Un Amor Prohibido

CAROL. Gran Bre­ta­ña-Esta­dos Uni­dos-Fran­cia, 2015. Un film de Todd Haynes

Una indes­crip­ti­ble emo­ción pro­du­ce la visión de Carol del rea­li­za­dor Todd Hay­nes. La his­to­ria que se pre­sen­cia es de remar­ca­ble auten­ti­ci­dad, cuen­ta con una mag­ni­fi­ca rea­li­za­ción, un esme­ra­do guión y dos inter­pre­ta­cio­nes anto­ló­gi­cas en los roles pro­ta­gó­ni­cos; todo con­tri­bu­ye para que este film sea uno de los mejo­res vis­tos en 2015.

Basa­do en la nove­la “The Pri­ce of Salt” de Patri­cia Highs­mith, el tema está cen­tra­do en el amor de dos muje­res de edad dis­par y dife­ren­te con­di­ción social. Con todo, el rea­li­za­dor no se limi­ta a efec­tuar un con­ven­cio­nal retra­to de les­bia­nis­mo sino que pro­fun­di­za psi­co­ló­gi­ca­men­te lo que pue­de acon­te­cer entre dos seres del mis­mo sexo cuan­do el poder de atrac­ción es más fuer­te que cual­quier otra con­si­de­ra­ción racio­nal para fre­nar ese impulso.

Rooney Mara y Cate Blanchett

Roo­ney Mara y Cate Blanchett

La acción trans­cu­rre en Nue­va York y se desa­rro­lla entre los últi­mos días de 1952 y prin­ci­pios de 1953. La con­si­de­ra­ción de la épo­ca es impor­tan­te por­que en ese enton­ces, las nor­mas pre­do­mi­nan­tes de la socie­dad con­ser­va­do­ra de nin­gu­na mane­ra podría tole­rar una vin­cu­la­ción román­ti­ca homo­se­xual. Den­tro ese mar­co de refe­ren­cia el rela­to comien­za cuan­do Carol (Cate Blan­chett), una dama bur­gue­sa de media­na edad que se encuen­tra en pro­ce­so de divor­cio, se dis­po­ne a efec­tuar unas com­pras en un empo­rio comer­cial de Manhat­tan; al divi­sar a The­re­se (Roo­ney Mara), una joven ven­de­do­ra que allí tra­ba­ja, se ori­gi­na un chis­pa­zo de atrac­ción ins­tan­tá­nea entre ambas; así, ese amor a pri­me­ra vis­ta se irá inten­si­fi­can­do has­ta con­ver­tir­se en una irre­sis­ti­ble pasión.

La diná­mi­ca de la nove­la ori­gi­nal está muy bien apro­ve­cha­da a tra­vés del tra­ba­jo de la guio­nis­ta Phi­llis Nagy quien ha sabi­do cap­tar la natu­ra­le­za de sus per­so­na­jes dota­dos de excep­cio­nal rique­za huma­na. En tal sen­ti­do el elen­co es nada menos que estupendo.

Blan­chett nue­va­men­te demues­tra sus excep­cio­na­les dotes artís­ti­cas carac­te­ri­zan­do la vida inte­rior de una dis­tin­gui­da mujer cuya apa­ren­te frial­dad exter­na va adqui­rien­do cali­dez emo­cio­nal a medi­da que el affai­re se va afian­zan­do. Con un matri­mo­nio poco gra­ti­fi­can­te ‑debi­do en par­te a su orien­ta­ción sexual por la que en el pasa­do ya había man­te­ni­do rela­cio­nes lesbianas‑, Carol no pue­de inte­rrum­pir el pro­fun­do sen­ti­mien­to que la une a The­re­se; eso a su vez la vuel­ve vul­ne­ra­ble cuan­do el exi­to­so hom­bre de nego­cios que es su mari­do (Kyle Chand­ler) la ame­na­za con per­der la cus­to­dia de su hiji­ta o inclu­so los dere­chos de visi­tar­la en caso de pro­se­guir su actual rela­ción amorosa.

La nota­ble actua­ción de Blan­chett no opa­ca la acer­ta­da com­po­si­ción que Mara logra de The­re­se; esta joven actriz trans­mi­te con con­vic­ción el sen­ti­mien­to de sole­dad que la alber­gó antes de cono­cer a Carol y que va cam­bian­do cuan­do ve a su aman­te como la men­to­ra que pue­de modi­fi­car su futu­ra exis­ten­cia. En los per­so­na­jes secun­da­rios se dis­tin­guen Chand­ler como el mari­do que pron­to deja­rá de ser­lo y que a pesar de la orien­ta­ción sexual de Carol tra­ta de sal­var su matri­mo­nio. Final­men­te tam­bién crea empa­tía la par­ti­ci­pa­ción de Jake Lacy ani­man­do al joven cor­te­jan­te de The­re­se quien se da cuen­ta que sus sue­ños de vivir jun­to a la chi­ca con que esta­ba salien­do no podrán con­cre­tar­se por­que para ella no exis­te otra per­so­na que Carol.

Cabe apre­ciar el tra­ta­mien­to que Hay­nes ha brin­da­do a esta his­to­ria don­de su narra­ción alcan­za con­si­de­ra­ble sobrie­dad en la pin­tu­ra de un amor prohi­bi­do. Ade­más, con un len­gua­je cine­ma­to­grá­fi­co impe­ca­ble el rea­li­za­dor recu­rrió al direc­tor de foto­gra­fía Ed Lach­man para que el film sea roda­do en 16 milí­me­tros a fin de otor­gar una impre­sión y tex­tu­ra rea­lis­ta a la recons­ti­tu­ción de épo­ca; en tal sen­ti­do, nin­gún deta­lle ha sido des­cui­da­do per­mi­tien­do de este modo que su auten­ti­ci­dad y belle­za visual con­tri­bu­ya a ele­var aún más la cali­dad de esta película.

Con­clu­sión: Un exce­len­te melo­dra­ma que mere­ce ser vis­to por su meticu­losa rea­li­za­ción y por las con­sa­gra­das actua­cio­nes de Blan­chett y Mara. Jor­ge Gutman