Una Loa­ble Pasión

LA PAS­SION D’AUGUSTINE. Cana­dá, 2015. Un film de Léa Pool

Un rela­to deli­ca­do com­bi­nan­do la fe reli­gio­sa con el amor por la músi­ca es lo que se apre­cia en La Pas­sion d’Augustine.

La his­to­ria se ubi­ca en un área rural de la pro­vin­cia de Que­bec y tie­ne lugar en 1968, perío­do en que en esta pro­vin­cia se vive el pro­ce­so de secu­la­ri­za­ción y moder­ni­za­ción con la deno­mi­na­da Revo­lu­ción Tran­qui­la. La épo­ca es impor­tan­te en la medi­da que la igle­sia cató­li­ca de natu­ra­le­za mono­lí­ti­ca comien­za a frag­men­tar­se y per­der influen­cia en la pobla­ción provincial.

En base a lo que pre­ce­de el guión de la rea­li­za­do­ra jun­to con Marie Vien pre­sen­ta a la Madre Augus­ti­ne (Céli­ne Bon­nier) diri­gien­do un con­ven­to don­de fun­cio­na un pen­sio­na­do para alum­nas que no sola­men­te reci­ben edu­ca­ción reli­gio­sa sino tam­bién musi­cal. Sin embar­go la edu­ca­do­ra así como las otras her­ma­nas del con­ven­to deben enfren­tar­se con la Madre Supe­rio­ra (María Tifo) que no ve con bue­nos ojos la prác­ti­ca musi­cal y que para redu­cir los cos­tos de la ins­ti­tu­ción le hace saber a Augus­ti­ne sobre la posi­bi­li­dad de cerrar la escue­la; eso es debi­do a que con la ins­tau­ra­ción de la edu­ca­ción públi­ca por par­te del gobierno de Que­bec se pro­du­ce un éxo­do de estu­dian­tes de las ins­ti­tu­cio­nes reli­gio­sas privadas.

LA PASSION D'AGUSTINESi bien la ame­na­za del cie­rre de esta escue­la musi­cal cons­ti­tu­ye uno de los ejes de la intri­ga del film, el otro ele­men­to impor­tan­te es la lle­ga­da de Ali­ce (Lysan­dre Ménard), la sobri­na de Augus­ti­ne que es una ado­les­cen­te de libre espí­ri­tu dota­da de bue­nas con­di­cio­nes como pia­nis­ta. Indi­rec­ta­men­te, su com­por­ta­mien­to, un tan­to rebel­de que cues­tio­na sin muchos tapu­jos la auto­ri­dad del sis­te­ma, moti­va a que el film adquie­ra un tono neta­men­te femi­nis­ta. Así, Augus­ti­ne comien­za a cons­ta­tar cómo la con­duc­ta de Ali­ce es un refle­jo de una liber­tad social que has­ta ese enton­ces la mujer no goza­ba y por ende eso la indu­ce a intro­du­cir en el con­ven­to algu­nos cam­bios impor­tan­tes, como por ejem­plo el dejar de lado el pesa­do atuen­do de las mon­jas por otras ves­ti­men­tas más sen­ci­llas. Al pro­pio tiem­po, la pre­sen­cia de Ali­ce obli­ga a su tía a con­fron­tar algu­nos momen­tos que vivió en el pasa­do antes de haber toma­do los hábitos.

Pool no inten­ta con­ver­tir a Augus­ti­ne en revo­lu­cio­na­ria, sino uti­li­zar a este per­so­na­je para ilus­trar cómo los vien­tos de cam­bio que se van regis­tran­do en Que­bec no solo influ­yen en la evo­lu­ción del cato­li­cis­mo sino tam­bién en la situa­ción social de la mujer que has­ta esa épo­ca esta­ba enmar­ca­da en un rol secun­da­rio fren­te al hombre.

La pelí­cu­la está diri­gi­da con suti­le­za y cuen­ta con una muy bue­na des­crip­ción de sus per­so­na­jes, sobre todo los de Augus­ti­ne y Ali­ce don­de la inter­ac­ción entre ambas gene­ra algu­nas de las situa­cio­nes más emo­ti­vas de esta his­to­ria. Bon­nier está impe­ca­ble en la carac­te­ri­za­ción de Augus­ti­ne don­de a tra­vés de su ros­tro un tan­to seve­ro no deja de reve­lar su noble­za. La reve­la­ción del film es Ménard quien ade­más de mos­trar sus exce­len­tes con­di­cio­nes de actriz demues­tra ser una con­su­ma­da pia­nis­ta con las mag­ní­fi­cas inter­pre­ta­cio­nes musi­ca­les que ofre­ce a lo lar­go del rela­to. El res­to del elen­co inte­gra­do por Pie­rret­te Robi­tai­lle, Andrée Lacha­pe­lle, Valé­rie Blais y Andrée Lacha­pe­lle es inob­je­ta­ble, en espe­cial Dia­ne Lava­llée como la pro­fe­so­ra de fran­cés no dis­pues­ta a acep­tar los cam­bios pro­pues­tos por Augustine.

