PARIS PIEDS NUS. Francia-Bélgica, 2016. Un film escrito y dirigido por Fiona Gordon y Dominique Abel.
Aunque no muy conocidos en Norteamérica, el dúo belga integrado por Fiona Gordon y Dominique Abel han demostrado a través de Rumba (2008) y The Fairy (2011) cómo lograr eficientes comedias físicas sin apelar a chistes groseros o vulgares ni menos aún tener que recurrir a situaciones violentas.
Una vez más el indiscutible talento de la pareja se aprecia en este film escrito, dirigido e interpretado por ellos mismos. Como es habitual, ambos apelan al movimiento de sus cuerpos y a sus expresiones faciales para producir el efecto que de algún modo trae a la memoria algunas de las joyas del cine de Charles Chaplin, Buster Keaton y Jacques Tati.
El relato es muy sencillo y no se caracteriza precisamente por ser muy original pero lo que aquí gravita es la forma en que se lo presenta permitiendo que el espectador complacientemente se involucre en el mismo. Todo comienza cuando Fiona (Gordon), una bibliotecaria canadiense que vive en una región gélida donde el viento sopla a toda prueba, recibe una carta de su anciana querida tía Martha (Emmanuelle Riva) que vive en París solicitándole su pronta ayuda; parece ser que la quieren ubicar en un hogar residencial a lo que ella se niega. De inmediato Fiona parte a la capital francesa munida de una mochila que porta la bandera de Canadá. El conflicto se produce cuando al llegar a destino, ella comprueba que Martha ha desaparecido. Así, perdida en la ciudad y tratando de algún modo de ubicarla, atravesará por una serie de aventuras a partir del momento que sale al encuentro de Dom (Abel), un excéntrico vagabundo que vive en una carpa frente al río Sena y que no se desprende de Fiona.
No es necesario seguir narrando lo que acontece donde en un maremágnum de coincidencias se producen encuentros y desencuentros, al servicio de una pequeña comedia brillante, excelentemente coreografiada. Dentro de la liviandad de la historia, los directores gratifican al público con una serie de jocosos gags físicos, un excéntrico romance y la agradable música donde no falta la presencia de un tango rioplatense bailado con gracia impagable por Fiona y Dom. A todo ello, cabe destacar el esplendor visual que ofrece la maravillosa París convertida en un personaje igualmente importante.
Acompañando a la pareja central constituye un placer contemplar en un papel secundario a la gran actriz Emmanuelle Riva fallecida en enero pasado; su actuación resulta emotiva, tanto en una escena donde se reencuentra con un antiguo enamorado (Pierre Richard), como cuando realiza un ascenso nocturno a la Torre Eiffel.
En conclusión: Gracias a una dinámica realización y muy buena interpretación donde se evidencia la buena complicidad de Abel y Gordon (en la vida real, marido y mujer), el público asiste a un divertimento atípico de irresistible encanto, ternura y melancolía.
Jorge Gutman