Un Memo­ra­ble Juez

MARSHALL. Esta­dos Uni­dos, 2017. Un film de Regi­nald Hudlin

Una vez más el cine expo­ne un tema de dis­cri­mi­na­ción racial basán­do­se en un epi­so­dio real que tuvo como pro­ta­go­nis­ta a Thur­good Marshall, uno de los más pro­mi­nen­tes abo­ga­dos negros de Esta­dos Unidos.

Josh Gad y Chadwick

La acción se desa­rro­lla en 1941 don­de Marshall (Chad­wick Bose­man) quien como uno de los abo­ga­dos del Natio­nal Asso­cia­tion for the Advan­ce­ment of Colo­red Peo­ple (NAACP) es envia­do a Con­nec­ti­cut para cola­bo­rar con su cole­ga Samuel Fried­man (Josh Gad), blan­co y judío, en la defen­sa de Joseph Spell (Ster­ling K. Brown). Este indi­vi­duo de raza negra que tra­ba­jó como cho­fer de Elea­nor Stru­bing (Kate Hud­son), una adi­ne­ra­da dama blan­ca, es acu­sa­do de haber­la vio­la­do en su habi­ta­ción y pos­te­rior­men­te de haber­la secues­tra­do para arro­jar­la des­de un puen­te. La razón por la cual Marshall deci­de inter­ve­nir en su defen­sa es debi­do a que está con­ven­ci­do de su inocencia.

A dife­ren­cia de otros rela­tos judi­cia­les, este film se valo­ri­za con­si­de­ra­ble­men­te por la exce­len­te des­crip­ción de sus per­so­na­jes trans­mi­tien­do con increí­ble vera­ci­dad el desa­rro­llo de un jui­cio que alcan­zó noto­rie­dad nacio­nal. En pri­mer lugar, resul­ta de inte­rés la for­ma en que se desig­na al jura­do, don­de uno de los miem­bros man­tie­ne cier­to ses­go por no sim­pa­ti­zar con un abo­ga­do judío; por otra par­te, en la medi­da que las per­so­nas blan­cas esco­gi­das se des­en­vuel­ven en un medio social sutil­men­te racis­ta, va dis­mi­nu­yen­do las posi­bi­li­da­des de que el jura­do pue­da absol­ver a Spell. Otro de los incon­ve­nien­tes sur­ge cuan­do el juez Fos­ter (James Crom­well) asien­te que Marshall úni­ca­men­te par­ti­ci­pe en el jui­cio en for­ma indi­rec­ta por no per­te­ne­cer al Cole­gio de Abo­ga­dos de Con­nec­ti­cut; de ese modo, lo que desee expre­sar en ese ámbi­to debe hacer­lo a tra­vés del no muy expe­ri­men­ta­do Friedman.

La pasión de Marshall tra­tan­do de que su cole­ga logre ganar el jui­cio, así como la mane­ra en que gra­dual­men­te Fried­man con­si­gue afian­zar­se defen­dien­do al acu­sa­do y enfren­tan­do a Loren Wills (Dan Ste­vens), el racis­ta abo­ga­do fis­ca­lis­ta, es obje­to de una diná­mi­ca narra­ción; es así que Hud­lin logra que este dra­ma judi­cial a pesar de trans­cu­rrir en pocos esce­na­rios no resul­te está­ti­co per­mi­tien­do que el espec­ta­dor siga aten­ta­men­te las vici­si­tu­des que se van suce­dien­do a lo lar­go del proceso.

Aun­que éste no es pre­ci­sa­men­te el jui­cio más impor­tan­te que Marshall haya gana­do, los años siguien­tes demos­tra­rían su férrea deter­mi­na­ción de luchar por los dere­chos civi­les de los negros tenien­do en cuen­ta que la mar­ca­da dis­cri­mi­na­ción exis­ten­te no solo esta­ba pre­sen­te en los esta­dos sure­ños sino igual­men­te en los esta­dos más pro­gre­sis­tas del nor­te como lo que acon­te­ció en Con­nec­ti­cut En los cré­di­tos fina­les se men­cio­na que este noble indi­vi­duo fue el pri­mer afro­ame­ri­cano desig­na­do para inte­grar la Cor­te Supre­ma de Jus­ti­cia de Esta­dos Uni­dos en 1967, car­go que man­tu­vo has­ta 1991.

Una ágil pues­ta escé­ni­ca, un inob­je­ta­ble guión de Jacob Kos­koff y Michael Kos­koff y una muy con­vin­cen­te actua­ción de su elen­co, per­mi­ten que el públi­co asis­ta a un sóli­do film resal­tan­do los pre­jui­cios gene­ra­dos por el racis­mo exis­ten­te duran­te la épo­ca en que trans­cu­rre la acción del mis­mo. Jor­ge Gutman