Si bien hacia el final del rela­to hay cier­tas esce­nas que lo dis­traen de su prin­ci­pal obje­ti­vo, eso no lle­ga a menos­ca­bar la cali­dad de este film que ade­más de su his­to­ria huma­na fácil­men­te de empa­ti­zar, demues­tra una vez más el poder de la músi­ca como un ele­men­to vital para enri­que­cer el espí­ri­tu. Jor­ge Gutman

Un Pedes­tre Rela­to de Mercenarios

THE GUN­MAN. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Pie­rre Romel

Sean Penn, ade­más de pro­duc­tor y co-gio­nis­ta (jun­to con Peter Tra­vis y Don McPher­son) asu­me el rol pro­ta­gó­ni­co en The Gun­man, un film que de nin­gún modo enri­que­ce­rá su fil­mo­gra­fía. En vis­ta del éxi­to comer­cial que obtu­vo con Liam Nee­son en la fran­qui­cia de Taken, el direc­tor Pie­rre Romel inten­ta repe­tir la expe­rien­cia con Penn invo­lu­crán­do­lo en este rela­to de acción; sin embar­go, resul­ta muy dudo­so que lo logre dado el pobre mate­rial con que cuen­ta y por la for­ma des­di­bu­ja­da y sin un foco pre­ci­so que uti­li­za para narrarlo.

Sean Penn

Sean Penn

Ubi­can­do la acción en 2006 en la Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca del Con­go, Penn inter­pre­ta a Jim Terrier quien jun­to con un gru­po de ex cole­gas mili­ta­res aso­cia­dos inte­gra­do por Félix (Javier Bar­dem), Cox (Mark Rylan­ce) y Stan­ley (Ray Wins­to­ne), cubren las apa­rien­cias pres­tan­do ser­vi­cios de segu­ri­dad a una orga­ni­za­ción sin fines de lucro que actúa en el lugar. En últi­ma ins­tan­cia se tra­ta de ver­da­de­ros mer­ce­na­rios que cola­bo­ran con una som­bría com­pa­ñía mine­ra que por intere­ses eco­nó­mi­cos está intere­sa­da en eli­mi­nar al Minis­tro de Mine­ría (Cli­ve Cur­tis). Cuan­do Jim es ele­gi­do como el ver­du­go para eje­cu­tar­lo, des­pués de la ope­ra­ción huye pre­ci­pi­ta­da­men­te del país dejan­do aban­do­na­da a Annie (Jas­mi­ne Trin­ca), su ami­ga que se desem­pe­ña como médi­ca del lugar.

Remor­di­do por la con­cien­cia y con el pro­pó­si­to de redi­mir­se, 8 años des­pués Jim retor­na al Con­go para tra­ba­jar con la pobla­ción local, pero su pro­pó­si­to se frus­tra cuan­do mila­gro­sa­men­te logra sal­var­se de un aten­ta­do a su vida por par­te de gen­te des­co­no­ci­da. Para saber quie­nes son sus enemi­gos, se diri­ge a Lon­dres para encon­trar­se con sus anti­guos cama­ra­das Stan­ley y Cox para ver si ellos pue­den dar­le algu­na pis­ta al res­pec­to; al no obte­ner­la, pro­si­gue via­je a Bar­ce­lo­na don­de se encuen­tra con Félix, quien aho­ra está casa­do con Annie y con­ver­ti­do en hom­bre de nego­cios man­tie­ne varia­dos intere­ses en Áfri­ca. De aquí en más, la his­to­ria se des­ca­rri­la por com­ple­to cuan­do Félix es ase­si­na­do, Annie se recon­ci­lia con Jim y ambos se ven enfren­ta­dos con mafio­sos que tra­tan de matar­lo. En una aven­tu­ra que los lle­va a Gibral­tar y nue­va­men­te a la capi­tal cata­la­na, el film se con­vier­te en un con­fu­so y des­apa­sio­na­do dra­ma de acción don­de no es mucho lo que tie­ne sen­ti­do y menos cla­ro adon­de quie­re llegar.

