Dory bus­ca a sus padres

FIN­DING DORY. Esta­dos Uni­dos, 2016. Un film diri­gi­do por Andre Stan­ton y Angus MacLa­ne (codi­rec­tor).

Des­pués del gran éxi­to que cons­ti­tu­yó Fin­ding Nemo los estu­dios de ani­ma­ción Pixar resol­vie­ron efec­tuar una secue­la. Aun­que sin lle­gar al exce­len­te nivel de cali­dad de su ante­ce­so­ra Fin­ding Dory es otro gran acier­to del rea­li­za­dor Andre Stan­ton quien en esta opor­tu­ni­dad tuvo como cola­bo­ra­dor a Angus MacLane.

En el film pre­ce­den­te el prin­ci­pal per­so­na­je era el pez Mar­lin quien al haber per­di­do a su hijo Nemo rea­li­za­ba un angus­tio­so via­je para tra­tar de ubi­car­lo atra­ve­san­do el océano. En esa oca­sión Dory, la sim­pá­ti­ca pece­ci­ta azul con ribe­tes ama­ri­llos, desem­pe­ña­ba un rol secun­da­rio, aun­que la pér­di­da de memo­ria a cor­to pla­zo de la cual ado­le­cía per­mi­tía que el film incor­po­ra­ra situa­cio­nes muy graciosas.

FINDING DORYEn el rela­to con­ce­bi­do por Stan­ton y la coguio­nis­ta Vic­to­ria Strou­see la his­to­ria se repi­te aun­que en for­ma inver­sa. Des­pués de mos­trar algu­nas esce­nas de la infan­cia de Dory y la cáli­da rela­ción man­te­ni­da con sus padres, ella sigue pade­cien­do pro­ble­mas de memo­ria aun­que con todo recuer­da que fue sepa­ra­da de sus pro­ge­ni­to­res cuan­do era peque­ña; aho­ra se sien­te urgi­da de bus­car­los y para ello cuen­ta con la bue­na dis­po­si­ción de Mar­lin y Nemo para ayu­dar­la a lograr su pro­pó­si­to del mis­mo modo que ella asis­tió a Mar­lin para ubi­car a Nemo en el film pre­ce­den­te. De este modo se ini­cia un lar­go peri­plo sub­ma­rino que lle­va­rá a los via­je­ros a la cos­ta cali­for­nia­na del Pací­fi­co don­de todo hace supo­ner que los padres de Dory aguar­dan su lle­ga­da en el gran par­que y acua­rio Mari­ne Life Institute.

Duran­te el tra­yec­to Mar­lin y Nemo que­dan apar­ta­dos de la pece­ci­ta sin que sea nece­sa­rio ade­lan­tar las razo­nes: lo cier­to es que el rela­to incor­po­ra varios giros que resul­ta­rá pre­fe­ri­ble que el lec­tor de esta nota pue­da des­cu­brir­los por sí mis­mo. Lo que en cam­bio pue­de anti­ci­par­se es que tan­to los chi­cos como tam­bién los adul­tos que los acom­pa­ñan dis­fru­ta­rán con los per­so­na­jes de esta tra­ma, tal como ocu­rrió en el film ori­gi­nal; aquí la his­to­ria se ve enri­que­ci­da con otros adi­cio­na­les ejem­pla­res que inclu­yen a un pul­po sin uno de sus ten­tácu­los y con quien Dory esta­ble­ce una bue­na rela­ción, una balle­na blan­ca, un gra­cio­so tibu­rón y dos pin­to­res­cos lobos marinos.

El acom­pa­ña­mien­to de las voces que dan vida a los ani­ma­li­tos es exce­len­te. Entre los mis­mos se des­ta­ca la de Ellen DeGe­ne­res otor­gan­do las carac­te­rís­ti­cas pro­pias que ema­nan de Dory, sobre todo en lo que hace a su dis­ca­pa­ci­ta­ción por la pér­di­da de memo­ria; igual­men­te, resul­ta cáli­da la voz de Albert Brooks ani­man­do a Mar­lin y la de Ed O’Neill como el quis­qui­llo­so pulpo.

Con­tan­do con una exce­len­te y flui­da direc­ción, una ani­ma­ción mara­vi­llo­sa que demues­tra una vez más que Pixar está a la van­guar­dia en esta mate­ria y una his­to­ria que ema­na encan­to y ter­nu­ra, el film reúne los ele­men­tos nece­sa­rios para ser goza­do en fami­lia. Jor­ge Gutman