El Cine Según Hitchcock

HITCHCOCK/TRUFFAUT. Fran­cia-Esta­dos Uni­dos, 2015. Un film de Kent Jones

Fra­nçois Truf­faut, el renom­bra­do crí­ti­co de cine de Cahiers du Ciné­ma de la déca­da del 50 que se con­ver­ti­ría en uno de los más impor­tan­tes rea­li­za­do­res del siglo pasa­do, evi­den­ció un pro­fun­do res­pe­to y gran admi­ra­ción hacia Alfred Hitch­cock. De allí que tuvie­se gran inte­rés en resal­tar el tra­ba­jo del bien lla­ma­do Mago del Sus­pen­so, no sola­men­te como un direc­tor de fil­mes de estric­to entre­te­ni­mien­to sino tam­bién como un cineas­ta de crea­ti­vi­dad excep­cio­nal y due­ño de un esti­lo dis­tin­ti­vo por su extre­ma­da rigu­ro­si­dad. Es así que en 1962 logró con­ven­cer a Hitch­cock para ser entre­vis­ta­do; a tra­vés de 27 horas de con­ver­sa­ción que se exten­dió a lo lar­go de una sema­na en una peque­ña sala de los estu­dios Uni­ver­sal de Holly­wood se con­cre­tó el ambi­cio­so pro­yec­to del cineas­ta fran­cés quien duran­te su tra­ba­jo estu­vo acom­pa­ña­do por su cole­ga Helen Scott que ofi­ció de tra­duc­to­ra. El resul­ta­do de esta exten­sa entre­vis­ta se tra­du­jo en el libro de Truf­faut “Cine­ma Accor­ding to Hitch­cock” (El cine según Hitch­cock) publi­ca­do en 1966. No es exa­ge­ra­do afir­mar que este valio­so tex­to cons­ti­tu­ye un ele­men­to de refe­ren­cia esen­cial para direc­to­res de cine como así tam­bién un libro vital para los ciné­fi­los y sobre todo para quie­nes aman el cine del gran cineasta.

François Truffaut y Alfred Hitchcock

Fra­nçois Truf­faut y Alfred Hitchcock

En base a lo que pre­ce­de, el direc­tor docu­men­ta­lis­ta Kent Jones ofre­ce en Hitchcock/Truffaut un exhaus­ti­vo aná­li­sis de esa excep­cio­nal entre­vis­ta que Truf­faut, en ese enton­ces de 30 años y en el ini­cio de su carre­ra, rea­li­za­ra al enton­ces vete­rano Hitch­cock de 63 años, quien con­ta­ba con una fil­mo­gra­fía de más de 40 títulos.

Es impor­tan­te acla­rar que en los 80 minu­tos que dura el film resul­ta impo­si­ble abar­car con minu­cio­si­dad el con­te­ni­do del libro; con todo, el docu­men­tal logra resal­tar sus aspec­tos más esen­cia­les a tra­vés de audio clips de las char­las ori­gi­na­les de los dos direc­to­res –don­de Hitch­cock le seña­la a Truf­faut acer­ca de la impor­tan­cia que tie­ne el espa­cio para la obten­ción de la ima­gen reque­ri­da- así como por la exce­len­te inter­ven­ción de des­ta­ca­dos rea­li­za­do­res moder­nos inclu­yen­do a Wes Ander­son, Oli­vier Assa­yas, Peter Bog­da­no­vich, Arnaud Des­ple­chin, David Fin­cher, James Gray, Kiyoshi Kuro­sa­wa, Richard Lin­kla­ter, Mar­tin Scor­se­se y Paul Schrader.

