Una Ten­sa Cena

BEA­TRIZ AT DIN­NER. Esta­dos Uni­dos, 2016. Un film de Miguel Arteta

El rea­li­za­dor Miguel Arte­ta y el guio­nis­ta Mike Whi­te guio­nis­ta vuel­ven a reu­nir­se des­pués de haber­lo hecho con gran éxi­to en Chuck and Buck (2000) y The Good Girl (2002). En esta opor­tu­ni­dad ofre­cen un rela­to que comien­za como una ama­ble come­dia para gra­dual­men­te adqui­rir ribe­tes dra­má­ti­cos y cul­mi­nar en for­ma vio­len­ta. Tan­to la rea­li­za­ción de Arte­ta como lo que pro­po­ne Whi­te en su his­to­ria man­tie­nen con­cen­tra­do al espec­ta­dor a pesar de que la per­so­na­li­dad del per­so­na­je pro­ta­gó­ni­co pro­duz­ca desconcierto.

Salma Hayek

Sal­ma Hayek

La his­to­ria se desa­rro­lla en torno a Bea­triz quien a tra­vés de la nota­ble inter­pre­ta­ción de Sal­ma Hayek se la apre­cia como una per­so­na sen­si­ble, tran­qui­la y en la pri­me­ra esce­na se la ve rodea­da de ani­ma­les que tie­ne en su casa de Los Ánge­les a quie­nes les pro­di­ga cari­ño. Ese afec­to tam­bién lo demues­tra hacia sus pacien­tes en su carác­ter de masa­jis­ta tera­péu­ti­ca para enfer­mos de cán­cer en un cen­tro clí­ni­co de la ciu­dad. Pro­ve­nien­te de una fami­lia humil­de mexi­ca­na, logró esta­ble­cer­se en Esta­dos Uni­dos y todo hace pre­su­mir que ali­vian­do al pró­ji­mo ella es una joven que se encuen­tra rea­li­za­da y satis­fe­cha espi­ri­tual­men­te con­si­go misma.

Cuan­do des­pués de haber rea­li­za­do una sesión de masa­jes que sue­le efec­tuar regu­lar­men­te a Kathy (Con­nie Brit­ton) en su afluen­te man­sión que dis­ta a 60 millas de su hogar se dis­po­ne a empren­der el regre­so, com­prue­ba que su coche está ave­ria­do; fren­te a esa difi­cul­tad su clien­ta, quien sien­te una gran esti­ma hacia ella por­que en el pasa­do tra­tó exi­to­sa­men­te a su hija que había pade­ci­do de cán­cer y que aho­ra está recu­pe­ra­da, le ofre­ce que­dar­se en su resi­den­cia y a la vez com­par­tir una cena que su mari­do Grant (David Warshofsky) ofre­ce esa noche a dos de sus aso­cia­dos comer­cia­les (Jay Duplass, John Lith­gow) y sus res­pec­ti­vas espo­sas (Chloë Sevigny y Amy Landecker).

La des­crip­ción deta­lla­da de ese gru­po social de ele­va­da con­di­ción eco­nó­mi­ca es exce­len­te y en la mira­da que Bea­triz efec­túa en el ape­ri­ti­vo escu­chan­do las con­ver­sa­cio­nes de las muje­res entre sí y de los caba­lle­ros por su par­te char­lan­do de nego­cios en otro rin­cón de la man­sión no podría ser más natu­ral; en esa pri­me­ra apro­xi­ma­ción, vela­da­men­te que­da refle­ja­da una crí­ti­ca a los defen­so­res del sis­te­ma eco­nó­mi­co neoliberal.

