Extra­or­di­na­ria Exposición

MÉTA­MORPHO­SES: IN RODIN’S STUDIO

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

No resul­ta exa­ge­ra­do afir­mar que la expo­si­ción “Meta­mor­fo­sis. En el Estu­dio de Rodin” que tie­ne lugar en el Museo de Bellas Artes de Mon­treal, es la más com­ple­ta que algu­na vez se haya expues­to en Cana­dá. Rea­li­za­da con la cola­bo­ra­ción del Museo Rodin de París, esta excep­cio­nal mues­tra reúne apro­xi­ma­da­men­te 300 obras de las cua­les algu­nas de las mis­mas se cono­cen por pri­me­ra vez en Amé­ri­ca del Nor­te. De ese núme­ro 171 son escul­tu­ras que han sido rea­li­za­das en los dife­ren­tes talle­res en que solía tra­ba­jar el artis­ta y en don­de pre­do­mi­na fun­da­men­tal­men­te el yeso que es el mate­rial que más fiel­men­te pre­ser­va la impron­ta de Rodin, aun­que tam­bién se pue­den apre­ciar pie­zas de már­mol y bron­ce, ade­más de dibu­jos rea­li­za­dos por el artista.

Le Penseur

Le Pen­seur

Ya de entra­da en la pri­me­ra de las 12 salas bien orga­ni­za­das del museo que con­tie­ne la mues­tra, el públi­co que­da asom­bra­do por la pre­sen­cia de Le Pen­seur (El Pen­sa­dor, 1903) que es una de las escul­tu­ras más céle­bres de todos los tiem­pos. La obra repre­sen­ta a un hom­bre sen­ta­do con la cabe­za recli­na­da hacia aba­jo y sumer­gi­do en sus refle­xio­nes, aun­que su cuer­po pujan­te sugie­re una capa­ci­dad de acción; en todo caso, el físi­co de ese hom­bre des­nu­do y muscu­loso sim­bo­li­za la uni­ver­sa­li­dad de la razón y el víncu­lo indi­so­lu­ble entre cuer­po y pensamiento.

La Main de Dieu

La Main de Dieu

Otro de los tra­ba­jos admi­ra­bles lo cons­ti­tu­ye La Main de Dieu (La Mano de Dios), pres­ta­do por el Metro­po­li­tan Museum de Nue­va York; se tra­ta de un tra­ba­jo ela­bo­ra­do en már­mol de pro­fun­do sig­ni­fi­ca­do filo­só­fi­co don­de el artis­ta refle­xio­na acer­ca de la pujan­za de la mano crea­do­ra. No menos impor­tan­te es La por­te de l’enfer (La Puer­ta del Infierno), un extra­or­di­na­rio gru­po escul­tó­ri­co que le fue enco­men­da­do a Rodin por el gobierno fran­cés y en el que dedi­có gran par­te de su vida para su rea­li­za­ción; en este monu­men­tal tra­ba­jo ins­pi­ra­do en el Infierno –una de las 3 par­tes de la Divi­na Come­dia de Dan­te Alighie­ri, Rodin no inten­ta ilus­trar la his­to­ria del poe­ta sino mos­trar los cuer­pos de los con­de­na­dos de la tie­rra en el tumul­to de los círcu­los infernales.

La Porte de L'Enfer

La Por­te de L’Enfer

La segun­da de las salas expo­ne las escul­tu­ras rea­li­za­das con arci­lla, mate­rial a tra­vés del cual Rodin expre­sa­ba gran par­te de su arte y resul­ta cla­ve para tener una idea más aca­ba­da de su pro­ce­so crea­ti­vo. Otra de las salas dedi­ca su aten­ción a la téc­ni­ca de la Frag­men­ta­ción don­de el artis­ta se rebe­la con­tra la noción pre­va­le­cien­te de que una escul­tu­ra no pue­de que­dar muti­la­da o ampu­tada, es allí que como ejem­plo de esa línea crea­ti­va se encuen­tra, entre otras crea­cio­nes, L Hom­me qui mar­che, gran­de modè­le (El hom­bre que cami­na, Gran Mode­lo), tra­ba­jo en yeso pati­na­do ins­pi­ra­do en la figu­ra de San Juan Bau­tis­ta, que con­si­de­ra el paso del tiem­po y la degra­da­ción cor­po­ral del hombre.