De los comen­ta­rios efec­tua­dos sobre la obra de Hitch­cock Fin­cher des­ta­ca elo­gio­sa­men­te el tras­fon­do psi­co­ló­gi­co de sus fil­mes, como tam­bién el carác­ter de per­ver­sión impre­so en Vér­ti­go. Scor­se­se reme­mo­ra cómo en sus años de juven­tud se mara­vi­lla­ba obser­van­do sus fil­mes, aten­dien­do a su cui­da­do­sa ela­bo­ra­ción así como a aspec­tos téc­ni­cos de fil­ma­ción en lo que con­cier­ne a la ubi­ca­ción de las cáma­ras para lograr un ópti­mo resul­ta­do. Bog­da­no­vich resal­ta la impor­tan­cia del libro de Truf­faut al haber cam­bia­do la ima­gen que se tenía del entre­vis­ta­do y apre­ciar en su real mag­ni­tud su apor­te al cine; tam­bién recuer­da la reac­ción sor­pren­den­te del públi­co cuan­do se estre­nó Psy­cho en la anto­ló­gi­ca esce­na de la ducha. Para Des­ple­chin resul­ta fas­ci­nan­te con­tem­plar el modo en que Hitch­cock con­si­de­ra en sus fil­mes la trans­fe­ren­cia de cul­pa del real­men­te cul­pa­ble al ino­cen­te, ejem­pli­fi­cán­do­lo con el rol de Henry Fon­da en The Wrong Man quien ani­ma a un hom­bre fal­sa­men­te acu­sa­do de los deli­tos come­ti­dos por otra per­so­na. Por su par­te, Ander­son des­ta­ca la impor­tan­cia de los aspec­tos visua­les, en tan­to que Lin­kla­ter sos­tie­ne que muchos de los diá­lo­gos de los fil­mes de Hitch­cock podrían haber­se pres­cin­di­do debi­do a la expre­si­vi­dad de sus imágenes.

El film seña­la la inten­sa amis­tad for­ja­da entre Truf­faut y Hitch­cock como con­se­cuen­cia de la inten­sa entre­vis­ta y que pro­lon­gó has­ta la muer­te de éste últi­mo en 1980. En ese enton­ces, nadie podía ima­gi­nar que el entre­vis­ta­dor habría de morir 4 años des­pués a la tem­pra­na edad de 52 años; en todo caso el últi­mo pro­yec­to en vida de Truf­faut fue el de actua­li­zar su libro des­ta­can­do a su gran ami­go como “el artis­ta que escri­bió con la cáma­ra.

Jones logró un lumi­no­so docu­men­tal sobre dos hom­bres per­te­ne­cien­tes a dife­ren­tes cul­tu­ras y esti­los de tra­ba­jo pero que tuvie­ron en común el haber vivi­do inten­sa­men­te por y para el cine. Como nota final es meri­to­rio dis­tin­guir el cui­da­do­so mon­ta­je de Rachel Reich­man inter­ca­lan­do en for­ma armo­nio­sa deta­lles de la entre­vis­ta cen­tral, los tes­ti­mo­nios reco­gi­dos de los rea­li­za­do­res men­cio­na­dos y extrac­tos de más de una trein­te­na de fil­mes de Hitch­cock y algu­nos de Truffaut.

Con­clu­sión: Aun­que este nota­ble docu­men­tal no pue­de reem­pla­zar al libro ori­gi­nal es lo sufi­cien­te­men­te fas­ci­nan­te como para que des­pués de su visión el espec­ta­dor que no lo haya leí­do se sien­ta esti­mu­la­do a hacer­lo; sin duda, habrá vali­do la pena. Jor­ge Gutman

Una Dra­má­ti­ca Decisión

LA DER­NIE­RE LEÇON. Fran­cia, 2015. Un film de Pas­ca­le Pouzadoux

El espi­no­so tema de morir con dig­ni­dad es con­si­de­ra­do en La der­niè­re leçon de la rea­li­za­do­ra Pas­ca­le Pou­za­doux. El film está basa­do en el libro epó­ni­mo de Noë­lle Châ­te­let quien trans­mi­tió en el mis­mo los acon­te­ci­mien­tos vivi­dos con su madre cuan­do ella deci­dió suicidarse.

Marthe Villalonga y Sandrine Bonnaire

Marthe Villa­lon­ga y San­dri­ne Bonnaire

En este rela­to de fic­ción la actriz Marthe Villa­lon­ga ani­ma a Made­lei­ne, quien en el día en que sus fami­lia­res fes­te­jan sus 92 años de exis­ten­cia, ella les comu­ni­ca que pon­drá fin a su vida en pocas sema­nas más; como es de supo­ner, ese anun­cio cau­sa gran cons­ter­na­ción a los miem­bros de la fami­lia, sobre todo a sus dos hijos Dia­ne (San­dri­ne Bon­nai­re) y Pie­rre (Antoi­ne Duléry). La ancia­na dama mani­fies­ta que aún cuen­ta con la ener­gía y racio­na­li­dad nece­sa­ria para adop­tar tal medi­da por­que des­pués de una lar­ga vida rea­li­za­da pre­fie­re con­cluir­la antes de sufrir las indig­ni­da­des y humi­lla­cio­nes de las enfer­me­da­des que sur­gen con la avan­za­da edad; por lo tan­to no quie­re lle­gar a con­ver­tir­se en car­ga de nadie.

