Con­clu­yó el Fes­ti­val de Cannes

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

Ante­ayer fina­li­zó la sep­tua­gé­si­ma edi­ción de este Fes­ti­val don­de la selec­ción de las pelí­cu­las de la com­pe­ten­cia ofi­cial ha sido muy ende­ble al pun­to tal que algu­nas de ellas fue­ron obje­to de abu­cheo en su pri­me­ra pre­sen­ta­ción para la prensa.

Aun­que cier­tos fil­mes son deci­di­da­men­te bue­nos, nin­guno de los mis­mos alcan­za el nivel de obra maes­tra como se espe­ra cuan­do uno asis­te a Can­nes. Otro hecho sig­ni­fi­ca­ti­vo es que duran­te el trans­cur­so de estos 11 días no hubo títu­lo alguno que haya mere­ci­do el con­sen­so gene­ral de la crí­ti­ca para ser galar­do­na­do con el pre­mio máxi­mo por lo que resul­tó una incóg­ni­ta saber de qué modo el jura­do pre­si­di­do por Pedro Almo­dó­var iba a pro­nun­ciar­se en la cere­mo­nia de clau­su­ra. Deve­la­da la incóg­ni­ta, he aquí los fil­mes premiados.

La Pal­ma de Oro fue adju­di­ca­da a The Squa­re (Sue­cia-Ale­ma­nia-Fran­cia-Dina­mar­ca-Esta­dos Uni­dos) del rea­li­za­dor sue­co Ruben Ostlund. Este cineas­ta que en 2014 impre­sio­nó gra­ta­men­te con For­ce Majeu­re, en este caso este film no logra alcan­zar la mis­ma soli­dez y cohe­ren­cia de aquél a pesar de con­tar con algu­nos momen­tos intere­san­tes y reide­ros. El rela­to cons­ti­tu­ye una paro­dia al mun­do del arte con­tem­po­rá­neo a tra­vés de la inau­gu­ra­ción de una expo­si­ción por par­te del direc­tor artís­ti­co del museo quien a lo lar­go del metra­je atra­vie­sa situa­cio­nes tra­gi­có­mi­cas; en últi­ma ins­tan­cia, el pro­pó­si­to del rea­li­za­dor es el de refle­jar en for­ma surrea­lis­ta los pre­jui­cios y con­tra­dic­cio­nes de la inte­lec­tual bur­gue­sía sueca.

THE SQUARE

THE SQUA­RE

El Grand Prix, segun­do pre­mio en orden de impor­tan­cia, corres­pon­dió al film 120 Bat­te­ments par minu­te (Fran­cia) del rea­li­za­dor Robin Cam­pi­llo que fue muy bien reci­bi­do por la pren­sa. El rela­to lúci­da­men­te con­si­de­ra la lucha empren­di­da por un gru­po de mili­tan­tes del Act Up-Paris en los ini­cios de la déca­da del 90 con­tra las auto­ri­da­des de Fran­cia y los labo­ra­to­rios far­ma­céu­ti­cos fren­te a la pasi­vi­dad e indi­fe­ren­cia adop­ta­da en momen­tos en que el SIDA azo­ta en for­ma des­pia­da­da; en su accio­nar, esta orga­ni­za­ción fun­da­da en 1989 tra­tó de defen­der los dere­chos de quie­nes por­ta­ban el HIV como así tam­bién de la gen­te con­ta­gia­da por el temi­ble virus. Si bien el film man­tie­ne en su mayor par­te una estruc­tu­ra coral, en los tra­mos fina­les adquie­re con­si­de­ra­ble fuer­za ilus­tran­do la rela­ción sen­ti­men­tal de un joven del gru­po no afec­ta­do por el virus con otro miem­bro sero­po­si­ti­vo que se encuen­tra en esta­do de agonía.

120 BATTEMENTS PAR MINUTE

120 BAT­TE­MENTS PAR MINUTE

El Pre­mio del Jura­do fue otor­ga­do a Love­less (Rusia-Fran­cia – Bél­gi­ca) que a jui­cio de quien escri­be estas líneas ha sido el mejor film de la com­pe­ten­cia ofi­cial. En el mis­mo el direc­tor ruso Andrey Zvya­gin­tsev con­cen­tra su aten­ción en la vio­len­ta rela­ción exis­ten­te de Boris y Zhen­ya, una pare­ja a pun­to de divor­ciar­se quie­nes tie­nen un hijo de 12 años del cual nin­guno de los dos desea hacer­se car­go. El chi­co es lo sufi­cien­te­men­te per­cep­ti­vo de la fal­ta de amor y cari­ño de sus pro­ge­ni­to­res y es así que un buen día des­apa­re­ce del hogar; es allí don­de los des­amo­ra­dos padres reac­cio­nan con fir­me­za y deses­pe­ra­ción tra­tan­do de lograr su para­de­ro. Simul­tá­nea­men­te con esa bús­que­da, el direc­tor pin­ta sutil­men­te el caos éti­co y moral impe­ran­te en la Rusia post comunista.

