El Dolor de una Madre

JULIE­TA. Espa­ña, 2016. Un film escri­to y diri­gi­do por Pedro Almodóvar

Des­pués del tras­pié de su malo­gra­da come­dia Los Aman­tes Pasa­je­ros, Pedro Almo­dó­var retor­na con Julie­ta explo­ran­do una vez más el alma feme­ni­na, un uni­ver­so que domi­na amplia­men­te. Aun­que no del todo per­fec­to, el públi­co pue­de apre­ciar un buen melo­dra­ma carac­te­ri­za­do por su sobrie­dad y contención.

Si bien el guión le per­te­ne­ce, el cineas­ta man­che­go se ha basa­do en tres cuen­tos bre­ves de la cele­bra­da escri­to­ra cana­dien­se y Pre­mio Nóbel de Lite­ra­tu­ra (2013) Ali­ce Mun­ro (“Chance”, “Soon”, y “Silen­ce”), don­de el des­tino y el silen­cio cobran vital importancia.

El tema gira en torno a la rela­ción materno-filial, tal como Almo­dó­var lo abor­dó en Todo Sobre Mi Madre don­de una mujer debe enfren­tar su pasa­do al haber per­di­do a su hijo en un trá­gi­co acci­den­te. En este caso tam­bién se asis­te a una pér­di­da mater­nal pero con carac­te­rís­ti­cas diferentes.

Emma Suárez

Emma Suá­rez

Cuan­do el rela­to comien­za en la épo­ca actual apa­re­ce Julie­ta (Emma Suá­rez), una mujer de apro­xi­ma­da­men­te 50 años de sem­blan­te melan­có­li­co que vivien­do en Madrid está a pun­to de dejar la ciu­dad para tras­la­dar­se a Por­tu­gal con Loren­zo (Dario Gran­di­net­ti), su pare­ja. El des­tino quie­re que un día antes de par­tir ines­pe­ra­da­men­te se encuen­tre en la calle con Bea (Miche­lle Jen­ner), que años atrás había sido la mejor ami­ga de su hija Antía (inter­pre­ta­do en dis­tin­tas eta­pas de su vida por Pris­ci­lla Del­ga­do y Blan­ca Pares); ella le cuen­ta que por azar y des­pués de muchos años sin ver­se en Ita­lia des­cu­brió a Antía con sus 3 hijos don­de esta­ban pasan­do sus vaca­cio­nes. Pron­ta­men­te el espec­ta­dor se impo­ne que Julie­ta no tuvo noti­cias de su hija duran­te los últi­mos 12 años. Fren­te a esa nove­dad que la impac­ta enor­me­men­te, Julie­ta cam­bia drás­ti­ca­men­te sus pla­nes y deci­de no acom­pa­ñar a Loren­zo para seguir resi­dien­do en Madrid y alqui­lar un depar­ta­men­to en el mis­mo edi­fi­cio don­de ella jun­to con su hija habían vivi­do antes de su par­ti­da; allí, Julie­ta comien­za a escri­bir una car­ta a Antia don­de en la mis­ma pasa revis­ta a su vida pasada.

De este modo Almo­dó­var estruc­tu­ra su rela­to ubi­cán­do­lo 30 años atrás don­de se sabrá cómo la joven Julie­ta (aho­ra inter­pre­ta­da por Adria­na Ugar­te) cono­ce en un acci­den­ta­do via­je en tren a Xoan (Daniel Grao), un pes­ca­dor que vive en Gali­cia; des­pués de un ínti­mo y pasio­nal encuen­tro man­te­ni­do con él, ella que­da emba­ra­za­da y pos­te­rior­men­te acep­ta­rá la invi­ta­ción de Xoan de con­vi­vir con él. Tras el naci­mien­to de Antía, Julie­ta desem­pe­ñán­do­se a gus­to como pro­fe­so­ra de lite­ra­tu­ra clá­si­ca lle­va una vida armo­nio­sa y apa­ci­ble como devo­ta espo­sa y entra­ña­ble madre. Una serie de acon­te­ci­mien­tos pos­te­rio­res inclu­ye una tra­ge­dia que la col­ma­rá de pena; la situa­ción se agra­va­rá cuan­do Antía, que ya tie­ne 18 años, deci­de bus­car refu­gio en un reti­ro espi­ri­tual de los Piri­neos y aban­do­na a su madre sin que­rer reve­lar­le dón­de se encuentra.

