­ci­lla que en cier­tos momen­tos adop­ta el carác­ter de un buen tele­film pro­li­ja­men­te rela­ta­do y en don­de ade­más de con­tar con un buen elen­co, sobre todo en la actua­ción de Lie­berher, que­da resal­ta­da la exce­len­te carac­te­ri­za­ción de Murray como un hom­bre que defi­ni­ti­va­men­te no es san­to pero sí due­ño de una com­ple­ja per­so­na­li­dad con quien final­men­te el públi­co pue­de empatizar.

Con­clu­sión: Si no fue­ra por algu­na otra razón, la exce­len­te actua­ción de Murray jus­ti­fi­ca la visión de este film.  Jor­ge Gut­man