El pre­mio a la mejor direc­ción corres­pon­dió a Sofía Cop­po­la por The Begui­led (Esta­dos Uni­dos); es un rema­ke de la pelí­cu­la rea­li­za­da por Don Sie­gel en 1971 basa­da en la nove­la de Tho­mas Culli­nan publi­ca­da en 1964 y cuya acción trans­cu­rre en la épo­ca de la Gue­rra de Sece­sión de los Esta­dos Uni­dos. El rol cen­tral es asu­mi­do por Colin Farrell ani­man­do a un sol­da­do de la Unión que habien­do que­da­do mal­he­ri­do encuen­tra refu­gio en un pen­sio­na­do de jóve­nes muje­res ubi­ca­do en el esta­do de Vir­gi­nia; a par­tir de allí se ini­cia un per­ver­so jue­go de seduc­ción tenien­do en cuen­ta que las don­ce­llas se encuen­tran obse­sio­na­das con la figu­ra varo­nil del ines­pe­ra­do visi­tan­te. Dra­má­ti­ca­men­te logra­da y esti­lís­ti­ca­men­te ele­gan­te, Cop­po­la logra con esta pelí­cu­la uno de los mejo­res tra­ba­jos de su carre­ra como cineasta.

El pre­mio a la mejor actriz corres­pon­dió a la actriz Dia­ne Kru­ger, pro­ta­go­nis­ta del film de Fatih Akin In the Fade (Ale­ma­nia-Fran­cia), don­de ella carac­te­ri­za con gran inten­si­dad a una dolo­ri­da mujer ale­ma­na y madre cuyo mari­do y peque­ño hijo sucum­ben en la agen­cia de via­jes que poseen por el esta­lli­do de una bom­ba case­ra colo­ca­da por una pare­ja de cri­mi­na­les neonazis.

El tro­feo al mejor actor corres­pon­dió a Joa­quin Phoe­nix como pro­ta­go­nis­ta del film You Were Never Really Here (Gran Bre­ta­ña-Fran­cia-Esta­dos Uni­dos) de la direc­to­ra esco­ce­sa Lyn­ne Ram­say; Phoe­nix ani­ma a un exper­to ase­sino a suel­do que es con­tra­ta­do para res­ca­tar a una ado­les­cen­te de 14 años (Eka­te­ri­na Sam­so­nov) que ha sido secues­tra­da por una red de pros­ti­tu­ción de menores.

En cuan­to al mejor guión el pre­mio fue com­par­ti­do por el direc­tor grie­go Yoros Lanthi­mos de The Killing of a Sacred Deer (Irlan­da) y Efthy­mis Filip­pou como el libre­tis­ta de “You Were Never Really Here. Otros pre­mios inclu­yen el del 70° ani­ver­sa­rio con­ce­di­do a la actriz Nico­le Kid­man que este año par­ti­ci­pó en dos fil­mes de la com­pe­ten­cia y la Pal­ma de Oro al mejor cor­to­me­tra­je que fue asig­na­do a A Gentle Night (Chi­na) de Qiu Yang.

La Camé­ra d’Or, pre­mio atri­bui­do al mejor pri­mer film pre­sen­ta­do en cual­quie­ra de las sec­cio­nes de la Selec­ción Ofi­cial así como en la Sema­na de la Crí­ti­ca y la Quin­ce­na de los Rea­li­za­do­res, corres­pon­dió a Jeu­ne Fem­me (Fran­cia) de Leó­nor Serrai­lle. En un inob­je­ta­ble guión escri­to por la joven rea­li­za­do­ra, se siguen las andan­zas de Pau­la, una chi­ca de 31 años cuya vida frí­vo­la ter­mi­na cuan­do es recha­za­da por su pare­ja, un fotó­gra­fo con el que con­vi­vió duran­te una déca­da. A su regre­so a París des­pués de una lar­ga ausen­cia, sin recur­sos finan­cie­ros ni fami­lia a la cual acu­dir, le toca­rá vivir una serie de paté­ti­cas expe­rien­cias, siem­pre ape­ga­da a su gato, en dife­ren­tes alo­ja­mien­tos o bien tener que some­ter­se a tra­ba­jos en los que care­ce de pre­pa­ra­ción algu­na. Si bien en apa­rien­cia el film podía haber adop­ta­do un carác­ter dra­má­ti­co, el resul­ta­do es una diná­mi­ca come­dia agra­cia­da por la exce­len­te inter­pre­ta­ción de Lae­ti­tia Dosch carac­te­ri­zan­do a Pau­la; resul­ta difí­cil no empa­ti­zar con su com­por­ta­mien­to cua­si his­té­ri­co y su des­bor­dan­te per­so­na­li­dad don­de a pesar de estar afec­ti­va­men­te heri­da se encuen­tra dis­pues­ta a comen­zar una nue­va vida asu­mien­do una acti­tud positiva.

