El Ase­si­na­to del Car­ni­ce­ro de Praga

ANTH­RO­POID. Gran Bre­ta­ña-Fran­cia, 2016. Un film de Sean Ellis

Un dra­ma his­tó­ri­co de la Segun­da Gue­rra Mun­dial duran­te la ocu­pa­ción ale­ma­na en Che­co­es­lo­va­quia (hoy día la Repú­bli­ca Che­ca) es lo que se apre­cia en Anth­ro­poid.

Antes de comen­zar el rela­to, el mate­rial de archi­vo más los títu­los pre­sen­ta­dos en la pan­ta­lla ubi­can al espec­ta­dor sobre lo que acon­te­cía en ese momen­to. En 1941 el régi­men nazi apos­ta­do en el país estu­vo a car­go del tenien­te gene­ral Reinhard Hey­drich, un impor­tan­te coman­dan­te de Hitler cono­ci­do como “el car­ni­ce­ro de Pra­ga” y que a su vez había sido uno de los arqui­tec­tos de la lla­ma­da “solu­ción final”. Fren­te a esta situa­ción Josef Gab­cik (Cillian Murphy) y Jan Kubis (Jamie Dor­nan), dos sar­gen­tos che­cos expa­tria­dos, tie­nen la misión de diri­gir­se a Pra­ga y lle­var a cabo la Ope­ra­ción Antro­poi­de con­sis­ten­te en ase­si­nar al temi­do Heydrich.

Cillian Murphy

Cillian Murphy

La pri­me­ra par­te del film del direc­tor Sean Ellis mues­tra cómo los com­ba­tien­tes encuen­tran alo­ja­mien­to en casa de una ama­ble mujer (Ale­na Mihu­lo­va), don­de no fal­tan los inter­lu­dios román­ti­cos que Jan man­tie­ne con Anna (Char­lot­te Le Bon) al pun­to de pro­po­ner­le matri­mo­nio y pos­te­rior­men­te Josef con Len­ka (Anna Geis­le­ro­va). Natu­ral­men­te, lo más impor­tan­te es el con­tac­to clan­des­tino que man­tie­nen con los miem­bros de la resis­ten­cia local a fin de pla­ni­fi­car el aten­ta­do; den­tro del gru­po, hay cier­tas opi­nio­nes dis­cor­dan­tes de los que sos­tie­nen que lle­var a cabo dicha misión podría reper­cu­tir desas­tro­sa­men­te por la ven­gan­za que los nazis ejer­ce­rían pos­te­rior­men­te con­tra la pobla­ción local. Final­men­te, el plan sigue el cur­so pre­vis­to y des­pués de una hora de metra­je, lle­ga el momen­to de imple­men­tar el aten­ta­do. El mis­mo que tie­ne lugar en pleno cen­tro de la ciu­dad no logra ple­na­men­te el obje­ti­vo per­se­gui­do por­que Hey­drich solo que­dó mal­he­ri­do en el inte­rior del coche en que transitaba.

Cuan­do unos días des­pués el cri­mi­nal nazi mue­re la res­pues­ta de las fuer­zas ale­ma­nas no se hace espe­rar; así se pro­du­ce un enfren­ta­mien­to vio­len­to en una igle­sia orto­do­xa de Pra­ga don­de Gab­cik, Kubis y los res­tan­tes inte­gran­tes de la resis­ten­cia han logra­do refu­giar­se. Esas esce­nas de caos y horror, a pesar de dolo­ro­sas, están exce­len­te­men­te orques­ta­das brin­dan­do un sor­pren­den­te realismo.

