Otra Exi­to­sa Edi­ción del TIFF

Comen­ta­rio de Jor­ge Gutman

Nue­va­men­te las expec­ta­ti­vas del Fes­ti­val Inter­na­cio­nal de Cine de Toron­to han sido amplia­men­te satis­fe­chas. Esta gran fies­ta cine­ma­to­grá­fi­ca mun­dial cons­ti­tu­ye un via­je a tra­vés del tiem­po y del espa­cio don­de el menú ofre­ci­do de casi 400 pelí­cu­las pro­gra­ma­das per­mi­tió que cada espec­ta­dor tuvie­se la posi­bi­li­dad de ele­gir aque­llos fil­mes que más se acer­ca­ran a su gus­to, temá­ti­ca, país de ori­gen, como así tam­bién en fun­ción de su elen­co y dirección.

A con­ti­nua­ción se lis­ta­rán los pre­mios más impor­tan­tes adju­di­ca­dos por el TIFF en la cere­mo­nia de clau­su­ra que tuvo lugar el domin­go pasado.

El film La La Land del direc­tor Damien Cha­ze­lle obtu­vo el Pre­mio del Públi­co (Peo­ple’s Choi­ce Awards), en tan­to que el mejor docu­men­tal dis­tin­gui­do por el públi­co corres­pon­dió a I Am Not Your Negro del rea­li­za­dor Raoul Peck.

El Pre­mio a la Mejor Pelí­cu­la Cana­dien­se fue para el film de Mathieu Denis y Simon Lavoie  Tho­se  Who Make Revo­lu­tion Half­way Only Dig Their Own Gra­ves (Ceux qui font les révo­lu­tions à moi­tié n’ont fait que se creu­ser un tom­beau), en tan­to que Old Sto­ne de Johnny Ma obtu­vo la dis­tin­ción de mejor ope­ra pri­ma canadiense.

La sec­ción Plat­form crea­da el año pasa­do es la úni­ca com­pe­ti­ti­va del fes­ti­val. De las 12 pelí­cu­las que inte­gra­ron la pro­gra­ma­ción, el jura­do for­ma­do por Brian De Pal­ma, Maha­mat-Saleh Haroun y Zhang Ziyi, con­ce­dió el pre­mio a Jac­kie del rea­li­za­dor chi­leno Pablo Larraín con un elen­co enca­be­za­do por Nata­lie Portman.

El jura­do de la Fede­ra­ción Inter­na­cio­nal de Crí­ti­cos de Cine (FIPRES­CI), con­for­ma­do por Stef­fen Moes­trup, Neta Ale­xan­der, Michael Sicins­ki, Die­go Farao­ne, Jake Howell (Cana­da) y Louis-Paul Rioux otor­gó dos pre­mios. En la sec­ción Dis­co­very, don­de han par­ti­ci­pa­do pri­me­ras obras, fue pre­mia­da la pelí­cu­la Kati Kati de Mbithi Mas­ya, en tan­to que den­tro de los títu­los exhi­bi­dos en la sec­ción Spe­cial Pre­sen­ta­tions el film pre­mia­do corres­pon­dió a I Am Not Mada­me Bovary de Feng Xiaogang.

A con­ti­nua­ción se efec­túa una bre­ve revi­sión de algu­nos de los fil­mes pre­sen­ta­dos en el Festival.

Fuo­coam­ma­re (Ita­lia) es un nota­ble docu­men­tal ita­liano de Gian­fran­co Rosi que trans­cu­rre en la peque­ña isla ita­lia­na de Lam­pe­du­sa, situa­da al sur de Sici­lia. Habien­do vivi­do un año en dicho terri­to­rio, el rea­li­za­dor enfo­ca dos reali­da­des que con­vi­ven en esa región.