Aun­que el rela­to cap­ta la aten­ción del espec­ta­dor; el mis­mo no alcan­za toda la reso­nan­cia emo­cio­nal que mere­ce debi­do a que el per­so­na­je de Antía está des­crip­to en for­ma esque­má­ti­ca. No hay nin­gún indi­cio a lo lar­go de la tra­ma que demues­tre algu­na grie­ta entre madre e hija duran­te el perío­do de su infan­cia y ado­les­cen­cia; más bien acon­te­ce lo con­tra­rio. Es así que tan­to para Julie­ta como para el públi­co cons­ti­tu­ye un enig­ma saber lo que ha moti­va­do a Antía de haber que­ri­do olvi­dar por com­ple­to a su madre. Cuan­do el mis­te­rio final­men­te se dilu­ci­da, las cau­sas gene­ra­das a la dis­tan­cia entre madre e hija y que nun­ca habían sido expli­ci­ta­das no lle­gan a ser muy convincentes.

A pesar de la obje­ción pre­ce­den­te, el rea­li­za­dor a tra­vés de una sen­ci­lla pero efi­caz narra­ción per­mi­te expre­sar la angus­tia, deso­la­ción, amar­gu­ra y un sen­ti­mien­to de cul­pa inde­fi­ni­da que aba­te a Julie­ta fren­te a la pér­di­da vir­tual de su hija. En tal sen­ti­do ha sido muy impor­tan­te la con­tri­bu­ción de Suá­rez y Ugar­te en el papel titu­lar así como el homo­gé­neo elen­co que las rodea; entre algu­nos nom­bres des­ta­ca­bles, ade­más de Gran­di­net­ti, se encuen­tran Inma Cues­ta como una escul­to­ra ami­ga de Xoan y la vete­ra­na y siem­pre efi­caz Rossy de Pal­ma carac­te­ri­zan­do en un rol cla­ve a una excén­tri­ca ama de lla­ves que rece­la de Julieta.

El refi­na­do esti­lo visual del rea­li­za­dor siem­pre es apre­cia­ble con­tan­do en este caso con la asis­ten­cia de Antxon Gómez en los dise­ños de pro­duc­ción y Jean-Clau­de Larrieu en la impe­ca­ble foto­gra­fía. Apro­pia­da es tam­bién la músi­ca de Alber­to Igle­sias quien tra­tan­do de real­zar el espe­ran­za­dor final de reden­ción de esta his­to­ria la acom­pa­ña con el tema musi­cal “Si no te vas” de Cuco Sán­chez inter­pre­ta­do cáli­da­men­te por Cha­ve­la Vargas.

Sin que este dra­ma alcan­ce el nivel logra­do en La Flor de mi Secre­to, Todo sobre mi Madre, Hable con Ella o Vol­ver, la impron­ta de este Almo­dó­var madu­ro abor­dan­do el dolor mater­nal se halla pre­sen­te y sin duda com­pla­ce­rá a sus fie­les seguidores. 
Jor­ge Gutman

Exce­len­tes Acto­res en un Dra­ma Familiar

FEN­CES. Esta­dos Uni­dos, 2016. Un film de Den­zel Washington

August Wil­son es el autor de Fen­ces que escri­ta en 1983 obtu­vo el Pre­mio Pulitzer y en 1987 fue estre­na­da en Broad­way. En oca­sión de su repo­si­ción en 2010 fue­ron Den­zel Washing­ton y Vio­la Davis quie­nes ani­ma­ron los pape­les cen­tra­les mere­cien­do ambos el pre­mio Tony al mejor actor y a la mejor actriz de ese año. Es aho­ra, que en su ter­ce­ra incur­sión como cineas­ta Washing­ton eli­gió esa obra para ser tras­la­da­da a la pan­ta­lla don­de tan­to él como Davis cubren los mis­mos roles repre­sen­ta­dos en el teatro.

