Uno Para Todos y Todos Para Uno

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

LES TROIS MOUS­QUE­TAI­RESTex­to: Pie­rre ‑Yves Lemieux, basa­do en la obra de Ale­xan­dre Dumas - Direc­ción: Ser­ge Denon­co­urt – Elen­co: Fré­dé­ric Blan­chet­te, Oli­vier Barret­te, Luc Bour­geo­is, Éric Bru­neau, Gui­llau­me Cyr, Béné­dic­te Décary, Kim Des­pa­tis, Fra­nçois-Xavier Dufour, Xavier Huard, Marie-Pier Labrec­que, Benoît Landry, Julie Le Bre­ton, Nor­mand Léves­que, Jean-Moï­se Mar­tin, Benoît McGin­nis, Gui­llau­me Rodri­gue, Mani Soley­man­lou, Phi­lip­pe Thi­bault-Denis — Esce­no­gra­fía: Gui­llau­me Lord — Ves­tua­rio: Fra­nçois Bar­beau – Ilu­mi­na­ción: Anne-Marie Rodri­gue Leco­urs – Músi­ca Ori­gi­nal: Phi­lip Pinsky – Dura­ción: 2 horas y 45 minu­tos (con un entre­ac­to de 20 minu­tos). Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 29 de agos­to de 2015 en el Théâ­tre du Nou­veau Mon­de (www.tnm.qc.ca)

 Éric Bruneau, Philippe Thibault-Denis, Benoît McGinnis y Guillaume Cyr (Foto de Yves Renaud)

Éric Bru­neau, Phi­lip­pe Thi­bault-Denis, Benoît McGin­nis y Gui­llau­me Cyr (Foto de Yves Renaud)

A par­tir de 1844 en que Ale­xan­dre Dumas padre con­ci­bió la nove­la his­tó­ri­ca Los Tres Mos­que­te­ros que ini­cial­men­te había sido publi­ca­da en folle­ti­nes por el matu­tino Le Sie­cle, esta crea­ción ha logra­do cap­tar has­ta el pre­sen­te el fer­vor popu­lar no sólo a tra­vés de su lec­tu­ra sino tam­bién gra­cias a las dife­ren­tes adap­ta­cio­nes rea­li­za­das para el tea­tro, el cine y la tele­vi­sión. De allí que no resul­ta extra­ño que Ser­ge Denon­co­urt se haya deci­di­do pre­sen­tar­la nue­va­men­te al esce­na­rio en un tex­to adap­ta­do por Pie­rre-Yves Lemieux.

Esta pro­duc­ción rea­li­za­da con­jun­ta­men­te con el fes­ti­val Jus­te pour rire es espec­ta­cu­lar y cier­ta­men­te des­per­ta­rá la admi­ra­ción del públi­co asis­ten­te. Antes de fun­da­men­tar las razo­nes por las que la pie­za des­pier­ta gran inte­rés cabe men­cio­nar su tra­ma en una esque­má­ti­ca sinopsis.

La acción se desa­rro­lla en la Fran­cia del siglo 17 bajo el rei­na­do de Luis XIII y gira en torno a D’Artagnan, un joven gas­cón de 18 años con gran habi­li­dad en el mane­jo de la espa­da, quien via­ja a París con la espe­ran­za de unir­se al cuer­po de mos­que­te­ros del rey; allí con la com­pa­ñía de 3 exper­tos mos­que­te­ros que habrán de con­ver­tir­se en sus inse­pa­ra­bles ami­gos logra­rá des­en­mas­ca­rar una cons­pi­ra­ción que tie­ne como res­pon­sa­bles al car­de­nal Riche­lieu y a su prin­ci­pal cóm­pli­ce Milady de Win­ter. Como resul­ta­do del via­je ini­ciá­ti­co rea­li­za­do por nues­tro héroe, éste habrá logra­do ver su sue­ño cum­pli­do al ser desig­na­do mos­que­te­ro y haber madu­ra­do como un hom­bre responsable.