Como siem­pre sue­le acon­te­cer, algu­nos meri­to­rios fil­mes que­da­ron con las manos vacías. Entre los mis­mos se encuen­tra Won­ders­truck de Tod Hay­nes (Esta­dos Uni­dos), una her­mo­sa fábu­la basa­da en la nove­la de Brian Selz­nick. El rela­to está estruc­tu­ra­do en dos his­to­rias que trans­cu­rren para­le­la­men­te en épo­cas dife­ren­tes. En la pri­me­ra de ellas que trans­cu­rre en 1927 y está fil­ma­da en blan­co y negro, se asis­te a las vici­si­tu­des de una niña sor­da de 14 años (Milli­cent Sim­monds) que se des­pla­za Nue­va York para tra­tar de encon­trar a una estre­lla de cine (Julian­ne Moo­re). La otra his­to­ria que se desa­rro­lla en 1977 con­si­de­ra a un niño de 12 años (Oakes Fegley) que es huér­fano de madre (Miche­lle Williams) y que a cau­sa de un acci­den­te ha per­di­do la audi­ción; como nun­ca ha lle­ga­do a cono­cer a su padre, des­de Min­ne­so­ta se diri­ge a Nue­va York para tra­tar de ubi­car su para­de­ro. El direc­tor logra que las dos sub­tra­mas que­den muy bien ensam­bla­das en su poé­ti­co des­en­la­ce. Ade­más de la exce­len­te par­ti­ci­pa­ción de Sim­monds y Fegley infun­dien­do ter­nu­ra y sen­si­bi­li­dad en sus res­pec­ti­vas carac­te­ri­za­cio­nes, los valo­res del film se refuer­zan con la bue­na labor de mon­ta­je per­mi­tien­do que sin sal­tos ni fisu­ra algu­na se pue­da asis­tir al via­je pen­du­lar del tiem­po y los impe­ca­bles dise­ños de pro­duc­ción repro­du­cien­do la ciu­dad neo­yor­ki­na de los años 20 y 70.

Ape­lan­do a algu­nos temas ya enfo­ca­dos en su rica fil­mo­gra­fía el gran direc­tor aus­tría­co Michael Hane­ke ofre­ce en Happy End (Fran­cia-Ale­ma­nia-Aus­tria) un sóli­do rela­to don­de lan­za sus dar­dos al com­por­ta­mien­to de una fami­lia de la alta bur­gue­sía que habi­ta en Calais. Allí se encuen­tra Geor­ges (Jean-Louis Trin­tig­nant), el anciano patriar­ca que creó una impor­tan­te empre­sa de cons­truc­ción, su hija Anne (Isa­be­lle Hup­pert) que está a car­go de la mis­ma y su ines­ta­ble nie­to Pie­rre (Franz Rogows­ki). En ese gru­po de fami­lia igual­men­te se encuen­tran Tho­mas (Mathieu Kas­so­vitz), el her­mano de Anne jun­to con Eve (Fan­ti­ne Har­duin), una niña de 13 años pro­duc­to de su pri­mer matri­mo­nio, y su segun­da mujer .Anais (Lau­ra Ver­lin­den). Es Eve que a pesar de su cor­ta edad, obser­va el pro­ce­so de desin­te­gra­ción de su fami­lia cons­ta­tan­do el adul­te­rio de su padre, el derrum­be de su abue­lo que desea morir, los secre­tos y men­ti­ras encu­bier­tas, las hipo­cre­sías y com­pla­cen­cias rei­nan­tes así como la total indi­fe­ren­cia de sus mayo­res fren­te a lo que acon­te­ce a su alre­de­dor. Con la maes­tría acos­tum­bra­da, Hane­ke retra­ta la vio­len­cia laten­te don­de cual­quier ele­men­to inci­den­tal pue­de hacer­la esta­llar tal como se com­pro­ba­rá en un momen­to cla­ve del rela­to. El títu­lo del film no pue­de ser más iró­ni­co pues­to que en la visión som­bría de Hane­ke, toman­do como refe­ren­cia la fami­lia des­crip­ta, no exis­te pre­ci­sa­men­te un final feliz.