De allí en más el film se cen­tra en la ani­mo­si­dad exis­ten­te entre Bea­triz y Doug Strutt, uno de los invi­ta­dos que es un pode­ro­so empre­sa­rio de bie­nes raí­ces. Des­pués de que en el pri­mer encuen­tro el acau­da­la­do indi­vi­duo con­fun­de a Bea­triz con una emplea­da domés­ti­ca, al acla­rar­se el equí­vo­co la inte­rro­ga sobre su ori­gen; al saber que nació en Méxi­co cíni­ca­men­te le pre­gun­ta si entró legal­men­te al país. Ahí se evi­den­cia la inten­ción de Arte­ta y Whi­te de brin­dar un rela­to enfa­ti­zan­do la dife­ren­cia de cla­ses y expo­nien­do el racis­mo laten­te impe­ran­te en cier­tos gru­pos socia­les ame­ri­ca­nos con res­pec­to a los que viven al sur del Río Grande.

En el momen­to de la cena Bea­triz toma espon­tá­nea­men­te el uso de la pala­bra y comien­za a que­rer man­te­ner el con­trol de la con­ver­sa­ción sin tener en cuen­ta que su acti­tud resul­ta incon­du­cen­te. En un momen­to dado el cli­ma de la reu­nión adquie­re cre­cien­te ten­sión fren­te a los sen­ti­mien­tos nega­ti­vos de ella hacia Doug, cuan­do se impo­ne que en la cons­truc­ción de uno de los hote­les del mag­na­te en su aldea natal mexi­ca­na él con­tri­bu­yó a la des­truc­ción de la mis­ma. Ya en la sobre­me­sa, la acti­tud de la masa­jis­ta alcan­za un nivel de des­con­trol y furia inusi­ta­da cuan­do Doug mues­tra a los inte­gran­tes del gru­po una foto toma­da en su recien­te via­je al Áfri­ca don­de se lo obser­va jun­to a un rino­ce­ron­te ani­qui­la­do como tro­feo de su cacería.

Si en prin­ci­pio la sim­pa­tía de Arte­ta pare­ce­ría estar del lado de Bea­triz al mos­trar el gran con­tras­te exis­ten­te entre el mun­do mate­ria­lis­ta de los ricos y el alto gra­do de espi­ri­tua­li­dad de la joven, lo cier­to es que de nin­gún modo Doug es exhi­bi­do como un ser vili­pen­dio­so; más aún, a pesar de su cinis­mo y disi­mu­la­do racis­mo, el guión no lle­ga a expo­ner­lo como un villano dia­bó­li­co o mons­truo­so que pudie­ra jus­ti­fi­car la des­me­di­da reac­ción de Beatriz.

La inter­pre­ta­ción de Hayek es mara­vi­llo­sa y otro tan­to pue­de afir­mar­se de Lith­gow que ofre­ce un tra­ba­jo remar­ca­ble carac­te­ri­zan­do al arro­gan­te millo­na­rio. Los res­tan­tes acto­res se desem­pe­ñan con total con­vic­ción brin­dan­do una com­ple­ta natu­ra­li­dad a sus per­so­na­jes. La pues­ta en esce­na de Arte­ta es inob­je­ta­ble en la medi­da que se cui­da muy bien que nin­guno de los per­so­na­jes resul­te ama­ne­ra­do o caricaturesco.

Lo que sor­pren­de en esta his­to­ria es el cam­bio de giro que adop­ta en su desa­rro­llo y aun­que eso no resul­te obje­ta­ble y logre con­cen­trar la aten­ción median­te la ner­vio­si­dad que se va crean­do, lo cier­to es que su des­en­la­ce como tra­ge­dia rea­lis­ta aun­que no exen­to de poe­sía deja des­co­lo­ca­do al espec­ta­dor sin saber cómo ana­li­zar la con­duc­ta de Bea­triz. En todo caso, eso no inva­li­dad la cali­dad del film tenien­do en cuen­ta la acer­ta­da pues­ta en esce­na, el muy buen nivel de actua­ción y un rela­to que a pesar de las obje­cio­nes seña­la­das logra atra­par. Jor­ge Gutman