La adap­ta­ción de Pie­rre-Yves Lemieux es fiel a la obra lite­ra­ria con algu­nas licen­cias meno­res que de nin­gún modo alte­ran su espí­ri­tu; así, por ejem­plo, la esce­na ini­cial es ori­gi­nal e inge­nio­sa al intro­du­cir a un niño que leyen­do la nove­la de Dumas se intro­du­ce en ella para asu­mir la per­so­na de D’Artagnan y vivir sus aventuras.

Un aspec­to deter­mi­nan­te del éxi­to de este espec­tácu­lo es el impe­ca­ble repar­to inte­gra­do por 18 acto­res. Comen­zan­do con los famo­sos mos­que­te­ros, Benoît McGin­nis ofre­ce con­vic­ción como el don­jua­nes­co Ara­mis, Éric Bru­neau se desem­pe­ña con aplo­mo como el inte­li­gen­te y más impor­tan­te inte­gran­te del gru­po que guar­da un dolo­ro­so secre­to de su pasa­do, en tan­to que Gui­llau­me Cyr ofre­ce con afian­za­da soli­dez la viva­ci­dad de Porthos y algu­nos de los momen­tos risue­ños de la obra. Del res­to del elen­co cabe men­cio­nar a Mani Soley­man­lou quien como Plan­chet, el con­fia­ble valet de D’Artagnan, apor­ta gra­cia a gra­nel; Marie-Pier Labrec­que es la dul­ce Cons­tan­ce de quien D’Artagnan se ena­mo­ra per­di­da­men­te; Julie Le Bre­ton, bri­lla como la seduc­to­ra, malé­vo­la y pér­fi­da Milady; Luc Bour­geo­is se luce como el maquia­vé­li­co e intri­gan­te car­de­nal Riche­lieu. En otros roles de apo­yo tam­bién se des­ta­can Benoît Landry como Louis XIII, Béné­dic­te Décary ani­man­do a la rei­na Anne de Aus­tria y Fra­nçois-Xavier Dufour dan­do vida al duque de Buc­kingham y aman­te de la sobe­ra­na. Con el res­pe­to que mere­ce el homo­gé­neo elen­co, no obs­tan­te la mejor inter­pre­ta­ción está a car­go de Phi­lip­pe Thi­bault-Denis quien gene­ra mere­ci­dos aplau­sos de la audien­cia; asu­mien­do el rol pro­ta­gó­ni­co a tra­vés de las dife­ren­tes face­tas que asu­me su per­so­na­je, este joven actor de 26 años cons­ti­tu­ye una gran reve­la­ción al haber­se sumer­gi­do con deno­da­da pasión, ímpe­tu y entu­sias­mo en la piel de D’Artagnan.

La acer­ta­da esce­no­gra­fía de Gui­llau­me Lord que es com­ple­ta­men­te fun­cio­nal a los con­ti­nua­dos cam­bios de esce­nas reque­ri­dos por la tra­ma, el sober­bio y fas­tuo­so ves­tua­rio de épo­ca de Fra­nçois Bar­beau y la con­tri­bu­ción de la con­cep­ción musi­cal de Phi­lip Pinsky que se ajus­ta cabal­men­te en los momen­tos más ten­sos, son otros de los ele­men­tos resal­tan­tes de esta producción.