El film rea­li­za­do con pal­pa­ble serie­dad y muy bien inter­pre­ta­do mere­ce cier­tas obje­cio­nes, aun­que sin lle­gar a des­me­re­cer­lo. La pri­me­ra de ellas es que el guión de Ellis escri­to con Anthony Fre­win des­ti­na dema­sia­do tiem­po a la pre­pa­ra­ción del aten­ta­do sin que exis­ta una intri­ga lo sufi­cien­te­men­te dra­má­ti­ca para jus­ti­fi­car su dura­ción; es en su segun­da mitad don­de el rit­mo se ace­le­ra lográn­do­se un cli­ma de real sus­pen­so. El segun­do repa­ro se refie­re al idio­ma don­de los per­so­na­jes prin­ci­pa­les hablan en un pesa­do inglés; si la acción trans­cu­rre en Pra­ga y los ale­ma­nes se expre­san en su pro­pia len­gua habría resul­ta­do más con­ve­nien­te que el idio­ma emplea­do fue­se el che­co a fin de que el rela­to logra­ra mayor autenticidad.

Aun­que esta ope­ra­ción coman­do no ha sido muy difun­di­da a nivel inter­na­cio­nal, el film per­mi­te inte­rio­ri­zar­se de los acon­te­ci­mien­tos rese­ña­dos trans­mi­tien­do el valor y cora­je de un gru­po de hom­bres patrio­tas que pre­fi­rie­ron morir dig­na­men­te antes que entre­gar­se al enemigo.

Los cré­di­tos fina­les indi­can que como con­se­cuen­cia del ase­si­na­to de Hey­drich, 5000 che­cos de la pobla­ción civil ‑inclu­yen­do muje­res y niños- fue­ron eje­cu­ta­dos por el san­grien­to régi­men del Ter­cer Reich como un acto de revan­cha. Jor­ge Gutman

Nue­va­men­te des­lum­bra Meryl Streep

FLO­REN­CE FOS­TER JEN­KINS. Gran Bre­ta­ña, 2016. Un film de Stephen Frears

Aun­que resul­ta­ría difí­cil pre­ci­sar quién fue o es la mejor soprano del mun­do, sin duda habrá una­ni­mi­dad en afir­mar que la peor de todos los tiem­pos ha sido Flo­ren­ce Fos­ter Jen­kins. Pue­de que ésa sea una de las razo­nes por las que su per­so­na­li­dad ha sido ya refle­ja­da en el tea­tro como en el cine (por par­te de Xavier Gian­no­li en Mar­gue­ri­te); es aho­ra el direc­tor bri­tá­ni­co Stephen Frears quien la abor­da en una atrac­ti­va tra­gi­co­me­dia que lle­va su nombre.

Lo que se con­tem­pla no es pre­ci­sa­men­te una bio­gra­fía de Flo­ren­ce sino más bien un muy buen retra­to de su per­so­na duran­te los últi­mos meses de su vida trans­cu­rri­da en Nue­va York en 1944. Con una pasión por la músi­ca y habien­do toma­do lec­cio­nes de can­to, se la ve mos­tran­do sus habi­li­da­des líri­cas a un públi­co que la sigue en el Club Ver­di ‑por ella fun­da­do y finan­cia­do-. A pesar de su poco sen­ti­do del rit­mo y un pési­mo oído musi­cal, la audien­cia se entu­sias­ma­ba con ella, posi­ble­men­te por su con­di­ción como filán­tro­pa de las artes y/o bien por el hila­ran­te entre­te­ni­mien­to que su des­afi­na­da ento­na­ción producía.