En los difí­ci­les días que siguen se nota el tre­men­do esfuer­zo que rea­li­za Dia­ne para tra­tar de desis­tir a su madre del acto que va a come­ter tenien­do en cuen­ta que ella no está afec­ta­da de enfer­me­dad ter­mi­nal algu­na. Con todo es evi­den­te que Made­lei­ne no pue­de vivir sola; esa situa­ción se evi­den­cia cuan­do al haber sufri­do una caí­da en su casa que­da des­va­ne­ci­da mien­tras que el horno en que esta­ba coci­nan­do comien­za a ema­nar humo y a últi­mo momen­to es res­ca­ta­da por sus hijos e inter­na­da por algún tiem­po en el hospital.

Pou­za­doux tra­ta de equi­li­brar las opi­nio­nes sobre el tema a tra­vés del com­por­ta­mien­to asu­mi­do por Dia­ne y Pie­rre. Mien­tras ella, que tra­ta a su madre con abne­ga­ción y ter­nu­ra ade­más de haber sido siem­pre su ami­ga, lle­ga final­men­te a acep­tar su deci­sión, su her­mano con cre­cien­te rabia y amar­gu­ra con­si­de­ra a su madre como una mujer egoís­ta al no sope­sar las con­se­cuen­cias que su deter­mi­na­ción pro­du­ce en el seno familiar.

Sin cono­cer deta­lles adi­cio­na­les sobre cómo fue la vida pre­via de esta nona­ge­na­ria, el tópi­co del sui­ci­dio es tra­ta­do deli­ca­da­men­te, no des­pro­vis­to de emo­ción y sin caer en el pate­tis­mo. Con todo, el rela­to no alcan­za la enver­ga­du­ra nece­sa­ria debi­do a que los roles secun­da­rios están débil­men­te con­si­de­ra­dos, con las excep­cio­nes del cari­ño­so nie­to ado­les­cen­te Max (Gré­goi­re Mon­ta­na) y de Vic­to­ria (Sabi­ne Pako­ra), la mujer que cui­da de Made­lei­ne adop­tan­do vaga­men­te la figu­ra de una madre. Una par­ti­cu­lar esce­na enfo­can­do a Dia­ne con el enfer­me­ro del hos­pi­tal cuan­do su madre está inter­na­da resul­ta total­men­te inne­ce­sa­ria así como son pres­cin­di­bles –tal como son pre­sen­ta­dos- los per­so­na­jes del mari­do de Dia­ne y la espo­sa de Pierre.

Las obser­va­cio­nes pre­ce­den­tes se atem­pe­ran por las exce­len­tes actua­cio­nes de Villa­lon­ga y Bon­nai­re, muy natu­ra­les en la com­po­si­ción de sus res­pec­ti­vos per­so­na­jes den­tro del mar­co de una rea­li­za­ción convencional.

Final­men­te, sur­ge la pre­gun­ta si se pue­de jus­ti­fi­car la deci­sión de Made­lei­ne como así tam­bién sus impli­can­cias mora­les. La direc­to­ra pre­fi­rió expo­ner el tema sin lle­gar a pro­nun­ciar­se sobre el mis­mo, per­mi­tien­do de este modo a que cada espec­ta­dor halle su pro­pia res­pues­ta. Jor­ge Gutman

Los sig­nos como len­gua­je de comu­ni­ca­ción humana

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

TRI­BES. Autor: Nina Rai­ne – Direc­ción Escé­ni­ca: Sar­na Lapi­ne –- Elen­co: Jack Vol­pe, Daniel Bro­chu, Greg Ell­wand, Toni Ell­wand, Lisa Nor­ton, Andrea Run­ge – Esce­no­gra­fía: Lara Dawn de Bruijn – Ves­tua­rio: Loui­se Bou­rret – Ilu­mi­na­ción: Nico­las Des­co­teaux – Dise­ño de Video: Geor­ge Allis­ter, Patrick Andrew Boi­vin — Dura­ción: 1hora 45 minu­tos con adi­cio­na­les 20 minu­tos de entre­ac­to- Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 20 de diciem­bre de 2015 en la sala prin­ci­pal del Segal Cen­tre (www.segalcentre.org)

Si bien Mon­treal ya había cono­ci­do Tri­bes en una ver­sión fran­ce­sa dada a cono­cer por el tea­tro La Licor­ne, es aho­ra cuan­do se estre­na en esta ciu­dad en su idio­ma ori­gi­nal. Por cier­to que la expec­ta­ti­va era con­si­de­ra­ble tenien­do en cuen­ta que esta pie­za de la auto­ra bri­tá­ni­ca Nina Rai­ne venía pre­ce­di­da por elo­gio­sos comen­ta­rios a nivel internacional.