HAPPY END

HAPPY END

Otro film que que­dó con las manos vacías es la inte­li­gen­te come­dia de Hong Sang­soo The Day After (Corea del Sur). El pro­lí­fi­co direc­tor ape­lan­do a un len­gua­je cine­ma­to­grá­fi­co con remi­nis­cen­cias del inol­vi­da­ble direc­tor fran­cés Eric Roh­mer ofre­ce una delei­to­sa come­dia de equí­vo­cos den­tro del mar­co de una sen­ci­lla his­to­ria en la que pre­do­mi­na un cuar­te­to román­ti­co. Fil­ma­do en blan­co y negro, el rela­to de Hong pre­sen­ta a Areum (Kim Minhee), una joven que comien­za a tra­ba­jar como asis­ten­te de Bong­wan (Kwon Haeh­yo), el patrón de una peque­ña edi­to­rial. El man­tie­ne una rela­ción adúl­te­ra con Chang­sook (Kim Saeb­yuk), que es la per­so­na a quien Areum está reem­pla­zan­do. Cuan­do sos­pe­chan­do de la infi­de­li­dad de su mari­do, la espo­sa de Bong­wan (Cho Yunhee) lle­ga intem­pes­ti­va­men­te a la ofi­ci­na cree que es Areum la mujer con quien Bong­wan la enga­ña. Cuan­do tiem­po des­pués su aman­te reto­ma su tra­ba­jo des­pla­zan­do a Areum, la enga­ña­da mujer se tran­qui­li­za al saber que ella ya no está más. A tra­vés de este inge­nio­so jue­go sos­te­ni­do por nota­bles acto­res, esta peque­ña his­to­ria, a pesar de sus pocas secuen­cias, adquie­re un dina­mis­mo sor­pren­den­te debi­do a la agi­li­dad que el direc­tor impri­me a la misma.

Den­tro de los fil­mes pre­sen­ta­dos en Un Cer­tain Regard cabe des­ta­car A Man of Inte­grity (Irán), que con toda jus­ti­cia fue dis­tin­gui­do con el Pri­mer Pre­mio en esta segun­da sec­ción ofi­cial. El direc­tor ira­ní Moham­med Rasou­lof exa­mi­na lúci­da­men­te los valo­res pre­va­le­cien­tes en el seno de una socie­dad inmo­ral que en últi­ma ins­tan­cia no es otra que la de su país; al hacer­lo plan­tea un gran inte­rro­gan­te sobre cómo es posi­ble man­te­ner la inte­gri­dad per­so­nal cuan­do las cir­cuns­tan­cias obli­gan a uno a tener que doble­gar­se al sis­te­ma impe­ran­te o de lo con­tra­rio sucumbir.

A MAN OF INTEGRITY

A MAN OF INTEGRITY

El rela­to que per­te­ne­ce al direc­tor pre­sen­ta a Reza (Reza Akh­laghi­rad) un hom­bre de 35 años y como lo anti­ci­pa el títu­lo del film es una per­so­na de sóli­dos prin­ci­pios mora­les. Lejos de las gran­des urbes habi­ta en una remo­ta peque­ña pobla­ción ubi­ca­da al nor­te del país don­de en la peque­ña gran­ja que posee explo­ta peces de agua dul­ce jun­to con su mujer (Sou­da­beh Bei­zaee). Todo mar­cha­ría tran­qui­la y nor­mal­men­te si no fue­se por­que una codi­cio­sa cor­po­ra­ción quie­re ejer­cer el con­trol de la región y para ello desea com­prar­le a Reza su gran­ja y terreno a lo cual éste se nie­ga. Cla­ro está que las pre­sio­nes son muy gran­des, sobre todo por­que esta pode­ro­sa com­pa­ñía cuen­ta con el apo­yo de los jefes loca­les, la poli­cía, jue­ces, alcal­de y otras auto­ri­da­des del lugar dis­pues­tas a com­par­tir los bene­fi­cios e intere­ses de la mis­ma. A medi­da que el rela­to pro­gre­sa se apre­cia cómo la ten­sión va aumen­tan­do para Reza, sobre todo tenien­do en cuen­ta que su espo­sa adop­tan­do una acti­tud más prag­má­ti­ca cree que es inú­til resis­tir­se a los opre­so­res y que más vale la pena tra­tar de nego­ciar con ellos. Lo intere­san­te de esta his­to­ria es que a tra­vés de la mis­ma se va evi­den­cian­do cómo el temor de la gen­te moti­va a que no ten­ga otra sali­da que iden­ti­fi­car­se con el ver­da­de­ro poder corrup­to del que tra­ta de esca­par. ¿Es posi­ble que exis­ta otra opción para man­te­ner la inte­gri­dad indi­vi­dual cuan­do las orga­ni­za­cio­nes ins­ti­tu­cio­na­les adop­tan acti­tu­des mafiosas?