Final­men­te cabe elo­giar una vez más la excep­cio­nal direc­ción Ser­ge Denon­co­urt. Este gran maes­tro de la esce­na tea­tral de Cana­dá no ter­mi­na de sor­pren­der en cada uno de los tra­ba­jos que empren­de. En esta opor­tu­ni­dad acu­dió a un tex­to popu­lar y aun­que no ten­ga la mis­ma pro­fun­di­dad que el de otras obras aco­me­ti­das por él, ha sido capaz de guiar a un elen­co impor­tan­te, coreo­gra­fiar sus movi­mien­tos, cui­dar los dife­ren­tes deta­lles de la pie­za, ya se tra­te de esce­nas de com­ba­te y acción como las de natu­ra­le­za joco­sa que man­tie­nen ade­cua­do equi­li­brio con los momen­tos dra­má­ti­cos que asu­me la par­te final del rela­to. Lo impor­tan­te es que ha sabi­do dar­le vita­li­dad y flui­dez a esta his­to­ria al reu­nir los ingre­dien­tes nece­sa­rios para dis­fru­tar­la ple­na­men­te a lo lar­go de su desa­rro­llo. El resul­ta­do es un espec­tácu­lo de enver­ga­du­ra que como entre­te­ni­mien­to masi­vo de nin­gún modo menos­ca­ba su nivel de cali­dad. Más allá de sus méri­tos intrín­se­cos, que­da refle­ja­do el men­sa­je de pro­fun­da amis­tad, soli­da­ri­dad y leal­tad que sur­ge de la plu­ma de Dumas en la rela­ción enta­bla­da entre sus 4 mos­que­te­ros, lo que per­mi­te que que­de refren­da­da una vez más la famo­sa expre­sión de “Uno para todos y todos para uno”.

Con­clu­sión: Nue­va­men­te la maes­tría de Ser­ge Denon­curt delei­ta al espec­ta­dor con un exce­len­te espec­tácu­lo.que enri­que­ce la car­te­le­ra tea­tral de Montreal

Una Acu­sa­to­ria Mirada

THE LOOK OF SILEN­CE. Dina­mar­ca-Indo­ne­sia-Norue­ga-Fin­lan­dia-Gran Bre­ta­ña, 2014. Un film de Joshua Oppenheimer

 Adi enfrentando a uno de los responsables del genocidio de Indonesia

Adi enfren­tan­do a uno de los res­pon­sa­bles del geno­ci­dio de Indonesia

Des­pués del valio­so y tris­te docu­men­tal ofre­ci­do por Joshua Oppenhei­mer hace tres años con The Act of Killing (cuyo comen­ta­rio crí­ti­co fue publi­ca­do en la edi­ción del 2 de agos­to de 2013), el direc­tor abor­da el mis­mo tema en The Look of Silen­ce pero en lugar de tener como pro­ta­go­nis­tas a los per­pe­tra­do­res del régi­men de terror que tuvo lugar en Indo­ne­sia a par­tir de 1966 con la asun­ción del poder del gene­ral Suhar­to, aquí los pro­ta­go­nis­tas lo cons­ti­tu­yen los parien­tes de las víc­ti­mas del atroz geno­ci­dio. De este modo el rea­li­za­dor ha inten­ta­do, y nota­ble­men­te logra­do, ana­li­zar y explo­rar cómo la socie­dad en su con­jun­to ha podi­do vivir en una atmós­fe­ra de mie­do y silen­cio duran­te el últi­mo medio siglo.

Cier­ta­men­te, el siglo pasa­do fue tes­ti­go de fla­gran­tes crí­me­nes con­tra la huma­ni­dad, entre ellos el más horren­do ha sido el del Holo­caus­to de la Segun­da Gue­rra; sin embar­go, sus vic­ti­ma­rios –sal­vo los que han logra­do huir- pos­te­rior­men­te tuvie­ron o reci­bie­ron el cas­ti­go mere­ci­do y por supues­to nadie podría ima­gi­nar un esce­na­rio don­de los nazis siguie­sen con­ser­van­do el poder. En el caso de Indo­ne­sia, la situa­ción es total­men­te dife­ren­te por cuan­to los ase­si­nos que per­pe­tra­ron el régi­men de terror gozan de total impu­ni­dad y para peor muchos de ellos aún siguen domi­nan­do los des­ti­nos del país.

Para este film, Oppenhei­mer se con­cen­tró en una fami­lia de sobre­vi­vien­tes toman­do como refe­ren­cia a Adi, un opto­me­tris­ta de 44 años de edad que aún no había naci­do cuan­do en 1966 los escua­dro­nes para­mi­li­ta­res mata­ron a su her­mano Ram­li, dejan­do en com­ple­to esta­do de angus­tia y cons­ter­na­ción a sus empo­bre­ci­dos padres.