Jack Volpe y Andrea Runge (Foto De Andrée Lantier)

Jack Vol­pe y Andrea Run­ge (Foto De Andrée Lantier)

Al efec­tuar su aná­li­sis, lo pri­me­ro que corres­pon­de reco­no­cer es que su tema basa­do en la insu­fi­cien­cia audi­ti­va, don­de la comu­ni­dad que expe­ri­men­ta esa limi­ta­ción con­si­gue supe­rar el incon­ve­nien­te a tra­vés del len­gua­je de los sig­nos, es muy impor­tan­te y sobre todo no muy difun­di­do. Por ello es que la obra se pres­ta a intere­san­tes deba­tes sobre algu­nos aspec­tos que pre­sen­ta y que pro­du­cen sen­sa­cio­nes con­flic­ti­vas para quien comen­ta estas líneas.

Rai­ne pre­sen­ta a una fami­lia inte­gra­da por Chris­topher (Greg Ell­wand), su seño­ra Beth (Toni Ell­wand) y sus tres hijos, Ruth (Lisa Nor­ton), Daniel (Daniel Bro­chu) y Billy (Jack Vol­pe), el menor de los cua­les es sor­do de naci­mien­to. La carac­te­rís­ti­ca de este núcleo fami­liar con cier­to nivel inte­lec­tual es su mar­ca­da dis­fun­cio­na­li­dad, don­de sus inte­gran­tes –con excep­ción de Billy- man­tie­nen diá­lo­gos en su mayor par­te a base de gri­tos y aulli­dos con dis­cu­sio­nes bizan­ti­nas uti­li­zan­do un len­gua­je soez de con­te­ni­do sexual; pare­ce­ría que una cruel­dad laten­te cons­ti­tu­ye el eje de esa unión fami­liar. A todo ello, Billy que ha sido edu­ca­do del mis­mo modo que sus dos her­ma­nos, obser­va tími­da­men­te lo que suce­de alre­de­dor suyo, aso­man­do a veces una ino­cen­te son­ri­sa y emi­tien­do algu­nas pala­bras con­du­cen­tes; aun­que se refle­ja su defi­cien­cia, de nin­gún modo hay ras­go alguno que per­mi­ta al públi­co asis­ten­te creer que el res­to de la fami­lia lo dis­cri­mi­ne; por el con­ta­rio, tal como se apre­cia, todos guar­dan cari­ño y res­pe­to hacia su persona.

El aspec­to que modi­fi­ca­rá la diná­mi­ca fami­liar es cuan­do Billy se ena­mo­ra de Syl­via (Andrea Run­ge), una joven que está per­dien­do el sen­ti­do de la audi­ción y que esti­mu­la al mucha­cho para comen­zar a emplear el len­gua­je de los sig­nos como medio de comu­ni­ca­ción. Ese es el nudo gor­diano que des­es­ta­bi­li­za­rá a la fami­lia cuan­do Billy, en mani­fies­ta rebel­día hacia sus pro­ge­ni­to­res y her­ma­nos, se nie­ga a diri­gir­les la pala­bra habla­da para hacer­lo úni­ca­men­te a tra­vés de señas.

La acti­tud de Billy pare­ce­ría sig­ni­fi­car que has­ta el día que cono­ció a Syl­via, exis­tía en él un com­ple­jo de infe­rio­ri­dad nun­ca mani­fes­ta­do fren­te a los suyos y que al estar aho­ra al lado de la chi­ca que ama y con su mis­ma defi­cien­cia recién cobra con­cien­cia de que sus padres lo han deja­do de lado.