El cau­ti­van­te tema, la mane­ra arti­cu­la­da en que Rasou­lof rela­ta esta his­to­ria de con­te­ni­do social y la muy bue­na actua­ción de su elen­co con­vier­ten a este film en uno de los más impor­tan­tes pro­ve­nien­tes de Irán que por el momen­to allí no pue­de exhi­bir­se dado que se encuen­tra prohi­bi­do por la censura.

Otro de los fil­mes des­ta­ca­dos de Un Cer­tain Regard y dis­tin­gi­do por el Jura­do de la Crí­ti­ca Inter­na­cio­nal es Clo­se­ness (Rusia), ópe­ra pri­ma de Kan­te­mir Bala­gov. El rela­to trans­cu­rre en 1998 en el mar­co de una peque­ña pobla­ción judía ubi­ca­da en el nor­te de Rusia que con­vi­ve con una comu­ni­dad musul­ma­na. La acción se cen­tra en. Ila­na (Dar­ya Zhov­ner), una chi­ca judía de 24 años que tra­ba­ja en el taller de su padre (Artem Tsy­pin). El con­flic­to dra­má­ti­co se pro­du­ce cuan­do su her­mano David (Venia­min Kats) que está a pun­to de anun­ciar su com­pro­mi­so es secues­tra­do jun­to con su novia. Cuan­do los cap­to­res deman­dan una suma de dine­ro para su libe­ra­ción la reac­ción de la comu­ni­dad es dis­par, que­dan­do expues­tas las bon­da­des y mise­rias de la natu­ra­le­za huma­na. Den­tro de ese con­tex­to Ilia­na, que sien­te ser una hija secun­da­ria en el afec­to de sus padres, es reque­ri­da para que haga el sacri­fi­cio de some­ter­se a un matri­mo­nio arre­gla­do a fin de obte­ner el impor­te nece­sa­rio para res­ca­tar a David. Valién­do­se de pri­me­ros pla­nos y con una inquie­ta cáma­ra en mano Bala­gov ofre­ce un vigo­ro­so dra­ma rea­lis­ta que remi­te a cier­tos fil­mes de los her­ma­nos Dar­den­ne, expo­nien­do a una joven de libre espí­ri­tu que debe enfren­tar la dura reali­dad del medio social que la circunda.

CLOSENESS

CLO­SE­NESS

Par­ti­ci­pa­ción Latinoamericana

Aun­que nin­gún film de Amé­ri­ca Lati­na par­ti­ci­pó en la com­pe­ten­cia ofi­cial, hubo varios que se cono­cie­ron en las res­tan­tes sec­cio­nes del fes­ti­val. He aquí la rese­ña de algu­nos de ellos.

La ópe­ra pri­ma La Novia del Desier­to (Argen­ti­na-Chi­le) de Ceci­lia Atán y Vale­ria Piva­to ha sido una ver­da­de­ra reve­la­ción a juz­gar por la cáli­da recep­ción reci­bi­da en su pro­yec­ción de pren­sa. La his­to­ria con­ce­bi­da por las rea­li­za­do­res narra en tono de tra­gi­co­me­dia la odi­sea de Tere­sa (Pau­li­na Gar­cía), una mujer de 54 años cuya mayor par­te de su vida trans­cu­rrió tra­ba­jan­do como emplea­da domés­ti­ca en Bue­nos Aires pero que dejó de hacer­lo cuan­do sus due­ños se vie­ron obli­ga­dos a ven­der la casa. En con­se­cuen­cia, para no estar des­em­plea­da a esta altu­ra de su vida, se ve obli­ga­da a acep­tar un tra­ba­jo simi­lar con una fami­lia que resi­de en San Juan. Cuan­do el ómni­bus que la con­du­ce al lugar de des­tino sufre una ave­ría duran­te el tra­yec­to, en la for­za­da para­da ubi­ca­da no lejos del san­tua­rio de la Difun­ta Correa, ella pier­de el bol­so que lle­va­ba con­si­go; en esa cir­cuns­tan­cia cono­ce a Miguel (Clau­dio Ris­si), un ven­de­dor bona­chón que se mue­ve en su casa rodan­te y está dis­pues­ta a ayu­dar­le en la recu­pe­ra­ción del obje­to per­di­do. Duran­te esa bús­que­da que se va demo­ran­do va aflo­ran­do un sen­ti­mien­to de mutua atrac­ción en don­de ella, que has­ta el momen­to no había cono­ci­do el amor, ani­da la espe­ran­za de que su vida podría cam­biar para mejor. Sin recu­rrir a cli­ché alguno y con un final abier­to, Atán y Piva­to des­cri­ben con suma fine­za a rela­ción a tra­vés de un rela­to con­ci­so que se enri­que­ce a medi­da que va desa­rro­llán­do­se, debi­do en gran par­te a la remar­ca­ble expre­si­vi­dad de sus dos pro­ta­go­nis­tas. De este modo, el públi­co asis­te a un film emo­ti­vo y enternecedor.

