¿Quién le Teme al Lobo Feroz?

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

QUI A PEUR DE VIR­GI­NIA WOOLF?Autor: Edward Albee – Tra­duc­ción: Michel Trem­blay — Direc­ción: Ser­ge Denon­co­urt – Elen­co: Mau­de Gué­rin, Nor­mand D’Amour, Fra­nçois Dufour, Kim Des­pa­tis — Deco­ra­dos: Gui­llau­me Lord — Ves­tua­rio: Fra­nçois Bar­beau – Ilu­mi­na­ción: Étien­ne Bou­cher – Con­cep­ción Sono­ra: Nico­las Bas­que. Dura­ción: 2h 40m (inclu­yen­do un entre­ac­to de 20 minu­tos). Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 28 de mar­zo de 2015 en el Théâ­tre Ducep­pe (www.duceppe.com)

Maude Guérin y Normand D´Amour (Foto de la Cia. Duceppe)

Mau­de Gué­rin y Nor­mand D´Amour (Foto de la Cia. Duceppe)

Pocas veces la expo­si­ción de una cri­sis con­yu­gal ha teni­do la reso­nan­cia uni­ver­sal como la que el dra­ma­tur­go Edward Albee logró en esta obra escri­ta en 1962 que aho­ra repo­ne la com­pa­ñía Ducep­pe. Si bien hace medio siglo ¿Quién le teme a Vir­gi­nia Woolf? pudo haber resul­ta­do deci­di­da­men­te inno­va­do­ra en su esté­ti­ca así como por la pro­li­fe­ra­ción de sus fero­ces diá­lo­gos, hoy día la pie­za no resul­ta tan pro­vo­ca­do­ra pero eso no impi­de que su con­te­ni­do y valor intrín­se­co per­ma­nez­can vigen­tes; eso jus­ti­fi­ca que sea con­si­de­ra­da como uno de los gran­des clá­si­cos del tea­tro con­tem­po­rá­neo y que se siga repre­sen­tán­do­la con cier­ta frecuencia.

Para quie­nes no hayan aún vis­to la pie­za tea­tral ni el exce­len­te film de Mike Nichols de 1966 con inol­vi­da­bles inter­pre­ta­cio­nes de Eli­za­beth Tay­lor y Richard Bur­ton, se pue­de anti­ci­par que el autor ubi­ca a los per­so­na­jes en el salón de estar de un matri­mo­nio madu­ro inte­gra­do por Geor­ge, un pro­fe­sor del depar­ta­men­to de his­to­ria de una uni­ver­si­dad ame­ri­ca­na y Martha, su espo­sa que es a la vez hija del rec­tor; des­pués de una fies­ta de pro­fe­so­res uni­ver­si­ta­rios deci­den pro­lon­gar la vela­da invi­tan­do a Nick, un joven pro­fe­sor del depar­ta­men­to de bio­lo­gía de la mis­ma uni­ver­si­dad y su espo­sa Honey.

Maude Guérin y Normand D´Amour (Foto de la Cia. Duceppe)

Mau­de Gué­rin y Nor­mand D´Amour (Foto de la Cia. Duceppe)

De la pre­mi­sa expues­ta el espec­ta­dor se encuen­tra sacu­di­do por una des­car­na­da car­ni­ce­ría psi­co­ló­gi­ca que acon­te­ce en el esce­na­rio don­de Albee no tie­ne com­pa­sión algu­na para des­nu­dar la com­ple­ja natu­ra­le­za de sus per­so­na­jes en toda su dimen­sión humana.

Como esta pie­za se pres­ta a dife­ren­tes lec­tu­ras, mucho depen­de de la visión de quien tie­ne a su car­go la pues­ta en esce­na para trans­mi­tir­la. En tal sen­ti­do, el exce­len­te direc­tor Ser­ge Denon­co­urt ha res­pe­ta­do el tex­to en su inte­gri­dad pero dotán­do­lo de un con­te­ni­do sexual más explí­ci­to que en otras ver­sio­nes cono­ci­das aun­que siem­pre den­tro de un nivel decoroso.

Tan­to Mau­de Gué­rin como Nor­man D’Amour han sabi­do trans­mi­tir la vio­len­cia des­car­na­da de los sen­ti­mien­tos que ani­dan en Martha y Geor­ge median­te una bata­lla cam­pal expre­sa­da por diá­lo­gos lace­ran­tes en que la humi­lla­ción del uno hacia el otro per­vi­ve per­ma­nen­te­men­te. Los acto­res refle­jan inten­sa­men­te el dete­rio­ro de una pare­ja que ha con­vi­vi­do a tra­vés de los años median­te una qui­me­ra fan­ta­sio­sa en pug­na per­ma­nen­te con la reali­dad cir­cun­dan­te. Gué­rin se pose­sio­na en cuer­po y alma de la mujer domi­na­do­ra que no tie­ne repa­ros en des­truir emo­cio­nal­men­te a su mari­do así como D’Amour da en el jus­to tono como el com­pla­cien­te, con­tem­pla­ti­vo y a veces paté­ti­co Geor­ge que en últi­ma ins­tan­cia sabrá uti­li­zar la ven­gan­za como su últi­ma car­ta de ata­que fren­te a la humi­lla­ción y aulli­dos furio­sos de su espo­sa. Pero si hay un momen­to de la pie­za en que esa actua­ción estu­pen­da que­da gra­ba­da en el públi­co es cuan­do hacia el final, des­pués de haber exor­ci­za­do sus demo­nios inter­nos, Martha y Geor­ge per­ma­ne­cen por pri­me­ra vez uni­dos a tra­vés de un lazo de ter­nu­ra hon­da­men­te con­mo­ve­dor. En lo que con­cier­ne a Fra­nçois Dufour y Kim Des­pa­tis como la pare­ja invi­ta­da que no resul­ta ile­sa de los exabrup­tos de sus anfi­trio­nes, el pri­me­ro se desem­pe­ña muy bien mien­tras que Des­pa­tis en el rol menos tras­cen­den­te de la pie­za des­en­to­na al brin­dar a su per­so­na­je un aspec­to cómi­co bor­dean­do lo caricaturesco.

Con­clu­sión: Denon­co­urt ha logra­do una bue­na ver­sión de la obra de Albee que sigue reso­nan­do como un lamen­to impia­do­so que retra­ta con valen­tía, cruel­dad y des­ca­ro las frus­tra­cio­nes, sue­ños, mez­quin­da­des e hipo­cre­sías de sus per­so­na­jes así como la sole­dad y vacío que pro­du­ce la inco­mu­ni­ca­ción humana.