El Gipsy Swing de Django

DJAN­GO. Fran­cia, 2017. Un film escri­to y diri­gi­do por Etien­ne Comar

En su pri­mer film como rea­li­za­dor Etien­ne Komar abor­da a Djan­go Reinhardt (1910 – 1953), uno de los más nota­bles intér­pre­tes del jazz euro­peo y con­si­de­ra­do como el padre del Gypsy Swing (com­bi­na­ción del swing y la músi­ca gita­na del este de Europa).

Basa­do en la nove­la Folles De Djan­go de Ale­xis Salat­ko publi­ca­da en 2013, el guión del rea­li­za­dor con­si­de­ra un perío­do espe­cial de la vida del gui­ta­rris­ta bel­ga de ori­gen gitano duran­te su per­ma­nen­cia en París, cuan­do la ciu­dad estu­vo sitia­da por las tro­pas ale­ma­nas. Lo cier­to es que la pelí­cu­la no logra cap­tar el ímpe­tu y ener­gía de la obra del artista.

Reda Kateb

Reda Kateb

La acción comien­za en junio de 1943 don­de se lo ve a Djan­go (Reda Kateb), para ese enton­ces ya con­sa­gra­do como un exi­mio gui­ta­rris­ta, ofre­cien­do con su quin­te­to uno de sus con­cier­tos de jazz fren­te a un audi­to­rio com­ple­to de espec­ta­do­res don­de se inclu­yen algu­nos jerar­cas nazis; has­ta ese momen­to el músi­co no pare­ce haber adqui­ri­do con­cien­cia de lo que ocu­rría a su alre­de­dor con los nefas­tos efec­tos cau­sa­dos por la ocu­pa­ción ger­ma­na. Cuan­do lo invi­tan a rea­li­zar una gira en Ale­ma­nia, Loui­se de Clerk (Céci­le de Fran­ce), su aman­te pari­si­na, le acon­se­ja no acep­tar la pro­po­si­ción debi­do a los peli­gros que ese via­je pue­de aca­rrear­le; ade­más le sugie­re que se diri­ja a un pue­bli­to pró­xi­mo a la fron­te­ra sui­za para poder esca­par de Francia.

Gran par­te del rela­to se vin­cu­la con el inten­to de hui­da que rea­li­za con su mujer Nagui­ne (Bea­ta Pal­ya), que se encuen­tra en esta­do de emba­ra­zo, y su madre Negros (Bim­bam Mers­tein); es a tra­vés de ese tra­yec­to don­de comien­za a dar­se cuen­ta del hos­ti­ga­mien­to y per­se­cu­ción que atra­vie­sa la pobla­ción gita­na inclu­yen­do a sus parientes.

Este film no es pre­ci­sa­men­te una bio­gra­fía del gui­ta­rris­ta aun­que tam­po­co cons­ti­tu­ye un rela­to musi­cal pro­pia­men­te dicho. Narra­do en for­ma con­ven­cio­nal care­ce de la enver­ga­du­ra nece­sa­ria para hacer­lo rele­van­te y dis­tin­guir­lo de otras mues­tras del géne­ro; más aún, el trián­gu­lo con­for­ma­do por el músi­co, su seño­ra y su aman­te que­da dilui­do por la ausen­cia de ten­sión. Sus con­ta­dos núme­ros musi­ca­les son lo más impor­tan­te de este dra­ma don­de las com­po­si­cio­nes de Reinhardt logran el brío y vita­li­dad que no se vis­lum­bran en el res­to del mis­mo. Algo pare­ci­do acon­te­ce con la actua­ción de Reda Kateb que asu­mien­do el papel pro­ta­gó­ni­co no alcan­za a trans­mi­tir el caris­ma y la inten­sa per­so­na­li­dad de Djan­go, con la excep­ción de las esce­nas musi­ca­les don­de allí pue­de apre­ciar­se la pasión del artis­ta; en otras actua­cio­nes, Bim­bam Mers­tein es un hallaz­go como la gru­ño­na madre de Djan­go, en tan­to que en Céci­le de Fran­ce se desem­pe­ña acertadamente.

En líneas gene­ra­les es loa­ble el pro­pó­si­to de Comar en ren­dir tri­bu­to a la comu­ni­dad roma­ní por el geno­ci­dio sufri­do, así como intro­du­cir en la esce­na final la com­po­si­ción de Reinhardt inti­tu­la­da Requiem for Gypsy Brothers; sin embar­go, eso no resul­ta sufi­cien­te para com­pen­sar las obje­cio­nes comen­ta­das del film e impre­sio­nar a una audien­cia. Jor­ge Gutman