Andrea Runge, Jack Volpe y Toni Ellwand (Foto de Andrée Lantier)

Andrea Run­ge, Jack Vol­pe y Toni Ell­wand (Foto de Andrée Lantier)

Lo que la dra­ma­tur­ga quie­re plan­tear, aun­que no lo trans­mi­ta cla­ra­men­te, es el dile­ma sobre si es mejor que Billy sea tra­ta­do como una per­so­na abso­lu­ta­men­te nor­mal sien­do res­guar­da­do en el seno fami­liar y sin mayo­res hori­zon­tes que deter­mi­nen su vida adul­ta, o si por el con­tra­rio per­mi­tir que el mucha­cho acep­te su defi­cien­cia y enfren­te al mun­do asu­mien­do los ries­gos de ser con­si­de­ra­do dife­ren­te. Ese plan­teo es legí­ti­mo y pre­ci­sa­men­te cons­ti­tu­ye un tema deli­ca­do por­que a tra­vés de la deli­nea­ción de sus per­so­na­jes, que­da la duda si aca­so los miem­bros de esta con­tro­ver­ti­da fami­lia no son más sor­dos que la sor­de­ra que afec­ta a Billy.

La obra bien inten­cio­na­da no alcan­za una dimen­sión pro­fun­da nece­sa­ria por­que al dotar­lo de un con­te­ni­do humo­rís­ti­co que a veces bor­dea lo cari­ca­tu­res­co la reac­ción que pro­vo­ca en el públi­co es la de asis­tir a una come­dia reide­ra en lugar que a un rela­to dra­má­ti­co; por otra par­te, muchas de las situa­cio­nes que en su comien­zo van con­for­man­do esta his­to­ria que­dan sin resol­ver con­du­cien­do a una reso­lu­ción que aun­que emo­ti­va resul­ta com­pla­cien­te y poco convincente.

El nivel del elen­co es muy bueno dis­tin­guién­do­se nota­ble­men­te el tra­ba­jo de Greg Ell­wand así como el desem­pe­ño de Jack Vol­pe, que como sor­do que es en la vida real aquí logra trans­mi­tir una genui­na emo­ción en la com­po­si­ción del per­so­na­je cla­ve de esta pie­za. En lo que con­cier­ne a la pues­ta en esce­na la direc­to­ra Sar­na Lapi­ne sale airo­sa del desa­fío que la obra le pre­sen­ta, en tan­to que la esce­no­gra­fía de Lara Dawn de Bruijn no ofre­ce el gra­do de inti­mi­dad y cali­dez requerida.

En con­clu­sión, Tri­bus es una pie­za que expre­sa el impor­tan­te tema de la comu­ni­ca­ción huma­na dejan­do el men­sa­je de que la pala­bra no es el úni­co medio de expre­sión. Sin ser una obra remar­ca­ble mere­ce ser reco­men­da­da por el esfuer­zo des­ple­ga­do por la direc­to­ra y su elenco. 

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Una Foto Icónica

LIFE. Cana­dá-Ale­ma­nia-Aus­tra­lia-Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Anton Corbjn

La cono­ci­da revis­ta ame­ri­ca­na LIFE publi­có el 7 de mar­zo de 1955 una foto memo­ra­ble titu­la­da Dean in Times Squa­re; la mis­ma fue toma­da por el pres­ti­gio­so fotó­gra­fo Den­nis Stock don­de la icó­ni­ca ima­gen de James Dean atra­jo la aten­ción del públi­co de Esta­dos Uni­dos con­vir­tién­do­lo al poco tiem­po en ful­gu­ran­te estre­lla. Ese es el telón de fon­do del film que se comenta.

La acción que trans­cu­rre hacia fines de 1954 y los pri­me­ros meses de 1955 comien­za en Los Ánge­les don­de Stock (Robert Pat­tin­son) de 26 años de edad lle­ga a cono­cer en una reu­nión social a Dean (Dane DeHaan) de 23 años, quien lo invi­ta a la pro­yec­ción espe­cial de East of Eden (1955), pri­mer film por él pro­ta­go­ni­za­do. A par­tir de allí sur­ge el espe­cial inte­rés de Stock para tomar­le una serie de foto­gra­fías para la revis­ta; des­pués de con­ven­cer a John Morris (Joel Edger­ton) ‑jefe de la agen­cia Mag­num para quien él repor­ta como fotó­gra­fo inde­pen­dien­te- sobre la tarea que desea rea­li­zar, Stock logra ser asig­na­do para lle­var a cabo este proyecto.