Denzel Washington y Viola Davis

Den­zel Washing­ton y Vio­la Davis

Ambien­ta­da en la déca­da del 50 en un subur­bio de la ciu­dad de Pit­ts­burgh la pie­za refle­ja el modus viven­di de la comu­ni­dad afro­ame­ri­ca­na de la épo­ca. A pesar de que pue­den exis­tir algu­nos atis­bos racis­tas que afec­tan a esa comu­ni­dad, el pro­pó­si­to cen­tral de la obra es ilus­trar el sen­ti­mien­to de un hom­bre que en una eta­pa madu­ra de su vida no pue­de ocul­tar la frus­tra­ción de lo que no fue y pudo haber sido.

Washing­ton inter­pre­ta a Troy Max­son de 53 años de edad, casa­do hace 18 años con Rose (Davis) y vivien­do con su hijo ado­les­cen­te Cory (Jovan Ade­po). Desem­pe­ñán­do­se como reco­lec­tor de resi­duos, su sala­rio no es sig­ni­fi­ca­ti­vo aun­que de todos modos per­mi­te que su fami­lia viva decen­te­men­te y no fal­te comi­da en su modes­ta casa. De natu­ra­le­za auto­ri­ta­ria y un tan­to misó­gino eso no impi­de que con­ti­nua­men­te demues­tre un gran cari­ño hacia su mujer al cual ella le retri­bu­ye; dado su carác­ter locuaz ade­más de su caris­má­ti­ca pre­sen­cia, de algún modo Troy cons­ti­tu­ye la figu­ra patriar­cal de su hogar. En su mun­do se encuen­tra tam­bién su hijo adul­to Lyons (Rus­sell Hornsby), pro­duc­to de un matri­mo­nio ante­rior, su her­mano Gabriel (Mykel­ti William­son), men­tal­men­te des­equi­li­bra­do por una heri­da reci­bi­da en la segun­da gue­rra mun­dial, y Jim Bono (Stephen Hen­der­son), su bona­chón ami­go blan­co y com­pa­ñe­ro de trabajo.

Si bien logra ser pro­mo­vi­do como con­duc­tor del camión de reco­lec­ción y ser la pri­me­ra per­so­na negra que logra ese pues­to, hay ele­men­tos de su vida pasa­da que hacen de Troy una per­so­na inter­na­men­te no satis­fe­cha; eso es debi­do a que en el pasa­do había sido un impor­tan­te juga­dor de béis­bol en una liga negra, pero nun­ca pudo con­cre­tar su sue­ño de for­mar par­te de un equi­po mayor debi­do a la barre­ra impues­ta por el color de su piel. Es en par­te por esa razón que se opo­ne tenaz­men­te a que Cory siga una carre­ra como fut­bo­lis­ta por la que el mucha­cho sien­te una pro­fun­da voca­ción; eso no exclu­ye que en el fon­do Troy expe­ri­men­te cier­to celo de que su hijo pudie­ra lograr lo que él no consiguió.

La mar­ca­da des­ave­nen­cia y ten­sión entre padre e hijo cons­ti­tu­ye un ele­men­to con­flic­ti­vo del rela­to; con todo, el ver­da­de­ro nudo dra­má­ti­co se pro­du­ce cuan­do sala a relu­cir una face­ta de Troy has­ta enton­ces des­co­no­ci­da que cam­bia por com­ple­to el orden pre­va­le­cien­te has­ta ese momen­to. De allí en más que­da demos­tra­do que no sola­men­te Cory pue­da sen­tir­se menos­ca­ba­do por un padre tirá­ni­co sino que tam­bién Rose encuen­tra que en el fon­do ella con­vi­vió con un hom­bre que a pesar de amar­lo, ha sufri­do los cole­ta­zos de su ambi­guo com­por­ta­mien­to que le impi­dió mate­ria­li­zar sus pro­pios sueños.