Meryl Streep y Hugh Grant

Meryl Streep y Hugh Grant

En el terreno artís­ti­co Flo­ren­ce (Meryl Streep) se encuen­tra res­pal­da­da por St.Clair Bay­field (Hugh Grant) quien como su mari­do y empre­sa­rio rea­li­za los máxi­mos esfuer­zos por real­zar las “vir­tu­des” voca­les de su espo­sa. Así no resul­ta extra­ño que, no habien­do pro­ble­mas finan­cie­ros de por medio por la for­tu­na que ella reci­bió como heren­cia, él con­tra­ta los ser­vi­cios de Car­lo Edwards (David Haig), direc­tor musi­cal del Metro­po­li­tan Ope­ra, para que la ayu­de a lograr el tono pre­ci­so den­tro del reper­to­rio ope­rís­ti­co por ella selec­cio­na­do que inclu­yen com­po­si­cio­nes de Mozart y Ver­di, entre otros. Simul­tá­nea­men­te, Bay­field tam­bién se preo­cu­pa en con­se­guir­le el pia­nis­ta que habrá de acom­pa­ñar­la en sus reci­ta­les; en tal sen­ti­do, el ele­gi­do es el joven Cos­mé McMoon (Simon Hel­berg) que en prin­ci­pio está feliz por haber logra­do un pues­to muy bien remunerado.

Como cabe espe­rar y tenien­do como pro­ta­go­nis­ta a la pro­di­gio­sa Streep, el públi­co real así como el de la fic­ción encuen­tra varios momen­tos de ple­na hila­ri­dad con la estre­pi­to­sa actua­ción de Flo­ren­ce don­de su horri­pi­lan­te voz lle­ga al paro­xis­mo cuan­do inter­pre­ta la céle­bre aria La Rei­na de la Noche de La Flau­ta Mági­ca de Mozart. Pero el tra­ta­mien­to que brin­da el rea­li­za­dor a este rela­to en base al guión de Nicho­las Mar­tin, es de res­pe­to y no de bur­la al des­cu­brir al paté­ti­co per­so­na­je protagónico.

Intere­san­te es cons­ta­tar, tal como real­men­te lo ha sido, que casi todo el mun­do era cons­cien­te de las nulas cali­fi­ca­cio­nes artís­ti­cas de Flo­ren­ce, sal­vo ella que esta­ba com­ple­ta­men­te con­ven­ci­da de que era una genial diva. Así, al haber asis­ti­do a un con­cier­to en el Car­ne­gie Hall de la céle­bre soprano Lily Pons diri­gi­da por el inmor­tal maes­tro Artu­ro Tos­ca­ni­ni (John Kava­nagh), Flo­ren­ce cree estar en con­di­cio­nes de emu­lar­la y es por eso que pre­sio­na a su mari­do para que orga­ni­ce un con­cier­to en ese pres­ti­gia­do audi­to­rio neo­yor­kino. A pesar de lo emba­ra­zo­so que resul­ta­ba para Bay­field satis­fa­cer sus deseos, él logra que el even­to se pro­duz­ca el 25 de octu­bre de 1944, un mes antes de su muerte.

Inter­ca­la­do con la his­to­ria narra­da, el rela­to ilus­tra la espe­cial rela­ción con­yu­gal ase­xua­da de Flo­ren­ce y Bay­field don­de él, a pesar de amar a su mujer, no tuvo pre­jui­cio alguno en man­te­ner una doble vida amo­ro­sa con su ami­ga Kath­leen (Rebe­ca Fer­gu­son). Que­da en el mis­te­rio saber si Flo­ren­ce tenía cono­ci­mien­to de ese vínculo.

El film que más se pare­ce a una fábu­la que a una his­to­ria real cuen­ta con tres actua­cio­nes remar­ca­bles. De Streep ya no exis­te sor­pre­sa algu­na en cons­ta­tar que cual­quier rol le vie­ne como ani­llo al dedo al estar dota­da de una ver­sa­ti­li­dad extra­or­di­na­ria; aquí des­cue­lla dan­do vida a una mujer que goza con su arte sin saber lo ridí­cu­la que resul­ta con su actua­ción y a su vez la actriz rea­li­za un esfuer­zo extra­or­di­na­ria­men­te logra­do para can­tar fal­sa­men­te sobre todo en las notas agu­das. Grant logra el mejor tra­ba­jo de su carre­ra como un hom­bre que lle­ga casi a enga­ñar­se a sí mis­mo para man­te­ner la fan­ta­sía de su espo­sa has­ta el pun­to de sobor­nar a un perio­dis­ta musi­cal (Chris­tian McKay) para que evi­te escri­bir una crí­ti­ca nega­ti­va sobre ella. La gran sor­pre­sa es la pres­ta­ción rea­li­za­da por Hel­berg como el pia­nis­ta acom­pa­ñan­te de Flo­ren­ce que debe hacer gran­des esfuer­zos para con­te­ner su risa mien­tras ella can­ta; sus expre­sio­nes facia­les cons­ti­tu­yen un nota­ble acierto.

