Las Dife­ren­tes Vidas de un Perro

A DOG’S PUR­PO­SE. Esta­dos Uni­dos, 2016. Un film de Las­se Hallström

Es indis­cu­ti­ble el sen­ti­mien­to afec­ti­vo que el perro des­pier­ta en el ser humano; sin duda, es la mas­co­ta pre­fe­ri­da entre los dife­ren­tes ani­ma­les domés­ti­cos que se pue­den alber­gar en un hogar. Qui­zá ésa sea la razón por la cual este film pue­da atraer la aten­ción de la gen­te que sien­te un pro­fun­do afec­to por “el mejor ami­go del hom­bre”. Con todo, A Dog’s Pur­po­se es una pelí­cu­la que a pesar de las bue­nas inten­cio­nes del rea­li­za­dor Las­se Halls­tröm cae en un arti­fi­cio­so sen­ti­men­ta­lis­mo que no le per­mi­te trascender.

Dennis Quaid

Den­nis Quaid

El rela­to se cen­tra en uno o varios perros, según como se lo con­si­de­re. Eso es así por­que a tra­vés de la voz de un canino (Josh Gad) se lle­ga a saber que cada vez que se pro­du­ce su muer­te, va reen­car­nán­do­se en otro de dife­ren­te espe­cie. Así, en el pri­me­ro de los capí­tu­los que trans­cu­rre en la déca­da del 60, un ado­ra­ble gol­den retrie­ver que se encuen­tra en un coche casi asfi­xia­do por el calor rei­nan­te es res­ca­ta­do por Ethan (Bry­ce Ghei­sar), un niño de 8 años que vive en Michi­gan, y su madre (Juliet Rylan­ce). El chi­co logra con­ven­cer a su reti­cen­te padre (Luke Kirby) para que el ani­mal for­me par­te de la uni­dad fami­liar, bau­ti­zán­do­lo con el nom­bre de Bai­ley. La inten­sa amis­tad entre el perro y Ethan, moti­va a que el ani­mal jue­gue un papel impor­tan­te tan­to en su infan­cia como así tam­bién en la rela­ción sen­ti­men­tal que el ado­les­cen­te Ethan (KK.J. Apa) man­tie­ne con Han­nah (Britt Rober­tson), una com­pa­ñe­ra de estu­dios. A medi­da que el tiem­po va trans­cu­rrien­do y des­pués de tes­ti­mo­niar dra­má­ti­cos inci­den­tes que invo­lu­cra­rán a su amo, Bai­ley ya enve­je­ci­do pasa­rá a mejor vida.

En el segun­do epi­so­dio, el alma de Bai­ley cobra nue­va vida en Ellie, una perra pas­tor ale­mán que cola­bo­ra con el ofi­cial Car­los (John Ortiz) en Chica­go duran­te los años 70; al tra­tar de sal­var a una chi­ca secues­tra­da la leal perra es balea­da por el mal­he­chor que la secues­tró que­dan­do heri­da mor­tal­men­te; demás está decir el des­con­sue­lo de su due­ño. En la ter­ce­ra his­to­ria, Ellie resur­ge como un cor­gi adop­ta­do por una estu­dian­te uni­ver­si­ta­ria (Kirby Howell-Bap­tis­te). En el últi­mo seg­men­to de esta serie, el perro apa­re­ce como un boye­ro aus­tra­liano con las mis­mas carac­te­rís­ti­cas de Bai­ley lo que gra­cias a su extra­or­di­na­rio olfa­to le per­mi­te reen­con­trar a Ethan (Den­nis Quaid), esta vez como un hom­bre de media­na edad, así como a Han­nah (Peggy Lip­ton), cerrán­do­se de este modo el círcu­lo inicial.

Aun­que el film ha sido adap­ta­do de la nove­la homó­ni­ma de W. Bru­ce Came­ron que fue un best seller, el direc­tor le brin­da un tra­ta­mien­to dema­sia­do esque­má­ti­co ade­más de pre­ten­cio­sa­men­te filo­só­fi­co don­de el perro se pre­gun­ta sobre el sen­ti­do de la vida. A todo ello, el rela­to acu­mu­la situa­cio­nes sin un per­sua­si­vo desa­rro­llo dra­má­ti­co, tra­tan­do mani­pu­la­ti­va­men­te de emo­cio­nar al espectador.

El pro­pó­si­to de esta serie de viñe­tas es el de demos­trar el amor que un ani­mal pue­de sen­tir por su amo y vice­ver­sa; por esa razón, para quie­nes hos­pe­dan en su hogar a estas mas­co­tas brin­dán­do­les la mayor dedi­ca­ción y cari­ño, esta his­to­ria habrá de com­pla­cer­les; sin embar­go, des­de un aná­li­sis estric­ta­men­te cine­ma­to­grá­fi­co el resul­ta­do es insa­tis­fac­to­rio. Jor­ge Gutman