Washing­ton logró trans­mi­tir al film la fuer­za expre­si­va del sóli­do tex­to a pesar de haber teni­do que lidiar con un guión que no pue­de disi­mu­lar su ori­gen tea­tral. Pero lo que más tras­cien­de de esta pelí­cu­la son las extra­or­di­na­rias inter­pre­ta­cio­nes del rea­li­za­dor y de Davis. Aun­que el actor ya había demos­tra­do ser un intér­pre­te de raza, este film es sin duda su car­ta de triun­fo carac­te­ri­zan­do a un hom­bre des­con­ten­to y malo­gra­do que en últi­ma ins­tan­cia ha sido el artí­fi­ce de su pro­pio des­tino; a su lado, la actua­ción de Davis es nada menos que des­co­llan­te en un rol pro­fun­da­men­te con­mo­ve­dor que alcan­za su cli­max en una des­ga­rra­do­ra a la vez que memo­ra­ble esce­na cuan­do des­pués de haber­se sen­ti­do repri­mi­da en gran par­te de su vida con­si­gue final­men­te con­fron­tar a su volá­til esposo.

Dicho lo que ante­ce­de, Fen­ces satis­fa­rá ple­na­men­te al públi­co selectivo.
Jor­ge Gutman

Un Padre Desconocido

LE FILS DE JEAN. Fran­cia-Cana­dá, 2016. Un film de Pie­rre Lioret

Libre­men­te adap­ta­do de la nove­la de Jean-Paul Dubois Si ce libre me rap­pro­chait de toi, el rea­li­za­dor fran­cés Phi­lip­pe Lio­ret enfo­ca el tema de la iden­ti­dad ya con­si­de­ra­do por el cine en otras oca­sio­nes. En este caso, a pesar de un guión un tan­to des­igual el rela­to man­tie­ne inte­rés por la intri­ga gene­ra­da per­mi­tien­do que el espec­ta­dor siga aten­ta­men­te su desarrollo.

Gabriel Arcand y Pierre Deladonchamps

Gabriel Arcand y Pie­rre Deladonchamps

La his­to­ria enfo­ca a Mathieu (Pie­rre Dela­don­champs), de 33 años de edad que cre­ció en Fran­cia jun­to con su madre ya des­apa­re­ci­da pero que nun­ca lle­gó a cono­cer ni saber quién fue su padre. El film comien­za con un lla­ma­do que en París Mathieu reci­be de Mon­treal don­de se le comu­ni­ca que Jean, su des­co­no­ci­do pro­ge­ni­tor cana­dien­se aca­ba de morir. Dis­pues­to a asis­tir a sus fune­ra­les, via­ja de inme­dia­to a Cana­dá. En el aero­puer­to es reci­bi­do por Pie­rre (Gabriel Arcand), un médi­co de Que­bec que fue gran ami­go de Jean, que le pide al recién lle­ga­do que no reve­le su filia­ción a sus dos her­ma­nas­tros Sam (Pie­rre-Yves Car­di­nal) y Ben (Patrick Hivon). Debi­do a que su padre murió aho­ga­do en el lago y el cuer­po de Jean aún no ha sido loca­li­za­do, la tra­ma sigue los pasos del joven tra­tan­do de man­te­ner una apro­xi­ma­ción con sus her­ma­nas­tros, aun­que ocul­tan­do su iden­ti­dad, tal como se lo pidió Pie­rre; sim­ple­men­te se limi­ta a decir­les que fue ami­go del des­apa­re­ci­do y que se encuen­tra allí para tra­tar de ayu­dar a encon­trar el cadáver.

Este es el típi­co film don­de avan­zar más en deta­lles sería dema­sia­do indis­cre­to para quie­nes deseen ver­lo. No obs­tan­te, pue­de anti­ci­par­se que la curio­si­dad radi­ca en saber quién ha sido Jean, por­qué en vida nun­ca tra­tó de ubi­car a su hijo, la razón por la que sus her­ma­nas­tros igno­ran la exis­ten­cia de Mathieu y que a su vez él no pue­da reve­lar quién ver­da­de­ra­men­te es; a todo eso, no menos impor­tan­te es cono­cer cuál ha sido el papel que duran­te todo ese lap­so jugó Pierre.

Aun­que todos los inte­rro­gan­tes plan­tea­dos ten­drán su expli­ca­ción, los secre­tos de fami­lia muy bien guar­da­dos resul­tan un tan­to dis­cu­ti­bles. Lo que valo­ri­za al film es que las expli­ca­cio­nes dadas no se mate­ria­li­zan en pala­bras; así, la iden­ti­dad de Mathieu y la rela­ción exis­ten­te con su padre bio­ló­gi­co que­dan expre­sa­das en ges­tos suti­les que en últi­ma ins­tan­cia es lo que el ciné­fi­lo apre­cia y agra­de­ce al realizador.

