Un Can­to a la Vida

ET LES MIS­TRALS GAG­NANTS. Fran­cia, 2017. Un docu­men­tal de Anne-Dauphi­ne Julliand

Si en prin­ci­pio el tema cen­tral de este docu­men­tal sobre cria­tu­ras enfer­mas pue­de resul­tar depri­men­te, lo que la novel rea­li­za­do­ra y escri­to­ra Anne-Dauphi­ne Julliand ofre­ce es un rela­to que cons­ti­tu­ye un can­to a la vida.

La direc­to­ra vivió la gran tra­ge­dia de una madre que ha per­di­do a sus dos niños que resul­ta­ron víc­ti­mas de una extra­ña enfer­me­dad gené­ti­ca. Ins­pi­rán­do­se en su pro­pia expe­rien­cia y como reafir­ma­ción de su fe en la vida, resol­vió inda­gar en lo que acon­te­ce con cin­co niños entre 6 y 9 años de edad que sufren de com­pli­ca­das dolen­cias. Ellos son Cami­lle que pade­ce de un cán­cer que ata­ca su sis­te­ma ner­vio­so, Ambre pade­cien­do de una gra­ve dolen­cia del cora­zón, Char­les afec­ta­do por una enfer­me­dad de piel, Tug­dual con un con­si­de­ra­ble tumor en su aor­ta e Imad que requie­re ser some­ti­do al pro­ce­so de diá­li­sis mien­tras aguar­da un tras­plan­te de riñón.

Imad, uno de los niños

Cen­tran­do su aten­ción en esos chi­cos, la cáma­ra ade­más de ubi­car­se en el Hos­pi­tal Robert-Debré de París don­de son aten­di­dos, los mues­tra en diver­sas situa­cio­nes del dia­rio vivir; así se los ve reci­bien­do una edu­ca­ción for­mal, par­ti­ci­pan­do en acti­vi­da­des depor­ti­vas, tocan­do el piano, cul­ti­van­do flo­res y jugan­do con sus ami­gos. Lo que irra­dia de ellos es el opti­mis­mo que los ani­ma para dis­fru­tar cada ins­tan­te en for­ma inten­sa, a des­pe­cho de las afec­cio­nes sufri­das; así, sin pate­tis­mo alguno estos niños van con­ta­gian­do su ino­cen­cia y espon­tá­nea ale­gría con el públi­co que los contempla.

Entre otros aspec­tos el docu­men­tal ilus­tra la for­ma en que estos peque­ños héroes inter­ac­túan con sus fami­lia­res, cuyos inte­gran­tes asu­mien­do com­ple­ta­men­te lo que atra­vie­san sus hijos les brin­dan el máxi­mo cari­ño y apo­yo disi­mu­lan­do la pena que ani­da en sus sen­ti­mien­tos. Del mis­mo modo, la direc­to­ra mues­tra el exce­len­te desem­pe­ño de los médi­cos aten­dien­do a estos pacien­tes y en tal sen­ti­do hay un dejo de admi­ra­ción, si aca­so no de emo­ción, al con­tem­plar cómo un devo­to doc­tor expli­ca a uno de los chi­cos el pro­ce­so de su enfer­me­dad. En todo caso, el espí­ri­tu de soli­da­ri­dad se mani­fies­ta en todo momen­to por par­te de quie­nes par­ti­ci­pan en esta sin­gu­lar his­to­ria de la vida real.

Sobria­men­te fil­ma­do, Julliand con­tó con el apo­yo de un buen equi­po téc­ni­co don­de se des­ta­can la cali­dad de la foto­gra­fía como así tam­bién del mon­ta­je. Con esme­ro y gran amor la rea­li­za­do­ra ofre­ce un film lumi­no­so, posi­ti­vo y alta­men­te alec­cio­na­dor para aque­llos padres y fami­lia­res que sobre­lle­van el enor­me peso de afron­tar simi­la­res expe­rien­cias. Nin­gún espec­ta­dor per­ma­ne­ce indi­fe­ren­te al ter­mi­nar la pro­yec­ción y es muy posi­ble que se diga a sí mis­mo ¡La Vida es Bella!, para­fra­sean­do al títu­lo del bello film de Rober­to Benig­ni. Jor­ge Gutman