THE MEDDLER. Estados Unidos, 2015. Un film escrito y dirigido por Lorene Scafaria
Una vez más este film prueba cómo en ciertos casos la pujante fuerza expresiva de una excelente interpretación puede valorizarlo. En esta comedia dramática de la directora Lorene Scafaria es Susan Sarandon, la veterana y gran actriz que le da vitalidad a la historia aquí planteada.
El guión que pertenece a la realizadora está basado en algunas experiencias personales mantenidas con su madre; ahora bien, si la relación materno-filial es su telón de fondo, lo cierto es que las aventuras por las que atraviesa la protagonista del relato son lo que constituye la esencia del mismo.
Sarandon anima a Marnie Minervini, una mujer domiciliada en Nueva Jersey que enviudó hace dos años. Para estar cerca de Lori (Rose Byrne), su única y adulta hija que vive en Los Ángeles resuelve trasladarse allá para iniciar una nueva etapa de su existencia. Lo primero que se evidencia es que la joven no tolera algunas actitudes de su madre, como ser llegar a su casa sin anuncio previo o bien cuando intenta aliviarle el dolor que sufre por la ruptura que tuvo con su novio Jacob (Jason Ritter).
Tratando de sonsacar aspectos de la vida de Lori que pudieran servirle para ayudarla mejor, Marnie acude a su terapeuta (Amy Landecker), aunque las sesiones de terapia poco contribuyen a solucionar el problema.
Cuando su hija se ausenta a Nueva York para trabajar como guionista en un programa piloto para la televisión, Marnie encuentra diferentes medios para demostrar a sí misma que su vida tiene sentido. Así, estimula a Frank (Jerrod Carmichael), un joven empleado del lugar donde compró un teléfono inteligente y le ayudó a manejarlo, para que estudie en la universidad a fin de optar por un futuro mejor. Al propio tiempo y debido a su afluente condición económica heredada de su marido, ella adopta actitudes generosas como regalar un I pad a una de las amigas de su hija que está en vísperas de dar a luz; también demuestra su buena disposición con otra chica amiga de Lory (Cecile Strong) financiándole parte de los gastos de su inminente boda y comportándose como una madre sustituta con el cariño que le brinda. Como buena samaritana, parte de su tiempo es destinado a desempeñarse como voluntaria en un hospital local para ofrecer su ayuda, compañía y afecto a una anciana internada con dificultades de movimiento.
Desde el ángulo sentimental, Marnie aunque de edad madura goza de buena presencia, resulta atractiva en su comportamiento social y ésas son buenas razones para que ciertos cortejantes de su misma edad estén dispuestos a lograr su compañía. Entre ellos, el que mejor aspiración tiene para alcanzar este propósito es Rady Zipper (JK Simons), un retirado agente de policía que ahora dedica su tiempo a criar gallinas en su finca; los encuentros entre ambos demuestran que existe un sentimiento mutuo aunque en principio Marnie se resiste a involucrarse románticamente debido al recuerdo y pesar que aún le causa la muerte de su esposo a quien ella bien quería durante los 40 años de vida en común.
El relato está armado en función de las diferentes viñetas que ofrece y si bien no existen verdaderos conflictos que pudieran otorgarle tensión dramática, el encanto del mismo radica en Sarandon. No hay un solo gesto o paso que da que no suene verdadero; esa compulsión de hacer el bien a terceros resulta realmente conmovedora.
En líneas generales, esta sentimental historia evita desbordar en caricaturas a pesar de ofrecer momentos de impecable humor. Lo que resulta sorprendente es que a pesar de que el personaje de la hija –que no es otra que el de la realizadora- no aparece como muy simpática que se diga en la medida que no alcanza a apreciar el profundo afecto y cariño que su madre quiere brindarle, en este relato Scafaria la pondera a través de la gran nobleza que emerge del personaje de Marnie.
Sin ser un film extraordinario, The Meddler se deja ver con mucho agrado y simpatía por la veracidad emanada de sus personajes y por la gran labor de Sarandon en un papel al que le brinda, calidez, ternura y simpatía. Jorge Gutman