En su pri­me­ra par­te el film docu­men­ta algu­nas tra­di­cio­nes y ras­gos cul­tu­ra­les del lugar a tra­vés de la visión de Samue­le, un niño de 12 años que es hijo de un pes­ca­dor; a tra­vés de sus acti­vi­da­des coti­dia­nas se lle­ga a cono­cer, entre otros per­so­na­jes, a algu­nos miem­bros de su fami­lia inclu­yen­do a su abue­la quien es exper­ta coci­ne­ra de pas­tas, su ami­go con quien jue­ga, así como tam­bién al médi­co Pie­tro Bar­to­lo a quien acu­de para que le solu­cio­ne un pro­ble­ma visual. Es en su segun­da par­te, don­de el rela­to alcan­za mayor dra­ma­tis­mo al abor­dar la situa­ción de los deses­pe­ra­dos migran­tes que pro­ve­nien­tes de Áfri­ca tra­tan de lle­gar a la isla uti­li­zan­do como trans­por­te pre­ca­rias y sobre­car­ga­das embar­ca­cio­nes don­de no todos alcan­zan a sobrevivir.

Aun­que en prin­ci­pio no exis­te un lazo de cone­xión con­cre­to entre ambas his­to­rias, sal­vo la labor huma­ni­ta­ria de res­ca­te rea­li­za­da por los guar­da­cos­tas de la zona y o bien la que el doc­tor Bar­to­lo pres­ta a los refu­gia­dos clan­des­ti­nos y cer­ti­fi­can­do la muer­te de quie­nes sucum­bie­ron en el via­je, ese aspec­to no menos­ca­ba los logros del film. Tes­ti­mo­nian­do impe­ca­ble­men­te una de las tra­ge­dias mayo­res que actual­men­te afec­tan a la huma­ni­dad, el rea­li­za­dor con­fir­ma su com­pro­mi­so con un cine de con­no­ta­ción social.

Con Death in Sara­je­vo (Bos­nia-Fran­cia) el direc­tor y guio­nis­ta Danis Tano­vic efec­túa un revi­sio­nis­mo his­tó­ri­co de los pro­ble­mas que han aque­ja­do a Euro­pa en la región de los Bal­ca­nes y que aún sub­sis­ten aun­que la gue­rra haya con­clui­do. Uti­li­zan­do como excu­sa la cele­bra­ción del cen­té­si­mo ani­ver­sa­rio de un trá­gi­co even­to que cons­ti­tu­yó el deto­na­dor de la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial, Tano­vic ima­gi­na una inge­nio­sa tra­ma que se desa­rro­lla en Sarajevo.

La acción se desa­rro­lla en un lujo­so hotel aco­sa­do por pro­ble­mas finan­cie­ros, don­de se aguar­da la lle­ga­da de una impor­tan­te dele­ga­ción diplo­má­ti­ca dis­pues­ta a con­me­mo­rar la jor­na­da del 28 de junio de 2014, día en que el archi­du­que Fran­cis­co Fer­nan­do de Aus­tria y su espo­sa fue­ron ase­si­na­dos por el revo­lu­cio­na­rio nacio­na­lis­ta ser­bio Gavri­lo Prin­cip. Ade­más de refle­jar la frus­tra­ción exis­ten­te por par­te del per­so­nal del hotel dis­pues­to a des­atar una huel­ga por no haber cobra­do sus habe­res duran­te dos meses, el rela­to se cen­tra­li­za en varios per­so­na­jes que ponen de mani­fies­to la ten­sión exis­ten­te entre bos­nios y ser­bios. Gra­dual­men­te, a medi­da que avan­za el rela­to, el hotel va con­vir­tién­do­se en una ver­da­de­ra bom­ba de tiem­po a pun­to de esta­llar; es allí don­de el direc­tor hábil­men­te cie­rra el film con un ines­pe­ra­do des­en­la­ce don­de que­da de mani­fies­to que las fuer­tes heri­das del pasa­do que invo­lu­cra­ron a Bos­nia y Ser­bia aún no se han cica­tri­za­do, sin que exis­ta un viso de solución.

Una exce­len­te impre­sión es la que ofre­ce la direc­to­ra búl­ga­ra Ralitza Petro­va en su ópe­ra pri­ma God­less (Bul­ga­ria-Dina­mar­ca-Fran­cia); en un rela­to que le per­te­ne­ce abor­da algu­nos temas urti­can­tes sobre la vul­ne­ra­bi­li­dad humana.