Que­da como resul­ta­do una agri­dul­ce his­to­ria muy bien rela­ta­da que com­bi­na una come­dia reide­ra con la tra­ge­dia de una excén­tri­ca meló­ma­na que sin saber­lo vivió una vida de fic­ción.  Jor­ge Gutman

La Popu­lar Ope­re­ta de Franz Lehár

THE MERRY WIDOW DES­DE EL MET

En la últi­ma de las series de verano retrans­mi­tien­do ópe­ras que fue­ron difun­di­das des­de el Metro­po­li­tan Ope­ra de Nue­va York, el públi­co cana­dien­se ten­drá la opor­tu­ni­dad de vol­ver a pre­sen­ciar La Viu­da Ale­gre en las pan­ta­llas de selec­tos cines de Cana­dá, tal como fue pre­sen­ta­da el 17 de enero de 2015. Esta ope­re­ta del com­po­si­tor aus­tro­hún­ga­ro Franz Lehar tuvo como libre­tis­tas a Vic­tor Léon y Leo Stein quie­nes se han basa­do en la come­dia fran­ce­sa L’attaché d’ambassade de Hen­ri Meilhac. Su diver­ti­da y román­ti­ca his­to­ria que trans­cu­rre en París gira en torno de Han­na, una rica viu­da del fic­ti­cio prin­ci­pa­do euro­peo de Pon­te­ve­dro y el esfuer­zo rea­li­za­do por sus com­pa­trio­tas fun­cio­na­rios de la emba­ja­da para con­ven­cer­la de man­te­ner la for­tu­na here­da­da en el país a tra­vés de un buen matri­mo­nio; para el caso, el Con­de Dani­lo sería el cor­te­jan­te más adecuado.

Esta lige­ra ope­re­ta ha logra­do un gran suce­so des­de su estreno que tuvo lugar en Vie­na en diciem­bre de 1905 y den­tro de su géne­ro es con­si­de­ra­da como una de las más impor­tan­tes. Habien­do sido repre­sen­ta­da en los más impor­tan­tes esce­na­rios líri­cos del mun­do, su gran popu­la­ri­dad se debe entre otros fac­to­res, a su músi­ca don­de todas sus her­mo­sas melo­días son fácil­men­te audi­ti­vas; entre los hallaz­gos musi­ca­les se encuen­tran su céle­bre Vals, Por Favor Seño­res Míos, Sire­nas del Bai­le, Me encon­tra­réis en el Maxim’s y Noso­tras Somos las Damas del Coro don­de la mayo­ría se eje­cu­ta con movi­mien­to y danza.