Robert Pattinson y Dane DeHaan

Robert Pat­tin­son y Dane DeHaan

Aun­que narra­ti­va­men­te el guión de Luke Davies no alcan­za sufi­cien­te enver­ga­du­ra dra­má­ti­ca el rela­to logra des­ta­car la mane­ra en que se va for­jan­do la rela­ción entre ambos pro­ta­go­nis­tas. Si bien al prin­ci­pio Stock debe supe­rar el esco­llo del actor que se mues­tra poco entu­sias­ma­do y rece­lo­so a ser foto­gra­fia­do, en últi­ma ins­tan­cia logra ganar su confianza.

Lo más impor­tan­te de Life es la acer­ta­da des­crip­ción de las con­tras­tan­tes per­so­na­li­da­des de sus dos per­so­na­jes cen­tra­les, que en gran par­te es debi­da a la muy bue­na per­so­ni­fi­ca­ción rea­li­za­da por los acto­res que le dan vida.

DeHaan en la piel de Dean ofre­ce en cuer­po y alma el carác­ter del joven artis­ta que se rebe­la con­tra el sis­te­ma impe­ran­te en la indus­tria fíl­mi­ca, resis­tien­do los esfuer­zos de pro­mo­ción emplea­dos por Holly­wood; por el con­tra­rio, sólo desea man­te­ner su inte­gri­dad como actor. Vien­do a DeHaan es impo­si­ble olvi­dar a Dean como el mucha­cho intros­pec­ti­vo, melan­có­li­co, de mira­da tris­te, hablan­do como si estu­vie­ra mur­mu­ran­do y trans­mi­tien­do las mira­das, ges­tos y movi­mien­tos de su persona.

Por su par­te, Pat­tin­son rea­li­za una muy bue­na com­po­si­ción de su per­so­na­je como el esme­ra­do fotó­gra­fo con­ven­ci­do de que el tra­ba­jo que está rea­li­zan­do cons­ti­tui­rá una impor­tan­te con­tri­bu­ción al arte de la foto­gra­fía; eso, en par­te com­pen­sa los fra­ca­sos de su vida sen­ti­men­tal al estar sepa­ra­do de su espo­sa e hiji­to. Es así que con fir­me per­sis­ten­cia sigue los pasos de Dean en su tras­la­do a Nue­va York y pos­te­rior­men­te a Fair­mount en India­na, el hogar natal del actor, para con­cre­tar exi­to­sa­men­te su obje­ti­vo pro­fe­sio­nal; al pro­pio tiem­po su tra­ba­jo le per­mi­te cimen­tar una cáli­da amis­tad con Dean, aun­que de cor­ta dura­ción por el acci­den­te auto­mo­vi­lís­ti­co del 30 de sep­tiem­bre de 1955 que cobró la vida del nue­vo ído­lo del cine americano. .

La direc­ción de Cor­bijn, que ade­más es tam­bién un exce­len­te fotó­gra­fo, reve­la su afi­ni­dad con el tema don­de a pesar del des­igual guión de Davies obtie­ne un muy buen encua­dre y acer­ta­da pues­ta escé­ni­ca. En los ren­glo­nes téc­ni­cos se dis­tin­guen los exce­len­tes dise­ños de pro­duc­ción de Anas­ta­sia Masa­ro recons­tru­yen­do fiel­men­te la déca­da del 50, el ves­tua­rio de épo­ca de Gersha Phi­llips y la foto­gra­fía de satu­ra­dos colo­res de Char­lot­te Bruus Christensen.

Final­men­te los ciné­fi­los expe­ri­men­ta­rán un sen­ti­mien­to nos­tál­gi­co con las refe­ren­cias a per­so­na­jes impor­tan­tes del ambien­te de cine de esa épo­ca don­de entre otros se inclu­ye a los rea­li­za­do­res Nicho­las Ray (Peter Lucas) y Elia Kazan (Michael The­rriault), la actriz ita­lia­na Pier Ange­li (Ales­san­dra Mas­tro­nar­di) con quien Dean man­tu­vo un bre­ve roman­ce, el pro­duc­tor Jack War­ner (Ben Kings­ley) y la actriz Nata­lie Wood (Lau­ren Gallagher).
Jor­ge Gutman

La Carre­ra Delic­ti­va de Dos Her­ma­nos Mellizos

LEGEND. Gran Bre­ta­ña-Esta­dos Uni­dos, 2015. Un film diri­gi­do y escri­to por Brian Helgeland