Si en algún momen­to se podía pen­sar que Romel tenía la inten­ción de ilus­trar la for­ma en que intere­ses extran­je­ros quie­ren apo­de­rar­se de los recur­sos natu­ra­les de pobres paí­ses afri­ca­nos, esa supo­si­ción que­da sin efec­to dado que el film está lejos de aden­trar­se en aspec­tos socio­eco­nó­mi­cos para en cam­bio ofre­cer una his­to­ria pedes­tre pla­ga­da de situa­cio­nes inve­ro­sí­mi­les y sin mayor coherencia.

Con actua­cio­nes que se limi­tan a cum­plir estric­ta­men­te lo que el pobre guión les impo­ne, decep­cio­na que acto­res talen­to­sos como Penn y Bar­dem, entre otros, hayan par­ti­ci­pa­do en este pro­yec­to que no ofre­ce opor­tu­ni­dad de luci­mien­to; los espec­ta­do­res que se sien­tan atraí­dos por el popu­lar actor y rape­ro Idris Elba, que­da­rán des­en­can­ta­dos al ver­lo apa­re­cer en los últi­mos minu­tos del film como un agen­te de la Inter­pol en un rol deci­di­da­men­te insípido.

Con­clu­sión: Un medio­cre entre­te­ni­mien­to para un públi­co poco exi­gen­te
Jor­ge Gutman

El Dra­ma de un Ino­cen­te Soldado

’71. Gran Bre­ta­ña, 2014. Un film de Yann Demange

Reco­no­ci­do como un impor­tan­te direc­tor de tele­vi­sión, Yann Deman­ge debu­ta en cine como rea­li­za­dor ofre­cien­do un poten­te dra­ma de acción que tie­ne lugar en Irlan­da del Nor­te cuan­do el con­flic­to entre las fuer­zas bri­tá­ni­cas y las del IRA iban alcan­zan­do con­si­de­ra­ble ten­sión en esa región. Con todo, aun­que el esce­na­rio sea de natu­ra­le­za polí­ti­ca, ‘71 tie­ne como obje­ti­vo mos­trar cómo los sol­da­dos que deben par­ti­ci­par en la lucha no son más que títe­res inde­fen­sos que arries­gan su vida al no poder con­tra­riar las órde­nes recibidas.

Jack O’Connell

Jack O’Connell

La acción trans­cu­rre en 1971 (de allí la alu­sión al títu­lo del film) y gira en torno de Gary Hook (Jack O’Connell), un joven bri­tá­ni­co recién reclu­ta­do por las fuer­zas arma­das de su país que inte­gra un pelo­tón que en prin­ci­pio debe­ría ser apos­ta­do en Ale­ma­nia. Debi­do a la dete­rio­ra­da situa­ción que se pro­du­ce en Bel­fast por razo­nes de segu­ri­dad el ejér­ci­to deci­de que el des­tino de los sol­da­dos sea esta con­flic­ti­va ciu­dad. A su lle­ga­da el gru­po es ins­trui­do sobre las zonas divi­di­das de Bel­fast don­de el este está habi­ta­do por los lea­les pro­tes­tan­tes bri­tá­ni­cos mien­tras que en el sec­tor oes­te resi­de la pobla­ción cató­li­ca bajo el res­guar­do del IRA (Ejér­ci­to de la Repú­bli­ca Irlandesa).

Inme­dia­ta­men­te el pelo­tón es asig­na­do con la tarea de efec­tuar una bús­que­da en las casas de la zona cató­li­ca para veri­fi­car si exis­te ocul­ta­mien­to de armas. Cuan­do al lle­gar al lugar los sol­da­dos se encuen­tran bajo el ata­que de una enfu­re­ci­da mul­ti­tud cató­li­ca, tan­to Hook y su com­pa­ñe­ro de com­ba­te Thom­mo (Jack Low­den) ter­mi­nan sepa­ra­dos de su gru­po y éste últi­mo es ase­si­na­do por dos jóve­nes del IRA. Tra­tan­do de sal­var su vida en medio de la gran bataho­la, Hook logra esca­par del lugar y a par­tir de ahí comien­za para él una impla­ca­ble cace­ría huma­na al encon­trar­se per­se­gui­do por el tenien­te de su bata­llón (Sam Reid), por inte­gran­tes del IRA y por dos repre­sen­tan­tes de las fuer­zas para­mi­li­ta­res pro­tes­tan­tes (Paul Ander­son, Sean Harris). A tra­vés de esta deses­pe­ra­da huí­da Hook reci­be el apo­yo de un chi­co pro­tes­tan­te (Corey McKin­ley) ‑en una esce­na muy bien logra­da- como así tam­bién pos­te­rior­men­te es ayu­da­do por un médi­co cató­li­co (Richard Dor­mer) y su hija (Char­lie Murphy).