Cola­bo­ran­do con el rea­li­za­dor, Adi se pro­po­ne iden­ti­fi­car a los ase­si­nos de su her­mano para deter­mi­nar cómo murió, como así tam­bién cono­cer de qué for­ma ellos jus­ti­fi­can los crí­me­nes come­ti­dos. Así, en un momen­to de gran ten­sión él lle­ga a con­fron­tar a algu­nos de sus eje­cu­to­res pidién­do­les que acep­ten la res­pon­sa­bi­li­dad de sus accio­nes. Sin duda, el opto­me­tris­ta adop­tó un ges­to deci­di­da­men­te audaz tenien­do en cuen­ta la peli­gro­si­dad y ries­go que esta­ba asu­mien­do al enfren­tar­los; sin embar­go, ocul­tan­do sus emo­cio­nes evi­ta emplear un tono agre­si­vo o beli­co­so para en cam­bio valer­se de sufi­cien­te pacien­cia y reca­to fren­te a lo que esta­ba escu­chan­do, don­de logró en cier­to modo la empa­tía de sus bes­tia­les interlocutores.

Al pro­pio tiem­po indig­na saber que en la escue­la a la que asis­te el hijo de Adi, se alec­cio­na a los alum­nos al ser ense­ña­dos que las víc­ti­mas eli­mi­na­das lo fue­ron por haber sido con­si­de­ra­das comu­nis­tas y que esas eje­cu­cio­nes han ser­vi­do para pre­ser­var la democracia.

Fun­da­men­tal­men­te, esta pelí­cu­la en for­ma vis­ce­ral y nada com­pla­cien­te con­si­de­ra cuál es el lega­do de la masa­cre que afec­ta al pue­blo indo­ne­sio en medio de una atmós­fe­ra de temor don­de se impo­ne la mira­da del silencio.

Ade­más de sus valo­res cine­ma­to­grá­fi­cos, tan­to Oppenhei­mer como los miem­bros del equi­po de fil­ma­ción –cuyos nom­bres per­ma­ne­cen anónimos‑, han logra­do un docu­men­to excep­cio­nal que cons­ti­tu­ye un recor­da­to­rio sobre la ver­dad de los hechos del recien­te pasa­do así como una seve­ra adver­ten­cia para que acon­te­ci­mien­tos como éstos no vuel­van a repe­tir­se en el futu­ro. De este modo que­da un impor­tan­te tes­ti­mo­nio para que a tra­vés del mis­mo el mun­do se impon­ga de esta des­gra­cia don­de sus per­pe­tra­do­res cons­ti­tu­yen el lado sinies­tro de la natu­ra­le­za humana.

Con­clu­sión: Como lo fue­ra The Act of Killing, The Look of Silen­ce cons­ti­tu­ye para el espec­ta­dor una expe­rien­cia psi­co­ló­gi­ca­men­te catár­ti­ca. He aquí, un docu­men­to que por su con­te­ni­do –aun­que cruel y dolo­ro­so- así como por su impe­ca­ble rea­li­za­ción es alta­men­te reco­men­da­ble. Jor­ge Gutman

La Res­tau­ra­ción de un Museo Prestigioso

THE NEW RIJKS­MU­SEUM. Holan­da, 2014. Un film de Oeke Hoo­gen­dijk

El Rijks­mu­seum de Holan­da es el Museo Nacio­nal del país, con­si­de­ra­do como uno de los más impor­tan­tes del mun­do en mate­ria de arte y arte­sa­nía; como dato rele­van­te bas­ta indi­car que alber­ga más de un millón de pie­zas en la que se inclu­ye la más renom­bra­da colec­ción de pin­tu­ras del deno­mi­na­do Siglo de Oro holandés.