Ubi­ca­da en una peque­ña loca­li­dad pro­vin­cial al noroes­te de Bul­ga­ria, la acción se cen­tra en Gana (Ire­na Iva­no­va), una silen­cio­sa fisio­te­ra­pis­ta de expre­sión aba­ti­da que se ocu­pa de cui­dar a pacien­tes ancia­nos, muchos de ellos con pro­ble­mas de demen­cia senil. A pesar de su dedi­ca­ción en las tareas que rea­li­za, des­cu­bre que apro­pián­do­se de las tar­je­tas de iden­ti­dad de sus pacien­tes para ven­der­las en el mer­ca­do negro, pue­de cons­ti­tuir un modo de incre­men­tar sus magros ingre­sos. Sin mucha ilu­sión acer­ca de su futu­ro, Gana lle­va una vida sin mayor ale­gría don­de para sobre­vi­vir pare­ce­ría inelu­di­ble infrin­gir la ley y par­ti­ci­par en acti­vi­da­des delictivas.

Den­tro de ese nebu­lo­so cli­ma exis­ten­cial, Gana atis­ba cier­ta espe­ran­za en el víncu­lo man­te­ni­do con uno de sus pacien­tes (Ven­tzis­lav Kons­tan­ti­nov) quien diri­ge un coro dedi­ca­do a músi­ca reli­gio­sa. En líneas gene­ra­les, la rea­li­za­do­ra ofre­ce una mira­da poco com­pla­cien­te del mun­do post comu­nis­ta de Bul­ga­ria; con todo, a pesar del som­brío pesi­mis­mo que pro­du­ce la corrup­ción huma­na aquí con­tem­pla­da, este sóli­do y aus­te­ro dra­ma de rea­lis­mo social vis­lum­bra la posi­bi­li­dad de redención.

En su segun­do tra­ba­jo como rea­li­za­dor y guio­nis­ta Car­los Lechu­ga ofre­ce con San­ta y Andrés (Cuba-Colom­bia-Fran­cia) un dra­ma polí­ti­co en el que efec­túa una acer­ba crí­ti­ca al gobierno de Cuba. Desa­rro­llan­do la acción en 1983 en una aldea ubi­ca­da al este de Cuba, el rela­to se cen­tra en los dos per­so­na­jes que titu­lan al film.

Con­si­de­ra­do en el pasa­do como un pres­ti­gio­so nove­lis­ta, Andrés (Eduar­do Mar­tí­nez) cae en des­gra­cia como escri­tor debi­do al con­te­ni­do de sus tra­ba­jos que diver­gen ideo­ló­gi­ca­men­te de la filo­so­fía cas­tris­ta; a todo ello se agre­ga su homo­se­xua­li­dad lo que con­tri­bu­ye a que­dar mar­gi­na­do de la socie­dad y tener que vivir ais­la­da­men­te en una caba­ña poco con­for­ta­ble del peque­ño pue­blo. Por su par­te, San­ta (Lola Amo­res) ha sido envia­da por un repre­sen­tan­te del par­ti­do para que cui­de de que Andrés no sal­ga del lugar don­de vive duran­te un perío­do de 3 días en el que se desa­rro­lla­rá una reu­nión del con­se­jo cubano. La ani­mo­si­dad enta­bla­da entre ambos, poco a poco se va esfu­man­do cuan­do las dife­ren­cias de ideo­lo­gía polí­ti­ca que los sepa­ra ceden paso al fac­tor humano al des­cu­brir que los dos tie­nen varia­dos aspec­tos en común.

 Lola Amores y Eduardo Martínez en SANTA & ANDRÉS

Lola Amo­res y Eduar­do Mar­tí­nez en SAN­TA & ANDRÉS

Lo que es nota­ble en este film es el modo en que el cine cubano ha evo­lu­cio­na­do en lo con­cer­nien­te a sus crí­ti­cas del cas­tris­mo, al des­ta­car el modo en que la opre­sión, la cen­su­ra y la into­le­ran­cia pro­du­cen pro­fun­dos efec­tos emo­cio­na­les capa­ces de desin­te­grar el espí­ri­tu humano de la gen­te afectada.

El con­te­ni­do de esta his­to­ria expues­to por Lechu­ga sin sen­si­ble­ría algu­na que­da real­za­do por la nota­ble carac­te­ri­za­ción que Mar­tí­nez y Amo­res logran de sus per­so­na­jes don­de la expre­sión de sus ros­tros trans­mi­te viva­men­te la sole­dad de sus vidas.

