Un Dra­ma Depor­ti­vo y Racial

RACE. Cana­dá-Ale­ma­nia-Cana­dá, 2016. Un film de Stephen Hopkins

Una vez más el tema racial es abor­da­do en el cine aun­que en este caso des­de la ópti­ca depor­ti­va. Cen­trán­do­se en las asom­bro­sas haza­ñas logra­das por el ícono depor­tis­ta afro­ame­ri­cano Jes­se Owens, el direc­tor Stephen Hop­kins entre­ga un film que ade­más de estar sober­bia­men­te inter­pre­ta­do por Stephan James y Jason Sudei­kis, se encuen­tra bien estruc­tu­ra­do y sobre todo man­tie­ne per­ma­nen­te­men­te la aten­ción del espectador.

Si bien duran­te gran par­te del siglo pasa­do ha sido noto­ria la dis­cri­mi­na­ción racial y sobre todo el des­pre­cia­ble tra­ta­mien­to que los habi­tan­tes ame­ri­ca­nos de raza negra han sido obje­to en Esta­dos Uni­dos, este film pre­sen­ta una espe­cial nota de inte­rés al com­pa­rar el into­le­ra­ble racis­mo ame­ri­cano con el que estu­vo vigen­te en Alemania.

Stephan James

Stephan James

Evi­tan­do incu­rrir en la tra­di­cio­nal bio­gra­fía, el guión de Joe Shrap­nel y Anna Waterhou­se se cen­tra­li­za en Owens (James) don­de la acción se desa­rro­lla des­de 1933 has­ta 1936. Dejan­do en Cle­ve­land a su fami­lia inte­gra­da por su abne­ga­da com­pa­ñe­ra Ruth (Sha­ni­ce Ban­ton) y su recién naci­da hiji­ta, el futu­ro cam­peón se ins­cri­be como estu­dian­te en la Uni­ver­si­dad del Esta­do de Ohio; su inten­ción es par­ti­ci­par como corre­dor de fon­do en las com­pe­ten­cias rea­li­za­das entre los equi­pos de las uni­ver­si­da­des del país. La asi­mi­la­ción no es nada fácil tenien­do en cuen­ta la for­ma cómo es dis­cri­mi­na­do por su color de piel por par­te de sus com­pa­ñe­ros blancos.

No tar­da­rá mucho para que el empe­ño­so depor­tis­ta, demos­tran­do con­di­cio­nes natu­ra­les como atle­ta, logre el apo­yo del exce­len­te entre­na­dor Larry Sny­der (Sudei­kis); des­pués de varias con­tien­das gana­das de mane­ra des­lum­bran­te, Owens es ele­gi­do para inte­grar el equi­po que par­ti­ci­pa­rá en los Jue­gos Olím­pi­cos de 1936.

El hecho de que la con­tien­da ten­ga lugar en la Ale­ma­nia Nazi con su bru­tal régi­men ori­gi­na dis­cu­sio­nes entre los miem­bros del comi­té olím­pi­co de Esta­dos Uni­dos sobre si el país debe o no par­ti­ci­par en el even­to. Esa dis­cor­dan­cia que­da ejem­pli­fi­ca­da con la opi­nión del juez Jere­miah Maho­ney, uno de los miem­bros, quien con­si­de­ra que es nece­sa­rio boi­co­tear las olim­pia­das como un acto moral, en tan­to que el indus­tria­lis­ta millo­na­rio Avery Brun­da­ge (Jeremy Irons), uno de sus cole­gas, sos­tie­ne que el depor­te nun­ca debe entre­mez­clar­se con la polí­ti­ca; más aún, Brun­da­ge adu­ce que los jue­gos per­mi­ti­rán levan­tar la moral de los ame­ri­ca­nos en una épo­ca de gran depre­sión eco­nó­mi­ca, sobre todo si el equi­po es capaz de demos­trar el talen­to depor­ti­vo nacio­nal; final­men­te es su posi­ción la que prevalece.

La mayor exci­ta­ción del rela­to tie­ne lugar en Ber­lín, don­de los jerar­cas ale­ma­nes rea­li­zan todo lo posi­ble para demos­trar la supre­ma­cía aria. Las esce­nas racis­tas y las demos­tra­cio­nes del anti­se­mi­tis­mo rei­nan­te don­de los judíos eran tra­ta­dos aún peor que los negros, cons­ti­tu­yen el telón de fon­do de estas olimpíadas.

Entre otros deta­lles ane­xos, se ve a la cineas­ta ale­ma­na Leni Rie­fens­tahl (Cari­ce van Hou­ten) fil­man­do con su cáma­ra el gran acon­te­ci­mien­to. A pesar del récord regis­tra­do por Owens con las cua­tro meda­llas de oro obte­ni­das, eso no le exi­me ser obje­to de dis­cri­mi­na­ción racial. Así, en Ale­ma­nia Hitler se nie­ga a estre­char­le su mano des­pués de sus vic­to­rias, mien­tras que en Esta­dos Uni­dos en una recep­ción rea­li­za­da en su honor en el Wal­dorf Asto­ria no se le per­mi­te ingre­sar por la puer­ta prin­ci­pal sino que debe hacer­lo por la que comu­ni­ca a la cocina.

Ple­na de emo­ti­vi­dad, la pelí­cu­la refle­ja muy bien el cáli­do lazo esta­ble­ci­do entre Owens y Sny­der; la com­ple­ta dedi­ca­ción del entre­na­dor hacia el atle­ta faci­li­tó el camino para su consagración.

En esen­cia, este film muy bien rea­li­za­do no solo con­si­de­ra la haza­ña glo­rio­sa de uno de los más extra­or­di­na­rios depor­tis­tas del siglo XX, sino que tam­bién denun­cia sin car­gar dema­sia­do las tin­tas el inno­ble racis­mo pre­va­le­cien­te tan­to en un país demo­crá­ti­co como en otro dic­ta­to­rial. Curio­sa­men­te, el enton­ces pre­si­den­te Roo­se­velt no se dig­nó a feli­ci­tar a Owens ni a reco­no­cer su triun­fo logra­do como repre­sen­tan­te de Esta­dos Unidos.
Jor­ge Gutman