Una escena del documental THE NEW RIJKSMUSEUM

Una esce­na del docu­men­tal THE NEW RIJKSMUSEUM

Habien­do abier­to sus puer­tas en 1800, el edi­fi­cio de esta ins­ti­tu­ción cul­tu­ral fue obje­to de varios des­pla­za­mien­tos has­ta que final­men­te en 1885 fue tras­la­da­do a su actual ubi­ca­ción en la Pla­za de los Museos de Áms­ter­dam. Des­pués de más de un siglo, en 2003 el Museo cerró tem­po­ral­men­te sus puer­tas a fin de some­ter­se a impor­tan­tes tra­ba­jos de res­tau­ra­ción y reno­va­ción a car­go de los arqui­tec­tos espa­ño­les Anto­nio Cruz y Anto­nio Ortíz.

En base a lo que pre­ce­de, este docu­men­tal de Oeke Hoo­gen­dijk tie­ne como obje­to refe­rir­se al com­pli­ca­dí­si­mo pro­ce­so expe­ri­men­ta­do duran­te la recons­truc­ción del edi­fi­cio. Lo que en prin­ci­pio debía durar pocos años, a la lar­ga se con­vir­tió en una odi­sea que con­clu­yó casi una déca­da después.

Ade­más de difi­cul­ta­des buro­crá­ti­cas y pre­su­pues­ta­rias que dila­ta­ron las obras, uno de los prin­ci­pa­les incon­ve­nien­tes tuvo lugar por la obje­ción de los ciclis­tas; aquí es nece­sa­rio acla­rar que el edi­fi­cio se encuen­tra atra­ve­sa­do por un corre­dor don­de pea­to­nes y ciclis­tas tie­nen libre cir­cu­la­ción. De allí que cuan­do la pro­pues­ta ini­cial del redi­se­ño afec­ta­ba este pasa­di­zo impi­dien­do el acce­so de los ciclis­tas, ese hecho pro­du­jo gran­des pro­tes­tas por par­te de los afec­ta­dos. Ade­más del epi­so­dio men­cio­na­do, al cual el docu­men­ta­lis­ta dedi­ca más tiem­po de lo real­men­te nece­sa­rio, el film con­tem­pla algu­nos comen­ta­rios por par­te de arqui­tec­tos, dise­ña­do­res, con­ser­va­dor del museo y en espe­cial de los direc­to­res gene­ra­les del esta­ble­ci­mien­to. Uno de los momen­tos más tras­cen­den­tes sur­ge cuan­do el enton­ces direc­tor gene­ral del museo Ronald de Leeuv, exa­cer­ba­do por las com­pli­ca­cio­nes sur­gi­das para lle­var ade­lan­te el pro­yec­to que fue inte­rrum­pi­do por cier­to tiem­po, pre­sen­ta su renun­cia y es reem­pla­za­do por el nue­vo direc­tor Wilm Pijbes.

Como no hay mal que dure 100 años, el museo fue final­men­te reabier­to en abril de 2013 lucien­do impe­ca­ble. Aho­ra bien, uno se pre­gun­ta has­ta qué pun­to el film tras­cien­de para el públi­co corrien­te al no exhi­bir las valio­sí­si­mas obras que con­tie­ne esta gran ins­ti­tu­ción cul­tu­ral. Tal como está pre­sen­ta­do, este docu­men­tal aun­que bien rea­li­za­do solo podrá inte­re­sar a una audien­cia que le fas­ci­ne cono­cer los entre­te­lo­nes –inclu­yen­do las con­tro­ver­sias sus­ci­ta­das- del Rijks­mu­seum duran­te el lar­go perío­do de demo­li­ción y res­tau­ra­ción. Para apre­ciar la extra­or­di­na­ria rique­za de las pie­zas alber­ga­das en el nue­vo edi­fi­cio será nece­sa­rio visi­tar­lo per­so­nal­men­te via­jan­do a la capi­tal de Holan­da. Jor­ge Gutman