Raúl Aré­va­lo quien es uno de los mejo­res acto­res del cine espa­ñol pre­sen­tó en el TIFF Tar­de para la Ira (Espa­ña), un muy buen thri­ller que cons­ti­tu­ye su pri­mer tra­ba­jo como realizador.

El rela­to ofre­ce a lo lar­go de su desa­rro­llo ines­pe­ra­das sor­pre­sas que impre­sio­nan gra­ta­men­te al espec­ta­dor. Des­pués de una rápi­da esce­na ini­cial duran­te el asal­to a una joye­ría, la acción que trans­cu­rre en Madrid se des­pla­za en el tiem­po; ahí se obser­va a Curro (Luis Calle­jo), uno de los impli­ca­dos en el robo, cum­plien­do una pena de 8 años de cár­cel, en tan­to que su pare­ja Ana (Ruth Díaz) que se ocu­pa de criar al hijo de ambos tra­ba­ja en el bar de su her­mano Juan­jo (Raul Jimé­nez) que es fre­cuen­ta­do por José (Anto­nio de la Torre), uno de sus clien­tes. Cuan­do Curro es libe­ra­do y retor­na al hogar como un hom­bre resen­ti­do y due­ño de un tem­pe­ra­men­to poco amis­to­so, Ana deja su casa acep­tan­do el refu­gio que le ofre­ce José para su mayor pro­tec­ción. A par­tir de allí, el rela­to del rea­li­za­dor escri­to con David Puli­do se tor­na en un apa­sio­nan­te wes­tern don­de un frío y deter­mi­na­do José se con­vier­te en un acé­rri­mo ven­ga­dor de quie­nes tuvie­ron que ver con la muer­te de un ser muy querido.

Razo­nes de dis­cre­ción impi­den que se men­cio­ne la evo­lu­ción de los acon­te­ci­mien­tos excep­to que anti­ci­par que a tra­vés de con­vin­cen­tes vuel­tas de giro, el film logra crear una opre­si­va atmós­fe­ra gra­cias a per­so­na­jes muy bien urdi­dos, diá­lo­gos natu­ra­les y a un cali­fi­ca­do elen­co homo­gé­neo don­de sobre­sa­le la exce­len­te inter­pre­ta­ción de Anto­nio de la Torre.

Antonio de la Torre en TARDE PARA LA IRA

Anto­nio de la Torre en TAR­DE PARA LA IRA

Un film de gran sen­si­bi­li­dad artís­ti­ca es el docu­men­tal Jef­frey (Repú­bli­ca Domi­ni­ca­na-Fran­cia) pri­mer film diri­gi­do por Yanillys Pérez. Aun­que la Repú­bli­ca Domi­ni­ca­na cons­ti­tu­ye un lugar de gran atrac­ti­vo turís­ti­co, esta pelí­cu­la ofre­ce una visión dife­ren­te con­tem­plan­do la reali­dad de muchos niños de humil­de con­di­ción que des­de tem­pra­na edad rea­li­zan todo tipo de tra­ba­jo para sobre­vi­vir y ayu­dar a sus res­pec­ti­vas fami­lias. Ese es el caso de Jef­frey, cuyo ver­da­de­ro nom­bre es Jose­li­to de la Cruz, quien a los 12 años de edad y como uno de los 9 niños de su madre sol­te­ra para ganar­se unos pesos se dedi­ca a lim­piar los para­bri­sas de los autos que se detie­nen mien­tras cir­cu­lan en el con­ges­tio­na­do trá­fi­co de San­to Domin­go. Con todo y aspi­ran­do a un por­ve­nir más res­plan­de­cien­te, su gran ambi­ción es lle­gar a ser can­tan­te de Reg­ga­teon y para poder lograr­lo com­po­ne con Jey­son, su her­mano mayor, can­cio­nes que refle­jan su vida y el medio ambien­te que lo rodea. Aun­que Jef­frey cons­ti­tu­ya el per­so­na­je cen­tral del film, a tra­vés de él se va des­cu­brien­do su entorno fami­liar, los otros niños del barrio en que vive y sobre todo algu­nos de los con­tras­tes que ofre­ce la diná­mi­ca ciu­dad capi­tal de la isla.

