La Dul­ce Ima­gen de Audrey Hepburn

SABRI­NA

Se tra­ta de uno de los más agra­da­bles fil­mes de 1954 y a pesar de haber trans­cu­rri­do más de seis déca­das, Sabri­na sigue guar­dan­do una indis­cu­ti­ble fres­cu­ra. Diri­gi­da por Billy Wil­der, uno de los más impor­tan­te rea­li­za­do­res del cine ame­ri­cano del siglo pasa­do, esta sofis­ti­ca­da come­dia reúne en su elen­co a dos figu­ras legen­da­rias como lo fue­ron Humph­rey Bogart y William Hol­den; com­par­tien­do el car­tel, se encuen­tra la recor­da­da actriz Audrey Hep­burn quien se había con­sa­gra­do inter­na­cio­nal­men­te cuan­do pro­ta­go­ni­zó Roman Holi­day (1953) y obtu­vo el Oscar por su actuación.

Humphrey Bogart y Audrey Hepburn

Humph­rey Bogart y Audrey Hepburn

Adap­ta­do de la pie­za tea­tral de Broad­way escri­ta por Samuel Tay­lor, el argu­men­to se cen­tra en Sabri­na (Hep­burn), la humil­de hija de un chó­fer que tra­ba­ja para dos adi­ne­ra­dos her­ma­nos de Long Island en Nue­va York; uno de ellos es David (William Hol­den), un vete­rano seduc­tor, y el her­mano mayor es Linus (Bogart), un infa­ti­ga­ble empre­sa­rio; aun­que poco en común exis­te entre ellos, el con­flic­to se pro­du­ce cuan­do ambos se sien­ten cau­ti­va­dos por el encan­to de Sabri­na, quien des­pués de haber rea­li­za­do un via­je a Paris por cier­to tiem­po, regre­sa con­ver­ti­da en una mun­da­na, ele­gan­te y dis­tin­gui­da mujer.

Tran­si­tan­do en lo román­ti­co y sen­ti­men­tal, Wil­der logró un film encan­ta­dor valo­ri­za­do por la muy bue­na des­crip­ción de los per­so­na­jes, nota­bles inter­pre­ta­cio­nes del trío pro­ta­gó­ni­co, acer­ta­dos diá­lo­gos y el sutil humor que el direc­tor siem­pre solía brin­dar a sus filmes.

A tra­vés de la serie de Fil­mes Clá­si­cos, el públi­co cana­dien­se tie­ne opor­tu­ni­dad de apre­ciar Sabri­na en la pan­ta­lla gran­de de selec­cio­na­das salas de Cine­plex los días 17, 24 y 25 de enero. Para deta­lles adi­cio­na­les, inclu­yen­do los cines par­ti­ci­pan­tes y hora­rios res­pec­ti­vos pre­sio­ne aquí.

Gran Crea­ción de Verdi

LA OPE­RA DE MON­TREAL PRE­SEN­TA OTELO

Die­ci­séis años des­pués de haber sido pre­sen­ta­da por la Opé­ra de Mon­tréal, el públi­co de esta ciu­dad ten­drá la opor­tu­ni­dad de juz­gar nue­va­men­te Ote­lo. Esta crea­ción líri­ca de Giu­sep­pe Ver­di, con­si­de­ra­da como la ópe­ra más trá­gi­ca del reper­to­rio ita­liano, es una copro­duc­ción de la Ope­ra de Mon­tréal y la Paci­fic Ope­ra Vic­to­ria.

Kristian Benedikt

Kris­tian Benedikt

Ver­di fue un gran admi­ra­dor del genial dra­ma­tur­go William Sha­kes­pea­re y es así que en 1847 ya había com­pues­to Mac­beth basa­do en una de sus obras. En 1871 des­pués del colo­sal éxi­to obte­ni­do con Aida y pos­te­rior­men­te con su Requiem con­ce­bi­do en 1874, Ver­di esta­ba dis­pues­to a dejar de lado su excep­cio­nal tarea de com­po­si­tor. Sin embar­go a ins­tan­cias del renom­bra­do edi­tor Giu­lio Ricor­di y del joven com­po­si­tor y libre­tis­ta ita­liano Arri­go Boi­to, Ver­di modi­fi­ca su deci­sión cuan­do Boi­to le pro­po­ne un guión de ópe­ra ins­pi­ra­do en el Ote­lo sha­kes­pe­riano. Habría enton­ces que aguar­dar varios años para que esta penúl­ti­ma ópe­ra del genial com­po­si­tor ita­liano que­da­se com­ple­ta­da y lle­ga­ra a ser cono­ci­da por el públi­co en oca­sión de su estreno mun­dial en La Sca­la de Milán, en febre­ro de 1887.

