Lúci­do Retra­to de una Fami­lia Rumana

SIE­RA­NE­VA­DA. Ruma­nia-Fran­cia-Bos­nia Her­ze­go­vi­na — Mace­do­nia-Croa­tia, 2016. Un film escri­to y diri­gi­do por Cris­ti Puiu

Para comen­zar es nece­sa­rio acla­rar que Sie­ra­ne­va­da es una pelí­cu­la difí­cil en el sen­ti­do de que a tra­vés de casi tres horas de dura­ción y median­te lar­guí­si­mos pla­nos secuen­cia, el film no está des­ti­na­do a un públi­co masi­vo. No obs­tan­te, la exce­len­te direc­ción de Cris­ti Puiu y la diver­si­dad de los temas enfo­ca­dos per­mi­ti­rá que el ciné­fi­lo selec­ti­vo que­de amplia­men­te recompensado.

El rela­to del direc­tor ubi­ca la acción en el segun­do sába­do de enero de 2015 en un peque­ño depar­ta­men­to de un edi­fi­cio de Buca­rest don­de habi­ta Nasu (Dana Doga­ru), la viu­da de un patriar­ca que ha muer­to hace 40 días. Allí con­ver­gen los hijos y sus cón­yu­ges, nie­tos y her­ma­nas para una cere­mo­nia fúne­bre de acuer­do a los ritos de la igle­sia orto­do­xa; la mis­ma, ser­vi­rá para que el alma del difun­to ten­ga un buen tras­la­do al paraí­so. Pos­te­rior­men­te ten­drá lugar la tra­di­cio­nal cena fami­liar, aun­que la mis­ma se verá pos­pues­ta en varias opor­tu­ni­da­des lo que con­du­ce a la posi­bi­li­dad de que no lle­gue a concretarse.

Ubi­can­do la cáma­ra des­de un ángu­lo fijo para des­pués mover­la de un ambien­te al otro, el rea­li­za­dor con­vier­te al espec­ta­dor en un voyeur de lo que acon­te­ce en ese redu­ci­do mar­co habi­ta­cio­nal, inclu­yen­do el come­dor, la coci­na y algu­nas de las habi­ta­cio­nes, mien­tras se aguar­da el arri­bo del sacer­do­te para efec­tuar el ser­vi­cio religioso.

Mimi Branescu y Catalina Moga

Mimi Bra­nes­cu y Cata­li­na Moga

De este modo la narra­ción, que se apar­ta de los mol­des tra­di­cio­na­les, va abar­can­do tópi­cos de dife­ren­te índo­le que van refle­jan­do los pun­tos de vis­ta de sus per­so­na­jes a tra­vés de las con­ver­sa­cio­nes que man­tie­nen y que a veces adop­tan un tono agrio y agre­si­vo. Así al comen­zar el rela­to se asis­te a las des­ave­nen­cias de Lary (Mimi Bra­nes­cu), el hijo mayor, con su espo­sa Lau­ra (Cata­li­na Moga), acer­ca de la ves­ti­men­ta de una de sus peque­ñas hiji­tas para una repre­sen­ta­ción esco­lar. En el aspec­to polí­ti­co, ade­más de refe­ren­cias vin­cu­la­das con el aten­ta­do que tres días antes sufrió el sema­na­rio Char­lie Heb­do en París, se asis­te a una excén­tri­ca teo­ría de la cons­pi­ra­ción man­te­ni­da por Sebi (Marin Gri­go­re) sobre lo ocu­rri­do el 11 de sep­tiem­bre de 2001. La nos­tal­gia se aso­ma por par­te de la tía Evely­ne (Tatia­na Iekel) quien des­ta­ca las vir­tu­des del régi­men de Ceau­ses­cu, opi­nión que con­tras­ta por com­ple­to con la mane­ra de pen­sar de su sobri­na San­dra (Judith State).

Entre otros epi­so­dios que se van sus­ci­tan­do se encuen­tra el de una de las nie­tas (Ilo­na Bre­zoia­nu) que trae a la casa a una ami­ga croa­ta en esta­do de ebrie­dad. Pero el de mayor ten­sión se pro­du­ce con la apa­ri­ción ines­pe­ra­da del don­jua­nes­co y alcohó­li­co Tony (Sorin Mede­le­ni), mari­do de la des­con­so­la­da y llo­ro­na tía Ofe­lia (Ana Cion­tea) que al enga­ñar­la con­ti­nua­men­te moti­va que ella no pue­da tole­rar su pre­sen­cia; cla­ro está que en mate­ria de adul­te­rio pron­ta­men­te se sabrá que Tony no es el úni­co de la fami­lia que lo ha veni­do practicando.

Con el con­si­de­ra­ble núme­ro de per­so­na­jes resul­ta difí­cil lograr una des­crip­ción más pro­fun­da de cada uno de los mis­mos; pero eso no impi­de que en la muy bue­na actua­ción de su elen­co, uno logre per­ci­bir los varia­dos sen­ti­mien­tos de frus­tra­ción, angus­tia, des­en­ga­ño y ani­mo­si­dad que los anima.

Con este lúci­do film que abun­da en jugo­sos diá­lo­gos, el direc­tor con­ci­bió un apa­sio­nan­te micro­cos­mos de una fami­lia dis­fun­cio­nal que bien pue­de ser repre­sen­ta­ti­vo de lo que acon­te­ce en el mar­co post­co­mu­nis­ta de la Ruma­nia actual. En tal sen­ti­do, esta pro­pues­ta es muy váli­da y mere­ce su reco­men­da­ción. Jor­ge Gutman