Joselito de la Cruz en JEFFREY

Jose­li­to de la Cruz en JEFFREY

El tes­ti­mo­nio de la rea­li­za­do­ra con­si­gue equi­li­brar una cla­ra visión de la reali­dad social domi­ni­ca­na con situa­cio­nes de rele­van­te con­te­ni­do poé­ti­co que bien pue­den aso­ciar­se al rea­lis­mo mági­co de cier­ta lite­ra­tu­ra de Amé­ri­ca Lati­na; si a lo ya seña­la­do se agre­ga el entu­sias­mo con­ta­gio­so y la sim­pa­tía ema­na­dos de su prin­ci­pal per­so­na­je, no resul­ta sor­pren­den­te que este muy buen docu­men­tal obten­ga la adhe­sión incon­di­cio­nal del públi­co asistente.

Denial (Esta­dos Uni­dos-Gran Bre­ta­ña) es un absor­ben­te film basa­do en hechos reales que rela­ta la bata­lla legal empren­di­da por Debo­rah E. Lips­tadt, la auto­ra del libro His­tory on Trial, My Day in Court with a Holo­caust Denier, al haber sido víc­ti­ma de una acu­sa­ción infundada.

Adap­ta­do para la pan­ta­lla por el dra­ma­tur­go David Hare, el tema del Holo­caus­to resur­ge en los estra­dos judi­cia­les de Gran Bre­ta­ña en la déca­da del 90. El con­flic­to se ori­gi­na en que Lips­tadt (Rachel Weisz), una pres­ti­gio­sa pro­fe­so­ra de his­to­ria de Esta­dos Uni­dos fue deman­da­da por David Irving (Timothy Spall), un con­tro­ver­ti­do autor de tex­tos de la Segun­da Gue­rra. Tenien­do en cuen­ta que éste últi­mo mani­fes­tó enfá­ti­ca y reite­ra­da­men­te que el Holo­caus­to no exis­tió, la escri­to­ra seña­la en su libro que Irving es un cla­ro nega­dor de un hecho que con­mo­cio­nó al mun­do. Sin­tién­do­se afec­ta­do, Irving acu­só a la auto­ra ante la jus­ti­cia de libe­lo. Curio­sa­men­te, a dife­ren­cia del sis­te­ma judi­cial ame­ri­cano don­de el acu­sa­do se pre­su­me ino­cen­te has­ta que se com­prue­be su cul­pa­bi­li­dad, en Gran Bre­ta­ña es la per­so­na deman­da­da quien debe pro­bar su ino­cen­cia para que­dar libe­ra­da de cul­pa. Es así que fren­te a la incri­mi­na­ción por la que ha sido obje­to, Lips­tadt, con la asis­ten­cia legal de dos emi­nen­tes abo­ga­dos como Anthony Julius (Andrew Scott) y Richard Ram­pton (Tom Wil­kin­son), se embar­ca en un plei­to judi­cial cuyo resul­ta­do final es muy­co­no­ci­do. Si bien, todos los entre­te­lo­nes del jui­cio resul­tan apa­sio­nan­tes, lo impor­tan­te es que lo que que­da evi­den­cia­do en el pro­nun­cia­mien­to judi­cial es la dife­ren­cia exis­ten­te entre lo que cons­ti­tu­ye una “opi­nión” y lo que es un “hecho obje­ti­vo” a fin de deter­mi­nar dón­de la liber­tad de expre­sión pue­de o no que­dar cercenada.

El direc­tor Mick Jack­son se ha vali­do de un exce­len­te elen­co que brin­da vita­li­dad y emo­ción a la dra­má­ti­ca his­to­ria de una deter­mi­na­da mujer dis­pues­ta a que se haga jus­ti­cia y que el mun­do ten­ga pre­sen­te de lo que sig­nil­fi­có la tra­ge­dia del Holocausto.