Recuer­dos de un Famo­so Detective

MR. HOL­MES. Esta­dos Uni­dos, 2015. Un film de Bill Condon

El escri­tor esco­cés Arthur Conan Doy­le (1859 – 1930), quien tam­bién fue poe­ta y médi­co, esta­ba muy lejos de ima­gi­nar que sus his­to­rias sobre el per­so­na­je Sher­lock Hol­mes habría de con­ver­tir­lo en el detec­ti­ve de fic­ción más famo­so del mun­do. Las fas­ci­nan­tes haza­ñas de este sabue­so, don­de la mayo­ría de las mis­mas fue­ron narra­das por su gran ami­go John Watson, fue­ron tras­la­da­das al cine en varia­das opor­tu­ni­da­des y aho­ra es el direc­tor Bill Con­don quien deci­dió abor­dar­lo aun­que en este caso lo hace duran­te sus últi­mos años de vida. Para per­so­ni­fi­car­lo con­vo­có a Ian Mc Kellen, con quien ya tuvo opor­tu­ni­dad de tra­ba­jar en el muy buen film Gods and Mons­ters (1998); una vez más esta cola­bo­ra­ción ha resul­ta­do amplia­men­te fructuosa.

Ian Mc Kellen

Ian Mc Kellen

Basa­do en el guión de Jef­frey Hat­cher, quien a su vez tomó como refe­ren­cia la nove­la de Mitch Cullin A Slight Trick of the Mind, pre­sen­ta a Hol­mes (McKe­llen) de 93 años en 1947 quien aca­ba de retor­nar de Japón en un via­je que tuvo como pro­pó­si­to obte­ner una plan­ta medi­ci­nal para con­tra­rres­tar la seni­li­dad así como pre­ser­var su capa­ci­dad inte­lec­tual. En su casa ubi­ca­da en una zona rural de Sus­sex, al sur de Ingla­te­rra, vive acom­pa­ña­do de la seño­ra Mun­ro (Lau­ra Lin­ney), una viu­da gober­nan­ta que lo atien­de, y su hijo Roger (Milo Par­ker) de 14 años quien apre­cia al anciano vién­do­lo dedi­ca­do a su labor de apicultor.

Con muy bue­na ila­ción, el rela­to con­si­de­ra dos his­to­rias para­le­las que sur­gen de los recuer­dos de este per­so­na­je cuya memo­ria se encuen­tra en con­si­de­ra­ble esta­do de fali­bi­li­dad. El epi­so­dio más cer­cano lo cons­ti­tu­ye el via­je que aca­ba de rea­li­zar a Hiroshi­ma don­de se pro­du­ce el encuen­tro con un bota­nis­ta (Hiro­yu­ki Sena­da) quien le ayu­da a bus­car la medi­ci­na desea­da; esa visi­ta per­mi­te al mis­mo tiem­po que el anciano con­tem­ple lo que ha que­da­do de la ciu­dad diez­ma­da por el bom­bar­deo ató­mi­co de agos­to de 1945.

La otra his­to­ria sur­ge de los apun­tes de Hol­mes y se vin­cu­la con la expe­rien­cia atra­ve­sa­da 30 años atrás cuan­do a ins­tan­cias de Tho­mas Kel­mot (Patrick Ken­nedy), un muy preo­cu­pa­do mari­do, reci­be ins­truc­cio­nes de vigi­lar los pasos de su depri­mi­da espo­sa Ann (Hat­tie Morahan) de quien teme que haya caí­do bajo los influ­jos de una espi­ri­tua­lis­ta (Fran­ces de la Tour) que le ofre­ce cla­ses de músi­ca de un extra­ño ins­tru­men­to. Este caso, cuyo cli­ma se ase­me­ja al que Hitch­cock con­si­de­ró en Vér­ti­go (1958), nun­ca lle­gó a ser resuel­to por el sagaz detec­ti­ve lo que moti­vó a que deci­die­ra dejar la profesión.

Más allá de los recuer­dos, el film se cen­tra en un hom­bre que es con­cien­te de su mor­ta­li­dad y que vien­do que el final se le va apro­xi­man­do tra­ta de con­ser­var su luci­dez men­tal. En tal sen­ti­do, los recuer­dos del pasa­do que acu­den a su men­te pue­den o no ser total­men­te verí­di­cos pero lo que el rela­to tras­lu­ce es la volun­tad y per­sis­ten­cia de quien fue­ra el cere­bral inves­ti­ga­dor para no dejar­se ven­cer como así tam­bién para pre­ser­var su iden­ti­dad personal.

