Leal­tad Canina

MAX. Esta­dos Uni­dos, 2015. Un film de Boaz Yakin

Como se recor­da­rá en el osca­ri­za­do film fran­cés El Artis­ta (2012), una de sus atrac­cio­nes la cons­ti­tu­yó la actua­ción del perro Uggie que demos­tró una inte­li­gen­cia inusual en el rol que le tocó desem­pe­ñar. Pues aho­ra, el públi­co tie­ne oca­sión de apre­ciar el desem­pe­ño de Max, un pas­tor bel­ga mali­nois, con la úni­ca dife­ren­cia que en este caso es el copro­ta­go­nis­ta del film que se comenta.

El rela­to con­ce­bi­do por el direc­tor Boaz Yakin y el coguio­nis­ta Shel­don Let­tich resal­ta la huma­ni­dad que emer­ge de un perro fiel a su amo como lo que acon­te­ce con Max, quien está per­fec­ta­men­te entre­na­do para estar al ser­vi­cio del sol­da­do Kyle Win­cott (Rob­bie Amell) apos­ta­do en Afga­nis­tán, tra­tan­do de detec­tar con su olfa­to las armas que pue­den estar ocul­tas en las aldeas veci­nas. Cuan­do Kyle mue­re en una embos­ca­da, Max que­da des­am­pa­ra­do y tras­tor­na­do a la vez que impe­di­do de seguir cum­plien­do sus fun­cio­nes. Tras­la­da­do a Texas, el ani­mal es con­fia­do a la fami­lia del mucha­cho des­apa­re­ci­do, don­de sus padres (Tho­mas Haden Church, Lau­ren Graham) y su her­mano menor Jus­tin (Josh Wig­gins) sufren el dolor de la irre­pa­ra­ble pérdida.

Josh Wiggins y Max

Josh Wig­gins y Max

La pri­me­ra par­te del film resul­ta pro­me­te­do­ra mos­tran­do la fide­li­dad que el ani­mal guar­da hacia su difun­to due­ño en su fune­ral así como la rela­ción afec­ti­va que se esta­ble­ce entre Max y Jus­tin quien se hace car­go y res­pon­sa­ble del ani­mal. Sin embar­go es de lamen­tar que el dra­ma adop­te un rum­bo total­men­te dife­ren­te y nada con­vin­cen­te al intro­du­cir en la tra­ma a un ex sol­da­do (Luke Klein­tank) tra­ba­jan­do con un car­tel mexi­cano que ulte­rior­men­te oca­sio­na­rá pro­ble­mas al gru­po fami­liar inclu­yen­do al ani­mal. De este modo, el film se con­vier­te en un rela­to corrien­te de aven­tu­ras, a menu­do vio­len­to y com­ple­ta­men­te des­vin­cu­la­do de su pre­mi­sa inicial.

Si bien es real­men­te apre­cia­ble el desem­pe­ño del perro res­pon­dien­do inte­li­gen­te­men­te a lo que el guión le obli­ga a rea­li­zar, el film aun­que se deja ver no alcan­za a satis­fa­cer como debie­ra por su des­ni­vel narra­ti­vo. Jor­ge Gutman