El acuer­do fir­ma­do en 2006 en Esco­cia en la loca­li­dad de St. Andrew ten­dien­te a con­for­mar un gobierno com­par­ti­do entre los prin­ci­pa­les par­ti­dos cató­li­cos y pro­tes­tan­tes de Irlan­da del Nor­te a fin de lograr la paz de esa con­vul­sio­na­da región, cons­ti­tu­ye el telón de fon­do para The Jour­ney (Gran Bre­ta­ña-Esta­dos Uni­dos). El film diri­gi­do por Nick Hamm dra­ma­ti­za esa situa­ción, crean­do como excu­sa un via­je en coche com­par­ti­do por dos irre­con­ci­lia­bles enemi­gos polí­ti­cos; así por pri­me­ra vez den­tro del redu­ci­do espa­cio del vehícu­lo que com­par­ten, el reve­ren­do Ian Pas­ley (Timothy Spall) ‑repre­sen­tan­do al Par­ti­do Unio­nis­ta Demo­crá­ti­co– y Mar­tin McGuin­ness (Colm Mea­ney), como el deter­mi­na­do libre lucha­dor del Sinn Fein, se ven obli­ga­dos a man­te­ner una con­ver­sa­ción don­de cada una de las par­tes expre­sa­rá sus diver­gen­tes pun­tos de vis­ta sobre los acon­te­ci­mien­tos que duran­te 40 años de extre­ma­da vio­len­cia enfren­ta­ron cató­li­cos y protestantes.

Timothy Spall y Colm Meaney en THE JOURNEY

Timothy Spall y Colm Mea­ney en THE JOURNEY

Si bien lo que se asis­te en esta con­ver­sa­ción his­tó­ri­ca es pro­duc­to de la ima­gi­na­ción del buen guión ela­bo­ra­do por Colin Bate­man, lo cier­to es que a pesar del con­fi­na­do espa­cio en que trans­cu­rre la mayor par­te de la acción, el pro­vo­ca­ti­vo diá­lo­go sus­ci­ta­do entre estos dos per­so­na­jes man­tie­ne la aten­ción per­ma­nen­te del públi­co. El resul­ta­do de esta tra­ve­sía es un cáli­do film, muy bien cons­trui­do y mag­ní­fi­ca­men­te actua­do por dos pres­ti­gio­sos acto­res bri­tá­ni­cos; tan­to Spall asu­mien­do la agre­si­va y gru­ño­na per­so­na­li­dad de Pas­ley, como Mea­ney carac­te­ri­zan­do la cal­ma­da y con­ci­lia­do­ra acti­tud de McGui­ness, con­si­guen crear una impe­ca­ble carac­te­ri­za­ción de sus res­pec­ti­vos personajes.

El nona­ge­na­rio rea­li­za­dor pola­co Andrzej Waj­da sigue ple­na­men­te acti­vo retor­nan­do al cine con Afte­ri­ma­ge (Polo­nia) don­de con­si­de­ra un tris­te epi­so­dio acae­ci­do en su país duran­te el perío­do de la pos­gue­rra en que tuvo lugar la expan­sión del régi­men comu­nis­ta. El rela­to se cen­tra en la per­so­na­li­dad de Wladys­law Strze­mins­ki (Bogus­law Lin­da), un renom­bra­do artis­ta van­guar­dis­ta pola­co que duran­te la Pri­me­ra Gue­rra había que­da­do seve­ra­men­te heri­do con el resul­ta­do de haber per­di­dod un bra­zo y una pier­na. Su dis­ca­pa­ci­ta­ción físi­ca no le impi­dió con­ver­tir­se en un vir­tuo­so pin­tor abs­trac­to, que ade­más se des­ta­có como cate­drá­ti­co y con­fe­ren­cis­ta en la renom­bra­da escue­la de artes plás­ti­cas de Lodz fun­da­da por él.

Boguslaw Linda en AFTERIMAGE

Bogus­law Lin­da en AFTERIMAGE

Enfren­tan­do el arte con la polí­ti­ca duran­te la vigen­cia de Sta­lin en el poder, el artis­ta es cri­ti­ca­do por las auto­ri­da­des ofi­cia­les debi­do a que sus crea­cio­nes artís­ti­cas con­tra­di­cen los prin­ci­pios del rea­lis­mo sovié­ti­co. Cuan­do den­tro de ese con­tex­to hos­til Strze­mins­ki abier­ta­men­te desa­fía al esta­ni­lis­mo y no ceja en su pro­pó­si­to de seguir la línea de tra­ba­jo que ha carac­te­ri­za­do su obra artís­ti­ca, comien­za a sufrir el pro­ce­so de ostra­cis­mo por par­te del gobierno. Así una de las pri­me­ras medi­das adop­ta­das por el sis­te­ma impe­ran­te ha sido des­pe­dir­lo de su pues­to en la uni­ver­si­dad y gra­dual­men­te se con­tem­pla en qué for­ma el artis­ta que­da sumi­do en la pobre­za, ham­bre y deca­den­cia físi­ca debi­do a su frá­gil salud.