Vali­lén­do­se de un con­ci­so y minu­cio­so guión de Gre­gory Bur­ke, el rea­li­za­dor no adop­ta posi­ción algu­na fren­te al sec­ta­rio con­flic­to del Uls­ter; lo que en cam­bio que­da cla­ro es la mane­ra pre­ci­sa en que que­da expues­ta la odi­sea de un sol­da­do llano y com­ple­ta­men­te ino­cen­te que tra­ta de sobre­vi­vir la pesa­di­lla en que está inmer­so como un pro­ta­go­nis­ta invo­lun­ta­rio de un san­grien­to enfren­ta­mien­to de dos ideo­lo­gías polí­ti­cas y reli­gio­sas radi­cal­men­te opues­tas don­de es difí­cil pre­ci­sar quie­nes son sus ver­da­de­ros héroes.

Con­tan­do con un mon­ta­je estu­pen­do de Chris Wyatt, el film adquie­re los visos de un apa­sio­nan­te thri­ller don­de a medi­da que trans­cu­rre la acción es difí­cil pre­de­cir lo que sobre­ven­drá. La inter­pre­ta­ción de O’Connell es magis­tral como el joven que no ter­mi­na de com­pren­der el horror que está con­tem­plan­do y que pone en peli­gro su vida; a su lado, un homo­gé­neo elen­co con­tri­bu­ye a brin­dar auten­ti­ci­dad a este dra­ma humano.

Con­clu­sión: Un film exci­tan­te y vis­ce­ral, magis­tral­men­te diri­gi­do por Yann DemangJor­ge Gutman

La Bús­que­da

THE SEARCH. Fran­cia-Geor­gia, 2014. Un film escri­to y diri­gi­do por Michel Hazanavicius

Con los ecos pro­ve­nien­tes del gran triun­fo obte­nido en su film L’Artiste (2011), Michel Haza­na­vi­cius ha deci­dido incur­sio­nar en un pro­yecto total­mente dife­rente, explo­rando las mise­rias de una des­car­na­da gue­rra. Ins­pi­rado muy libre­mente en el film del mis­mo nom­bre de Fred Zin­ne­mann (1948), The Search es un dra­ma nutri­do de bue­nas inten­cio­nes pero que no lle­ga a con­for­mar por­que su con­te­nido melo­dra­má­tico es enfa­ti­zado a tra­vés de arti­fi­cios que mani­pu­lan al espectador.

Abdul-Khalim Mamutsiev y Bérénice Bejo

Abdul-Kha­lim Mamutsiev y Béré­ni­ce Bejo

El guión escri­to por su rea­li­za­dor desa­rro­lla la acción duran­te la segun­da gue­rra que tuvo lugar en Che­che­nia en 1999. La masa­cre pro­vo­cada por la inva­sión rusa a dicha región moti­va a que se entre­cru­cen los des­ti­nos de varios per­so­na­jes. Así, Had­ji (Abdul-Kha­lim Mamutsiev), un peque­ño huér­fano de 9 años que ha logra­do sal­varse del ase­si­nato per­pe­trado a sus padres, es res­ca­tado y colo­cado en un orfa­nato de la Cruz Roja a car­go de la res­pon­sa­ble local (Annet­te Bening); huyen­do del lugar, el niño sale al encuen­tro de Caro­le (Béré­nice Bejo) quien es una alta fun­cio­na­ria repre­sen­tante de la Unión Euro­pea que denun­cia las atro­ci­da­des de la gue­rra y deci­de pro­te­ger al menor; otros per­so­na­jes inclu­yen a Rais­sa (Zukh­ra Duish­vili), la her­mana mayor de Had­ji quien tra­ta de ubi­car al peque­ño den­tro de la con­fu­sión y dis­per­sión de los civi­les en pro­cura del éxo­do; simul­tá­nea­mente se encuen­tra Kolia (Maxim Eme­lia­nov), un joven ruso músi­co de 20 años, enro­lado en el ejér­cito de su país y que que­da con­ver­tido en un des­pia­dado ase­sino a cau­sa de la guerra.