Tom Hardy

Tom Hardy

Des­pués de haber­se vis­to The Krays (1990), las corre­rías delic­ti­vas de los her­ma­nos melli­zos Kray en la ciu­dad de Lon­dres duran­te los años 60 nue­va­men­te retor­nan a la pan­ta­lla a tra­vés de la ver­sión ofre­ci­da por Brian Hel­ge­land en Legend. Esta his­to­ria, don­de la vio­len­cia adquie­re per­ma­nen­te pre­sen­cia, podrá ser más apre­cia­da por el públi­co bri­tá­ni­co fami­lia­ri­za­do con el tema que por los espec­ta­do­res de este con­ti­nen­te; de todos modos si hay una razón para jus­ti­fi­car su visión es por la extra­or­di­na­ria com­po­si­ción que Tom Hardy logra carac­te­ri­zan­do a los dos per­so­na­jes protagónicos.

La his­to­ria es narra­da en off por Fran­ces (Emily Brow­ning), la seño­ra de Reg­gie –uno de los melli­zos; aun­que ese recur­so podría ser admi­ti­do en cir­cuns­tan­cias nor­ma­les, la suer­te corri­da por ella no per­mi­ti­ría que racio­nal­men­te fue­se su rela­to­ra. El pri­mer encuen­tro con los tris­te­men­te céle­bres her­ma­nos impre­sio­na al com­pro­bar cómo la irre­pro­cha­ble téc­ni­ca emplea­da per­mi­te que en un mis­mo cua­dro ambos apa­rez­can inter­pre­ta­dos por un mis­mo actor. Sus dife­ren­tes per­so­na­li­da­des están muy bien des­crip­tas; mien­tras que Reg­gie es inte­li­gen­te, cal­cu­la­dor, bien lis­to para los nego­cios y ade­más guar­dan­do un cier­to encan­to, Ron­nie es un psi­có­pa­ta irra­cio­nal, sádi­co y peli­gro­so ase­sino, ade­más de no tener pre­jui­cios para dejar saber que es un homo­se­xual, comen­ta­rio cier­ta­men­te audaz al ser efec­tua­do en una épo­ca com­ple­ta­men­te dife­ren­te a la actual.

El rela­to enfo­ca prin­ci­pal­men­te las acti­vi­da­des delic­ti­vas de los Krays don­de no están ausen­tes los asal­tos, crí­me­nes, vio­la­cio­nes y otros ele­men­tos que ate­rro­ri­za­ron al East End lon­di­nen­se de ese enton­ces. Par­te de ese accio­nar es rea­li­za­do a tra­vés de alian­zas con ham­po­nes del cri­men orga­ni­za­do de Esta­dos Unidos.

A gran­des ras­gos el guión de Hel­ge­land no alcan­za a supe­rar la media­nía de otros fil­mes del géne­ro y mucho menos la exce­len­cia de Good­fe­llas (1990), de pare­ci­da temá­ti­ca; aquí, la acción se tra­du­ce casi per­ma­nen­te­men­te en un rela­to vio­len­to y sin mayor sus­pen­so, con­fi­gu­ra­do con esce­nas dema­sia­do alar­ga­das que no siem­pre están bien cohe­sio­na­das. Los momen­tos más tran­qui­los e ínti­mos mues­tran a Fran­ces que sin­tien­do un fuer­te amor por su mari­do ve su matri­mo­nio afec­ta­do en la medi­da que Reg­gie no pue­de diso­ciar­se de su men­tal­men­te des­equi­li­bra­do her­mano; en todo caso, esa rela­ción con­yu­gal pare­ce injer­ta­da den­tro de un mar­co narra­ti­vo que per­si­gue un pro­pó­si­to diferente.

Tal como está, el film care­ce de la fuer­za nece­sa­ria para que el espec­ta­dor que­de invo­lu­cra­do en el mis­mo aun­que una vez más cabe rese­ñar que los mati­ces que otor­ga Hardy a sus per­so­na­jes es admi­ra­ble por haber logra­do ofre­cer dos per­so­na­li­da­des com­ple­ta­men­te dife­ren­tes. El res­to del elen­co inte­gra­do por Brow­ning, David Thew­lis, Chris­topher Eccles­ton, Chazz Pali­men­te­ri, entre otros, se desem­pe­ña correc­ta­men­te. Final­men­te, una bue­na fac­tu­ra de pro­duc­ción recrea ade­cua­da­men­te a la ciu­dad de Lon­dres de la déca­da del 60.

Con­clu­sión: Un film des­igual valo­ri­za­do por la exce­len­te inter­pre­ta­ción de Tom HardyJor­ge Gutman