LA NOVIA DEL DESIERTO

LA NOVIA DEL DESIERTO

Uno de los fil­mes que fue alta­men­te pro­mo­vi­do antes de su pre­sen­ta­ción es La Cor­di­lle­ra (Argen­ti­na-Fran­cia), ter­cer opus del direc­tor argen­tino San­tia­go Mitre. El tema gira en torno de las peri­pe­cias atra­ve­sa­das por Her­nán Blan­co (Ricar­do Darín), un novel pre­si­den­te que sin tener expe­rien­cia polí­ti­ca ante­rior debe asis­tir a una reu­nión cum­bre regio­nal que se cele­bra­rá en Chi­le; ahí se dis­cu­ti­rá la polí­ti­ca ener­gé­ti­ca a seguir por la región y la cons­ti­tu­ción de una orga­ni­za­ción lati­no­ame­ri­ca­na petro­le­ra que ten­ga una gra­vi­ta­ción simi­lar como la de la OPEC a nivel mun­dial. Pre­vio a su par­ti­da, una nota som­bría le preo­cu­pa cuan­do su ex yerno acu­sa a su par­ti­do de cier­tas manio­bras no muy lim­pias. A la lle­ga­da al hotel mon­ta­ño­so del país tras­an­dino se impo­ne que exis­ten dos posi­cio­nes com­ple­ta­men­te diver­gen­tes sobre el tema a deba­tir, don­de la visión del pre­si­den­te mexi­cano (Daniel Gimé­nez Cacho) se opo­ne a la del man­da­ta­rio de Bra­sil (Leo­nar­do Fran­co), con­si­de­ra­do como el empe­ra­dor lati­no­ame­ri­cano debi­do al pre­do­mi­nio y peso polí­ti­co que tie­ne en la región. Es allí que Blan­co ten­drá que adop­tar una deci­sión difí­cil a la hora de votar, situa­ción que resul­ta aún más com­pli­ca­da fren­te a la inter­fe­ren­cia de un repre­sen­tan­te de Esta­dos Uni­dos (Chris­tian Sla­ter) que tra­ta de influir en la posi­ción que se esta­rá debatiendo.

Si aca­so ese hubie­ra sido el tema cen­tral del film podría decir­se que lo que se mues­tra es una pin­tu­ra bien rea­lis­ta de lo que real­men­te sue­le acon­te­cer en este tipo de reunio­nes, don­de se recu­rre a con­fa­bu­la­cio­nes, ardi­des y demás juga­rre­tas polí­ti­cas emplea­das en tales cir­cuns­tan­cias a fin de lograr el apo­yo nece­sa­rio en el momen­to de rea­li­zar­se la vota­ción de la pro­pues­ta. Sin embar­go, el rela­to se bifur­ca al intro­du­cir una his­to­ria que trans­cu­rre para­le­la­men­te pero que de haber sido pres­cin­di­da, se habría gana­do mayor inten­si­dad en el resul­ta­do glo­bal del film; ésta gira en torno de la hija del pre­si­den­te Blan­co (Dolo­res Fon­zi) que lle­ga al hotel don­de se encuen­tra en un esta­do de gran ines­ta­bi­li­dad emo­cio­nal; eso moti­va a que sea obje­to de un raro tra­ta­mien­to tera­péu­ti­co de hip­no­sis rea­li­za­do por un psi­quia­tra chi­leno (Alfre­do Cas­tro) a par­tir de allí se ori­gi­nan situa­cio­nes fan­ta­sio­sas que podrían for­mar par­te de otro film com­ple­ta­men­te diferente.