Este film de indu­da­ble con­te­nido polí­tico tie­ne un cla­ro men­saje paci­fi­ca­dor denun­ciando los horro­res de la gue­rra y la iner­cia de las ins­ti­tu­cio­nes euro­peas res­pon­sa­bles de actuar; sin embar­go, ese pro­pó­sito se dilu­ye por su natu­ra­leza extre­ma­da­mente didác­tica y exce­si­va­mente sen­ti­men­ta­lista que echa por tie­rra los bue­nos sen­ti­mien­tos de Haza­na­vi­cius. A su favor cabe des­ta­car la nota­ble actua­ción del peque­ño actor che­che­nio Mamutsiev que a pesar de per­ma­necer mudo duran­te la mayor par­te del metra­je, su expre­sivo ros­tro trans­mite las trau­má­ti­cas emo­cio­nes vivi­das por la pér­dida de sus padres.
Jor­ge Gutman

La Mal­dad Has­ta el Ulti­mo Suspiro

RICHARD III. Autor: William Sha­kes­pea­re – Tra­duc­ción y Adap­ta­ción: Jean-Marc Dal­pé – Direc­ción: Bri­git­te Haent­jens – Elen­co: Sil­vio Arrio­la, Marc Béland, Laris­sa Corri­veau, Sophie Des­ma­rais, Syl­vie Dra­peau, Fran­cis Duchar­me, Maxim Gau­det­te, Reda Gue­ri­nik, Ariel Ifer­gan, Renaud Lace­lle-Bour­don, Loui­se Lapra­de, Jean Mar­chand. Moni­que Miller, Oli­vier Morin, Gaé­tan Nadeau, Étien­ne Pilon, Hubert Proulx, Sébas­tien Ricard, Paul Savoie, Emma­nuel Sch­wartz — Esce­no­gra­fía: Annick La Bis­son­niè­re – Ilu­mi­na­ción: Étien­ne Bou­cher – Ves­tua­rio: Yso — Músi­ca: Ber­nard Falai­se – Vidéo: Éric Gag­non – Dura­ción: 2 horas y 55 minu­tos. (con 20 minu­tos de entre­ac­to inclui­do) – Repré­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 7 de abril de 2015 en el Théâ­tre du Nou­veau Mon­de (www.tnm.qc.ca)

Una de las gran­des vela­das tea­tra­les ofre­ce el TNM con Richard III, la últi­ma de las cua­tro obras de tea­tro que Sha­kes­pea­re enca­ró sobre la his­to­ria de Ingla­te­rra. Escri­ta en la últi­ma déca­da del siglo XVI, es sin duda una de las más impor­tan­tes del tea­tro isa­be­lino y cuan­do se la repre­sen­ta en un idio­ma dife­ren­te al ori­gi­nal es de suma impor­tan­cia aten­der a su tra­duc­ción. En tal sen­ti­do la tarea rea­li­za­da por Jean-Marc Dal­pé ha sido alta­men­te satis­fac­to­ria tra­tan­do de cui­dar todas las suti­le­zas y ambi­güe­da­des de la pie­za ori­gi­nal, res­pe­tan­do de este modo el sen­ti­do y espí­ri­tu que el gran Bar­do de Avon deseó transmitir.

El títu­lo en inglés se com­ple­men­ta con la fra­se “La Vida y la Muer­te del Rey Ricar­do III”, lo que en esen­cia cons­ti­tu­ye el alma de la pie­za. Resul­ta difí­cil resu­mir su con­te­ni­do que por otra par­te no es el obje­ti­vo de este aná­li­sis crí­ti­co sino más bien ubi­car al lec­tor no eru­di­to en la his­to­ria de Ingla­te­rra sobre cómo com­pren­der y juz­gar a este com­ple­jo per­so­na­je sha­kes­pe­riano. Así, se pue­de anti­ci­par que Richard como duque de Glou­ces­ter, es un hom­bre físi­ca­men­te defor­ma­do, de natu­ra­le­za mal­va­da como si estu­vie­se lle­van­do el dia­blo en su cuer­po y que para lograr su obje­ti­vo de con­ver­tir­se en el sobe­rano de su país no ten­drá escrú­pu­lo alguno en eli­mi­nar a quien fue­se, aun­que se tra­te de su pro­pio her­mano y de los hijos del rey. En suma, una oscu­ra per­so­na­li­dad de quien no cabe espe­rar el menor sen­ti­mien­to hacia nin­gu­na de sus víctimas.