Hiromi Omura

Hiro­mi Omura

Res­pe­tan­do el espí­ri­tu de la obra tea­tral, esta dra­má­ti­ca ópe­ra logra un equi­li­brio ade­cua­do entre la inten­si­dad musi­cal impre­sa por Ver­di y el inmor­tal dra­ma humano de Sha­kes­pea­re enfo­can­do la tra­ge­dia pro­vo­ca­da por los celos, el enga­ño y la per­ver­si­dad dia­bó­li­ca. El rela­to gira en torno de Ote­lo, gene­ral moro de la arma­da vene­cia­na, quien es mani­pu­lea­do por su alfé­rez Yago impul­sán­do­lo a dudar de la fide­li­dad de su ama­da espo­sa Des­dé­mo­na; como en la crea­ción de Sha­kes­pea­re el dra­ma desem­bo­ca en tragedia.

Aris Argiris

Aris Argi­ris

Gly­nis Leyshon mon­ta en esce­na esta nue­va pro­duc­ción que cuen­ta en su elen­co con cali­fi­ca­dos can­tan­tes líri­cos. El rol titu­lar del hom­bre que ter­mi­na sien­do víc­ti­ma de sus exor­bi­tan­tes celos está a car­go del tenor lituano Kris­tian Bene­dikt, la pres­ti­gio­sa soprano japo­ne­sa Hiro­mi Omu­ra, des­ta­ca­da por su gran sen­si­bi­li­dad inter­pre­ta a la dul­ce e ino­cen­te Des­dé­mo­na, en tan­to que el barí­tono grie­go Aris Argi­rils ani­ma al nefas­to e intri­gan­te con­fa­bu­la­dor Yago; en roles de apo­yo par­ti­ci­pan los teno­res Antoi­ne Bélan­ger (Cas­sio, capi­tán de Ote­llo) y Pas­qua­le D’Alessio (Rode­ri­go, un caba­lle­ro de Vene­cia), la mez­zo soprano Lau­ren Segal (Emi­lia, espo­sa de Yago y don­ce­lla de Des­dé­mo­na), los barí­to­nos Josh Whe­lan (Mon­tano, ante­rior gober­na­dor de Chi­pre) y Geof­froy Sal­vas (un Heral­do) y el bajo Vale­rian Rumins­ki (Lodo­vi­co, emba­ja­dor de la Repú­bli­ca Veneciana).

La músi­ca de este dra­ma líri­co de 4 actos con un inter­me­dio esta a car­go de la Orques­ta Sin­fó­ni­ca de Mon­treal que será diri­gi­da por la direc­to­ra cana­dien­se Keri-Lynn Wil­son, en tan­to que la coreo­gra­fía de los com­ba­tes es res­pon­sa­bi­li­dad de Jac­ques Lemay. La esce­no­gra­fía y el ves­tua­rio corres­pon­den a Peter Hart­well y la ilu­mi­na­ción es de Guy Simard.

La ópe­ra es can­ta­da en su ver­sión ori­gi­nal ita­lia­na con sobre­tí­tu­los en fran­cés e inglés. La pri­me­ra repre­sen­ta­ción tie­ne lugar en el esce­na­rio de la sala Wil­frid Pelle­tier de la Pla­ce des Arts, el sába­do 30 de enero (19h30) con tres fun­cio­nes adi­cio­na­les los días 2, 4 y 6 de febre­ro (19h30).

Para toda infor­ma­ción adi­cio­nal pre­sio­ne aquí

Un Exce­len­te Leo­nar­do DiCaprio

THE REVE­NANT. Esta­dos Uni­dos, 2015. Un film de Ale­jan­dro G. Iñárritu

Con un film extre­ma­da­men­te fuer­te y vis­ce­ral, Ale­jan­dro G. Iñá­rri­tu retor­na al cine un año des­pués de que Bird­man fue­ra pre­mia­do por la Aca­de­mia de Holly­wood como mejor film y mejor rea­li­za­dor. En este caso, sin alcan­zar la exce­len­cia de su opus pre­ce­den­te, The Reve­nant lle­ga a satis­fa­cer pese a las reser­vas que pre­sen­ta su des­igual guión.