Los dise­ños de pro­duc­ción del film son real­men­te nota­bles y las actua­cio­nes del elen­co inter­na­cio­nal enca­be­za­do por Darín son impecables.

Cier­ta­men­te Michel Fran­co es un joven direc­tor que ha logra­do mere­ci­do reco­no­ci­mien­to en Can­nes, sobre todo hace dos años cuan­do fue pre­mia­do por su guión en el film Chro­nic. Aquí nue­va­men­te ha estre­na­do Las Hijas de Abril (Méxi­co) un dra­ma que aun­que bien rea­li­za­do, su his­to­ria dis­ta de satis­fa­cer. La tra­ma gira en torno de Cla­ra (Joan­na Lare­qui) de 34 años y su her­ma­na menor Vale­ria (Ana Vale­ria Bece­rril) de 17 años, vivien­do en Puer­to Vallar­ta. Cuan­do ésta últi­ma, ha que­da­do emba­ra­za­da en su rela­ción con Mateo (Enri­que Arri­zon) un mucha­cho de su mis­ma edad, ambos deci­den no inte­rrum­pir la ges­ta­ción. A todo ello, Abril (Emma Suá­rez), la madre espa­ño­la, que man­tie­ne una dis­tan­te rela­ción con sus hijas, arri­ba al lugar y al ente­rar­se de la con­di­ción de Vale­ria, está dis­pues­ta a ayu­dar­la en la crian­za de su futu­ra nie­ti­ta. Cuan­do el bebé nace, Abril adop­ta una acti­tud com­ple­ta­men­te des­con­cer­tan­te al mos­trar­se como un ser mons­truo­so capaz de lle­gar a lími­tes insos­pe­cha­bles; así, sin el menor repa­ro sus­trae la cria­tu­ra de su hija como así tam­bién no tie­ne empa­cho alguno para sedu­cir a su yerno. A medi­da que el film pro­gre­sa, situa­cio­nes dis­pa­ra­ta­das se van suce­dien­do con­vir­tién­do­lo en un pedes­tre rela­to de horror. Aun­que Emma Suá­rez, recien­te­men­te elo­gia­da en “Julie­ta” de Almo­dó­var, cum­ple una bue­na labor como la mal­di­ta pro­ge­ni­to­ra, el guión del rea­li­za­dor le impi­de lograr que su des­hu­ma­ni­za­do per­so­na­je adquie­ra vero­si­mi­li­tud. Cabe acla­rar que no obs­tan­te las obje­cio­nes que mere­ce la crí­ti­ca rea­li­za­da, este film obtu­vo el Pre­mio del Jura­do en la sec­ción Una Cier­ta Mirada.

LAS HIJAS DE ABRIL

LAS HIJAS DE ABRIL

La debu­tan­te rea­li­za­do­ra y guio­nis­ta Nata­lia San­ta deja una impre­sión muy favo­ra­ble con La Defen­sa del Dra­gón (Colom­bia). Con gran huma­ni­dad, San­ta ilus­tra la vida coti­dia­na de tres hom­bres mayo­res que son ami­gos entre sí vivien­do en la ciu­dad de Bogo­tá. El prin­ci­pal per­so­na­je es Samuel (Gon­za­lo de Sagar­mi­na­ga), un pro­fe­sor de aje­drez para quien este jue­go cons­ti­tu­ye su pasión y podría afir­mar­se que es tam­bién su razón de vida; ade­más de ser pro­fe­sor y un pro­di­gio en la mate­ria, todos los sába­dos a las 4 de la tar­de par­ti­ci­pa jugan­do en el club de aje­drez Lás­ker ubi­ca­do en el cen­tro de la capi­tal colom­bia­na; es allí don­de tie­ne como uno de sus con­trin­can­tes a su ami­go Mar­cos (Manuel Nava­rro) quien es un médi­co homeó­pa­ta adic­to al póker; final­men­te el ter­ce­ro del trío es Joa­quín (Her­nán Mén­dez), un depre­si­vo relo­je­ro. Estos tres hom­bres viven en un mun­do que pre­ce­de al de la actual era digi­tal y a tra­vés de sus vidas reclui­das como seres soli­ta­rios que temen fra­ca­sar, la direc­to­ra logra una his­to­ria suma­men­te atra­yen­te enfo­can­do las carac­te­rís­ti­cas dis­tin­ti­vas de sus tres per­so­na­jes; así, en esca­sos 80 minu­tos el públi­co lle­ga a cono­cer­los muy bien y sobre todo a empa­ti­zar con los mis­mos. Den­tro de esa his­to­ria es intere­san­te obser­var cómo el aje­drez desem­pe­ña un papel pro­ta­gó­ni­co per­mi­tien­do desa­fiar y esti­mu­lar la inte­li­gen­cia de sus juga­do­res con las estra­te­gias que están obli­ga­dos a adop­tar para sobre­sa­lir en el mis­mo. Más allá de que se sepa cómo se mue­ven en el table­ro las pie­zas de aje­drez, lo cier­to es que el públi­co se halla fren­te a un film amplia­men­te gra­ti­fi­can­te don­de se des­ta­ca la nota­ble madu­rez de San­ta en su pri­mer tra­ba­jo profesional.

