Una Remar­ca­ble Hazaña

MERU. Esta­dos Uni­dos, 2015. Un film de Jimmy Chin y Eli­za­beth Chai Vasarhely

Este docu­men­tal galar­do­na­do en Sun­dan­ce con el pre­mio del públi­co es real­men­te valio­so no sola­men­te por ilus­trar la proeza de 3 remar­ca­bles depor­tis­tas sino por­que tam­bién expo­ne las razo­nes por las que los alpi­nis­tas están dis­pues­tos a jugar­se la vida.

Una escena de MERU

Una esce­na de MERU

Si bien esca­lar mon­ta­ñas es una de las acti­vi­da­des depor­ti­vas más peli­gro­sas, aún lo es más si se pien­sa que el 2 de octu­bre de 2011 Con­rad Anker, Jimmy Chin y Renan Ozturk logra­ron lo que has­ta esa fecha era con­si­de­ra­do impo­si­ble: lle­gar a la cum­bre del Mon­te Meru ubi­ca­do en el Hima­la­ya indio.

Lo dra­má­ti­co de esta haza­ña alta­men­te ries­go­sa, que ante­rior­men­te ya había sido inten­ta­da por varias expe­di­cio­nes inter­na­cio­na­les sin haber con­se­gui­do el obje­ti­vo, es que para lle­gar a la cima es nece­sa­rio supe­rar la difi­cul­tad que pre­sen­ta su tra­mo final; la mis­ma con­sis­te en poder ascen­der una de las pen­dien­tes mon­ta­ño­sas más extre­mas del mun­do, bau­ti­za­da con el nom­bre de Shark’s Fin (“ale­ta de tibu­rón”) por su espe­cial forma.

A dife­ren­cia de otros docu­men­ta­les sobre el tema, el pre­sen­te no sola­men­te se refie­re a deta­llar los por­me­no­res de los 11 días que insu­mió el ascen­so triun­fal, sino a los esfuer­zos pre­vios rea­li­za­dos por sus pro­ta­go­nis­tas para alcan­zar esa meta.

Uno de los prin­ci­pa­les inter­lo­cu­to­res del film es Jon Kra­kauer, autor del libro “Into Thin Air” y uno de los gran­des exper­tos en la mate­ria. A tra­vés de él uno se impo­ne de lo que sig­ni­fi­ca lle­gar a la pun­ta del Mon­te Meru a 6310 metros de altu­ra sobre el nivel del mar, con espe­cial rele­van­cia en sus últi­mos 300 metros que con­fi­gu­ra la ruta del Shark’s Fin. Con­si­de­ra­ble tiem­po es dedi­ca­do para expli­car las razo­nes por las que el trío de alpi­nis­tas no habían logra­do su pro­pó­si­to en 2008 cuan­do por el incle­men­te tiem­po debie­ron aban­do­nar la misión estan­do muy cer­ca de com­ple­tar el desa­fío y cómo ese hecho obli­gó a la recon­si­de­ra­ción de sus vidas.

Aspec­tos per­so­na­les que­dan reve­la­dos con rela­ción a cada uno de los pro­ta­go­nis­tas. Con­rad Anker, el líder del gru­po y uno de los más impor­tan­tes esca­la­do­res de mon­ta­ñas de Esta­dos Uni­dos, con­si­de­ra que el Meru repre­sen­ta la cul­mi­na­ción de todo lo que ha hecho en su vida. Jun­to a él se encuen­tra Jimmy Chin, quien menos expe­ri­men­ta­do que Anker y habien­do casi per­di­do su vida en una fuer­te ava­lan­cha, ha depo­si­ta­do toda su con­fian­za en Anker al que con­si­de­ra su men­tor. Final­men­te se encuen­tra Renan Ozturk, un joven alpi­nis­ta que a pesar de haber sufri­do un seve­ro acci­den­te en la nuca, per­sis­te en su volun­tad de vol­ver a efec­tuar el inten­to en 2011 jun­to a sus dos compañeros.

Es raro ver en un docu­men­tal cómo se pue­de lle­gar a trans­mi­tir los aspec­tos emo­cio­na­les de quie­nes prac­ti­can este arries­ga­do depor­te, don­de nada es pre­de­ci­ble, y cual­quier des­agra­da­ble sor­pre­sa –sobre todo las trai­cio­ne­ras ava­lan­chas- pue­de acon­te­cer en el momen­to que uno menos se lo ima­gi­na. Es allí, don­de el rela­to tra­ta de hacer com­pren­der al espec­ta­dor cómo la inten­sa pasión que ani­ma a los tres alpi­nis­tas de esta his­to­ria es lo que les brin­da la fuer­za inter­na nece­sa­ria para seguir esca­lan­do aven­tu­ra­das mon­ta­ñas por­que les pro­du­ce la emo­ción que les da el ver­da­de­ro sen­ti­do a sus vidas; en últi­ma ins­tan­cia se tra­ta de “algo que mere­ce vivir­se aun­que se ten­ga que morir”.

Con una estu­pen­da foto­gra­fía a car­go de Chin y Ozturk cap­tan­do la gran­de­za mís­ti­ca del Hima­la­ya y un extra­or­di­na­rio mon­ta­je de Bob Eisenhardt, el públi­co asis­te a un des­lum­bran­te docu­men­tal que al pro­pio tiem­po refle­ja los sen­ti­mien­tos huma­nos de amis­tad, leal­tad y soli­da­ri­dad de los inte­gran­tes de esta asom­bro­sa expedición.

Con­clu­sión: No es nece­sa­rio ser alpi­nis­ta para apre­ciar este remar­ca­ble y valio­so docu­men­talJor­ge Gutman