Como es habi­tual que­da resal­ta­da la ópti­ma inter­pre­ta­ción del vete­rano actor que­be­quen­se Arcand; igual­men­te es muy con­vin­cen­te Dela­don­champs en el rol pro­ta­gó­ni­co así como el res­to del repar­to inclu­yen­do a Car­di­nal, Hivon, Marie-Thé­rè­se For­tin como la cáli­da mujer de Pie­rre y Cathe­ri­ne de Léan ani­man­do a la hija del médi­co que man­tie­ne una comu­ni­ca­ción espe­cial con Mathieu.

En esen­cia, Le fils de Jean es un deli­ca­do dra­ma psi­co­ló­gi­co inti­mis­ta sobre la bús­que­da de un padre des­co­no­ci­do que des­ti­la gran huma­ni­dad y que mere­ce ser vis­to. Jor­ge Gutman

Nos­tál­gi­ca Come­dia Musical

LA LA LAND. Esta­dos Uni­dos, 2016. Un film escri­to y diri­gi­do por Damien Chazelle

El rea­li­za­dor Damien Cha­ze­lle deseo­so de evo­car las come­dias musi­ca­les de la épo­ca de oro de Holly­wood, deci­de abor­dar ese géne­ro con La La Land, una livia­na pelí­cu­la impreg­na­da de bue­nos sentimientos.

La esce­na que abre el film antes de que se pasen los cré­di­tos trans­cu­rre en una auto­pis­ta de Los Ánge­les don­de el con­glo­me­ra­do trá­fi­co impi­de que los autos pue­dan avan­zar; de allí emer­gen sus frus­tran­tes moto­ris­tas ofre­cien­do un núme­ro de dan­za acom­pa­ña­dos de la músi­ca que emer­ge de la radio de los coches. Si bien el bai­le se pro­lon­ga más allá de la cuen­ta, téc­ni­ca­men­te está bien resuel­to y visual­men­te ofre­ce un cen­te­llean­te esplen­dor aun­que lo que lue­go pro­si­gue prác­ti­ca­men­te no ten­ga rela­ción con esta pre­sen­ta­ción musical.

Emma Stone y Ryan Gosling

Emma Sto­ne y Ryan Gosling

El rela­to que se desa­rro­lla a lo lar­go de un año tie­ne como pro­ta­go­nis­tas a Emma Sto­ne y Ryan Gos­ling ani­man­do a Mía y Sebas­tián. Ella tra­ba­ja en un bar pero su voca­ción de actriz la lle­va a pre­sen­tar­se a dis­tin­tas prue­bas para demos­trar su talen­to aun­que fra­ca­sa en el inten­to. Por su par­te Sebas­tián es un músi­co afi­cio­na­do al jazz a quien la suer­te no le acom­pa­ña mucho; así en la pri­me­ra esce­na en que se lo con­tem­pla en un res­tau­ran­te tocan­do en el piano can­cio­nes de Navi­dad, lle­ga a ser des­pe­di­do por su due­ño (JK Sim­mons) debi­do al poco éxi­to logrado.

Des­pués de dos inten­tos en que ambos jóve­nes se cru­zan en el camino sin lograr comu­ni­ca­ción, un ter­cer encuen­tro per­mi­te en que lle­guen a cono­cer­se, se sien­tan mutua­men­te atraí­dos y que al poco tiem­po lle­guen a amarse.

Esa es la excu­sa argu­men­tal para que reme­mo­ran­do nos­tál­gi­ca­men­te al Holly­wood de anta­ño, el espec­ta­dor con­tem­ple a los tor­to­li­tos can­tan­do y bai­lan­do por las calles noc­tur­nas de Los Ánge­les a la luz de la luna; en otra secuen­cia poé­ti­ca, efec­túan una visi­ta al Pla­ne­ta­rio del Obser­va­to­rio Grif­fith don­de des­car­tan­do la ley de gra­ve­dad ambos dan­zan al con­ju­ro del cie­lo estrellado.