Leonardo DiCaprio

Leo­nar­do DiCaprio

El rela­to que trans­cu­rre en la déca­da de 1820 está basa­do en la verí­di­ca odi­sea atra­ve­sa­da por el explo­ra­dor Hugh Glass (Leo­nar­do DiCa­prio) en una expe­di­ción que par­ti­ci­pa como tram­pe­ro en las Mon­ta­ñas Roca­llo­sas del vir­gi­nal oes­te de Esta­dos Uni­dos. Las pri­me­ras imá­ge­nes son tan elo­cuen­tes a la vez que con­fu­sas para quien no esté pre­via­men­te inte­rio­ri­za­do de lo que se tra­ta. Lo que se obser­va es un des­pia­da­do ata­que de los nati­vos ame­ri­ca­nos de Wyo­ming quie­nes con sus filo­sas fle­chas y acer­ta­das pun­te­rías van diez­man­do a gran par­te de los expe­di­cio­na­rios. Aun­que Glass jun­to con su que­ri­do hijo mes­ti­zo Hawk (Forrrest Good­luck) logran mila­gro­sa­men­te sal­var­se de una embos­ca­da, la suer­te ter­mi­na sien­do esqui­va para el explo­ra­dor cuan­do ines­pe­ra­da­men­te es vio­len­ta­men­te ata­ca­do por una gigan­tes­ca osa, deján­do­lo san­grien­ta­men­te mal heri­do y al bor­de de la muer­te. Como pri­mer gran méri­to del film, cabe rese­ñar que pocas veces el cine ha demos­tra­do la for­ma des­car­na­da en que una bes­tia ata­ca a un ser humano y a decir ver­dad esta esce­na alcan­za un nivel de excep­cio­nal vera­ci­dad don­de uno que­da impre­sio­na­do por el resul­ta­do que Iñá­rri­tu logró de la misma.

El nudo cen­tral del film acon­te­ce cuan­do John Fitz­ge­rald (Tom Hardy), uno de los miem­bros del con­tin­gen­te, en lugar de ocu­par­se del mori­bun­do Glass, tal como lo soli­ci­tó el capi­tán Henry (Domh­nall Glee­son) que es el líder del gru­po, ter­mi­na aban­do­nán­do­lo a su suer­te y ade­más mata vil­men­te a Hawk. A par­tir de allí el rena­ci­do Glass que logra mila­gro­sa­men­te sobre­vi­vir, ali­men­ta una pro­fun­da nece­si­dad de ven­gar la muer­te de su hijo que no habrá de ser satis­fe­cha has­ta que se pro­duz­ca el impe­rio­so regla­men­to de cuen­tas con su mal­va­do enemigo.

El guión de Iñá­rri­tu escri­to con Mark L. Smith –toman­do par­cial­men­te como refe­ren­cia la nove­la de Michael Pun­ke- care­ce de la enver­ga­du­ra dra­má­ti­ca que mere­ce la difi­cul­to­sa aven­tu­ra atra­ve­sa­da por el pro­ta­go­nis­ta; a ello se agre­ga la exten­sa dura­ción del rela­to que a ratos se vuel­ve monó­tono y tedio­so. Sin embar­go, el film se valo­ri­za por diver­sos ele­men­tos que a con­ti­nua­ción se mencionan.

Ade­más del impre­sio­nan­te encuen­tro del hom­bre y la bes­tia ya con­si­de­ra­do, cabe resal­tar la extra­or­di­na­ria labor de DiCa­prio que aquí ofre­ce una pres­ta­ción admi­ra­ble de su per­so­na­je. En un rol de esca­so diá­lo­go, el actor vuel­ca todas sus ener­gías a tra­vés de sus reac­cio­nes facia­les –sobre todo con su inten­sa mira­da- para que uno se iden­ti­fi­que por com­ple­to con las penu­rias que trans­mi­te tra­tan­do de sobre­vi­vir a lo lar­go de un reco­rri­do de 300 kiló­me­tros con una pier­na que­bra­da en un medio inhós­pi­to y peli­gro­so para tra­tar de ubi­car a su enemi­go; su vis­ce­ral actua­ción es sin duda dig­na de un Oscar.

