Rela­tos Para la Reflexión

RELA­TOS SAL­VA­JES. Argen­ti­na-Espa­ña, 2014. Un film escri­to y diri­gi­do por Damián Szifron

Des­de el vamos pue­de afir­mar­se que Rela­tos Sal­va­jes es un film de inusi­ta­da cali­dad Cada uno de los seis rela­tos de esta tra­gi­co­me­dia des­bor­da una ori­gi­na­li­dad e inge­nio­si­dad remar­ca­ble a tra­vés de las dife­ren­tes situa­cio­nes en que se ven expues­tos sus per­so­na­jes. Damián Szi­fron como rea­li­za­dor y guio­nis­ta vuel­ca una crea­ti­vi­dad remar­ca­ble en sus his­to­rias dotán­do­las de una nota­ble vita­li­dad al pro­pio tiem­po que en un tono de fran­co humor es capaz de expre­sar su pro­fun­do eno­jo fren­te a la vio­len­cia, un mal apa­ren­te­men­te inex­pug­na­ble que corroe a la socie­dad y que es el hilo común que vin­cu­la a los dife­ren­tes episodios.

Con impe­ca­ble habi­li­dad narra­ti­va el rea­li­za­dor expo­ne con una mira­da nada com­pla­cien­te las debi­li­da­des huma­nas cuan­do la impo­ten­cia impi­de supe­rar las difi­cul­ta­des capri­cho­sa­men­te impues­tas por el medio social. Ese es el mar­co don­de van aflo­ran­do las mise­rias, las con­tra­dic­cio­nes, la dis­pli­cen­cia y el cinis­mo humano que aun­que espe­cí­fi­ca­men­te se refie­ra al modus viven­di de los argen­ti­nos, alcan­za dimen­sión uni­ver­sal per­mi­tien­do que cual­quier espec­ta­dor pue­da empa­ti­zar con la suer­te corri­da por sus personajes.

El pri­mer seg­men­to esta­ble­ce la pau­ta de lo que ven­drá des­pués; en la cla­se eje­cu­ti­va de un vue­lo comer­cial, una mode­lo (María Marull) enta­bla una con­ver­sa­ción con un crí­ti­co musi­cal (Dario Gran­di­net­ti) y al men­cio­nar­se el nom­bre de Pas­ter­nak, un indi­vi­duo cono­ci­do por ambos, inme­dia­ta­men­te todos los demás pasa­je­ros se encuen­tran por coin­ci­den­cia vin­cu­la­dos con este per­so­na­je ausen­te, pro­du­cién­do­se situa­cio­nes des­me­di­das den­tro de un mar­co de irre­sis­ti­ble hilaridad.

Un impla­ca­ble humor maca­bro impreg­na al segun­do capí­tu­lo ilus­tran­do el caso de una cama­re­ra (Julie­ta Zyl­ber­berg) de un para­dor de ruta que des­cu­bre que su úni­co clien­te (César Bor­don) ha sido el ines­cru­pu­lo­so usu­re­ro que ha cau­sa­do la muer­te de su padre; incen­ti­va­da por la maquia­vé­li­ca coci­ne­ra del local (Rita Cor­te­se) deci­de ven­gar­se de mane­ra inusual.

Una mar­ca­da ten­sión pre­va­le­ce en el siguien­te rela­to cuan­do en una auto­pis­ta soli­ta­ria un auto­mo­vi­lis­ta (Leo­nar­do Sba­ra­glia) entra en con­flic­to con otro con­duc­tor (Wal­ter Dona­do) que le impi­de ceder­le el paso, lo que desem­bo­ca en un des­en­la­ce de desen­fre­na­da violencia.

Ricardo Darín

Ricar­do Darín

La cuar­ta his­to­ria, tra­ta­da con humor a pesar de su dra­ma­tis­mo, abor­da el tema de la jus­ti­cia por cuen­ta pro­pia pre­sen­tan­do a un hones­to inge­nie­ro (Ricar­do Darín) que debe pade­cer la humi­lla­ción y agra­vios por par­te de una buro­cra­cia cruel e insen­si­ble; el vía cru­cis vivi­do le hará aflo­rar toda la furia con­te­ni­da en un acto de impla­ca­ble revancha.

El quin­to epi­so­dio, el úni­co que care­ce de humor y el más per­tur­ba­dor, cons­ti­tu­ye un serio cues­tio­na­mien­to moral al demos­trar cómo un padre (Oscar Mar­tí­nez) tra­tan­do de encu­brir el acci­den­te auto­mo­vi­lís­ti­co pro­vo­ca­do por su hijo ado­les­cen­te (Alan Daicz), acep­ta la pro­po­si­ción de su abo­ga­do (Osmar Núñez) para que el jar­di­ne­ro de la casa (Ger­mán de Sil­va) se res­pon­sa­bi­li­ce del cri­men a cam­bio de una impor­tan­te remu­ne­ra­ción; ade­más de cons­ti­tuir una áci­da crí­ti­ca al poder del dine­ro, demues­tra cómo la corrup­ción pue­de irrum­pir en cual­quier nivel de la socie­dad inclu­yen­do a la pro­pia ins­ti­tu­ción judicial.

La entre­ga final que se ubi­ca den­tro del mar­co de una boda judía es un gro­tes­co de arro­lla­do­ra comi­ci­dad don­de una novia (Eri­ca Rivas) des­cu­bre duran­te la fies­ta que su novel mari­do (Die­go Gen­ti­le) le ha sido infiel con una her­mo­sa mujer que se encuen­tra entre las invi­ta­das; fren­te a esa acti­tud des­leal y des­ho­nes­ta la joven des­po­sa­da no pue­de repri­mir el sen­ti­mien­to de indig­na­ción que la envuel­ve esta­llan­do furiosamente.

Con un mag­ní­fi­co nivel de inter­pre­ta­ción, una impe­ca­ble pues­ta en esce­na, una meri­to­ria ban­da sono­ra, un remar­ca­ble mon­ta­je y un des­plie­gue visual irre­pro­cha­ble, el rea­li­za­dor brin­da una obra inquie­tan­te, mor­daz, per­ver­sa y beli­co­sa­men­te sal­va­je que apun­ta a toda cla­se de públi­co al ape­lar a un len­gua­je cla­ro y fácil­men­te acce­si­ble sin tener por ello que menos­pre­ciar su nivel de inteligencia.

Más allá de sus legí­ti­mos logros, es posi­ble que este film pue­da reabrir el deba­te sobre la fal­sa dico­to­mía exis­ten­te entre el lla­ma­do cine de autor y el cine comer­cial. Sin duda que Rela­tos Sal­va­jes logra­rá inter­na­cio­nal­men­te una gran reper­cu­sión popu­lar pero de nin­gu­na mane­ra el “peca­do” come­ti­do por no ser eli­tis­ta pue­de dis­mi­nuir sus legí­ti­mos méritos.

Con­clu­sión: Un film exce­len­teJor­ge Gutman