Si bien no es la pri­me­ra vez que el gran maes­tro Waj­da abor­da el tema de la pro­pa­gan­da y corrup­ción polí­ti­ca duran­te la era de Sta­lin, este film a pesar de no inno­var en la mate­ria se des­ta­ca por su bue­na direc­ción, mag­ní­fi­ca foto­gra­fía y la nota­ble par­ti­ci­pa­ción de Bogus­law Lin­da trans­mi­tien­do con gran inten­si­dad al céle­bre artis­ta que jamás cedió su liber­tad de expre­sión artística.

Bellas de Noche (Méxi­co), es un hones­to docu­men­tal no exen­to de melan­co­lía don­de la novel rea­li­za­do­ra María José Cue­vas rin­de tri­bu­to a muje­res que en la pri­ma­ve­ra de sus vidas logra­ron con­si­de­ra­ble popu­la­ri­dad con­ci­tan­do la aten­ción de la audien­cia mas­cu­li­na de Méxi­co. Así, lucien­do sus cuer­pos, entu­sias­man­do con sus dan­zas y can­cio­nes como así tam­bién movién­do­se con deli­ca­da gra­cia sen­sual, eran ver­da­de­ras vedet­tes que hicie­ron épo­ca en la déca­da de los años 70. Como los años no pasan en vano y la juven­tud lamen­ta­ble­men­te no per­du­ra, Cue­vas deci­dió explo­rar qué ha sido de las vidas de Lyn May, Prin­ce­sa Yamal, Rossy Men­do­za, Wan­da Seux y Olga Brees­kin, cin­co repre­sen­tan­tes del géne­ro que habien­do sido en su momen­to sím­bo­los sexua­les, hoy día ya son sexa­ge­na­rias. De este encuen­tro sur­ge un retra­to humano en don­de cada una de las entre­vis­ta­das trans­mi­te sus expe­rien­cias sobre lo que sig­ni­fi­ca haber deja­do de ser jóve­nes, care­cer del ero­tis­mo sexual de anta­ño y sobre todo tra­tar de apren­der y amol­dar­se al envejecimiento.

Olga Breeskin en BELLAS DE NOCHE

Olga Brees­kin en BELLAS DE NOCHE

Lo des­ta­ca­ble del film es que ade­más de las his­to­rias rela­ta­das con afec­to por par­te de estas ex vedet­tes recor­dan­do sus años feli­ces, ellas demues­tran un con­ta­gio­so entu­sias­mo rea­li­zan­do acti­vi­da­des que les impul­sa a seguir ade­lan­te como así tam­bién adop­tan­do una acti­tud opti­mis­ta fren­te a los ava­ta­res de la vida.

El sor­pren­den­te docu­men­tal Aus­ter­litz (Ale­ma­nia), cons­ti­tu­ye un lega­do del Holo­caus­to a tra­vés de la visión del exce­len­te docu­men­ta­lis­ta Ser­gei Loz­nit­sa. Fil­ma­do en blan­co y negro y con pla­nos fijos que a veces resul­tan de dura­ción exce­si­va, a pesar de que care­ce de diá­lo­gos y no exis­te narra­ción algu­na, que­da cla­ro que el direc­tor quie­re tras­lu­cir has­ta qué pun­to tie­ne sen­ti­do que lo que fue en el pasa­do un horro­ro­so cam­po de con­cen­tra­ción que­de trans­for­ma­do en la actua­li­dad en un par­que temático.

Una escena de AUSTERLITZ

Una esce­na de AUSTERLITZ

Eso es lo que se apre­cia en el anti­guo lugar de exter­mi­nio de Sach­senhau­sen ubi­ca­do en Ale­ma­nia. Así en la lar­ga toma ini­cial que tie­ne lugar en la puer­ta de entra­da don­de ingre­sa un impor­tan­te con­tin­gen­te de visi­tan­tes, está gra­ba­da una ins­crip­ción “Arbeit macht frei” (el tra­ba­jo os hace libres); ese es el lema que había sido empla­za­do por el régi­men nazi en nume­ro­sos cam­pos de con­cen­tra­ción. Ya en el inte­rior se va obser­van­do a los turis­tas, con espe­cial refe­ren­cia a jóve­nes lucien­do lla­ma­ti­vas reme­ras, toman­do fotos, comien­do sus merien­das y/o pres­tan­do aten­ción a los guías que los van con­du­cien­do y narrán­do­les los tris­tes epi­so­dios del Holocausto.