Otro de los méri­tos del film debe ser atri­bui­do a su des­lum­bran­te foto­gra­fía; tenien­do en cuen­ta que casi todo el film trans­cu­rre en abier­tos espa­cios exte­rio­res, Emma­nuel Lubez­ki cap­tó la majes­tuo­si­dad de los impo­nen­tes pano­ra­mas tan­to sel­vá­ti­cos como mon­ta­ño­sos ape­lan­do exclu­si­va­men­te a la ilu­mi­na­ción natu­ral en esce­na­rios de la pro­vin­cia de Alber­ta y del sur de Argen­ti­na. De este modo, el exce­len­te fotó­gra­fo con­fir­ma una vez más su repu­tación de gran artis­ta en la mate­ria, tal como lo demos­tró en Gra­vity (2013) y Bird­man (2014).

Iñá­rri­tu no ha aho­rra­do la cuo­ta de cruen­ta vio­len­cia que ema­na de varias de las esce­nas del film y que pue­de moti­var a que cier­to sec­tor del públi­co no pue­da lle­gar a tole­rar­la; de todos modos, que­da como balan­ce final un wes­tern rea­lis­ta que cuen­ta con una impe­ca­ble pues­ta escé­ni­ca y en don­de la soli­dez del mis­mo des­can­sa en los impor­tan­tes valo­res des­crip­tos que con­tra­pe­san las obje­cio­nes apun­ta­das. Jor­ge Gutman

Retra­to Inti­mo de una Dis­tin­gui­da Actriz

INGRID BERG­MAN IN HER OWN WORDS. Sue­cia, 2015. Un film de Stig Björkman

A pesar de que falle­ció en 1982, Ingrid Berg­man sigue man­te­nien­do un aura espe­cial don­de su pre­sen­cia y dis­tin­ción lle­gó a fas­ci­nar a aque­llos espec­ta­do­res que tuvie­ron opor­tu­ni­dad de apre­ciar­la como actriz. De allí que habién­do­se con­me­mo­ra­do hace pocos meses el cen­te­na­rio de su naci­mien­to, su com­pa­trio­ta sue­co Stig Björk­man ha deci­di­do ren­dir­le un tri­bu­to a su persona.

El títu­lo del film no pue­de ser más apro­pia­do por­que par­te del mis­mo se refle­ja a tra­vés de las pala­bras vol­ca­das en su dia­rio per­so­nal y car­tas por ella escri­tas y narra­das (voz de Ali­cia Vikan­der) que tes­ti­mo­nian su vida inte­rior, tan­to en lo pro­fe­sio­nal como en lo per­so­nal; eso se encuen­tra com­ple­men­ta­do con pelí­cu­las hoga­re­ñas que la actriz fil­mó con su cáma­ra y fotos por ellas cap­ta­das, impor­tan­te mate­rial iné­di­to de archi­vo, como así tam­bién con entre­vis­tas efec­tua­das por Björkman.

Ingrid Bergman

Ingrid Berg­man

Des­pués de refe­rir­se a la infan­cia trans­cu­rri­da en su nati­va Sue­cia don­de atra­ve­só por duras ins­tan­cias con la pér­di­da de sus seres más pró­xi­mos, el públi­co se impo­ne de sus ini­cios como actriz de tea­tro y pos­te­rior­men­te de cine; eso moti­va a que el pode­ro­so pro­duc­tor holly­woo­den­se David O. Selz­nick se inte­re­sa­ra por ella invi­tán­do­la a pro­ta­go­ni­zar Inter­mez­zo (1939), en una nue­va ver­sión ingle­sa del mis­mo film que ya había inter­pre­ta­do en Sue­cia años atrás. Al acep­tar la invi­ta­ción, en su tras­la­do a Cali­for­nia ella lo hace acom­pa­ña­da de su pri­mer mari­do, el Dr. Pet­ter Lands­trom, y su hiji­ta Pía.