Si bien las esce­nas men­cio­na­das tie­nen un tono deci­di­da­men­te román­ti­co, lo que se obser­va es abso­lu­ta­men­te fan­ta­sio­so comen­zan­do por la gran metró­po­li de las estre­llas de cine don­de aquí apa­re­ce como si fue­se una ciu­dad ima­gi­na­ria. Es pre­ci­sa­men­te ahí don­de el film se bifur­ca en dos cami­nos dife­ren­tes: por una par­te los temas musi­ca­les que no están sufi­cien­te­men­te injer­ta­dos en el libre­to, brin­dan al film un cli­ma de ensue­ño, pero cuan­do la músi­ca se ausen­ta el argu­men­to no tie­ne fuer­za dra­má­ti­ca. El úni­co con­flic­to del rela­to se pro­du­ce en su últi­ma par­te y radi­ca en la elec­ción que ambos jóve­nes debe­rán rea­li­zar, ya sea seguir por cami­nos sepa­ra­dos para con­so­li­dar sus carre­ras pro­fe­sio­na­les, o en cam­bio con­si­de­rar prio­ri­ta­ria­men­te el amor que los une.

Las actua­cio­nes de Sto­ne y Gos­ling son irre­pro­cha­bles y la exce­len­te quí­mi­ca exis­ten­te entre ellos ade­más de gene­rar cali­dez per­mi­te que sean con­si­de­ra­dos como una autén­ti­ca pare­ja román­ti­ca. En cuan­to a las can­cio­nes con­ce­bi­das por Jus­tin Hur­witz con letra de Benj Pasek y Jus­tin Paul, las mis­mas son acep­ta­bles pero de nin­gu­na mane­ra memo­ra­bles, con la sola excep­ción de “City of Stars”, una muy agra­da­ble bala­da que se repi­te fre­cuen­te­men­te a lo lar­go del relato.

Es loa­ble el inten­to per­se­gui­do por Cha­ze­lle de incur­sio­nar en un géne­ro difí­cil y que según pare­ce no gene­ra dema­sia­do entu­sias­mo en la juven­tud de la pre­sen­te gene­ra­ción; en tal sen­ti­do es posi­ble que esta situa­ción se revier­ta aten­dien­do a la mag­ní­fi­ca coreo­gra­fía del film, la rique­za visual de cier­tas esce­nas con colo­res exu­be­ran­tes, los bue­nos núme­ros de jazz y sobre todo por la gran sim­pa­tía que des­pier­tan sus protagonistas.

Sin que de modo alguno alcan­ce el ópti­mo nivel de “An Ame­ri­can in París” ((1951) de Vin­cent Mine­lli, “Sin­ging in the rain” (1952) de Stan­ley Donen y Gene Kelly, o bien el de la mara­vi­llo­sa pelí­cu­la can­ta­da “Les para­pluies de Cher­bourg” (1964) de Jac­ques Demy, La La Land con­fi­gu­ra un buen entre­te­ni­mien­to capaz de satis­fa­cer al gran público. 
Jor­ge Gutman

Un Devo­to Médi­co Rural

MÉDE­CIN DE CAM­PAG­NE. Fran­cia, 2016. Un film de Tho­mas Lilti

Es muy raro encon­trar a una per­so­na que habien­do desa­rro­lla­do su carre­ra pro­fe­sio­nal como médi­co en un momen­to dado se con­vier­ta en rea­li­za­dor cine­ma­to­grá­fi­co. Ese es el caso de Tho­mas Lil­ti don­de vol­can­do su expe­rien­cia doc­to­ral ha rea­li­za­do hace dos años Hipp­po­cra­te rela­tan­do lo que acon­te­ce en el mun­do hos­pi­ta­la­rio; aho­ra diri­ge su mira­da a un vete­rano médi­co que dedi­ca su vida a aten­der a enfer­mos que viven en una comu­ni­dad rural de algún lugar ubi­ca­do en la cam­pi­ña fran­ce­sa. Con­tan­do con un buen guión co-escri­to con Baya Kas­mi, el rea­li­za­dor ha logra­do uno de los fil­mes más nobles y huma­nos que se haya vis­to en el trans­cur­so de 2016.