Más que el desa­rro­llo de una sus­tan­cial tra­ma, lo que en este film pre­do­mi­na es la des­crip­ción psi­co­ló­gi­ca de un famo­so per­so­na­je en el cre­púscu­lo de su exis­ten­cia. ¿Quién mejor que McKe­llen para com­pe­ne­trar­se en la per­so­na­li­dad de Hol­mes? Con su acos­tum­bra­da sol­ven­cia pro­fe­sio­nal, el actor mara­vi­lla repre­sen­tan­do a un hom­bre anciano, un tan­to iras­ci­ble y cas­ca­rra­bias, con emo­cio­nes repri­mi­das, que tra­ta de dar­le un sen­ti­do a lo que le res­ta por vivir, dedi­can­do su ener­gía a la crian­za de abe­jas. No menos impor­tan­te es cómo logra adop­tar dife­ren­tes ras­gos carac­te­ro­ló­gi­cos de su per­so­na­je según la edad que repre­sen­ta en las dis­tin­tas épo­cas –pre­sen­te y pasa­do- en que trans­cu­rre la acción.

Aun­que la bri­llan­te carac­te­ri­za­ción de McKe­llen sea el ele­men­to que más tras­cien­de en la valo­ra­ción del film, Con­don ha cui­da­do que los res­tan­tes per­so­na­jes tam­bién lle­guen a inte­re­sar. En ese aspec­to, cabe remar­car la inter­ac­ción que se pro­du­ce entre Hol­mes y Roger; con­vir­tién­do­se en su men­tor, el anciano crea un sóli­do lazo de amis­tad y ter­nu­ra con el ado­les­cen­te que lo admi­ra y desea seguir sus pasos; es aquí don­de el joven Par­ker cons­ti­tu­ye toda una reve­la­ción por la fres­cu­ra y espon­ta­nei­dad que brin­da a su rol.

Cor­don ha logra­do un film esté­ti­ca­men­te bello don­de se apre­cia la exce­len­te foto­gra­fía de exce­len­te nivel de Tobías Schliess­ler así como tam­bién se des­ta­ca el mon­ta­je de Vir­gi­nia Katz logran­do una bue­na super­po­si­ción de los dife­ren­tes tiem­pos e his­to­rias anexas.

Con­clu­sión: Con­fir­man­do la gran afi­ni­dad exis­ten­te entre Con­don y McKe­llen, el públi­co asis­te a un con­mo­ve­dor film sobre la eta­pa final de la vida del más céle­bre detec­ti­ve de fic­ción que el mun­do ha cono­ci­do.  Jor­ge Gutman

Un Atrac­ti­vo Salón de Baile

JIMMY’S HALL. Gran Bre­ta­ña-Irlan­da-Fran­cia, 2014. Un film de Ken Loach

El vete­rano rea­li­za­dor Ken Loach retor­na con otro film intere­san­te que aun­que no sea el mejor den­tro de su mag­ní­fi­ca fil­mo­gra­fía, siem­pre logra tras­cen­der tenien­do en cuen­ta la acer­ta­da for­ma en que for­mu­la una denun­cia social don­de en este caso toma como refe­ren­cia la figu­ra de un acti­vis­ta político.

Barry Ward

Barry Ward

Tra­ba­jan­do con su habi­tual guio­nis­ta Paul Laverty, el film rela­ta la verí­di­ca his­to­ria de James/Jimmy Gral­ton (Barry Ward), un líder vin­cu­la­do con el comu­nis­mo irlan­dés quien tuvo una acti­va par­ti­ci­pa­ción en la gue­rra de inde­pen­den­cia de su país natal. Des­pués de haber per­ma­ne­ci­do 10 años en Nue­va York, en 1932 retor­na a Irlan­da como ciu­da­dano ame­ri­cano a fin de ayu­dar a su madre ancia­na en la gran­ja fami­liar ubi­ca­da en una zona rural del con­da­do de Leitrim.