Renée Fleming y Nathan Gunn

Renée Fle­ming y Nathan Gunn

Esta pro­duc­ción del MET fue pues­ta en esce­na y coreo­gra­fia­da por la direc­to­ra y coreó­gra­fa Susan Stro­man quien obtu­vo gran éxi­to en Broad­way con varios musi­ca­les (The Pro­du­cers, Oklaho­ma, Con­tact) y ade­más ha sido galar­do­na­da con cin­co Pre­mios Tony. El repar­to está enca­be­za­do por la renom­bra­da soprano Renée Fle­ming en el papel titu­lar, acom­pa­ña­da en los roles cen­tra­les por el tenor Nathan Gunn como Dani­lo, la popu­lar actriz, can­tan­te y auto­ra de letras de can­cio­nes de Broad­way y Off Broad­way Kelli O’Ha­ra ani­man­do a Valen­cien­ne, el tenor Alex Shra­der como el joven noble Cami­lle y el vete­rano barí­tono Tho­mas Allen inter­pre­tan­do al Barón Zeta. Los deco­ra­dos repro­du­cien­do el perío­do en que trans­cu­rre la acción corres­pon­den a Julian Crouch en tan­to que los sun­tuo­sos ves­tua­rios están a car­go de William Ivey Long. La orques­ta del MET ha sido diri­gi­da por Andrew Davis.

Aun­que el tex­to ori­gi­nal de la ope­re­ta es ale­mán, se han hecho varia­das ver­sio­nes en dife­ren­tes idio­mas y en el caso de la pre­sen­te pro­duc­ción tan­to los moti­vos can­ta­dos como los dia­lo­ga­dos han sido tra­du­ci­dos al idio­ma inglés por Jeremy Sams.

The Merry Win­dow será exhi­bi­da en los cines cana­dien­ses en las salas per­te­ne­cien­tes a Cine­plex, el 20 y el 24 de agos­to de 2016. La ver­sión ingle­sa de esta ope­re­ta es pre­sen­ta­da con sub­tí­tu­los en inglés. Para infor­ma­ción hora­ria así como las salas de difu­sión en dife­ren­tes ciu­da­des cana­dien­ses, pre­sio­ne aquí.

Un Subli­me Can­to a la Vida

GLEA­SON. Esta­dos Uni­dos, 2016. Un film de Clay Tweel.

Este inten­so y con­mo­ve­dor docu­men­tal enfo­ca la vida de una per­so­na que atra­vie­sa una enfer­me­dad incu­ra­ble duran­te un perío­do de cua­tro años.

La his­to­ria ana­li­za­da por el docu­men­ta­lis­ta Clay Tweel está refe­ri­da a Ste­ve Glea­son, un juga­dor de fút­bol ame­ri­cano que par­ti­ci­pó en el equi­po de los Saints de Nue­va Orleans; pre­ci­sa­men­te a él le toco jugar en el par­ti­do que tuvo lugar en el Super­do­me de esa ciu­dad cuan­do fue reabier­to en 2006 des­pués del desas­tre oca­sio­na­do por el hura­cán Katri­na. Cuan­do dos años des­pués deci­dió reti­rar­se, a Glea­son le son­reía la suer­te al gozar de una situa­ción eco­nó­mi­ca con­for­ta­ble y ade­más haber logra­do la feli­ci­dad con Michel Varis­co, la mujer con quien se casó y que des­de el pri­mer momen­to fue una espo­sa capaz de brin­dar­lo todo por su marido.

Steve, Michel y Rivers

Ste­ve, Michel y Rivers

Nada hacía pre­de­cir que en 2011 el ex atle­ta de 34 años reci­bie­se un cru­do gol­pe del des­tino. Fren­te a cier­tas moles­tias mus­cu­la­res que comen­zó a expe­ri­men­tar, des­pués de varios exá­me­nes médi­cos fue diag­nos­ti­ca­do con escle­ro­sis late­ral amio­tró­fi­ca. Esta enfer­me­dad neu­ro­ló­gi­ca dege­ne­ra­ti­va que no tie­ne cura y cuyo vati­ci­nio de vida osci­la entre los dos y cin­co años se carac­te­ri­za en su fase ini­cial con los sín­to­mas expe­ri­men­ta­dos por Glea­son; pos­te­rior­men­te impi­de el movi­mien­to físi­co que obli­ga a recu­rrir al uso de una silla de rue­das, suce­si­va­men­te se va per­dien­do la capa­ci­dad de hablar y en su fase final se pro­du­ce la difi­cul­tad de res­pi­rar por la debi­li­dad de los pulmones.