François Cluzet y Marianne Denicourt

Fra­nçois Clu­zet y Marian­ne Denicourt

Jean-Pie­rre Wer­ner (Fra­nçois Clu­zet) es un doc­tor de pue­blo de media­na edad brin­da­do ínte­gra­men­te a su pro­fe­sión y man­te­nien­do con sus pacien­tes una rela­ción par­ti­cu­lar en don­de efec­túa visi­tas a domi­ci­lio para aque­llos enfer­mos que no pue­den tras­la­dar­se al hos­pi­tal don­de tra­ba­ja. Con gran sen­si­bi­li­dad huma­na y social, Wer­ner com­pren­de que en la cam­pi­ña en que se des­en­vuel­ve los luga­re­ños que pre­ci­san de él para ser aus­cul­ta­dos tam­bién encuen­tran a un inter­lo­cu­tor cáli­do capaz de com­pren­der sus pro­ble­mas y necesidades.

Al comen­zar el rela­to vemos que Jean-Pie­rre reci­be el diag­nós­ti­co de uno de los cole­gas del hos­pi­tal don­de se impo­ne que pade­ce de un tumor cere­bral que pue­de ser mor­tal y que por esa razón se le reco­mien­da que dis­mi­nu­ya su car­ga de tra­ba­jo. Sin embar­go, esa noti­cia no le impi­de pro­se­guir su ruti­na dia­ria como si nada hubie­se pasa­do; evi­tan­do que alguien se ente­re del mal que le afli­ge, lo impor­tan­te para él es seguir estan­do al ser­vi­cio de sus pacientes.

La situa­ción se com­pli­ca un poco, cuan­do el hos­pi­tal deci­de que Natha­lie Dele­zia (Marian­ne Deni­court), una médi­ca recién reci­bi­da y que ante­rior­men­te se había desem­pe­ña­do como enfer­me­ra, coope­re con Wer­ner. Cre­yen­do que es irreem­pla­za­ble y que pue­de bas­tar­se por sí mis­mo, Wer­ner se sien­te moles­to de tener que acep­tar a alguien que lo secun­de y es por ello que no es muy ama­ble con ella; con todo Natha­lie es com­pren­si­va y está dis­pues­ta a tolerarlo.

Lil­ti ofre­ce un docu­men­to rea­lis­ta a la vez que social sobre una acti­vi­dad pro­fe­sio­nal don­de los cui­da­dos a domi­ci­lio en las cam­pi­ñas cada vez son menos fre­cuen­tes. Pero más allá de cier­to com­pro­mi­so polí­ti­co que pudo haber ins­pi­ra­do al rea­li­za­dor hay al pro­pio tiem­po una autén­ti­ca com­pe­ne­tra­ción de qué es lo más con­ve­nien­te en deter­mi­na­dos casos para solu­cio­nar la gra­ve­dad de un enfer­mo; así, entra a con­si­de­rar acer­ca del dere­cho que le asis­te a una per­so­na ancia­na que ago­ni­za de que­rer morir en su hogar en lugar de que ocu­rra en un cen­tro hospitalario.

A tra­vés de un exce­len­te movi­mien­to de cáma­ra que­dan refle­ja­dos en ges­tos y mira­das las acti­tu­des asu­mi­das por los per­so­na­jes de esta his­to­ria. Sin caer en fal­sos dra­ma­tis­mos, este film se carac­te­ri­za por su gran noble­za abor­dan­do pro­fund­men­te la psi­co­lo­gía de sus per­so­na­jes. En tal sen­ti­do Clu­zet es un actor que supo cap­tar muy bien a un hom­bre que des­plie­ga una gran bon­dad y gene­ro­si­dad al que poco le impor­ta arries­gar su gra­ve esta­do de salud cuan­do se tra­ta de sumi­nis­trar asis­ten­cia a sus pacien­tes. Por su par­te Deni­court tam­bién sobre­sa­le como la efi­cien­te cola­bo­ra­do­ra con quien Wer­ner lle­ga­rá final­men­te a com­ple­men­tar­se profesionalmente.

En esen­cia, con este film sen­ci­llo, deli­ca­do, de gran emo­ti­vi­dad y sal­pi­ca­do con cier­tas notas de buen humor, Lil­ti rin­de tri­bu­to a los abne­ga­dos médi­cos rura­les de Fran­cia. Jor­ge Gutman