Lo pri­me­ro que cabe remar­car y dis­tin­guir es la direc­ción escé­ni­ca de Bri­git­te Haent­jens quien una vez más reafir­ma amplia­men­te su gran peri­cia pro­fe­sio­nal en la rea­li­za­ción y coor­di­na­ción de todos los aspec­tos escé­ni­cos al haber logra­do una pues­ta inge­nio­sa y cristalina.

La obra cuen­ta con un repar­to de 20 artis­tas repre­sen­tan­do una trein­te­na de roles en don­de el desa­rro­llo de la tra­ma deman­da la con­cen­tra­ción del espec­ta­dor para aden­trar­se en la natu­ra­le­za de los per­so­na­jes; pero el esfuer­zo es bien váli­do debi­do a la cali­dad del elen­co, don­de la direc­to­ra ha man­te­ni­do un fir­me con­trol de cada uno de sus integrantes.

Sylvie Drapeau y Sebastien Ricard (Foto de Yves Renaud)

Syl­vie Dra­peau y Sebas­tien Ricard (Foto de Yves Renaud)

En todo momen­to se apre­cia que ha exis­ti­do una evi­den­te com­pli­ci­dad de Haent­jens con Sébas­tien Ricard, al com­pro­bar que lo que ella deseó res­ca­tar de la figu­ra mons­truo­sa del repug­nan­te per­so­na­je cen­tral es lo que el actor vuel­ca en su remar­ca­ble carac­te­ri­za­ción. Ade­más del esfuer­zo físi­co asu­mi­do para repre­sen­tar­lo, Ricard ha logra­do domi­nar­lo por com­ple­to tan­to en los momen­tos dra­má­ti­cos como en aque­llos otros en el que uti­li­za un humor entre sar­cás­ti­co y bufo­nes­co capaz de sedu­cir. Así, el actor ha sabi­do com­pe­ne­trar­se brin­dan­do las múl­ti­ples face­tas de un ser corrup­to y ambi­cio­so que agra­cia­do por el don de la pala­bra es capaz de con­ven­cer a sus adver­sa­rios con sus men­ti­ras e impos­tu­ras, así como cuan­do debe alec­cio­nar a su ejér­ci­to. Dos de los momen­tos cum­bres del jue­go inter­pre­ta­ti­vo de Ricard se pro­du­cen en su encuen­tro dra­má­ti­co con la rei­na Eli­sa­beth (Syl­vie Dra­peau) y pos­te­rior­men­te con el con­de de Rich­mond (Fran­cis Duchar­me) que será el talón de Aqui­les que lo con­du­ci­rá a su defe­nes­tra­ción. En lo que con­cier­ne al res­to del elen­co, ade­más de Dra­peau y Duchar­me hay algu­nos nom­bres que pue­den des­ta­car­se más que otros (Moni­que Miller, Marc Béland, Rénaud Lace­lle-Bour­don) en fun­ción de la apre­cia­ción sub­je­ti­va de cada espec­ta­dor, pero de todos modos es nota­ble el cali­fi­ca­do nivel homo­gé­neo del mismo.

Marc Béland y Sebastien Ricard (Foto de Yves Renaud)

Marc Béland y Sebas­tien Ricard (Foto de Yves Renaud)

Si algu­na obser­va­ción mere­ce este gran espec­tácu­lo es el de su esce­no­gra­fía que al ser dema­sia­do mini­ma­lis­ta crea un espa­cio vacío que trans­mi­te cier­ta frial­dad; en todo caso ésta es una obser­va­ción menor tenien­do en cuen­ta los res­tan­tes valo­res de pro­duc­ción, como la logra­da ilu­mi­na­ción, el mag­ní­fi­co ves­tua­rio atem­po­ral así como la ajus­ta­da músi­ca fun­cio­nal al desa­rro­llo de este dra­ma que con­clu­ye con una emo­cio­nan­te y poé­ti­ca esce­na que que­da bien gra­ba­da en la memo­ria del espectador.

Final­men­te cabe la refle­xión de cómo una obra con más de 4 siglos de anti­güe­dad tie­ne amplia vigen­cia actual aten­dien­do a la mani­pu­la­ción, auto­cra­cia e hipo­cre­sía de cier­tos polí­ti­cos para con­tro­lar y man­te­ner el poder.

Con­clu­sión: Un clá­si­co sha­kes­pe­riano en una exce­len­te pro­duc­ción del TNM
Jor­ge Gutman