Si bien su inten­ción es ini­ciar una vida apa­ci­ble y tran­qui­la en el terru­ño natal, sus pla­nes se verán alte­ra­dos. A su regre­so es cáli­da­men­te aco­gi­do por sus ami­gos loca­les quie­nes apro­ve­chan su lle­ga­da para soli­ci­tar­le que reabra un modes­to y peque­ño salón de bai­le que había esta­do ope­ran­do antes de que él deja­ra el país y que des­de enton­ces ha esta­do cerra­do y en com­ple­to aban­dono por el paso del tiem­po. Es así que Jimmy logra reacon­di­cio­nar el local y lo pone en fun­cio­na­mien­to para que su gen­te dis­pon­ga de un cen­tro comu­ni­ta­rio. En el mis­mo, ade­más de bai­lar con la músi­ca de jazz brin­da­da con los dis­cos que tra­jo de los Esta­dos Uni­dos y el empleo de un gra­mó­fono, los asis­ten­tes pue­den dis­fru­tar con la lec­tu­ra de poe­sías, prac­ti­car depor­tes e inclu­so efec­tuar reunio­nes don­de se dis­cu­ten y comen­tan algu­nos de los pro­ble­mas socia­les que afec­tan a la zona. En todo caso, ese lugar de encuen­tro repre­sen­ta para sus con­cu­rren­tes una for­ma de enri­que­ci­mien­to espi­ri­tual y cul­tu­ral den­tro de un con­tex­to rural don­de no exis­ten otras alter­na­ti­vas de supera­ción o de optar por un mejor porvenir.

A pesar de sus bue­nas inten­cio­nes, las acti­vi­da­des de Gral­ton moles­tan rotun­da­men­te al ultra con­ser­va­dor Padre She­ri­dan (Jim Nor­ton) quien ya antes de que par­tie­ra a los Esta­dos Uni­dos no sim­pa­ti­za­ba con él por su ideo­lo­gía polí­ti­ca; aho­ra, des­de su púl­pi­to el reli­gio­so hace todo lo posi­ble para con­ven­cer a sus feli­gre­ses sobre lo inquie­tan­te que resul­ta la exis­ten­cia de ese círcu­lo de bai­le, ale­gan­do que el salón es un antro per­ni­cio­so que con­tra­di­ce la edu­ca­ción de la igle­sia, agra­va­do por el hecho de que un comu­nis­ta “anti-Cris­to” se encuen­tra al fren­te del mis­mo. A todo ello hay que agre­gar la pre­sen­cia de otros enemi­gos polí­ti­cos de Jimmy como el de un rico terra­te­nien­te (Brian F. O’Byrne) que lle­ga a cas­ti­gar a su hija (Ais­ling Fran­cio­si) por ser una de las asi­duas visi­tan­tes del cen­tro cultural.

Otros acon­te­ci­mien­tos que se suce­den en el rela­to con­du­cen a que final­men­te Gral­ton sea depor­ta­do de Irlan­da ‑sin la exis­ten­cia de jui­cio alguno- y envia­do a los Esta­dos Uni­dos don­de per­ma­ne­ce­rá has­ta su muer­te acae­ci­da en 1945 sin haber sido capaz de retor­nar a su tie­rra natal.

En esen­cia, Jimmy’s Hall se des­ta­ca como un film huma­nis­ta que pre­go­na por el dere­cho de todo indi­vi­duo de poder expre­sar libre­men­te sus ideas sobre las injus­ti­cias socia­les impe­ran­tes. De rit­mo flui­do, pleno de bue­nos sen­ti­mien­tos, bien actua­do y ambien­ta­do, el film del tán­dem Loach-Laverty expo­ne igual­men­te su pun­to de vis­ta sobre el abu­so del poder y dog­ma­tis­mo de la igle­sia cató­li­ca al con­tra­de­cir los idea­les y prin­ci­pios mora­les de la cris­tian­dad. Jor­ge Gutman