Un Pro­fun­do Víncu­lo Afectivo

MEGAN LEA­VEY. Esta­dos Uni­dos, 2017. Un film de Gabrie­la Cowperthwaite

¿Pue­de con­ce­bir­se una his­to­ria de amor mater­nal entre un ser humano y un ani­mal? Aun­que el cine ya ha dado mues­tras de los ínti­mos lazos que pue­den crear­se entre una per­so­na y un perro, lo que se ofre­ce en Megan Lea­vey es algo más que una mani­fes­ta­ción de cari­ño; lo cier­to es que si este dra­ma film no estu­vie­ra basa­do en un caso real como lo fue, podría haber­se afir­ma­do que lo que se ve es pura ficción.

La ver­da­de­ra his­to­ria de Megan Lea­vey (Kate Mara) comien­za en 2001 vivien­do en Valley Cot­ta­ge, uno de los subur­bios de Nue­va York, con su madre (Edie Fal­co) y padras­tro (Will Pat­ton). Des­con­ten­ta con el tra­ba­jo que esta­ba rea­li­zan­do, cuyo poco entu­sias­mo moti­vó a que fue­ra des­pe­di­da, y al mis­mo tiem­po dolo­ri­da por la muer­te de un que­ri­do ami­go, deci­de enro­lar­se en el ejér­ci­to con el pro­pó­si­to de encon­trar allí un sen­ti­do mejor a su vida.

Kate Mara

Kate Mara

Ade­más de tener que atra­ve­sar los rigo­res de un duro entre­na­mien­to, antes de via­jar a Iraq en 2005 y 2006 se le asig­na como com­pa­ñe­ro de labor a Rex, un pas­tor ale­mán, cuyo extra­or­di­na­rio olfa­to le per­mi­te ras­trear bom­bas y detec­tar cam­pos mina­dos. Es muy apre­cia­ble la des­crip­ción de la direc­to­ra Gabrie­la Cow­perth­wai­te enfo­can­do la difí­cil tarea de domes­ti­ca­ción de Rex por par­te de Megan sobre todo por tra­tar­se de un ani­mal de natu­ra­le­za agre­si­va. En el momen­to de empren­der el via­je al con­vul­sio­na­do terri­to­rio del Medio Orien­te, ya exis­te un cla­ro len­gua­je de enten­di­mien­to por par­te del perro en seguir las órde­nes impar­ti­das por su instructora.

En esta pri­me­ra mitad del rela­to, el film repro­du­ce con minu­cio­si­dad las accio­nes desa­rro­lla­das en Iraq don­de el peli­gro se encuen­tra per­ma­nen­te­men­te laten­te y las explo­sio­nes están a la orden del día. En ese cli­ma hos­til y opre­si­vo, muy bien repro­du­ci­do por los dise­ños de pro­duc­ción de Ed Verreaux, es don­de se evi­den­cia la labor des­ple­ga­da por Kate como así tam­bién la de Rex detec­tan­do los dis­po­si­ti­vos explo­si­vos. Si bien esa acción les per­mi­te sal­var vidas huma­nas no menos cier­to es que este increí­ble dúo habrá de sufrir heri­das impo­si­bles de sos­la­yar don­de a cau­sa de las mis­mas Kate está obli­ga­da a sepa­rar­se del ani­mal y retor­nar a Esta­dos Uni­dos para su recu­pe­ra­ción físi­ca y emocional.

La segun­da par­te de esta his­to­ria resal­ta el indi­so­lu­ble víncu­lo de Kate con el ani­mal. La sepa­ra­ción for­zo­sa impli­ca para ella un sen­ti­mien­to de angus­tia que sin exa­ge­rar podría ase­me­jar­se al de una madre obli­ga­da a dejar a su hijo en manos de otra per­so­na. De allí en más, el ajus­ta­do y sutil guión de Pame­la Gray, Annie Mumo­lo y Tim Loves­tedt enfa­ti­za los esfuer­zos que esta joven rea­li­za para que fina­li­za­da su misión pue­da adop­tar al ani­mal que tan­to quie­re. Si bien los obs­tácu­los inter­pues­tos por la vete­ri­na­ria (Geral­di­ne James), hacen supo­ner que Megan no ten­drá más reme­dio que des­pe­dir­se defi­ni­ti­va­men­te de su perro, ella no ceja­rá en su pro­pó­si­to recu­rrien­do a la reco­lec­ción de fir­mas por par­te del públi­co, pres­tán­do­se a un repor­ta­je tele­vi­si­vo y soli­ci­tan­do la ayu­da del sena­dor Chuck Schu­mer (Andrew Masset).

Entre algu­nos aspec­tos inci­den­ta­les den­tro del mar­co de esta his­to­ria se encuen­tra la bre­ve rela­ción sen­ti­men­tal que Megan con un cole­ga mari­ne (Ramón Rodrí­guez), como así tam­bién la inter­ven­ción de su padre(Bradley Whit­ford), infun­dién­do­le apo­yo moral.

La actua­ción de Mara es mag­ní­fi­ca brin­dan­do todos los mati­ces por los que atra­vie­sa su per­so­na­je resul­tan­do más que con­vin­cen­te su entra­ña­ble devo­ción hacia Rex al pun­to tal que pare­ce­ría ser la razón de su vida; no menos impre­sio­nan­te resul­ta el modo en que se des­en­vuel­ve el ani­mal que carac­te­ri­za a Rex; en tal sen­ti­do es difí­cil de saber lo que el canino pien­sa al res­pec­to pero no hay duda algu­na que logra una enor­me trans­for­ma­ción del papel que pro­ta­go­ni­za dejan­do de lado su agre­si­vi­dad ini­cial para vol­car una gran ter­nu­ra hacia su progenitora.

Aun­que su des­en­la­ce resul­te pre­vi­si­ble nada des­me­re­ce el méri­to de la rea­li­za­do­ra de haber brin­da­do un dra­ma enno­ble­ce­dor y con­mo­ve­dor que por haber acon­te­ci­do real­men­te nadie podrá acha­car­lo de fan­ta­sio­so. Jor­ge Gutman