SEYMOUR: AN INTRODUCTION. Estados Unidos, 2014. Un film de Ethan Hawke
Ubicándose por primera vez detrás de la cámara, el actor Ethan Hawke encuentra en un artista quizá no demasiado conocido su fuente de inspiración para la realización de este hermoso documental.
El personaje es Seymour Bernstein, un afable pianista de 85 años de edad que ha sido agraciado con el amor por la música y que solía ofrecer conciertos hasta que en 1977, a los 50 años, después de un recital ofrecido en Nueva York decidió retirarse de la escena. A través de las entrevistas realizadas por Hawke y las conversaciones mantenidas con varios interlocutores, Seymour pasa revista a algunos episodios de su vida con especial referencia a su pasión musical.
De naturaleza humilde, con solo mencionar que durante 57 años vive en Nueva York en el mismo modesto departamento de un solo ambiente, el público se impone de sus orígenes donde a pesar de que ningún miembro de su familia tenía antecedente musical alguno, a los 6 años de edad solicitó querer estudiar piano; en tal sentido recuerda a Clifford Curzon como su gran maestro. Cuando en la conversación mantenida con Michael Kimmelman, el crítico de arte de New York Times, éste le pregunta la razón de haber interrumpido sus actuaciones a pesar de haber obtenido un gran éxito de crítica y público, Bernstein le responde que el pánico y ansiedad generados en cada presentación escénica ha sido la causa fundamental de tal decisión; además agrega que a través de las actividades que posteriormente desarrolló hasta la fecha, incluyendo la docencia , clases magistrales ‑como las realizadas en la Universidad de Nueva York- y la composición musical, encontró su verdadera creatividad.
Hay momentos de emoción que despierta esta notable personalidad cuando apelando a su memoria describe su experiencia como soldado durante la guerra de Corea en la que tuvo ocasión de tocar el piano para sus camaradas. Frente a las preguntas realizadas por Andrew Harvey, autor y místico experto religioso, sobre la diferencia entre la religión y la música, el artista responde que la religión es una cuestión de fe ya que la existencia de Dios no puede probarse, en tanto que la música –a través del lenguaje escrito- es algo tangible y por lo tanto no está sujeta a prueba alguna. Entre otros de los entrevistadores figuran Kimball Gallagher y Joseph Smith, dos eminentes pianistas que han sido sus alumnos, manifestando la gran influencia recibida de Bernstein, además de intercambiar otros tópicos como la música y la educación.
Más que el típico documental en donde el desarrollo transcurre a través de entrevistas, Hawke logra un film íntimo en base a conversaciones donde predomina la tranquilidad, serenidad, calidez y belleza de alma que transmite Bernstein produciendo un gran placer escucharle; así resulta conmovedor cuando señala en que forma la música produce éxtasis al trascender por su belleza o bien cuando Hawke concluye el documental con sus emotivas palabras: “Yo nunca soñé que con mis dos manos podía llegar hasta el cielo”.
Para el melómano, el documental ofrece la oportunidad de asistir a la excelente interpretación de Bernstein de extractos pertenecientes a música de Schubert, Bach, Beethoven, Chopin, Brahms y Schumann.
Conclusión: Un documental sin desperdicio alguno donde al término de la proyección el espectador siente un enorme deseo de salir al encuentro de Bernstein y prodigarle un afectuoso abrazo. Jorge Gutman