Tweel efec­túa una impe­ca­ble narra­ción de todo este pro­ce­so a tra­vés de un video que Glea­son desea dejar como lega­do a su hiji­to que aún no había naci­do pero que comen­zó a ges­tar­se en su mujer pocas sema­nas des­pués de que su mal comenzara.

La par­te cen­tral del rela­to está con­for­ma­da por el tran­ce dolo­ro­so de la enfer­me­dad que lo con­su­me, así como los esfuer­zos que rea­li­za como padre para ir dejan­do en el video el tes­ti­mo­nio de su ter­nu­ra hacia su hiji­to Rivers para que cuan­do él ya no esté ten­ga la posi­bi­li­dad de saber quién fue su padre y el pro­fun­do cari­ño que sin­tió por él.

Para­le­la­men­te, el film tes­ti­mo­nia las dife­ren­cias exis­ten­tes entre Glea­son y su pro­pio padre don­de difie­ren sobre los prin­ci­pios acer­ca del bien y del mal y el cri­te­rio de la fe; si bien esa diver­gen­cia pare­ce­ría sepa­rar­los, en últi­ma ins­tan­cia per­ma­ne­ce­rán con­sus­tan­cia­dos. Con todo, lo que real­men­te cau­sa admi­ra­ción y emo­ción es com­pro­bar la acti­tud asu­mi­da por Michel quien como si fue­ra una pro­fun­da roca impo­si­ble de que­brar, ofre­ce una devo­ción, resis­ten­cia y aten­ción des­me­su­ra­da hacia su que­ri­do espo­so, sin des­cui­dar la tarea de criar, ali­men­tar y entre­te­ner al niño. A medi­da que la cruel enfer­me­dad va pro­gre­san­do, Ste­ve depen­de por com­ple­to de Michel y es así que el ago­ta­mien­to que ella expe­ri­men­ta y que a veces su mari­do no logra cap­tar en su debi­da dimen­sión va crean­do algu­nas aspe­re­zas meno­res en el víncu­lo conyugal.

Otro aspec­to impor­tan­te para men­cio­nar es que cuan­do el ex depor­tis­ta ya ha per­di­do la capa­ci­dad de hablar, se vale de un sin­te­ti­za­dor de la voz para comu­ni­car­se con la gen­te que lo rodea, inclu­yen­do a Rivers. Si bien el cos­to del apa­ra­to no era cubier­to por la medi­ci­na social de Esta­dos Uni­dos, la enfer­me­dad y popu­la­ri­dad de Glea­son moti­vó a que aho­ra lo sea para aqué­llos que pade­cen del mis­mo mal.

Tenien­do en cuen­ta que duran­te su vida acti­va este hom­bre se carac­te­ri­zó por su nota­ble huma­nis­mo, no resul­ta extra­ño que con el gru­po de sus alia­dos haya con­for­ma­do el “equi­po Glea­son” que se dedi­ca a recau­dar fon­dos para la inves­ti­ga­ción de esta enfermedad.

A dife­ren­cia de otros dolien­tes ter­mi­na­les que qui­sie­ran que sus vidas con­clu­yan pron­ta­men­te, Glea­son inten­si­fi­ca su pasión para seguir estan­do al lado de la gen­te que lo quie­re, sobre todo su mujer, así como el deseo de poder vivir lo máxi­mo posi­ble para ver a Rivers tal como acon­te­ció en octu­bre de 2015 cuan­do asis­tió a la cele­bra­ción de su cuar­to cumpleaños.