Otra intere­san­te pelí­cu­la es La Fami­lia (Vene­zue­la-Chi­le-Norue­ga), pri­mer lar­go­me­tra­je de Gus­ta­vo Ron­dón Cór­do­va ofre­cien­do un retra­to poco com­pla­cien­te de algu­nos sec­to­res des­fa­vo­re­ci­dos de Cara­cas. El rela­to del rea­li­za­dor vene­zo­lano intro­du­ce a Pedro (Reg­gie Reyes), un chi­co de 12 años, de humil­de extrac­ción social vivien­do en un barrio inse­gu­ro; cuan­do otro mucha­cho de su mis­ma edad que habi­ta en la zona tra­ta de sus­traer­le su telé­fono celu­lar blan­dien­do un arma ame­na­za­do­ra, Pedro logra zafar­se del mis­mo hirién­do­lo en su nuca. Fren­te a esta dra­má­ti­ca situa­ción y temien­do una ven­gan­za, su padre Andrés (Gio­van­ni Gar­cía) deci­de que tie­nen que dejar el barrio y tra­tar de bus­car refu­gio en otro lugar. Esa cir­cuns­tan­cia se pres­ta para que Andrés y su hijo pue­dan lle­gar a cono­cer­se mejor cimen­tan­do de este modo el lazo paterno-filial fren­te a la ausen­cia de una madre. El film refle­ja el cli­ma de ten­sión exis­ten­te en una ciu­dad en cri­sis don­de las con­di­cio­nes de mise­ria pro­mue­ven la vul­ne­ra­bi­li­dad de comu­ni­da­des mar­gi­na­les aban­do­na­das de la mano de Dios. Con efi­cien­tes intér­pre­tes no pro­fe­sio­na­les, el direc­tor ha logra­do un dra­ma social de con­si­de­ra­ble interés.

LA FAMILIA

LA FAMI­LIA

En Los Perros (Chi­le-Fran­cia) la rea­li­za­do­ra Mar­ce­la Said abor­da las secue­las del régi­men de Pino­chet refle­jan­do el enfren­ta­mien­to que ideo­ló­gi­ca­men­te exis­te entre dife­ren­tes ban­dos de la pobla­ción de Chi­le. La direc­to­ra se cen­tra en Maria­na (Anto­nia Zegers) una mujer de apro­xi­ma­da­men­te 40 años que per­te­ne­cien­do a la alta cla­se de la bur­gue­sía se encuen­tra atra­pa­da con un mari­do (Rafael Spre­gel­burd) al que no quie­re y un padre mani­pu­la­dor (Ale­jan­dro Sie­ve­king) que la des­pre­cia; en tal sen­ti­do, su frus­tra­ción pro­vie­ne por per­te­ne­cer a una fami­lia que ella evi­den­te­men­te no eli­gió. Su des­con­ten­to encuen­tra com­pen­sa­ción en su entu­sias­mo por la equi­ta­ción don­de se sien­te atraí­da por Juan (Alfre­do Cas­tro) su entre­na­dor; este sexa­ge­na­rio indi­vi­duo es un ex coro­nel sos­pe­cha­do de exac­cio­nes come­ti­das al haber­se desem­pe­ña­do como jefe de un cen­tro de repre­sión en la épo­ca de la dic­ta­du­ra. A tra­vés de los ele­men­tos seña­la­dos, el film actua­li­za el tema de la memo­ria his­tó­ri­ca y la mane­ra en que la jus­ti­cia ha actua­do dejan­do impu­ne a quie­nes habien­do come­ti­do atro­ci­da­des huma­nas tran­si­tan libre­men­te como si nada hubie­ra pasa­do. Abor­dan­do a Maria­na, la direc­to­ra ha logra­do des­cri­bir una com­ple­ja per­so­na­li­dad que al remo­ver los lazos del pasa­do tra­ta de des­em­ba­ra­zar­se de las ata­du­ras que la ligan con el mun­do social que la rodea inun­da­do de men­ti­ras e hipocresías.