Los Due­ños de una Perrita

WIE­NER-DOG. Esta­dos Uni­dos, 2016. Un film escri­to y diri­gi­do por Todd Solondz

Como ya lo ha hecho ante­rior­men­te, Todd Solondz refle­ja en Wie­ner-Dog per­so­na­jes carac­te­ri­za­dos por una cier­ta ani­mad­ver­sión hacia los seres huma­nos. Si bien este film no des­agra­da, tam­po­co ofre­ce ele­men­tos que per­mi­tan que uno pue­da con­mi­se­rar­se con la mise­ria que afli­ge a varios de sus protagonistas.

Keaton Nigel Cook

Kea­ton Nigel Cook

El títu­lo res­pon­de a la perri­ta sal­chi­cha que es la que per­mi­ti­rá el enla­ce entre los cua­tro epi­so­dios inde­pen­dien­tes que con­fi­gu­ran al rela­to del rea­li­za­dor. En el pri­me­ro de ellos, Remi (Kea­ton Nigel Cook), un niño de Nue­va Yer­sey quien se recu­pe­ra de una gra­ve enfer­me­dad, se sien­te com­pla­ci­do con la perri­ta que su padre (Tracy Letts) le tra­jo como rega­lo y a quien le da el nom­bre de Wie­ner. Como su mamá Julie Dellpy) no ve con bue­nos ojos que el ani­mal viva en la con­for­ta­ble casa del matri­mo­nio, la mas­co­ta per­ma­ne­ce enjau­la­da duran­te el día. Cuan­do en ausen­cia de sus padres, Remi libe­ra a Wie­ner del encie­rro y le da como comi­da una golo­si­na inapro­pia­da, la mis­ma le gene­ra una fuer­te dia­rrea ensu­cian­do dife­ren­tes luga­res del hogar; en tal sen­ti­do, uno pue­de repro­char que la cáma­ra enfo­que pro­lon­ga­da­men­te los excre­men­tos del ani­mal dan­do lugar a esce­nas de dudo­so gusto.

Como resul­ta­do del enchas­tre, el papá tras­la­da la perri­ta a lo de un vete­ri­na­rio para prac­ti­car­le la euta­na­sia, aun­que la perri­ta es res­ca­ta­da a últi­mo momen­to por Dawn (Gre­ta Ger­wig), la téc­ni­ca asistente.

En el segun­do epi­so­dio, Dawn lle­van­do con­si­go a Wie­ner se encuen­tra con Bran­don (Kie­ran Cul­kin), un ex com­pa­ñe­ro de estu­dios y pro­pen­so a las dro­gas, deci­dien­do acom­pa­ñar­lo en su coche hacia Ohio para visi­tar a su her­mano (Con­nor Long) y cuña­da (Brid­get Brown) quie­nes pade­cen del sín­dro­me Down. En el tra­yec­to del via­je levan­tan en el camino a tres mexi­ca­nos quie­nes lamen­tan acer­ca de la sole­dad ame­ri­ca­na, al pro­pio tiem­po que año­ran a su país natal.

En el ter­cer capí­tu­lo que trans­cu­rre en Nue­va York, la perri­ta lla­ma­da aho­ra Doody tie­ne aho­ra como amo a Dave Sch­merz (Danny De Vito) a quien acom­pa­ña en la sole­dad en que vive. Él es un fra­ca­sa­do guio­nis­ta de Holly­wood que se desem­pe­ña como pro­fe­sor en una escue­la de cine don­de está lejos de brin­dar ins­pi­ra­ción a sus alum­nos; el pate­tis­mo de Sch­merz brin­da al film un tin­te deci­di­da­men­te dramático.

El epi­so­dio final de esta saga cani­na gira en torno de Nana (Ellen Burstyn), una amar­ga­da ancia­na, que es la nue­va due­ña de la perri­ta a quien lla­ma Cán­cer; en su desa­rro­llo, la mujer reci­be la visi­ta de su nie­ta Zoe (Zosia Mamet) acom­pa­ña­da de su ami­go Fan­tasy (Michael Shaw) con el pro­pó­si­to de soli­ci­tar­le dine­ro. El rea­li­za­dor impri­me a este seg­men­to un mar­ca­do pesi­mis­mo mos­tran­do a una abue­la que enfren­tan­do la muer­te cobra con­cien­cia de lo no rea­li­za­do en su vida.

En una eva­lua­ción glo­bal del film, se pue­de afir­mar que las inob­je­ta­bles inter­pre­ta­cio­nes, la logra­da direc­ción y la exce­len­te foto­gra­fía de Ed Lach­man son ele­men­tos impor­tan­tes en la valo­ra­ción posi­ti­va del mismo.

Más allá de su cali­dad, es nece­sa­rio agre­gar que esta come­dia negra deja al espec­ta­dor una sen­sa­ción inquie­tan­te al sen­tir­se con­ta­gia­do por el pro­fun­do nihi­lis­mo del rela­to. Las acti­tu­des huma­nas de sus per­so­na­jes, en gran par­te egoís­tas y per­ver­sas no per­mi­ten que exis­ta algu­na luz de espe­ran­za al final del túnel; así, en la últi­ma esce­na cen­tra­da en la perri­ta, el misán­tro­po direc­tor pare­ce­ría reafir­mar que en este mun­do no hay mucho que pue­da ser res­ca­ta­ble. Jor­ge Gutman