A fal­ta de diá­lo­gos, las imá­ge­nes quie­ren refle­jar que el públi­co que con­tem­pla esta dra­má­ti­ca exhi­bi­ción la con­si­de­ra simi­lar a cual­quier otra atrac­ción turís­ti­ca sin real­men­te com­pe­ne­trar­se en la tra­ge­dia que está presenciando.

Si aca­so la inten­ción de Loz­nit­sa es demos­trar cómo una exhi­bi­ción reves­ti­da de tra­ge­dia pue­de ori­gi­nar a que el turis­ta lo tome como si fue­se un entre­te­ni­mien­to simi­lar a cual­quier otro, lo cier­to es que quien eli­ge hacer­lo es por­que se sien­te moti­va­do sin que nadie lo obli­gue a reci­bir o con­su­mir algo que no le intere­se; de allí que resul­te muy dis­cu­ti­ble cali­fi­car de tri­vial o super­fi­cial la acti­tud de quien visi­ta este par­que turístico.

La visión de este docu­men­tal se pres­ta al deba­te, pero más allá de cual­quier dis­cu­sión al res­pec­to lo cier­to es que cine­ma­to­grá­fi­ca­men­te está exce­len­te­men­te realizado.

El gran direc­tor ita­liano Mar­co Belloc­chio se vale de la nove­la auto­bio­grá­fi­ca del perio­dis­ta Mas­si­mo Gra­me­lli­ni para narrar en Fai bei sog­ni (Ita­lia) los efec­tos trau­má­ti­cos que con­lle­van acon­te­ci­mien­tos vivi­dos duran­te su infancia.

La adap­ta­ción efec­tua­da por el rea­li­za­dor jun­to con Valia San­te­lla y Edoar­do Albi­na­ti, ubi­ca al rela­to en Turin en 1969 don­de se pue­de apre­ciar cómo exis­te una gran comu­ni­ca­ción y cari­ño entre Mas­si­mo (Nico­lo Cabras), un niño de nue­ve años de edad y su madre (Bar­ba­ra Ron­chi). Ese ambien­te feliz se detie­ne brus­ca­men­te cuan­do en for­ma ines­pe­ra­da su pro­ge­ni­to­ra mue­re y el chi­co rehú­sa acep­tar esa terri­ble pér­di­da, a pesar de que el cura local le dice que ella se encuen­tra muy bien en el paraí­so celestial.

Cuan­do la acción se tras­la­da hacia la déca­da del 90 se ve a Mas­si­mo (Vale­rio Mas­tan­drea) desem­pe­ñán­do­se como un efi­cien­te perio­dis­ta para un impor­tan­te dia­rio quien des­pués de haber sido corres­pon­sal de gue­rra en Sara­je­vo comien­za a sufrir ata­ques de páni­co; a todo ello cuan­do se pre­pa­ra para ven­der el depar­ta­men­to de sus padres, revi­ve el dra­má­ti­co pasa­do vin­cu­la­do con su madre. Es ahí don­de jue­ga un rol impor­tan­te la pre­sen­cia de una abne­ga­da médi­ca (Béré­ni­ce Bejo) que tra­ta de cica­tri­zar las heri­das emo­cio­na­les de Massimo.

Ese pro­ce­so angus­tio­so está efi­caz­men­te rela­ta­do por Belloc­chio quien expri­mió la rique­za de la nove­la ori­gi­nal demos­tran­do cómo los años infan­ti­les que­dan fuer­te­men­te impreg­na­dos en la memo­ria de una per­so­na adul­ta y de qué mane­ra la des­apa­ri­ción repen­ti­na de una madre pue­de reper­cu­tir a tra­vés del tiem­po en la vida de un hijo. Las con­mo­ve­do­ras actua­cio­nes de Mas­tan­drea y Bejo refuer­zan los valo­res de este film per­mi­tien­do que el públi­co se iden­ti­fi­que fácil­men­te con la suer­te de sus personajes.