Pin­to­res­cos Héroes

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

LES HÉROS Autor: Gérald Sibley­ras —  Direc­ción: Moni­que Ducep­pe – Adap­ta­ción: Michel Dumont — Elen­co: Michel Dumont, Marc Legault, Guy Mig­nault – Esce­no­gra­fía y Acce­so­rios: Nor­mand Blais — Ves­tua­rio: Pie­rre-Guy Lapoin­te — Ilu­mi­na­ción: Luc Prai­rie – Musi­ca: Chris­tian Tho­mas. Dura­ción: 1h 45 sin entre­ac­to. Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 4 de febre­ro de 2017 en el Théâ­tre Ducep­pe (www.duceppe.com)

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Esta obra de Gérald Sibley­ras estre­na­da en París en 2002 tuvo como nom­bre ori­gi­nal “Le Vent des Peu­pliers” (El vien­to de los ála­mos) pero des­de que Tom Stop­pard en 2005 la adap­tó para su pre­sen­ta­ción en Ingla­te­rra le cam­bió su nom­bre por el actual; des­de enton­ces es que es con ese títu­lo como se la sigue repre­sen­tan­do inter­na­cio­nal­men­te, inclui­do en Cana­dá. Ese peque­ño deta­lle pue­de tener sen­ti­do por cuan­to el autor se ins­pi­ró en los jóve­nes reclu­tas que par­ti­ci­pan en los con­flic­tos béli­cos y que con­si­de­ra­dos héroes en su momen­to cuan­do retor­nan a la vida civil sue­len ser olvi­da­dos; más aún, muchos han con­traí­do seve­ros trau­mas emo­cio­na­les y daños físi­cos que los obli­gan a ser inter­na­dos en hos­pi­ta­les para su recuperación.

Más allá de lo que pre­ce­de, el autor no se pro­pu­so ofre­cer un dra­ma sino más bien una ama­ble come­dia cen­tran­do su aten­ción en tres héroes vete­ra­nos sobre­vi­vien­tes de la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial que en 1959, cua­tro déca­das des­pués de haber fina­li­za­do la mis­ma, viven des­de hace tiem­po reclui­dos en un hos­pi­tal de ex com­ba­tien­tes. La acción trans­cu­rre en la terra­za de esa resi­den­cia don­de se sale al encuen­tro del agua­fies­tas Gus­tav (Guy Mig­nault), de Phi­lip­pe (Marc Legault), que a menu­do sufre des­va­ne­ci­mien­tos debi­do a los efec­tos de las heri­das reci­bi­das en su crá­neo duran­te la gue­rra y del opti­mis­ta Henry (Michel Dumont) que cojea por tener una pier­na lisiada.

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Fun­da­men­tal­men­te, el rela­to se cen­tra en estos tres per­so­na­jes que para dis­traer su abu­rri­mien­to se la pasan comen­ta­do sobre sus com­pa­ñe­ros de resi­den­cia o bien que­ján­do­se sobre la auto­ri­ta­ria mon­ja Made­lei­ne que les atien­de y quien no les cae en gra­cia. No siem­pre la vida entre ellos trans­cu­rre en per­fec­ta armo­nía y aun­que muchas veces hay situa­cio­nes que los sepa­ran por no estar de acuer­do, lo cier­to es que no podrían vivir des­uni­dos por el lazo afec­ti­vo que en el fon­do los une. El ele­men­to que moti­va el con­flic­to dra­má­ti­co del rela­to se pro­du­ce cuan­do Gus­tav pro­po­ne a sus dos com­pin­ches fugar­se de su encie­rro para tra­tar de lle­gar a los ála­mos que con­tem­plan a lo lejos des­de la terra­za; en reali­dad, la idea de esca­par del recin­to y ganar la liber­tad no es más que una mera uto­pía, aun­que eso les sir­va de alien­to para poder sobrevivir.

Carac­te­ri­za­da por su sen­ci­llez, esta obra logra una bue­na pues­ta escé­ni­ca por par­te de Moni­que Ducep­pe. A tra­vés de un rit­mo flui­do, la direc­to­ra per­mi­te que las dife­ren­tes situa­cio­nes gra­cio­sa­men­te absur­das que se gene­ran a tra­vés de su desa­rro­llo resal­ten la huma­ni­dad que se des­pren­de de sus per­so­na­jes. Para ello Ducep­pe se ha vali­do de acto­res de gran expe­rien­cia pro­fe­sio­nal que una vez más rati­fi­can su exce­len­cia hacien­do reír a la audien­cia como así tam­bién emo­cio­nan­do con sus dis­pa­ra­ta­das sali­das. Con una nota­ble com­pli­ci­dad que se apre­cia entre los tres intér­pre­tes, tan­to Mig­nault como Legault y Dumont trans­mi­ten con vero­si­mi­li­tud las viven­cias que ani­man a sus per­so­na­jes en el cre­púscu­lo de sus vidas, con­tem­plan­do res­pec­ti­va­men­te al gru­ñón Gus­tav, la acti­tud infan­til del enfer­mo Phi­lip­pe y el com­por­ta­mien­to prag­má­ti­co de Henry.

En esen­cia, esta obra melan­có­li­ca y no exen­ta de poe­sía — sobre todo en su esce­na final- per­mi­te pasar casi dos horas de salu­da­ble entre­te­ni­mien­to. Al pro­pio tiem­po, median­te estos héroes gue­rre­ros la pie­za per­mi­te refle­xio­nar sobre el inexo­ra­ble paso de tiem­po que con­du­ce al enve­je­ci­mien­to don­de el dete­rio­ro físi­co y men­tal len­ta­men­te comien­za a evi­den­ciar­se; no obs­tan­te, el autor adop­ta una acti­tud opti­mis­ta sugi­rien­do que a tra­vés de la ilu­sión expre­san­do sus deseos, emer­ge la espe­ran­za que nutre al ser humano para seguir dis­fru­tan­do de la vida.