En esen­cia, el rea­li­za­dor quien tam­bién tuvo a su car­go el mon­ta­je de este film logró un docu­men­to sobre­sa­lien­te que más se ase­me­ja a una his­to­ria de fic­ción que a un docu­men­tal. Pero sobre todo, la lec­ción fun­da­men­tal que brin­da este ins­pi­ra­dor rela­to es mos­trar el espí­ri­tu inque­bran­ta­ble de un enfer­mo ter­mi­nal para no dejar­se ven­cer a pesar de su ago­nía así como el de su lucha­do­ra espo­sa que está per­ma­nen­te­men­te pen­dien­te de él, brin­dán­do­le el máxi­mo apo­yo moral. De este modo, a pesar de su extre­ma dure­za este excep­cio­nal docu­men­tal cons­ti­tu­ye un subli­me can­to a la vida. Jor­ge Gutman

Intras­cen­den­te Thriller

BLOOD FATHER. Fran­cia, 2016. Un film de Jean-Fra­nçois Richet

Des­pués de algu­nos años ausen­tes del cine, retor­na el sexa­ge­na­rio Mel Gib­son como pro­ta­go­nis­ta de un film de acción don­de es capaz de demos­trar que aún con­ser­va la ener­gía nece­sa­ria para carac­te­ri­zar a per­so­na­jes den­tro de este tipo de géne­ro. Aun­que él sea la atrac­ción más impor­tan­te que depa­ra Blood Father la his­to­ria rela­ta­da por el direc­tor fran­cés Jean-Fra­nçois Richet no alcan­za a tras­cen­der lo mera­men­te rutinario.

3.Mel Gibson

Mel Gib­son

El actor ani­ma a John Link, un ex con­vic­to, tra­tan­do de recu­pe­rar­se defi­ni­ti­va­men­te de su adic­ción alcohó­li­ca. Tenien­do como vivien­da una cara­va­na ubi­ca­da en el desier­to cali­for­niano, des­pués de 9 años de haber esta­do en pri­sión, aho­ra inten­ta redi­mir­se lle­van­do una vida tran­qui­la y dedi­cán­do­se a efec­tuar tatua­jes como pro­fe­sión. Su tran­qui­li­dad se inte­rrum­pe cuan­do des­pués de muchos años de ausen­cia apa­re­ce Lydia (Erin Moriarty), su hija ado­les­cen­te ale­ja­da de él duran­te mucho tiem­po; ella le pide que la pro­te­ja de peli­gro­sos nar­co­tra­fi­can­tes que la per­si­guen por haber mata­do acci­den­tal­men­te a su novio (Die­go Luna) que había sido el líder cri­mi­nal de la orga­ni­za­ción. Esa es la excu­sa para que a par­tir de ese momen­to, padre e hija se lan­cen a la carre­te­ra huyen­do de los miem­bros del car­tel con inten­ción de matar­los como así tam­bién de la policía.

Gib­son trans­mi­te muy bien la preo­cu­pa­ción de un padre que hará lo impo­si­ble para sal­var a Lydia, que a su vez cons­ti­tui­rá otro moti­vo de redi­mir­se al lado de su ser más que­ri­do. A pesar de su inob­je­ta­ble actua­ción, él no pue­de com­pen­sar la fal­ta de vita­li­dad nece­sa­ria del rea­li­za­dor inyec­ta­da al rela­to; así, la clá­si­ca per­se­cu­ción ya vis­ta en múl­ti­ples otros fil­mes de seme­jan­te natu­ra­le­za y un enca­de­na­mien­to de esce­nas no bien resuel­tas, con­du­cen a una tra­ma poco ima­gi­na­ti­va. Uni­do a ello, la ausen­cia de una lógi­ca narra­ti­va moti­va a que el film carez­ca de fuer­za dra­má­ti­ca y resul­te poco convincente.

Los segui­do­res de Gib­son que pue­dan abs­traer­se de los incon­ve­nien­tes seña­la­dos y quie­ran sumer­gir­se en algu­nas secuen­cias de vio­len­ta acción, podrán dis­fru­tar de este pedes­tre thri­ller; en cam­bio hay serias dudas que el res­to del públi­co pue­da apre­ciar­lo. Jor­ge Gutman