A ini­cia­ti­va del pin­tor Carl Moll, padras­tro de Alma Mah­ler, y tenien­do en cuen­ta la afi­ni­dad de Rodin por la músi­ca y su admi­ra­ción hacia Gus­tav Mah­ler, el escul­tor reali­zó un bus­to del músi­co, don­de el céle­bre com­po­si­tor posó 12 veces para el escul­tor quien efec­tuó dos ver­sio­nes de su retra­to. Digno de des­ta­car es La Pen­sée (Por­trait de Cami­lle Clau­del), una obra en yeso logra­da a par­tir del már­mol con­ser­va­do en el Musée d’Orsay; esta crea­ción refle­ja una cabe­za de mujer don­de fácil­men­te se reco­no­ce la cara de la famo­sa escultora.

Una de las salas está dedi­ca­da a las pro­duc­cio­nes en már­mol don­de se des­ta­can dos escul­tu­ras rea­li­za­das por los cola­bo­ra­do­res de Rodin; una de ellas es La Mort d’Adonis (La Muer­te de Ado­nis) de Rey­nau y la otra es La tête de Saint Jean Bap­tis­te dans un plat (La Cabe­za de San Juan Bau­tis­ta en un pla­to) de Fra­nçois Curillon.

Le Baiser

Le Bai­ser

En la sala dedi­ca­da a las obras rea­li­za­das en bron­ce se encuen­tran gran­des escul­tu­ras de las que se dis­tin­guen tres esta­tuas que for­man par­te de Les Bour­geo­is de Calais (Los Bur­gue­ses de Calais), así como Le Bai­ser (El Beso).

La expo­si­ción se nutre tam­bién con algu­nas escul­tu­ras de Cami­lle Clau­del, don­de hoy día el nom­bre de Rodin no pue­de que­dar diso­cia­do de quien fue­ra su más cer­ca­na cola­bo­ra­do­ra y aman­te. Entre las mis­mas se encuen­tra L’abandon (El aban­dono). La expo­si­ción se com­ple­men­ta con foto­gra­fías y extrac­tos de fil­mes que sir­ven para lle­gar a cono­cer más sobre los tra­ba­jos del autor.

Una ini­cia­ti­va ori­gi­nal y apre­cia­da es la que pre­sen­ta la sala final de la mues­tra deno­mi­na­da “Tou­cher Rodin” (Tocar a Rodin) que está con­ce­bi­da para el públi­co cie­go o con difi­cul­ta­des de visión. En la mis­ma se pue­den tocar algu­nas de las obras rea­li­za­das como répli­cas de las escul­tu­ras ori­giinales; entre las mis­mas se encuen­tran Le Pen­seur, La Main de Dieu, Nijinsky y Mer­cu­re.

En esen­cia, esta extra­or­di­na­ria expo­si­ción con­tri­bu­ye a ilus­trar las prác­ti­cas expe­ri­men­ta­les del artis­ta que con­tri­bu­yó a revo­lu­ción el len­gua­je de la escul­tu­ra, cons­ti­tu­yen­do un exce­len­te apor­te a la rique­za cul­tu­ral de Mon­treal. La mues­tra pro­si­gue has­ta el 18 de octu­bre de 2015 y para infor­ma­ción adi­cio­nal sobre las dife­ren­tes acti­vi­da­des cul­tu­ra­les que se rea­li­zan en torno a la mis­ma, se reco­mien­da visi­tar el sitio www.mbam.qc.ca