Duran­te la déca­da del 40, la actriz ilu­mi­nó la pan­ta­lla con sus actua­cio­nes en algu­nos de los fil­mes más impor­tan­tes de la épo­ca de oro de la meca del cine como lo fue­ron entre otros títu­los Casa­blan­ca (1942), For Whom the Bell Tolls (1943), Gas­light (1944) ‑que le valió la con­sa­gra­ción inter­na­cio­nal al haber reci­bi­do su pri­mer Oscar como mejor actriz‑, The Bells of St. Mar­y’s. (1945) y Noto­rious (1946).

Pos­te­rior­men­te sobre­vie­ne el encuen­tro con Rober­to Ros­se­lli­ni, el pres­ti­gio­so rea­li­za­dor del neo­rrea­lis­mo ita­liano, cuan­do ella le soli­ci­ta tener la posi­bi­li­dad de fil­mar con él; es así que en el roda­je de Stróm­bo­li (1950) sur­ge entre ambos un apa­sio­na­do amor que con­du­ce a que que­de emba­ra­za­da del direc­tor; el naci­mien­to de Rober­tino se pro­du­ce pocos días antes de que su trá­mi­te de divor­cio de Lands­tröm que­da­se fini­qui­ta­do. La reper­cu­sión sus­ci­ta­da por la infi­de­li­dad de la actriz, a pesar del pos­te­rior casa­mien­to de la pare­ja, ori­gi­nó un gran escán­da­lo que pro­du­jo un serio revés de su carre­ra al haber que­da­do mar­gi­na­da de Holly­wood por varios años. Su reden­ción se pro­du­ce cuan­do regre­sa a los Esta­dos Uni­dos para fil­mar Anas­ta­sia (1956) y obtie­ne el segun­do Oscar don­de de allí en más siguió con­so­li­dan­do la inigua­la­ble ima­gen que goza­ba antes de su caí­da en des­gra­cia; curio­sa­men­te su retorno a Holly­wood pro­du­ci­ría la diso­lu­ción de su segun­do matrimonio.

Si bien los deta­lles de su acti­vi­dad pro­fe­sio­nal aun­que bien cono­ci­dos resul­tan de inte­rés, lo que con­fie­re espe­cial dimen­sión al pre­sen­te docu­men­tal es el apor­te que logra Björk­man entre­vis­tan­do a sus cua­tro hijos adul­tos, espe­cial­men­te con los comen­ta­rios ver­ti­dos por Pía que es una repor­te­ra de tele­vi­sión e Isa­be­lla quien ha here­da­do la voca­ción artís­ti­ca de su madre. De los comen­ta­rios efec­tua­dos sur­ge cla­ra­men­te que a pesar de que Ingrid no lle­gó a sacri­fi­car su carre­ra para dedi­car­se a la vida fami­liar, eso no lle­gó a afec­tar la rela­ción con sus vás­ta­gos; así se avi­nie­ron a acep­tar a su madre tal como fue: una mujer femi­nis­ta y eman­ci­pa­da, sin echar raí­ces en lugar alguno, no pre­sio­na­da por fac­to­res exter­nos y jamás arre­pen­ti­da de lo que hizo sino más bien por lo que no lle­gó a lograr. Más aún, sus hijos expre­san el gran cari­ño y amor que sien­ten hacia esa per­so­na quien más que una madre fue para ellos una gran ami­ga con quien com­par­tían momen­tos espe­cia­les de sus vidas; si algo lamen­tan es no haber podi­do con­tar con más tiem­po de su pre­sen­cia físi­ca debi­do a los com­pro­mi­sos pro­fe­sio­na­les de la actriz en dife­ren­tes luga­res de Euro­pa y Esta­dos Unidos.

Si algún repa­ro cabe por hacer a este docu­men­tal es que uno habría desea­do que el direc­tor hubie­se efec­tua­do una mayor explo­ra­ción psi­co­ló­gi­ca de la cele­bra­da artis­ta. Con todo, gran par­te de la com­ple­ja per­so­na­li­dad y con­tra­dic­cio­nes huma­nas de Ingrid Berg­man que­dan evi­den­cia­das en este recuen­to ínti­mo de una mujer quien con su ima­gen lle­gó a con­quis­tar mun­dial­men­te a su públi­co. Final­men­te cabe seña­lar que la voz de Vikan­der cons­ti­tu­ye una valio­sa con­tri­bu­ción al otor­gar­le una espe­cial cali­dez a este meticu­loso docu­men­tal. Jor­ge Gutman